Am�rica Latina: 200 a�os de fatalidad |
Bol�var Echeverr�a � � � � � |
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11/04/10 |
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Suave Patria, vendedora de ch�a: / quiero raptarte en la cuaresma opaca,/ sobre un gara��n, y con matraca,/ y entre los tiros de la polic�a.�.- R. L�pez Velarde,�La suave patria�� No falta iron�a en el hecho de que las rep�blicas nacionales que se erigieron en el siglo XIX en Am�rica latina terminaran por comportarse muy a pesar suyo precisamente de acuerdo a un modelo que declaraban detestar, el de su propia modernidad �la modernidad barroca, configurada en el continente americano durante los siglos XVII y XVIII-. Pretendiendo �modernizarse� Y es que sus intentos de seguir, copiar o imitar el productivismo capitalista se topaban una y otra vez con el gesto de rechazo de la �mano invisible del mercado�, que parec�a tener el encargo de encontrar para esas empresas estatales de la Am�rica latina una ubicaci�n especial dentro de la reproducci�n capitalista global, una funci�n ancilar. En la conformaci�n conflictiva de la tasa de ganancia capitalista, ellas vinieron a rebajar sistem�ticamente la participaci�n que le corresponde forzosamente a la renta de la tierra, recobrando as� para el capital productivo, mediante un bypass, una parte del plusvalor generado bajo este capital y aparentemente �desviado� para pagar por el uso de la naturaleza que los se�ores (sean ellos privados, como los hacendados, o p�blicos, como la rep�blica) ocupan con violencia. Gracias a esas empresas estatales, a la acci�n de sus �fuerzas vivas�, las fuentes de materia prima y de energ�a -cuya presencia en el mercado, junto a la de la fuerza de trabajo barata de que disponen, constituye el fundamento de su riqueza- vieron especialmente reducido su precio en el mercado mundial. En estados como los latinoamericanos, los due�os de la tierra, p�blicos o privados, fueron llevados �por las circunstancias� a cercenar su renta, y con ello indirectamente la renta de la tierra en toda la �econom�a-mundo� occidental, en beneficio de la ganancia del capital productivo concentrado en los estados de Europa y Norteam�rica. Al hacerlo, condenaron a la masa de dinero-renta de sus propias rep�blicas a permanecer siempre en calidad de capital en mercanc�as, sin alcanzar la medida cr�tica de dinero-capital que iba siendo necesaria para dar el salto hacia la categor�a de capital productivo, quedando ellos tambi�n �pese a los contados ejemplos de �prohombres de la industria y el progreso�- en calidad de simples rentistas disfrazados de comerciantes y usureros, y condenando a sus rep�blicas a la existencia subordinada que siempre han tenido. Sin embargo, disminuida y todo, reducida a una discreta �mordida� en esa renta devaluada de la tierra, la masa de dinero que el mercado pon�a a disposici�n de las empresas latinoamericanas y sus estados result� suficiente para financiar la vitalidad de esas fuerzas vivas y el despilfarro �discretamente pecaminoso� de los�happy few�que se reun�an en torno a ellas. La sobrevivencia de los otros, los cuasi �naturales�, los socios no plenos del estado o los semi-ciudadanos de la rep�blica, sigui� a cargo de la naturaleza salvaje y de la magnanimidad de �los de arriba�, es decir, de la avara voluntad divina. Pero, sobre todo, las ganancias de estas empresas y sus estados resultaron suficientes para otorgar verosimilitud al remedo o representaci� Privadas de esa fase o momento clave en el que la reproducci�n capitalista de la riqueza nacional pasa por la reproducci�n de la estructura t�cnica de sus medios de producci�n �por su ampliaci�n, fortalecimiento y renovaci�n-, las rep�blicas que se asentaron sobre las poblaciones y los territorios de la Am�rica latina han mantenido una relaci�n con el capital -con el �sujeto real� de la historia moderna, salido de la enajenaci�n de la subjetividad humana- que ha debido ser siempre demasiado mediata o indirecta. Desde las �revoluciones de independencia� han sido rep�blicas dependientes de otros estados mayores, m�s cercanos a ese sujeto determinante; situaci�n que ha implicado una disminuci�n substancial de su poder real y, consecuentemente, de su soberan�a. La vida pol�tica que se ha escenificado en ellas ha sido as� m�s simb�lica que efectiva; casi nada de lo que se disputa en su escenario tiene consecuencias verdaderamente decisivas o que vayan m�s all� de lo cosm�tico. Dada su condici�n de dependencia econ�mica, a las rep�blicas nacionales latinoamericanas s�lo les est� permitido traer al foro de su pol�tica las disposiciones emanadas del capital una vez que �stas han sido ya filtradas e interpretadas convenientemente en los estados donde �l tiene su residencia preferida. Han sido estados capitalistas adoptados s�lo de lejos por el capital, entidades ficticias, separadas de �la realidad�. [1] De todos modos, la pregunta est�� ah�: los resultados de la fundaci�n hace dos siglos de los estados nacionales en los que viven actualmente los latinoamericanos y que los definen en lo que son, �no justifican de manera suficiente los festejos que tienen lugar este a�o? �Los argentinos, brasile�os, mexicanos, ecuatorianos, etc�tera, no deben estar orgullosos de ser lo que son, o de ser simplemente �latinos�? No cabe duda de que, incluso en medio de la p�rdida de autoestima m�s abrumadora es imposible vivir sin un cierto grado de autoafirmaci� La �Revoluci�n� de Independencia, acontecimiento fundante de las rep�blicas latinoamericanas que se auto-festejan este a�o, vino a reeditar, �corregido y aumentado� el abandono que el Despotismo Ilustrado trajo consigo de una pr�ctica de convivencia pese a todo incluyente que hab�a prevalecido en la sociedades americanas durante todo el largo �siglo barroco�, la pr�ctica del mestizaje; una pr�ctica que �pese a sufrir el marcado efecto jerarquizador de las instituciones mon�rquicas a las que se somet�a- tend�a hacia un modo bastante abierto de integraci�n de todo el cuerpo social de los habitantes del continente americano. Bienvenido por la mitad hispanizante de los criollos y rechazado por la otra, la de los criollos aindiados, el Despotismo Ilustrado lleg�, importado de la Francia borb�nica. Con �l se implant� en Am�rica la distinci�n entre �metr�polis� y �colonia� y se consagr� al modo de vida de la primera, con sus sucursales ultramarinas, como el �nico �portador de civilizaci�n�; un modo de vida que, si quer�a ser consecuente, deb�a primero distinguirse y apartarse de los modos de vida de la poblaci�n natural colonizada, para proceder luego a someterlos y aniquilarlos. Este abandono del mestizaje en la pr�ctica social, la introducci�n de un �apartheid�latino� que, m�s all� de jerarquizar el cuerpo social, lo escinde en una parte convocada y otra rechazada, est�n en la base de la creaci�n y la permanencia de las rep�blicas latinoamericanas. Se trata de rep�blicas cuyo car�cter excluyente u �olig�rquico� -en el sentido etimol�gico de �concerniente a unos pocos�-, propio de todo estado capitalista, se encuentra exagerado hasta el absurdo, hasta la automutilaci� El proyecto impl�cito en la constituci�n de estas rep�blicas nacionales, que desde el siglo XIX comenzaron a flotar como islotes prepotentes sobre el cuerpo social de la poblaci�n americana, imbuy�ndole sus intenciones y su identidad, ten�a entre sus contenidos una tarea esencial: retomar y finiquitar el proceso de conquista del siglo XVI, que se desvirtu� durante el largo siglo barroco. Es esta identidad definida en torno a la exclusi�n, heredada de los criollos ilustrados ensoberbecidos, la misma que, ligeramente transformada por doscientos a�os de historia y la conversi�n de la modernidad europea en modernidad �americana�, se festeja en el 2010 con bombos y platillos pero �curiosamente- �bajo estrictas medidas de seguridad�. Se trata de una identidad que s�lo con la ayuda de una fuerte dosis de cinismo podr�a ser plenamente un motivo de �orgullo�. . . a no ser que, en virtud de un�wishful thinking poderoso -acompa�ado de una desesperada voluntad de obnubilaci�n- Sorprende la insistencia con que los movimientos y los l�deres que pretenden construir actualmente la nueva rep�blica latinoamericana se empe�an en confundir �como pareciera que tambi�n L�pez Velarde lo hace en su�Suave patria- [2], bajo el nombre de Patria, un�continuum�que existir�a entre aquella naci�n-de-estado construida hace doscientos a�os como deformaci�n de la �naci�n natural� latinoamericana, con su identidad marm�rea y �neocl�sica�, y esta misma �naci�n natural�, con su identidad din�mica, variada y evanescente; un�continuum�que, sarc�sticamente, no ha consistido de hecho en otra cosa que en la represi�n de �sta por la primera. Es como si quisieran ignorar o desconocer, por lo desmovilizador que ser�a reconocerla, aquella �guerra civil� sorda e inarticulada pero efectiva y sin reposo que ha tenido y tiene lugar entre la naci�n-de-estado de las rep�blicas capitalistas y la comunidad latinoamericana en cuanto tal, en tanto que marginada y oprimida por �stas y por� lo tanto contraria y enfrentada a ellas. Se trata de una confusi�n que lleva a ocultar el sentido revolucionario de ese�wishful thinking�de los movimientos sociales, a desde�ar la superaci�n del capitalismo como el elemento central de las nuevas rep�blicas y a contentarse con quitar lo destructivo que se concentrar�a en lo �neo-� del �neo-liberalismo� econ�mico, restaurando el liberalismo econ�mico �sin adjetivos� y remodel�ndolo como un �capitalismo con rostro humano�. Es un�quid pro quo�que, bajo el supuesto de una identidad com�n transhist�rica, compartida por opresores y oprimidos, explotadores y explotados, integrados y expulsados, pide que se lo juzgue como un enga�o hist�ricamente �productivo�, �til para reproducir la unidad y la permanencia indispensables en toda comunidad dotada de una voluntad de trascendencia. Un�quid pro quo�cuya eliminaci�n ser�a un acto �de lesa patria�. Desde un cierto �ngulo, las �Fiestas del bicentenario� Enfrentadas ahora a los resultados catastr�ficos de su historia bicentenaria, lo menos que ser�a de esperar de ellas es un �nimo de contrici�n y arrepentimiento. Pero no sucede as�, lo que practican es la �denegaci�n�, la �transmutaci�n del pecado en virtud�. Esta cegera autopromovida ante el sufrimiento que no era necesario vivir pero que se vivi� por culpa de ellas durante tanto tiempo las aleja de todo comportamiento autocr�tico y las lleva por el contrario a levantar arcos triunfales y abrir concursos de apolog�a hist�rica entre los letrados y los artistas. Los de este 2010 son festejos que en medio de la autocomplacencia que aparentan no pueden ocultar un cierto rasgo pat�tico; son ceremonias que se delatan y muestran en el fondo algo de conjuro contra una muerte anunciada. En medio de la incertidumbre acerca de su futuro, las rep�blicas olig�rquicas latinoamericanas buscan ahora la manera de restaurarse y recomponerse aunque sea c�nicamente haciendo m�s de lo mismo, malbaratando la migaja de soberan�a que a�n queda en sus manos. Festejan su existencia bicentenaria y a un tiempo, sin confesarlo, usan esos festejos como amuletos que les sirvan para ahuyentar la amenaza de desaparici�n que pende sobre ellas. El aparato institucional republicano fue dise�ado en el siglo XIX para organizar la vida de los relativamente pocos propietarios de patrimonio, los �nicos ciudadanos verdaderos o admitidos realmente en las rep�blicas. Con la marcha de la historia debi� sin embargo ser utilizado pol�ticamente para resolver una doble tarea adicional: deb�a primero atender asuntos que correspond�an a una �base social� que las mismas rep�blicas necesitaban ampliar y que lo consegu�an abri�ndose dosificadamente a la poblaci�n estructuralmente marginalizada pero sin afectar y menos abandonar su inherente car�cter olig�rquico. Era un aparato condenado a vivir en crisis permanente. �Anti-gattopardiano� Pr�cticamente desmantelada y abandonada por sus due�os �verdaderos�, la �supraestructura pol�tica� que estas rep�blicas se dieron originalmente y sin la cual dec�an no poder existir, se encuentra en nuestros d�as en medio de un extra�o fen�meno; est� pasando a manos de los movimientos socio-pol�ticos anti-olig�rquicos y populistas que antes la repudiaban tanto o m�s de lo que ella los rechazaba. Son estos movimientos los que ahora, despu�s de haberse �ganado el tigre en la feria�, buscan forzar una salida de su perplejidad y se apresuran a resolver la alternativa entre restaurar y revitalizar esa estructura institucional o desecharla y sustituirla por otra. Se trata de conglomerados sociales din�micos que han emergido dentro de aquella masa �politizada� de marginales y empobrecidos, generada como subproducto de la llamada �democratizaci� Las �fiestas del bicentenario� Las naciones olig�rquicas y las respectivas identidades artificialmente �nicas y unificadoras, a las que las distintas porciones de esa poblaci�n pertenecen tangencialmente, no han sido capaces de constituirse en entidades incuestionablemente convincentes y aglutinadoras. Su debilidad es la de la empresa hist�rica estatal que las sustenta; una debilidad que exacerba la que la origina. Doscientos a�os de vivir en referencia a un estado o rep�blica nacional que las margina sistem�ticamente, pero sin soltarlas de su �mbito de gravitaci�n, han llevado a las mayor�as de la Am�rica latina a apropiarse de esa nacionalidad impuesta, y a hacerlo de una manera singular. La identidad nacional de las rep�blicas olig�rquicas se confecciona a partir de las caracter�sticas aparentemente ��nicas� del patrimonio humano del estado, asentado con sus peculiares usos y costumbres sobre el patrimonio territorial del mismo. Es el resultado de una funcionalizaci� La innegable gratuidad o falta de necesidad del artificio nacional es un hecho que en la Am�rica latina se pone en evidencia con mucha mayor frecuencia y desnudez que en otras situaciones hist�rico-geogr� La disposici�n a la autotransformaci� NOTAS: [1] Lo ilusorio de la pol�tica real en la vida de estas rep�blicas se ilustra perfectamente en la facilidad con que ciertos artistas o ciertos pol�ticos han transitado de ida y vuelta del arte a la pol�tica; ha habido novelistas que resultaron buenos gobernantes (R�mulo Gallegos), y revolucionarios que fueron magn�ficos poetas (Pablo Neruda); as� como otros que fueron buenos pol�ticos cuando pintores y buenos pintores cuando pol�ticos. Nada ha sido realmente real, sino todo realmente maravilloso. [2] La �patria suave� de L�pez Velarde -aquella que quienes hoy la devastan se dan el lujo hip�crita de a�orar- pese a lo pro-olig�quica que puede tener su apariencia id�lica provinciana (con todo y patrones �generosos� como el de Rancho Grande), resulta a fin de cuentas todo lo contrario. Es corrosiva de la exclusi�n aceptada y consagrada. El erotismo prom�scuo de la �naci�n natural� que se asoma en ella, subrepticio pero omnibarcante, no reconoce ni las castas ni las clases que son indispensables en las rep�blicas de la �gente civilizada�, hace burla de su raz�n de ser. Bol�var Echeverr�a (Riobamba, Ecuador, 1941) es profesor em�rito de filosof�a en la Facultad de Filosof�a de la UNAM, M�xico. En 2006, recibi� en Caracas el Premio Libertador Sim�n Bol�var al Pensamiento Cr�tico. sinpermiso electr�nico se ofrece semanalmente de forma gratuita. No recibe ning�n tipo de subvenci�n p�blica ni privada, y su existencia s�lo es posible gracias al trabajo voluntario de sus colaboradores y a las donaciones altruistas de sus lectores. Si le ha interesado este art�culo, considere la posibilidad de contribuir al desarrollo de este proyecto pol�tico-cultural realizando una DONACI�N o haciendo una SUSCRIPCI�N a la REVISTA SEMESTRALimpresa. www.sinpermiso. |
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La agresi�n sexual como espect�culo |
Mercedes Garc�a Ar�n � � � � � |
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11/04/10 |
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Asusta que parezca irrelevante que una cadena de TV convierta la violencia y la humillaci�n en negocio. El programa Generaci�n ni-ni de la cadena La Sexta ha subido el list�n del desprecio por los derechos de las personas que habitualmente contiene la llamada telerrealidad. El programa dice pretender un supuesto experimento educativo con j�venes que presentan alarmantes rasgos de inadaptaci�n, ignorancia, vagancia e incluso violencia, encerr�ndolos para grabar su comportamiento, con el objetivo �al parecer� de reeducarlos. Pues bien, las c�maras grabaron una nauseabunda agresi�n sexual cometida por varios j�venes sobre una de las chicas, que fue emitida en el programa. En ella, los agresores sujetan violentamente a la v�ctima, mientras uno de ellos le restriega sus genitales por la cara. Otros concursantes presentes r�en la gracia. Posteriormente, los educadores afean la conducta del muchacho mostr�ndole la grabaci�n, mientras �l parece avergonzarse sin perder la sonrisa, lo que indica que le preocupa m�s la grotesca imagen ofrecida que la brutal agresi�n cometida. Y, hasta el momento, que yo sepa, ah� queda la cosa. Ninguna ley lograr� evitar totalmente que siga habiendo agresores sexuales que busquen el anonimato, pero asusta el grado de desprecio por los derechos de los dem�s que hace que unos j�venes sometan a una compa�era a tal vejaci�n sabiendo que est�n siendo grabados para un programa de televisi�n y, por tanto, ajenos a las consecuencias legales de sus actos, que deben considerar solo como una broma. Sin embargo, asusta a�n m�s la hip�tesis de que su comportamiento les parezca irrelevante e incluso gracioso, precisamente porque una cadena de televisi�n les ha hecho protagonistas de un programa dedicado a mostrar su comportamiento incivilizado. Es probable que la cadena mantenga que su objetivo es criticar la violencia y educar a sus autores, pero los resultados son otros. La supuesta finalidad social queda totalmente anulada por la utilizaci�n de la violencia como espect�culo, porque el programa hubiera podido renunciar al terrible impacto de las im�genes y la audiencia que espera de ellas, pero no ha resistido la tentaci�n de reproducirlas. A costa, adem�s, de exhibir a la v�ctima, aumentando as� su humillaci�n. �Educaci�n? Habr� quien todav�a crea que los problemas de violencia juvenil se solucionan con m�s c�rcel y sin permitir beneficios penitenciarios que, en cambio, se han demostrado �tiles para la reinserci�n. Pero cabe la esperanza de que este discurso, tan querido por algunos pol�ticos, llegue a cansar a una opini�n p�blica cada vez m�s acostumbrada a distinguir entre la propaganda y las soluciones. Y confiemos tambi�n en que la audiencia televisiva se canse de tanta irresponsabilidad. El Peri�dico de Catalunya, 13 marzo 2010 |
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Discusi�n entre la Causa Final (CF) y la Causa Eficiente (CE): para Mario Bunge |
Thomas Moro Simpson � � � � � |
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11/04/10 |
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Nuestro amigo, el gran fil�sofo y pol�grafo argentino Thomas Moro Simpson, no pudo participar en su d�a en el homenaje internacional que SinPermiso dedic� al fil�sofo Mario Bunge con ocasi�n de su nonag�simo aniversario el pasado 21 de septiembre. El siguiente soneto, escrito como comentario a un cap�tulo del libro de Mario Bunge: Causalidad, (Buenos Aires, Eudeba, 1961), viene a a�adirse ahora a aquel merecido homenaje.� � CF:� Soy la causa final, yo soy el t�los, ��������forma ideal que mueve lo viviente, ������� flecha del ser, im�n desde los cielos: ���������no me rebajo a ser causa eficiente! � CE:���Y yo construyo, sin rencor ni celos, �������� la cadena causal m�s pertinente: �������� yo voy de causa a efecto lentamente, �������� porque sin mi �qu� puede hacer el t�los?� �������� Soy el factor causal, una hormiguita �������� que el arrogante T�los necesita ���������si la semilla ha de acabar en rosas. � CF:�� Tu empiezas, nada m�s, pero �hacia d�nde? �������� Yo en cambio s� el lugar en que se esconde ��������� el sumo Bien, la gloria de las cosas. � Thomas Moro Simpson (Buenos Aires, 1929) es el fil�sofo argentino m�s importante y creativo de su generaci�n. www.sinpermiso. |
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