Monday, May 19, 2014

[RED DEMOCRATICA] No. 327 - Tríptico de la U.

 


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DIRECTOR: Gonzalo Márquez Cristo. EDITORES: Amparo Osorio, Iván Beltrán Castillo. COMITÉ EDITORIALFabio Jurado Valencia, Carlos Fajardo. CONFABULADORES: Óscar Collazos, José Chalarca, Marcos Fabián Herrera, Maldoror, Sergio Trujillo Béjar, Fabio Martínez, Fernando Maldonado, Gabriel Arturo Castro, Guillermo Bustamante Zamudio. EN EL EXTERIOR: Alfredo Fressia (Brasil); Antonio Correa, Iván Oñate (Ecuador); Rodolfo Häsler (España); Marco Antonio Campos, José Ángel Leyva (México); Luis Alejandro Contreras, Benito Mieses, Adalber Salas (Venezuela); Renato Sandoval (Perú); Efer Arocha, Jorge Torres, Jorge Najar (Francia); Marta L. Canfield, Gabriel Impaglione (Italia); Luis Bravo (Uruguay); Armando Rodríguez Ballesteros, Osvaldo Sauma (Costa Rica).

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Tríptico de la U C U E N T O

 

 

Por Pedro Baquero*

 

I. Zoológica

El profesor Carrión apretó los labios y buscó en la multitud anónima de la clase el origen exacto de la voz. La mirada severa auscultó los rostros de los estudiantes y cortó de un tajo la carcajada refleja que produjo la audaz impertinencia del transgresor. Nadie parecía culpable; pero los tres animales taimados, cerdosos, dementes, acomodados contra la ventana le provocaron la inevitable crisis de ira y desprecio que le llenaba de sangre la garganta cuando se sentía provocado. Tenía que domar las bestias. Las hienas son los únicos animales que se ríen de su condición de comemierdas, de su vocación de carroñeros… pero hoy no vine a hablar de coprofagia. Nadie se dio por aludido. Las hienas no entienden el lenguaje de los hombres. Retomó su exposición, elevó la mirada hasta la altura de sus teorías, como un látigo subió el tono de la voz sin fijarse en los carroñeros despreciables, hasta que las risotadas hambrientas lo sacaron de su ensimismamiento discursivo. Bajó la mirada al auditorio infame; pero era demasiado tarde, sólo vio los dientes filosos de las bestias antes de perder el valor, la lucidez, la conciencia, y las tripas.

 

II. Didáctica

 

No entiendo, profesor, no me resulta claro.

Muy simple. Dijo, casi en silencio. Es tal y como lo acabo de exponer. Ni más, ni menos.

 

III. Casuística

Se había batido en duelo consigo mismo. No habría lugar para las veleidades; menos aún si desbocaban los instintos. Había resistido los embates de la provocación y, en adelante, todo sería distancia, autoridad, equilibrio. No sólo por su propia imagen venerable de maestro; sino por la templanza de carácter, su impenetrable adarga; se pondría a salvo de los estropicios del deseo. En adelante podría mirar sin mirarla, escuchar sin escucharla y nunca, jamás, imaginarla. Ella no rompería más los broqueles, no azuzaría más los atavismos primitivos; a pesar de sus caderas pendencieras, a pesar de su boca ineludible, a pesar de su belleza aterradora.

La mantendría en su sitio de niña venida a más, indistinta como la multitud, remota al interés de los sentidos; sobre todo a partir de este instante en el que constataba su desnudez desesperada tendido junto a ella, la inefable, la impredecible; sobre todo ahora que se sabía feliz y atolondrado y que sentía una vergüenza inútil y que extrañamente, contra todas las lógicas, comprobaba que también él tenía veinte años.

 

 

*Narrador y ensayista colombiano

 

 

 

Joel Streicker

 

 

 

Joel Streicker nació en las afueras de Chicago en 1960. Ha traducido obras de Tomás González, Ricardo Silva Romero, Pilar Quintana, Luis Fayad, Samanta Schweblin, Guillermo Fadanelli y otros escritores latinoamericanos. Sus ensayos han aparecido en revistas populares, impopulares y académicas, y está por publicarse su primer cuento, casi al mismo tiempo que este, su primer libro de poesía. (Como quien dice, la vejez no viene sola). Tiene un doctorado en antropología cultural de la Universidad de Stanford y un grado en estudios latinoamericanos de la Universidad de Michigan; hizo un año glorioso de estudios en la Universidad de los Andes. Vive en San Francisco, California, con su esposa y tres hijos.

Publicamos los textos de contraportada del libro de El amor en los tiempos de Belisario, recientemente publicado en Colombia por Común Presencia Editores. El poemario fue ilustrado por Martha Guzmán.

 

 

Siempre es interesante descubrirnos a través de una mirada extranjera: ella puede mostrarnos lo que hemos dejado de ver porque lo tenemos delante de los ojos todos los días. En sus Cartas del yagé, William Burroughs habla del frío bogotano que se mete en el cuerpo "como el frío enfermizo del opio". Tim Keppel celebra en sus cuentos la fecundidad y exuberancia de Cali pero también da cuenta de la indiferencia con la que enfrentamos los hechos violentos a los que nos hemos acostumbrado. Ahora, en El amor en los tiempos de Belisario, Joel Streicker retrata en sus versos a la Bogotá sucia de principios de los años ochenta: un lugar caótico lleno de perros, mendigos y gente en ruana, con buses y edificios ruinosos, y el ritmo del vallenato de fondo, una ciudad opaca y triste, tan triste como el amor desesperado de un poeta gringo en el exilio. Pilar Quintana

 

En este libro de Joel Streicker la casa de la poesía tiene muchas moradas. Su palabra es perdurable por lo mucho que habla por nosotros, de nuestras preguntas centrales, delirios personales, formas del vivir y morir, el amor como salvación y asomo hacia el abismo. No hay en su poética el menor escollo de extravagancia, tecnicismos o esos excesos de artificios gratuitos, que buscan que el lector haga alzar las cejas. Una vez más, gracias a este libro, estamos de acuerdo con Gabriel Celaya, "la poesía es un arma cargada de futuro". Por eso conviene no perderse este catálogo de asombros y revelaciones. La poesía puede estar tranquila: creadores como Streicker le han asegurado su esplendor por mucho tiempo más. Y eso no es poco decir. J. J. Junieles

 

 

La soledad de ser en su verdad

 

 

Por Luisa Helena Calcaño Gil*

 

                                   La maldición de tener que morir debe ser  transformada en bendición:

que uno pueda morir cuando vivir es insoportable.

Elías Canetti, La Provincia del Hombre                       

 

I

 

Las líneas de este ensayo se fueron construyendo a lo largo de unos tres meses, durante los cuales el autor se convirtió en una pensadora arendtiana, transportada a los días en que la filósofa alemana Hannah Arendt se vio enfrentada al dilema de ser fiel a una identidad colectiva representada por el mundo judío, a la cual pertenecían ella y sus amigos; o por el contrario, ser fiel a su identidad intelectual, consagrada a encontrar la verdad al precio que fuera.

Las primeras líneas surgieron de la observación de la película: Hannah Arendt de la realizadora alemana Margarethe Von Trota, la cual atrapa al personaje desde las primeras escenas de la cinta, que transcurre con un tempo suave, pero de sostenido vigor. Notas escritas bajo las emociones transmitidas por la imagen de una mujer madura relativamente hermosa, seducida por su cigarro. Arendt tras las reflexiones de una noche de insomnio decide observar en forma presencial el proceso judicial del oficial nazi de la SS Adolf Eichmann y escribir artículos sobre el proceso para el periódico New Yorker. El juicio fue celebrado en Jerusalén en 1961.

Asume esta decisión guiada por sus inquietudes intelectuales, lo cual implicará volver en su memoria a los tiempos oscuros de su vida. En la noche de la despedida con sus íntimos amigos comenta en forma irónica entre risas: "¡Nunca he conocido a un nazi! Salí de Alemania en 1933, por poco tiempo estuve en los campos de concentración de Francia. Partí para los Estados Unidos en 1942. Durante muchos años viví en este país como un apátrida, con una visa sin pasaporte ni ciudadanía".

También manifiesta esa noche que no estaba de acuerdo con el juicio-espectáculo organizado por el Estado de Israel. Comparte el sentimiento del pueblo hebreo de la necesidad de justicia hacia unos crímenes, que superaron con creces los tradicionales y abominables crímenes de guerra. Nunca se identificó con el sionismo militante. Uno de los momentos clave de la película se sucede al final de la misma cuando ella a su regreso a New York dicta una clase magistral en la universidad en torno al proceso y sus planteamientos filosóficos en torno a la banalidad del mal derivado de la observación de la personalidad del delincuente en el juicio.

Una vez seducida por la personalidad de Arendt, dejo a un lado la película para quedar atrapada por la lectura estudiosa del libro Eichmann en Jerusalén, centrado en las actas del proceso y escrito en el verano de 1962.

Los artículos para el periódico New Yorker y el libro sobre el proceso de Eichmann fueron esperados con gran interés por la opinión pública, que reaccionó muy desfavorablemente frente a las ideas de Arendt en torno a la banalidad del mal, una controversia que se ha mantenido por más de cincuenta años.

 

II

 

El proceso fue promovido por el Estado de Israel actuando en representación de las víctimas: el pueblo judío. Los miembros del tribunal consideraron que no tenían derecho alguno a sobrepasar los límites planteados en la Ley de (Castigos) de Nazis y Colaboradores Nazis de 1950, donde el genocidio no estaba tipificado. Eichmann fue acusado por sus delitos contra el pueblo judío y su papel en la ejecución de la Solución Final del Problema Judío acordado en la Conferencia de Wansee celebrada el 20 de enero de 1942. Eichmann asistió a esta conferencia, y con ello se fortaleció su carrera como funcionario del régimen.

La Solución Final del Problema Judío fue la organización de una maquinaria de destrucción compleja, un laberinto institucional, donde el objetivo era matar tantos judíos como fuera posible. La función evacuar y transportar judíos era una rutina para el acusado.

En el proceso de Jerusalén el pueblo judío ocupó el lugar central. El acusado fue enjuiciado por la naturaleza de su trabajo, la cual era la detención y deportación de los judíos de toda Europa.

A lo largo de la redacción de este ensayo he adquirido una profunda conciencia en torno a un pueblo cuya sangre clamó justicia al cielo, pero sus voces no pudieron hacerse oír. Se estima que seis mil judíos, ochocientos cincuenta gitanos y doscientos cincuenta homosexuales murieron antes de que fuera su hora. Este sufrimiento es una gran deuda de la humanidad nunca saldada hacia estas poblaciones consideradas por un Estado  genéticamente inferiores. Entender la situación en la distancia de los hechos se hace bastante difícil. Para comprender la situación del pueblo judío de esos años hemos considerado relevante la nota de 1943 inserta en el diario del escritor judío Elías Canetti (La Provincia del hombre, p. 90):

 "Los padecimientos de los judíos ha sido una institución, pero ésta se ha sobrevivido a sí misma. Los hombres ya no quieren oír hablar de ella. Con pasmo se enteran de que fue posible exterminar a los judíos; los hombres. sin quizás advertirlos ellos mismos, desprecian ahora a los judíos por otra razón. El gas se usó en esta guerra solo contra los judíos, y ellos no pudieron hacer nada. Contra ellos no pudo hacer nada el dinero que antes les daba fuerza. Los degradaron hasta convertirlos en esclavos, luego en ganado, luego en sabandijas. Esta degradación se consiguió totalmente; a los otros que oyeron hablar de esta degradación, les va hacer más. difícil borrar sus huellas que a los judíos mismos. Todo acto de poder es un arma de doble filo, toda humillación aumenta el placer del que se envanece infligiéndola y se contagia a los que también quisieron envanecerse. La aniquilación histórica de la relación de los no judíos con los judíos ha cambiado básicamente. No se les detesta menos, pero ya no se les teme. Por esto los judíos no pueden cometer un error más grave que continuar con las lamentaciones en las que fueron maestros y para las que ahora tienen más motivo que nunca".

 

III

 

Para Arendt el tribunal tuvo una grave falla en cuanto al conocimiento del delincuente al cual iban a castigar. A lo largo del libro en forma reiterada menciona el fracaso del Tribunal de Jesuralén y en especial, la conspicua impotencia que los juzgadores demostraron cuando se enfrentaron con la más ineludible de sus tareas, con la tarea de llegar a conocer al delincuente al que debían juzgar.

Los interrogatorios del juicio. mostraron al mundo que hubo muchos hombres como Eichmann, y que esos hombres no fueron pervertidos ni sádicos, sino que fueron, y siguen siendo, terrible y terriblemente normales… El mayor mal en el mundo es cometido por seres insignificantes, sin motivo, sin convicciones, sin corazones malvados, sin convicciones demoniacas, seres que se rehúsan a ser personas. Esa es la banalidad del mal. Este tipo de delincuentes cometen sus delitos en circunstancias que casi le impiden saber o intuir que realizan actos de maldad. Todos estos delincuentes estuvieron atrapados por los fines políticos de un régimen que tenía entre sus metas eliminar a la humanidad de un género subhumano, la raza judía. Eichmann actuó sin tener conciencia del mal, de su maldad hacia el género humano.

A lo largo de los interrogatorios Eichmann repitió en muchas oportunidades: Nunca tuve nada contra los judíosYo no maté nunca a un judío, ni a nadie… La acusación de asesino es injusta… Las muertes por gas eran asuntos médicos, que eran ordenados por médicos… Solo realicé lo necesario para cumplir con mi tarea… Acepté la nueva escala de valores del gobierno nazi. A lo largo de los interrogatorios nunca se consideró culpable de los hechos; y en forma paradójica repitió que no era anti-semita, tenía amigos judíos.

A lo largo del juicio el acusado mostró un gran orgullo por su destreza en los asuntos migratorios. Un hombre dentro del laberinto de la ordenación burocrática. Ideal para el manejo de palabras clave de un sistema. Vio justamente lo necesario para estar perfectamente enterado del modo en que la maquinaria de destrucción de una parte del género humano funcionara. No los mataba, sólo se limitaba a transportar seres humanos. Decidía el destino final de cada expedición.

Los hechos eran contrarios a su conciencia, pero nunca hizo nada para evitarlo Pura y simple irreflexión, que lo condujo a ser el mayor criminal de su tiempo. Repitió a lo largo de juicio una frase: Siempre cumplí órdenes. Los observadores se hicieron constantemente una pregunta: ¿Tenía conciencia el acusado? ¿Era posible otra alternativa? ¿Nunca vivió una crisis de conciencia? Eichmann solo fue una pieza dentro de un engranaje organizado por el régimen para el cual trabajaba con gran sentido de responsabilidad. Para él la ley era la ley, y no cabía excepciones. La ausencia de un estado de conciencia ante la cotidianidad de su trabajo permitió que hiciera todo lo posible para que la Solución Final fuera el fin del problema judío. La orden de Hitler recibió el tratamiento de ley. Nunca estuvo atormentado por los problemas de conciencia. Solo era una pieza en la trama burocrática. A lo largo de los interrogatorios afirmo con gran tranquilidad y sinceridad: Ayudé a las víctimas a llegar a su destino.

Para Arendt el asesino diabólico que el mundo judío quería ver tenía la responsabilidad moral de quién entregó las victimas… Su delito fue enviar seres humanos a su destino, estando consciente de sus actos. A lo largo del proceso se estableció que, Eichmann carecía de autoridad para decir quienes sobrevivirían y quienes debía morir. El acusado se comportó en armonía con las normas generales del Estado para el cual trabajaba. Para el momento en que ocurren estos hechos no habían normas de orden internacional que lo evitaran.

Una sociedad dominada por la muerte, donde una parte del género humano espera la muerte organizada sin dolor a través de la cámara de gas. Todo ante la indiferencia del mundo, el cual tuvo una voluntaria complicidad. Para evitar el genocidio contra el pueblo judío se necesitaba la participación internacional, lamentablemente privaron los intereses políticos de los Estados por encima de las necesidades de justicia.

Todo lo sucedido en Alemania en el periodo de gobierno de Hitler nos muestra como en los regímenes totalitarios, la ideología reemplaza las ideas y la fidelidad a esa ideología termina por enajenar totalmente el pensar. Sin el totalitarismo nunca hubiéramos conocido la verdadera naturaleza radical del mal (Arendt).

 

IV

 

El pensamiento filosófico de Arendt se apoya en las ideas de Martín Heidegger, su amado profesor, donde sin verdad no hay realidad y sin realidad no somos. Un concepto clave de este pensamiento filosófico es la fidelidad, que implica ser fiel a lo que uno piensa, fiel a lo que uno cree y fiel a lo que uno ama. Arendt fue fiel en los tres sentidos.

Eichmann en cambio, no podía ser, porque no podía pensar y no pensar es no estar consigo mismo en ese yo al frente mesocrático que lleva a juzgar y luego a actuar. (Fernando Mires).

Arendt sufrió profundamente por la pérdida de sus amigos, los cuales eran más fieles a la razón del Estado de Israel, que a la razón de uno mismo. Von Trotta plantea en la película un aspecto de la vida de Arendt donde escoge la soledad de ser en su verdad frente a la compañía de no –ser– en sí.

Para Arendt el absoluto extremo del mal no viene de un pensamiento malvado sino de la incapacidad de pensar. Y pensar es diferenciar entre lo bello y lo feo, entre lo justo y lo injusto, entre lo bueno y lo malo. La banalidad de negarse a pensar es negarse a ser, y negarse a ser es negar la verdad de ser. Y la absoluta negación de la verdad del ser es la muerte. Eichmann llevaba la muerte en su propia alma. Estaba muerto antes de ser ahorcado.

La maldad radical y extrema no es la de individuos anormales o monstruos sino esta anidada como posibilidad en la propia condición humana, en aquel momento que se desee olvidar la condición de pensar para ser.

Uno de los aspectos controversiales de los artículos  publicados por Arendt  fueron las referencias al papel equivoco jugado en el genocidio por los consejeros judíos, y muy especialmente con Eichmann en los procesos migratorios. La administración judía realizaba las listas de los judíos deportados dando detalles de nombre y apellido, sexo, profesión y país de origen. Otra crítica fue la elaboración  de  listas de judíos prominentes y la  no deportación a aquellos judíos que tenían relación con el exterior. Casos especiales solicitaban tratamiento preferencial. Los judíos que se escondían eran cazados por una fuerza especial de la policía judía. Estos hechos iniciaron el proceso de declinación de la respetabilidad de de la sociedad judía.  Arendt afirma que las autoridades no se dieron cuenta del grado de complicidad con el régimen al aceptar la muerte de aquellos que no eran casos especiales. Se presentaron situaciones en que los magnates industriales fijaban el precio de los judíos que

que iban  a ser rescatados. Inicialmente fueron corruptelas, para luego convertirse en políticas de Estado, como lo fue la negociación de un millón de judíos por diez mil  camiones de mercancía.

Estas acciones se tradujeron en un reconocimiento de la legalidad  de los actos del régimen contra la raza judía. Todos estos hechos están narrados en detalle en las actas del proceso.

La sórdida realidad fue que el pueblo judío caminó pasivamente hacia su tumba. Arendt  se pregunta: ¿Esto fue una consecuencia del  fracaso frente al enemigo?

El régimen generó un lenguaje y unos procedimientos cónsonos con sus acciones. El pecado no era matar, sino producir dolor. Un dolor innecesario, para ello estaban las funciones caritativas del Estado. Un aspecto difícil de comprender es que todos los actos de matar estuvieron a cargo de judíos.

 

VI

 

Arendt llegó a Jerusalén con la duda de que el proceso  fuera un show destinado a sustituir la verdad de los hechos por la verdad de las opiniones de acuerdo a las decisiones de un gobierno, el cual  pretendía exhibir los sufrimientos del pueblo judío. Uno de los objetivos políticos era sentar en el banquillo del acusado al antisemitismo. Pero, en ese banquillo, solo se encontró un hombre de carne y hueso. Que nunca perdió la serenidad, y que solo manifestó no tener buena memoria. Y la única tarea del tribunal era dictar una sentencia de acuerdo a una Ley  que permitía. la condena a muerte.

El interés por la justicia no fue el móvil del juicio. La celebración de un juicio justo y legal quedó a un lado. La acusación y la decisión se basaron en delitos contra el pueblo judío. El Estado de Israel fue establecido como el Estado de los judíos, y por ello, tenía jurisdicción sobre cualquier delito cometido contra los judíos. Para entender este proceso hay que aceptar que el juicio estuvo centrado en la condena a un individuo, y no  la historia representada por ese individuo.

Para Arendt el fracaso del Tribunal de Jerusalén se debió al no abordar tres hechos fundamentales: en primer lugar, el problema de la parcialidad propia de un tribunal formado por vencedores; en segundo lugar, el de una justa definición de delito contra la humanidad. Y en tercer lugar, el de establecer claramente el perfil del delincuente y el tipo de delito. El tribunal no admitió testigos del acusado, y la acusación no mostró interés en solicitarlos.

Formalmente Eichmann no fue juzgado por un delito de lesa humanidad, ya que para ello se ameritaba un tribunal internacional. La monstruosidad de los hechos quedó minimizado ante un tribunal que solo representaba a un Estado Por razones de orden político se decidió no correr riesgo de acudir a una instancia de esta naturaleza. En este sentido se debe destacar que el Tribunal Permanente de Las Naciones Unidas en lo Penal había rechazado en dos oportunidades la propuesta de un tribunal permanente para juzgar este tipo de delito. A lo largo del proceso y en la sentencia no se mencionó que era un delito que ponía en peligro y lesionaba gravemente el orden internacional y el género humano. Los crímenes juzgados fueron un plan encaminado a eliminar por entero a una parte de la población nativa judía.

El juicio de Jerusalén le permitió a Arendt conocer a uno de los miles de nazis que hicieron posible la Solución Final del Problema Judío. Un rostro vacío de todo sentimiento de culpa, orgulloso de su destreza para ejecutar las órdenes impartidas por el régimen para el cual trabaja con el objeto de ascender en su carrera burocrática. Su único y fundamental interés.

Eichmann era culpable, su castigo era necesario. Creí y sigo creyendo que el proceso debía celebrarse con la finalidad de administrar justicia y nada más… (Arendt)

Para finalizar considero procedente reflexionar en torno a la nota escrita por Elías Canetti  en su diario en el año 1945, recién finalizada  la II Guerra Mundial:

 

Con culpa empezó la guerra. Con culpa ha terminado. Sólo que ahora la culpa es mil veces más grande.

 

 

*Escritora y fotógrafa venezolana

 

 

CARTAS DE LOS LECTORES

 

LA GRAN NOCHE DE LOS CONJURADOS. Los felicito por ese gran evento en la Feria del Libro y por las obras publicadas. Sin duda los libros de esta colección son los más bellos que se publican en Colombia, y más allá. María Claudia Fernández, profesora Universidad Nacional

* * *

NOCHE CONJURADA. Me encantó la presentación en la Feria del Libro. Buen vino, buenos libros, mejores amigos, centenares de desadaptados, buenos poetas. Juan Manuel Correa.

 * * *

ROJAS GUARDIA. Excelente la antología publicada por la Colección Los Conjurados del gran poeta venezolano (Mapa del desalojo). El poemario es de una factura gráfica insuperable, en cuanto al contenido no es necesario hacer comentarios, Armando Rojas es un poeta de gran magnitud. Los dibujos de Jim Amaral son extraordinarios. Los felicito. María Luisa García.

 

 

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