Sunday, July 19, 2009

[RED DEMOCRATICA] Entrevista a Roger Rumrrill

 

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Los Ind�genas han forjado la alianza andino-amaz�nica que marca una inflexi�n en la historia del Per�

Entrevista a Roger Rumrrill

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Y�sser G�mez
24/06/09


En los �ltimos meses los pueblos ind�genas amaz�nicos dieron una fuerte resistencia al r�gimen neoliberal de Alan Garc�a y a los decretos que favorecen al TLC con EE.UU., que tuvo como respuesta gubernamental el genocidio de Bagua. Donde decenas de ind�genas fueron asesinados, detenidos, torturados y desaparecidos. Sin embargo, como solidaridad a esta lucha se logr� organizar grandes movilizaciones en el Per�, adherir el respaldo de diversos movimientos sociales y sobre todo de los pueblos andinos. Para analizar este tema entrevistamos a Roger Rumrrill (Iquitos, 1938), escritor, poeta, periodista, conferencista e investigador de la Amazon�a.

- �Por qu� es importante esta lucha de los ind�genas amaz�nicos que ha doblegado al gobierno aprista en su intento por imponer los decretos a favor del TLC con EE.UU.?

- La movilizaci�n de agosto del 2008 que fue importante y que oblig� al gobierno aprista a derogar 2 dispositivos: 1015, 1073 y al Congreso de la Rep�blica a formar una Comisi�n multisectorial. Con esa movilizaci�n los ind�genas amaz�nicos se visibilizaron hist�ricamente, porque han sido un estamento de la sociedad peruana invisibilizados pol�tica, cultural, social y econ�micamente. Entonces con la movilizaci�n del a�o pasado se convierten en actores sociales importantes, en una regi�n como la Amazon�a donde los partidos tradicionales est�n en una fase terminal, en una met�stasis a tal extremo que luego de lo ocurrido las �ltimas semanas el presidente de la Rep�blica, Alan Garc�a que pertenece al APRA (Partido Aprista) tiene una aprobaci�n del 5%, no ha habido ning�n jefe de Estado con la desaprobaci�n que tiene Alan, ni siquiera Legu�a a inicios del siglo veinte.

Con la movilizaci�n del 2009, los ind�genas no s�lo son ahora los actores sociales y pol�ticos m�s importantes de la Amazon�a, sino del pa�s. Porque se han convertido en el sector de oposici�n m�s tenaz y m�s fuerte que ha tiene el r�gimen de Alan Garc�a en sus casi tres a�os de gobierno. Ha servido adem�s, para aglutinar a otras fuerzas, sumar adhesiones de otros grupos pol�ticos, de organizaciones, de la iglesia, frentes, colegios profesionales e intelectuales. Y ha logrado lo que antes era casi imposible, una alianza andino-amaz�nica que marca una inflexi�n decisiva en la historia pol�tico-social de la Amazon�a y del Per�.

La relaci�n entre los Andes y la Amazon�a ha sido muy conflictiva hist�ricamente. La lectura por ejemplo de los cronistas como Cieza de Le�n, Juan de Velasco y otros, se�ala que los Incas en la �poca de Huayna C�pac quisieron dominar a los Pacamuros, los actuales J�baro-J�baro (Aguaruna-Huambisa) y no pudieron. Las historias de resistencia son incre�bles -estaba revisando estos d�as esas cr�nicas- y por ejemplo, durante la colonia los j�baro-j�baro para no ser esclavizados se dejaban morir de inanici�n. Esta �spera relaci�n tiene que ver con las costumbres, tendencias, pr�cticas y la cultura de ambas sociedades.

Porque la cultura Quechua ha actuado y act�a con relaci�n a la cultura ind�gena amaz�nica de la misma manera que ha actuado la cultura occidental con la cultura Quechua, una cultura hegem�nica. Sus pr�cticas con relaci�n a la naturaleza son totalmente diferente a las pr�cticas, que tienen los ind�genas amaz�nicos, para los cuales en la arquitectura del bosque est�n sus dioses como los Chullachaquis (dioses forestales) Yacurunas (dioses del agua). Los dioses del mundo amaz�nico -a diferencia de los dioses occidentales- no est�n en el cielo, sino en la tierra, el agua y en el bosque. Los dioses andinos (Apus) est�n b�sicamente en los cerros. Entonces cuando llegan los andinos a la Amazon�a ven el bosque y piensan que esa arquitectura forestal tiene que ser demolida, porque la percepci�n que traen ellos de los Andes es la de una superficie pelada, donde hay que remover el suelo con la chaquitaklla, el arado y eso no pueden hacer cuando llegan a la Amazon�a. Entonces, lo que les queda es talar y para un ind�gena amaz�nico, talar el bosque es como si lo hiciera con su santuario. Esos dos costumbres se han enfrentado a lo largo de la historia. De tal manera que en la regi�n San Mart�n por ejemplo hay sectores mestizos que piensan -incre�blemente- que deber�an cerrarle la entrada a los campesinos andinos y poner una especie de muro .

En estos d�as hemos visto por primera vez una alianza andino-amaz�nica, hemos podido ver en los diferentes frentes de la movilizaci�n a campesinos andinos preparando las ollas comunes, entregando alimentos, eso era imposible imaginarse hace algunos a�os. Esta alianza estrat�gica andino-amaz�nica marca una inflexi�n en la historia pol�tica del pa�s. Adem�s ha permitido posicionar una agenda amaz�nica, despu�s de mucho tiempo a nivel nacional e internacional. Lo que se ha logrado ahora es que el gobierno rectifique los errores que ha cometido, que derogue los dos decretos legislativos, que se instale el grupo de trabajo de coordinaci�n para el desarrollo de los pueblos ind�genas, donde se revisar� los dem�s decretos -algunos hay que derogarlos otros corregirlos- y se extienda hacia una agenda amaz�nica m�s amplia en temas como salud, educaci�n y proyectos productivos.

- Pero aqu� hay m�s intereses en juego que todav�a no est� en el debate p�blico...

- Es cierto. Porque los temas trascendentales no se est�n discutiendo como los 63 lotes con contratos petroleros que han firmado el Estado peruano y que abarcan alrededor de 500 mil kil�metros en la Amazon�a. Esos 24 lotes est�n sobrepuestos ha comunidades ind�genas y �reas de conservaci�n de la biodiversidad. El lote 117 propiedad de Petrobras (Brasil) est� sobre puesto a Reserva Nacional Wepi, sobre 100 comunidades Secollas del Alto R�o Putumayo y Kichwas del Alto R�o Napo (Ubicados cerca de la frontera con Colombia y Ecuador) el lote 76 que es Hunt Oil su �rea de operaciones abarcan las zonas del Parque Nacional Wawajasonene, del Parque Nacional del Man�, de la Reserva Nacional Tambopata C�ndamo y se traga totalmente la Reserva Comunal Amaracaire, esto es algo que no se ha debatido.

El lote 76 tiene 1 mill�n quinientas mil hect�reas, implica las siguientes operaciones: actividades mineras, instalar� 18 l�neas s�smicas. Hasta el momento en la Amazon�a se han instalado 100 mil kil�metros de l�neas s�smicas, esas cifras no las ha dado hasta ahora Per� Petro. Para instalar un l�nea s�smica se necesita abrir una faja de dos metros sobre el bosque virgen. Esto quiere decir que en nuestra Amazon�a se han talado 20 mil hect�reas de bosque virgen por parte de las petroleras. 166 helipuertos, 1948 zonas de descarga y 166 campamentos volantes, esa es la log�stica que va a operar ah�. Evidentemente las consecuencias van a ser impactantes en una de las �reas de mayor biodiversidad del mundo que es Madre de Dios. Eso no se ha tocado, porque el debate ha sido sobre los decretos legislativos. No se ha discutido sobre la lotizaci�n petrolera, gas�fera de la Amazon�a, la entrega de miles de hect�reas de bosques para biocombustibles. Ahora hay en tr�mite 10 millones de hect�reas para transnacionales.

- �Cu�l es la importancia geopol�tica de la Amazon�a peruana?

- Los m�s importantes analistas econ�micos de los EE.UU. como Paul Krugman, premio Nobel de Econom�a 2008, han se�alado que la econom�a pos crisis tendr� cuatro recursos fundamentales: agua, energ�a, biodiversidad y tierras para la producci�n de alimentos baratos. Por eso en este momento estamos asistiendo a una especie de neolatifundizaci�n del planeta, las multinacionales han partido al planeta para comprar tierras. Por ejemplo, la familia Benetton ha comprado 1 mill�n de hect�reas en la Patagonia de Argentina. Entonces, estas corporaciones se est�n desplegando por el mundo Chile, Argentina, Brasil, Per�, Asia, �frica comprando tierras.

En la Cuenca Amaz�nica donde est�n estos recursos, Brasil y Per� se han entregado a una suerte de privatizaci�n, transnacionalizaci�n de su Amazon�a. En los dem�s pa�ses hay reg�menes diferentes, en Bolivia no puede ser porque el r�gimen de Evo Morales va en otra direcci�n, sin embargo la Amazon�a boliviana que representa el 60% del territorio boliviano, est� hegemonizado por los varones de la tierra como Santa Cruz donde existen latifundios brasile�os y bolivianos hasta de 600 mil hect�reas, sobre todo para soya y ca�a de az�car. Igual ocurre en Beni y en Pando donde est� la oposici�n frontal al gobierno de Evo. Despu�s est� Venezuela, un r�gimen a contracorriente del modelo neoliberal, igual que Ecuador con Rafael Correa. En Colombia donde hay un r�gimen, neoliberal, pro norteamericano, las multinacionales no pueden entrar a la Amazon�a porque est�n las FARC y el narcotr�fico. El clima de violencia e inseguridad hace imposible la instalaci�n de empresas. La diferencia entre la transnacionalizaci�n que se da en Per� y Brasil es la siguiente. Mientras en Brasil el proceso se da a partir de un Estado fuerte que negocia con las multinacionales, desde un Estado que tiene empresas de dimensi�n multinacional como Petrobras, Electrobras, Odebretch. Es decir, el Estado negocia de igual a igual.

En cambio en el Per�, el Estado no negocia, ha capitulado, el gobierno de Alan Garc�a entrega -act�a desde una posici�n completamente subordinada- ante el gran capital nacional (Grupo Romero) e internacional. Este centenar de decretos que se emitieron el 2008 para la implementaci�n del Tratado de Libre Comercio (TLC) con los EE.UU. son parte de este proceso de transnacionalizaci�n de la Amazon�a y la respuesta ind�gena ha sido absolutamente in�dita, que el gobierno no estimaba. Justamente vino del sector m�s invisibilizado, m�s olvidado, m�s marginado hasta convertirse en una suerte de gran resistencia que ha logrado algo extraordinario que es la unidad andino-amaz�nica.

La mayor parte de los tr�mites para adquisici�n de tierras por parte de las empresas chilenas y peruanas (Grupo Romero), la solicitud de compra que aparece en el expediente son para biocombustibles. Tambi�n figuran en los expedientes para el uso de los bosques como servicios ambientales, es decir, retentores o sumidores de carbono. Y esto es uno de los filones m�s rentables de la econom�a pos crisis. Seg�n las investigaciones realizadas una hect�rea de bosque no intervenido puede retener entre 500 a 600 toneladas m�tricas (TM) de bi�xido de carbono(BDC) CO2, en la Bolsa de Valores de Londres, en este momento se est� cotizando cada TM de BDC en 3 d�lares. Es de suponer que si un propietario de bosque sea una empresa o una comunidad ind�gena alquila una hect�rea para servicios ambientales, por su hect�rea puede recibir a fin de a�o mil 500 a mil 600 d�lares. Las comunidades ind�genas tienen once millones de hect�reas de bosques en la Amazon�a.

Lo que el gobierno aprista deber�a estar haciendo, en vez de intentar privatizar esos bosques o a trav�s de decretos legislativos intentar abrir forados para que permitan la conversi�n de estos bosques en propiedades individuales. Es apoyar a los pueblos ind�genas a preparar la log�stica, la organizaci�n para que los pueblos ind�genas sean los beneficiados de este proceso que va a empezar en Diciembre, que se va a firmar los mecanismos para la venta de captura de carbono. En la reuni�n del protocolo de Kyoto se realizar� en Dinamarca, all� se van a aprobar estos mecanismos.

En Tarapoto, Madre de Dios, Iquitos hay centenares de empresas que est�n a la expectativa esperando comprar bosques y estas 10 millones de hect�reas que est�n en tr�mite son parte de este enorme inter�s para capturar bosques que es el gran negocio del siglo veintiuno.

- �Por qu� el discurso tan agresivo y racista de Alan Garc�a y su r�gimen contra los ind�genas?

- Lo que ha obligado al gobierno aprista a rectificarse no ha sido la buena voluntad, la disposici�n a di�logo con los ind�genas, un reconocimiento a la democracia, sino el temor a una movilizaci�n que pod�a haber puesto en peligro el modelo neoliberal. �Porqu� este discurso tan agresivo tan racista contra los ind�genas por parte del jefe de Estadodo? les dijo primitivos, delincuentes, salvajes. La explicaci�n a esta postura es que el r�gimen aprista tiene un proyecto autoritario que defiende el modelo neoliberal sin importar las consecuencias. Los grupos de poder que co gobiernan con el APRA (Partido Aprista) ven que podr�an estar en peligro sus intereses, debido a la crisis mundial y al descontento social, porque este modelo es concentrador.
Entonces el gobierno apuesta a que lo suceda el 2011 otro gobierno de derecha, para el 2016 -seg�n Alan Garc�a- en esta visi�n providencialista, egol�trica que tiene aspira a ser nuevamente Jefe de Estado entre el 2016-2021 para celebrar el Bicentenario de la Independencia Nacional y pasar a la historia.

Pero hay un punto que para ellos es cuesti�n de vida o muerte, impedir que venga un gobierno progresista de izquierda el a�o 2011. Alan Garc�a lo dijo que si bien el no pod�a elegir, pod�a impedir que alguien llegue al poder. Porque si sucediera, se destapar�an una enorme corrupci�n que se est�n dando en estos decretos legislativos de privatizaci�n del bosque y de los lotes petroleros. Es exactamente la l�gica del fujimorismo. Fujimori intent� eternizarse en el poder, porque quer�a seguir usufructuando del Estado, pero sobre todo el temor de �l y Montesinos era que un gobierno diferente destape la corrupci�n.

El modelo neoliberal -de todas maneras- estaba avanzando, pero de repente surgen de la Amazon�a estos marginales, salvajes, indios invisibilizados a poner en riesgo la continuidad de este modelo. Ah� viene esta difamaci�n de decir que son primitivos, salvajes, ciudadanos de segundo orden, para preparar el terreno para reprimirlos y condenarlos. Por eso hemos escuchado todo este discurso agresivo. Pero las cosas no salieron tal como ellos calcularon, porque no percibieron que este proceso iba tener m�s adhesiones y el proceso decisivo en estos d�as, que es cuando el gobierno decide abrir una Mesa de Di�logo e ir donde las comunidades ind�genas para decirles que van a derogar los decretos legislativos.

- �Por qu� finalmente el gobierno se rectract� y acept� dialogar con los l�deres ind�genas?

- Despu�s del la tragedia de Bagua el 5 de junio y despu�s de la solicitud de asilo de Alberto Pizango en la embajada de Nicaragua el movimiento empez� a fraccionarse a debilitarse a producir cierta fatiga, cansancio, faltaban alimentos en los lugares de las movilizaciones. Estuve en la Cumbre Amaz�nica de Tarapoto conversando con Adilia Tatuyima, presidente del Frente de Defensa de Yurimaguas -despu�s de lo de Bagua el gobierno anunci� que se iban a producir desalojos-. En la tarde del domingo 7 de junio conversando con Adilia me dice, tengo que irme a Yurimaguas, me acaban de avisar que est� llegando un barco con 700 efectivos y desde Tarapoto est� avanzando otro grupo para esta noche desalojar la carretera donde estamos resistiendo unos 4 mil 500.

El desalojo no ocurre, porque hay una negociaci�n precaria, pero contin�an a la expectativa las fuerzas represivas. El domingo 7 en la noche culmina la Cumbre Amaz�nica en Tarapoto y se acuerda (1) una Huelga General Indefinida el 11 de junio con todos los frentes del pa�s, incluyendo a la Selva central. En el momento del acuerdo los colonos de la Selva Central -presentes- se adhieren y por otro lado, los l�deres ind�genas que hab�an estado indecisos, sobre todo las bases de AIDESEP con ARPI Asociaci�n Regional de los Pueblos Ind�genas de la Selva Central), tentadas por la petroleras deciden sumarse a la batalla, toman la carretera de La Merced a Tarma y anuncian que si el gobierno no deroga los dos decretos legislativos, marchar�n hacia Lima y en La Oroya bloquear�n la Carretera Central. Tomadas estas dos v�as significa que el 60 % del abastecimiento alimentario se iba a cortar y Lima vivir�a una verdadera convulsi�n por falta de alimentos.

En ese momento Alan Garc�a ordena que el Primer Ministro, Yehude Simon, vaya a negocira a San Ram�n y ofrece derogar los decretos legislativos. No es que el gobierno se puso m�s democr�tico o dialogante, sino que la posibilidad de dejar desabastecida a Lima les asusta. Y eso ocurre como en la �poca de Sendero Luminoso, cuando la guerra mao�sta -que implic� la muerte de miles de ind�genas quechuas- se traslada a Lima con el atentado en la calle Tarata -en el distrito clasemediero de Miraflores-, antes de eso -aqu�- estaban viviendo como si no ocurriese una guerra en Per�.

Si cierran la Carretera Central y no pasan alimentos, Lima desabastecida se hubiese convertido en un polvor�n social y eso amenazaba la gobernabilidad del r�gimen aprista. Es el momento en que deciden retractarse y se produce esta alianza estrat�gica andino - amaz�nica que tendr� un rol muy importante en los pr�ximos a�os.

- A partir de la resistencia ind�gena en Bagua, reci�n podemos ver a integrantes del Gabinete Ministerial y a algunos medios de comunicaci�n, refiri�ndose con respeto a los Apus(2), cuando antes este nombre era motivo de burla o de indiferencia...

- Eso es parte de esta reivindicaci�n. En el imaginario lime�o, peruano, de la Amazon�a s�lo hab�an estereotipos tremendistas como gente con plumas. A principios del siglo veinte era el llamado infierno verde, el para�so del diablo. Todas las visiones que ten�amos desde Lima, el gobierno central, las clases medias y para la izquierda marxista del Per�, que nunca entendi� a los pueblos ind�genas, Sendero Luminoso tampoco, porque para estos �ltimos eran una masa en estado primitivo, pre racional, incapaz de incorporarse a la lucha de clases, por esta raz�n es que optaban por los campesinos que si eran masas revolucionarias. Eso explica la esclavitud, la muerte de las comunidades ind�genas ash�ninkas en la �poca de Sendero Luminoso.

Esto es lo extraordinario de esta lucha, han puesto una agenda amaz�nica e ind�gena. Resulta asombroso que -hoy- un Apu este conversando al mismo nivel con un ministro del gobierno criollo. Eso marca una inflexi�n, esperamos que no sea pasajero. Ante esto -evidentemente- la prensa empieza a interesarse que es un Apu, como viven los ind�genas, cu�les son sus costumbres. Cuando antes los ind�genas y la Amazon�a s�lo merec�an titulares cuando ocurr�a una tragedia o matanza en las zonas petroleras. Y generalmente los ind�genas eran convertidos de v�ctimas en victimarios. Estamos hablando de una sociedad invisibilizada que empieza a visibilizarse.


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(1) Declaraci�n de la IV Cumbre Amaz�nica realizada en Tarapoto, Regi�n San Mart�n, entre el 6 y 7 de junio del 2009. Acuerdos:
1.- Decretar la Huelga General Indefinida en toda la Amazon�a a partir del d�a jueves 11 de junio del 2009. 2.- Coordinar con todos los Frentes de Defensa del pa�s y todas las Centrales Sindicales para coordinar acciones e iniciar la Huelga Nacional Indefinida en Defensa de la Patria y de todas sus riquezas naturales, as� como convocar de inmediato a una Asamblea Constituyente, democr�tica y participativa, que permita recuperar nuestro pa�s de las garras de las transnacionales.

(2) En el mundo Andino, Apus se le denomina a los dioses que son los cerros, las monta�as y en la Amazon�a son los l�deres de las comunidades ind�genas.


Y�sser G�mez. Lima, Peru



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Los mensajes t�xicos de Wall Street

Joseph Stiglitz

Sin Permiso

Toda crisis tiene un final, y aunque hoy por hoy las cosas pintan negras, tambi�n esta crisis econ�mica pasar�. Lo cierto, en todo caso, es que ninguna crisis, y mucho menos una tan grave como la actual, remite sin dejar un legado. Uno de los legados de esta crisis ser� una batalla de alcance global en torno a ideas. O mejor, en torno a qu� tipo de sistema econ�mico ser� capaz de traer el m�ximo beneficio para la mayor cantidad de gente. En ning�n sitio esa batalla es m�s enconada que en el Tercer Mundo. Alrededor del 80 por ciento de la poblaci�n mundial vive en Asia, Am�rica Latina y �frica. De entre ellos, unos 1.400 millones subsisten con menos de 1.25 d�lares diarios. En los Estados Unidos, llamar a alguien socialista puede no ser m�s que una descalificaci�n exagerada. En buena parte del mundo, sin embargo, la batalla entre capitalismo y socialismo �o al menos entre lo que muchos estadounidenses considerar�an socialismo- sigue estando en el orden del d�a. Es posible que la crisis actual no depare ganadores. Pero sin duda ha producido perdedores, y entre �stos ocupan un lugar destacado los defensores del tipo de capitalismo practicado en los Estados Unidos. En el futuro, de hecho, viviremos las consecuencias de esta constataci�n.

La ca�da del Muro de Berl�n, en 1989, marc� el fin del comunismo como una idea viable. Ciertamente, el comunismo arrastraba problemas manifiestos desde hace d�cadas. Pero tras 1989 se volvi� muy dif�cil salir en su defensa de manera convincente. Durante un tiempo, pareci� que la derrota del comunismo supon�a la victoria segura del capitalismo, particularmente del capitalismo de tipo estadounidense. Francis Fukuyama lleg� a proclamar �el fin de la historia�, defini� al capitalismo de mercado democr�tico como el �ltimo escal�n del desarrollo social y declar� que la humanidad toda avanzar�a en esa direcci�n. En rigor, los historiadores se�alar�n los 20 a�os siguientes a 1989 como el breve per�odo del triunfalismo estadounidense. El colapso de los grandes bancos y de las entidades financieras, el subsiguiente descontrol econ�mico y los ca�ticos intentos de rescate han dado al traste con ese per�odo. Y tambi�n con el debate acerca del �fundamentalismo de mercado�, con la idea de que los mercados, sin control ni restricci�n alguna, pueden por s� solos asegurar prosperidad econ�mica y crecimiento. Hoy, s�lo el autoenga�o podr�a llevar a alguien a afirmar que los mercados pueden auto-regularse o que basta confiar en el auto-inter�s de los participantes en el mercado para garantizar que las cosas funcionen correctamente y de forma honesta.

El debate econ�mico es especialmente intenso en el mundo en v�as de desarrollo. Aunque aqu� en occidente tendemos a olvidarlo, hace 190 a�os una tercera parte del producto bruto mundial se generaba en China. Luego, y de una manera un tanto repentina, la explotaci�n colonial y los injustos acuerdos comerciales, combinados con una revoluci�n tecnol�gica en Estados Unidos y Europa, condenaron al rezago a los pa�ses en desarrollo. A resultas de ello, hacia 1950 la econom�a china representaba menos del 5 por ciento del producto bruto mundial. A mediados del siglo XIX, en realidad, el Reino Unido y Francia tuvieron que emprender una guerra para abrir China al comercio global. Esta fue la �segunda guerra del opio�, llamada as� porque los pa�ses occidentales ten�an muy poco que vender a China a excepci�n de estas drogas, que pronto invadieron sus mercados y generaron una amplia adicci�n entre la poblaci�n. Con esta guerra, occidente ensayaba una v�a temprana de correcci�n de la balanza de pagos.

El colonialismo dej� una herencia compleja en el mundo en desarrollo. Entre la mayor�a de la poblaci�n, sin embargo, la visi�n dominante era que hab�an sido cruelmente explotados. Para muchos nuevos l�deres, la teor�a marxista ofrec�a una interpretaci�n sugerente de esta experiencia, puesto que sosten�a que la explotaci�n era en realidad el motor del sistema capitalista. Por eso, la independencia pol�tica que las colonias conquistaron tras la segunda guerra mundial no supuso el fin del colonialismo econ�mico. En algunas regiones, como �frica, la explotaci�n �la extracci�n de recursos naturales y la devastaci�n del ambiente a cambio de migajas- era evidente. En otros sitios fue m�s sutil. En diferentes regiones del mundo, instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial pasaron a ser vistas como instrumentos de control pos-colonial. Estas instituciones propiciaron el fundamentalismo de mercado (o �neoliberalismo�, como fue a menudo llamado) una categor�a idealizada por los estadounidenses como �mercados libres e irrestrictos�. Asimismo, presionaron a favor de la desregulaci�n del sector financiero, de las privatizaciones y de la liberalizaci�n del comercio.

El Banco Mundial y el FMI aseguraban que todo lo hac�an por el bien de los pa�ses en desarrollo. Su actuaci�n estaba respaldada por equipos de economistas partidarios del libre mercado, muchos de ellos provenientes de la catedral de la econom�a de libre mercado, la Universidad de Chicago. Al final, los programas de los �Chicago boys� no trajeron los resultados prometidos. Los ingresos se estancaron. All� donde hubo crecimiento, la riqueza fue a parar a los estratos m�s altos. Las crisis econ�micas en pa�ses concretos se volvieron cada vez m�s frecuentes. S�lo en los �ltimos 30 a�os, de hecho, se produjeron m�s de cien de considerable gravedad.

En este contexto, no sorprende que las poblaciones de los pa�ses en desarrollo creyeran cada vez menos en las motivaciones altruistas de Occidente. Sospechaban que la ret�rica de la econom�a libre de mercado �lo que pronto se conoci� como �el Consenso de Washington�- era s�lo la cobertura de los intereses comerciales de siempre. Estas sospechas se vieron reforzadas por la propia hipocres�a de los pa�ses occidentales. Europa y Estados Unidos no abrieron sus propios mercados a la agricultura producida en el Tercer Mundo, que con frecuencia era todo lo que estos pa�ses pod�an ofrecer. Por el contrario, los forzaron a eliminar subsidios necesarios para la creaci�n de nuevas industrias, a pesar de que ellos otorgaban subsidios a sus propios agricultores.

La ideolog�a del libre mercado result� ser una excusa para acometer nuevas formas de explotaci�n. �Privatizar� quer�a decir que los extranjeros pod�an comprar minas y campos petrol�feros a bajo precio en los pa�ses en desarrollo. Supon�a que pod�an extraer considerables beneficios de actividades monop�licas y semi-monop�licas como las telecomunicaciones. �Liberalizar�, por su parte, quer�a decir que pod�an obtener cr�ditos con facilidad. Y si las cosas iban mal, el FMI forzaba la socializaci�n de las p�rdidas, con lo que el esfuerzo de pagar a los bancos reca�a sobre la poblaci�n en su conjunto. Tambi�n comportaba que las empresas extranjeras pudieran arrasar con las industrias emergentes, bloqueando el despliegue del talento empresarial local. El capital flu�a libremente, pero el trabajo no, salvo en el caso de los individuos mejor dotados, que pod�an encontrar un empleo en el mercado global.

Obviamente, �stos no son m�s que brochazos de un cuadro m�s complejo. En Asia, por ejemplo, siempre hubieron resistencias al Consenso de Washington e incluso restricciones a la libre circulaci�n de capital. Los gigantes asi�ticos �China e India- condujeron la econom�a a su manera y obtuvieron in�ditos �ndices de crecimiento. Pero en general, y sobre todo en aquellos pa�ses en los que el Banco Mundial y el FMI controlaron las riendas, las cosas no fueron demasiado bien.

Para los cr�ticos del capitalismo estadounidense en el Tercer Mundo, la manera en que los Estados Unidos han respondido a la crisis constituye la gota que colma el vaso. Durante la crisis del sudeste asi�tico, hace apenas una d�cada, los Estados Unidos y el FMI exigieron que los pa�ses afectados redujeran el d�ficit a trav�s de recortes en el gasto social. Poco import� que en pa�ses como Tailandia estas medidas contribuyeran a un resurgimiento de la epidemia del SIDA, o que en otros como Indonesia comportara el recorte de subsidios para la alimentaci�n de los hambrientos. Estados Unidos y el FMI forzaron a estos pa�ses a aumentar los tipos de inter�s, en algunos casos en m�s de un 50 por ciento. Urgieron a Indonesia que fuera dura con los bancos y al gobierno que no acudiera en su rescate �Qu� peligroso precedente! �dijeron- �qu� tremenda intervenci�n en el delicado mecanismo de relojer�a del libre mercado!

El contraste entre la reacci�n exhibida ante las crisis asi�tica y estadounidense es notorio y no ha pasado inadvertido. Para sacar a Estados Unidos del pozo, somos testigos de incrementos masivos del gasto y del d�ficit, as� como de tasas de inter�s que pr�cticamente han sido reducidas a cero. Las ayudas a los bancos fluyen a diestra y siniestra. Algunos de los funcionarios de Washington que tuvieron que lidiar con la crisis asi�tica son ahora los encargados de dar respuestas a la crisis estadounidense �Por qu� los Estados Unidos �se pregunta la gente del Tercer Mundo- prescriben una medicina diferente cuando se trata de s� mismos?

En los pa�ses en desarrollo, son muchos los que a�n padecen los efectos del sermoneo recibido en los �ltimos a�os: adoptad instituciones como las de los Estados Unidos; seguid nuestras pol�ticas; comprometeos con la desregulaci�n; abrid vuestros mercados a los bancos norteamericanos si quer�is aprender �buenas� pr�cticas bancarias; y vended (no por casualidad) vuestras empresas y bancos a los Estados Unidos, especialmente si es a precio de ganga durante las �pocas de crisis. S�, reconoc�a Washington, puede ser doloroso, pero al final estar�is mejor. Los Estados Unidos enviaron a sus Secretarios del Tesoro (de ambos partidos) alrededor del mundo a predicar la buena nueva. A ojos de muchos, la puerta giratoria que permite a los l�deres financieros norteamericanos pasar c�modamente de Wall Street a Washington y otra vez a Wall Street, les otorgaba todav�a m�s credibilidad: parec�an combinar a la perfecci�n el poder del dinero y el poder de la pol�tica. Los l�deres financieros norteamericanos ten�an raz�n en pensar que lo que era bueno para los Estados Unidos o el mundo era bueno para los mercados financieros. Pero lo contrario no era cierto: no todo lo que era bueno para Wall Street era bueno para los Estados Unidos y el mundo.

No es un simple gesto de Schadenfreude, de alegr�a por la desgracia ajena, lo que motiva el severo juicio que los pa�ses en v�as desarrollo realizan del fracaso econ�mico de Estados Unidos. Tambi�n est� en juego la necesidad de discernir cu�l es el sistema econ�mico que mejor puede funcionar en el futuro. Indudablemente, estos pa�ses tienen todo el inter�s del mundo en que ver una pronta recuperaci�n de los Estados Unidos. Saben que por s� solos no podr�an afrontar lo que los Estados Unidos han hecho para intentar revivir su econom�a. Saben que ni siquiera el elevado nivel de gasto realizado est� funcionando demasiado r�pido. Saben que a resultas del colapso econ�mico norteamericano, 200 millones de personas m�s han ca�do en la pobreza en el curso de los �ltimos a�os. Pero est�n convencidos, cada vez m�s, de que cualquier ideal econ�mico propugnado por los Estados Unidos es un ideal del que seguramente habr�a que huir.

�Por qu� deber�a preocuparnos la desilusi�n del mundo con el modelo estadounidense de capitalismo? La ideolog�a que promovimos todos estos a�os ha dejado de funcionar, pero tal vez est� bien que no pueda repararse �Podr�amos acaso sobrevivir �incluso tan bien como hasta ahora- si nadie se adhiere al modo de vida norteamericano?

Seguramente, nuestra influencia disminuir�, ya que es poco probable que se nos considere un modelo a seguir. En cualquier caso, es lo que ya estaba ocurriendo de hecho. Los Estados Unidos sol�an desempe�ar un papel crucial en el capital global, ya que otros pensaban que ten�amos un especial talento para lidiar con el riesgo y para asignar recursos financieros. Hoy nadie piensa algo as�, y Asia � de donde proceden buena parte de los ahorros del mundo - ya est� desarrollando sus propios centros financieros. Hemos dejado de ser la fuente central del capital. Los tres bancos m�s importantes del mundo son ahora chinos. El principal banco norteamericano ha ca�do al quinto puesto.

El d�lar ha sido durante mucho tiempo la moneda de reserva. Los pa�ses ten�an al d�lar como referencia para determinar la confianza en sus propias monedas y gobiernos. Sin embargo, progresivamente se ha ido imponiendo en los bancos centrales de diferentes partes del mundo la idea de que el d�lar puede no ser un referente de valor. Su valor, de hecho, ha oscilado y ha ido cayendo. El enorme incremento de la deuda norteamericana durante la presente crisis, combinado con los pr�stamos indiscriminados de la Reserva Federal, han disparado las especulaciones en torno al futuro del d�lar. Los chinos han sugerido de manera abierta la posibilidad de inventar alg�n tipo nuevo de moneda para reemplazarlo.

Mientras tanto, el coste de lidiar con la crisis est� desbordando nuestras necesidades. Nunca hemos sido generosos en nuestra ayuda a los pa�ses pobres. Pero las cosas est�n empeorando. En los �ltimos a�os, la las inversiones chinas en �frica han sido superiores a las del Banco Mundial y el Banco Africano de Desarrollo juntos, muy lejos de las realizadas por Estados Unidos. Para afrontar la crisis, los pa�ses africanos corren a Beijing en busca de ayuda, no a Washington.

Mi preocupaci�n aqu�, en todo caso, tiene que ver con el �mbito de las ideas. Me preocupa que, a medida que se vean con mayor nitidez las fallas del sistema econ�mico y social norteamericano, las personas de los pa�ses en desarrollo vayan a extraer conclusiones err�neas. S�lo unos pocos pa�ses -y acaso los propios Estados Unidos- aprender�n correctamente la lecci�n. Se dar�n cuenta de que para salir adelante es necesario un r�gimen en el que el reparto de papeles entre mercado y gobierno sea equilibrado y en el que haya un estado fuerte capaz de administrar formas efectivas de regulaci�n. Se dar�n cuenta de que el poder de los intereses privados debe limitarse.

Otros pa�ses, empero, sacar�n conclusiones m�s confusas y profundamente tr�gicas. Tras el fracaso de sus sistemas de posguerra, la mayor�a de pa�ses ex comunistas retornaron al capitalismo de mercado y encumbraron a Milton Friedman en lugar de a Karl Marx como nuevo dios. Con la nueva religi�n, sin embargo, no les ha ido bien. Muchos pa�ses pueden pensar, en consecuencia, que no s�lo el capitalismo ilimitado, de tipo estadounidense, ha fracasado, sino que es el propio concepto de econom�a de mercado el que ha fallado y ha quedado inutilizado para cualquier circunstancia. El viejo comunismo no regresar�, pero s� diversas formas excesivas de intervenir en el mercado. Y fracasar�n. Los pobres sufren con el fundamentalismo de mercado, que genera un efecto derrame, pero de abajo hacia arriba y no de arriba hacia abajo. Pero los pobres seguir�n sufriendo con este tipo de reg�menes, puesto que no generar�n crecimiento. Sin crecimiento no puede haber reducci�n sostenible de la pobreza. No ha habido nunca una econom�a exitosa que no haya descansado fuertemente en los mercados. La pobreza estimula la desafecci�n. Los inevitables fracasos conducir�n a mayor pobreza a�n y ser�n dif�ciles de gestionar, sobre todo por parte de gobiernos llegados al poder con el prop�sito de combatir el capitalismo de tipo norteamericano. Las consecuencias para la estabilidad global y para la propia seguridad de los Estados Unidos son evidentes.

Hasta ahora, sol�a existir una sensaci�n de valores compartidos entre los Estados Unidos y las �lites educadas en Estados Unidos alrededor del mundo. La crisis econ�mica ha erosionado la credibilidad de dichas �lites. Hemos suministrado a los cr�ticos con la disoluta forma de capitalismo practicada en Estados Unidos, poderosa munici�n para contraatacar con la pr�dica de una m�s amplia filosof�a anti-mercado. Y seguimos proporcion�ndoles m�s y m�s munici�n. Mientras en la reciente cumbre del G-20 nos compromet�amos a no impulsar el proteccionismo, coloc�bamos una previsi�n de �compre norteamericano� en nuestro propio paquete de est�mulos. Luego, para ablandar la oposici�n de nuestros aliados europeos, modific�bamos dicha norma, de todo punto discriminatoria en relaci�n con los pa�ses pobres. La globalizaci�n nos ha hecho m�s interdependientes; lo que ocurre en una parte del mundo afecta a la otra, un hecho probado por el contagio a otros de nuestras dificultades econ�micas. Para resolver problemas globales, es menester que exista un sentido de cooperaci�n y confianza, as� como un cierto sentido de valores compartidos. Esta confianza nunca fue s�lida, y no ha hecho sino debilitarse en los �ltimos tiempos.

La fe en la democracia es otra de las v�ctimas. En el mundo en desarrollo, la gente mira hacia Washington y ve al sistema de gobierno que permiti� a Wall Street prescribir una serie de reglas que pusieron en riesgo la econom�a global y que, cuando toca asumir las consecuencias, vuelve a recurrir a Wall Street para gestionar la recuperaci�n. Ve permanentes redistribuciones de riqueza hacia la c�spide de la pir�mide, claramente a expensas de los ciudadanos comunes y corrientes. Ve, en suma, un problema b�sico de falta de controles en el sistema democr�tico estadounidense. Y despu�s que se ha visto todo esto, s�lo es necesario dar un peque�o paso para concluir que hay algo que funciona inevitablemente mal con la propia democracia.

Eventualmente, la econom�a estadounidense se recuperar� y, hasta cierto punto, nuestro prestigio en el extranjero. Durante mucho tiempo, los Estados Unidos fueron el pa�s m�s admirado del mundo, y todav�a es el m�s rico. Guste o no, nuestras acciones est�n sujetas a permanente examen. Nuestros �xitos son emulados. Pero nuestras fracasos son criticados con escarnio. Todo esto me devuelve a Francis Fukuyama. Fukuyama estaba equivocado al pensar que las fuerzas de la democracia liberal y de la econom�a de mercado triunfar�an de modo inevitable y que no habr�a vuelta atr�s. Pero no estaba equivocado al creer que la democracia y las fuerzas de mercado son esenciales para tener un mundo justo y pr�spero. La crisis econ�mica, en buena medida desencadenada por el comportamiento de los Estados Unidos, ha hecho m�s da�o a estos valores fundamentales que cualquier r�gimen totalitario en los tiempos recientes. Tal vez sea verdad que el mundo se encamina al fin de la historia, pero de lo que se trata, ahora, es de navegar contra el viento y de ser capaces de definir el curso de las cosas.

Joseph Stiglitz es profesor de teor�a econ�mica en la Universidad de Columbia, fue presidente del Council of Economic Advisers entre 1995 y 1997, y gan� el Premio Nobel de Econom�a en 2001. Actualmente, preside la Comisi�n de Expertos nombrada por el Presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas para el estudio de reformas en el sistema monetario y financiero internacional.

Traducci�n para www.sinpermiso.info: Xavier Layret



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18 de junio del 2009

Muere Hortensia Bussi de Allende, una ejemplar mujer de este tiempo


Asociaci�n Salvador Allende Gossens, AC.

asagac1973@gmail.com


La Asociaci�n Salvador Allende Gossens, AC., informa a sus miembros y amigos, chilenos y latinoamericanos residentes en M�xico, de la lamentable p�rdida de Hortensia Bussi, quien fuera esposa y compa�era del presidente Salvador Allende. Vivi� su exilio en M�xico donde fue acogida por este c�lido pa�s y para quien tuvo siempre, hasta sus �ltimos d�as, expresiones de gratitud por la inmensa solidaridad recibida por quienes fueron expulsados y vivieron su exilio en M�xico. El deceso ocurri� el d�a de hoy en Santiago de Chile y expresamos nuestras m�s sentidas condolencias a Isabel, Mar�a Paz y a sus nietos y familiares, as� como tambi�n a todos quienes en vida apreciaron su estatura moral y pol�tica para la mantenci�n de los valores allendistas.



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Per�

Juan Zambrano. (poeta del pueblo)

�Entre �rboles y esperanzas�

5 de junio del siglo XXI

la selva con su Mara��n, Amazonas, y Ucayali

ruge y se desborda

porque han cercenado

la raz�n de su existir

Con su gente

Noble, pero no salvaje�!

sencilla, pero no petulante�!

amante de la naturaleza, la vida y la fauna�.

hoy, arde y se levanta

de su eterno sosiego

para decir:

�Basta de atropellos

y de viles semblanzas

que la tierra � la mama pacha

se defiende con marchas, con gritos y paros

y no con tendenciosos

y trasnochados reparos!

El pulm�n del mundo

gime y llora

cada d�a, cada instante, a cada hora

porque est�n talando y matando

a los Rupertos, a la Fauna y a la Flora.

El fascismo del tinterillo gobernante

trastabilla a cada instante

al saber que tus luchas y arengas

ya calaron en las conciencias

de los Quispe, Franklin y Malingas.

El tiempo y la historia trajinan

y es el que juzgar� �. El que juzgar�! Lo repito

a los que hoy

con sus frondosas osamentas

se ensa�an con testaferros sofismas

acallando la voz de los pantanos, bosques y enigmas.

Estoy seguro

que con palos, con lanzas y con muchos pizangos

lograremos despertar el latido

�Por fin�

de los adormitados apus �.!

Saciemos nuestra impotencia

tirando por la alcantarilla

las carcomidas ofensas

de los Garc�a, Del Castillo y Cabanillas

pues la historia mostr�

que los Grau, Tupac y Olaya

ofrendaron sus acuciosas vidas

para no seguir

viviendo sumisos y de rodillas.

Hermanos del oriente

orondo, verde y altivo

no estiren ya m�s la mano

ni asientan el maltratado cuello

que ya empezaron

a cargarse los cielos del mundo

y a escucharse all�, a los lejos�.

los truenos y lluvias solidarias

para acallar

las crueles insanias

de un Felipillo

que terminar� de monaguillo.

Sencillamente��.

Recibido de Jos� Mar�a, Per�, 16 de junio de 2009.

Casa de la Solidaridad �Jos� Mar�a Arguedas�

El Agustino -Lima Per��



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2009-07-03

El coraz�n grande de Honduras resiste y avanza

Giorgio Trucchi

Minga Informativa

Desbordante marcha en Tegucigalpa. En San Pedro Sula el ej�rcito vuelve a reprimir al pueblo. Hoy llegan las m�ximas autoridad de la OEA en el pa�s.

Resulta dif�cil encontrar nuevas palabras para describir el enorme coraz�n de este pueblo hondure�o que resiste, avanza sin miedo y sigue manifest�ndose masivamente, pidiendo que se reestablezca el orden constitucional brutalmente violado por el golpe de estado del pasado domingo.

Una desbordante marcha que reuni� por el segundo d�a consecutivo a decenas de miles de hondure�os que rechazan el golpe de estado, atraves� las calles de Tegucigalpa y lleg� hasta las instalaciones de las Naciones Unidas, donde los dirigentes de los movimientos populares y sindicales entregaron un documento en el que piden el respaldo de esta instancia para que se restablezca el orden constitucional en Honduras, tal como lo hicieron un d�a antes en la delegaci�n de la OEA.

Una multitud que recorri� kil�metros cantando, lanzando consignas, bailando al son de los tambores de la comunidad garifuna, ense�ando sus pancartas en las que ridiculizaban el actual gobierno de facto y que, de repente, mano sobre el coraz�n y pu�o en alto, entonaba su sagrado himno nacional.

Sorprendente tambi�n la capacidad y el nivel organizativo del Frente Nacional contra el Golpe de Estado en Honduras, instancia que re�ne a las diferentes organizaciones populares y sindicales del pa�s, y el nivel de conciencia de los participantes en la marcha.

Pese al evidente y compresible enojo por lo que ha ocurrido el domingo pasado cuando fueron brutalmente desalojados por los militares y los cuerpos especiales de la polic�a, durante el recorrido no se registraron actos de violencia, ni vand�licos. La marcha se desarroll� pac�ficamente, dando prueba de madurez y de profunda convicci�n en lo que estas organizaciones est�n haciendo.

La respuesta de la representante de la ONU fue muy clara. Est�n de acuerdo con nosotros, no est�n avalando el golpe de estado y se adhieren a la decisi�n que en los d�as pasados tom� la Asamblea General de la ONU en contra de los golpistas �declar� el l�der sindical, Juan Barahona, al salir de la reuni�n�.

Hay una decisi�n de echar a andar esta resoluci�n para que los golpistas abandonen el poder. Vamos a seguir con la resistencia popular en las calles y estamos actuando en base al art�culo 3 de la Constituci�n que establece que nadie puede obedecer a un gobierno usurpador, y que el pueblo tiene derecho a la insurrecci�n. Una insurrecci�n popular y pac�fica en contra de los golpistas, y ma�ana vamos a marchar nuevamente�, asever� tajantemente Barahona.

M�s represi�n

Si las organizaciones populares demostraron su firme convicci�n en seguir con la movilizaci�n pac�fica, la actitud del gobierno de facto parece apuntar a la violencia.

En San Pedro Sula, en el norte del pa�s, m�s de 5 mil manifestantes que desde hace cuatro d�as presidiaban el parque central fueron brutalmente desalojados por el ej�rcito y la polic�a.

�Cinco minutos antes de la represi�n, un helic�ptero sobrevol� la zona controlada por los manifestantes �cont� a Sirel el coordinador del Bloque Popular y directivo del STIBYS, Erasto Reyes�.

Luego un pelot�n del Ej�rcito Nacional trat� de rodear la manifestaci�n y los militares iniciaron a disparar con sus armas de reglamento. Los polic�as antimotines lanzaron bombas lacrim�genas, gas urticante y rociaron agua con una tanqueta. 68 personas fueron detenidas y liberadas soltando despu�s de muchas horas. Nos contaron que mientras estaban encerrados les lanzaron lacrim�genas y gas urticante. Hasta el momento hay varios heridos con golpes en todo el cuerpo y nos reportaron un herido de bala.

En lugar de buscar la paz �continu� Reyes� siguen con esta actitud represiva. Siempre hemos manifestado pac�ficamente y hasta hemos dicho a todos los participantes que se iban a responsabilizar personalmente en caso de cometer actos vand�licos.

Lo que ocurri� hoy no va a intimidar a la gente y ma�ana estamos llamando a movilizarnos nuevamente, pac�ficamente, porque la represi�n no depende del pueblo, sino de los pol�ticos golpistas que han sepultado a la democracia. No hay marcha atr�s hasta que se restablezca el orden democr�tico�, concluy� el dirigente sindical y popular.

Seg�n declaraciones de los manifestantes, el gobierno de facto habr�a comenzado una intensa obra de persecuci�n en contra de los alcaldes que siguen fieles al presidente Manuela Zelaya. En San Pedro Sula, como en otras decenas de municipios, los alcaldes fueron destituidos y reemplazados con personas afines al gobierno de Micheletti.

Organizaciones del campo de suman a la lucha

El Sindicato de Trabajadores del Instituto Nacional Agrario (SITRAINA), organizaci�n afiliada a la UITA, se sum� a la movilizaci�n en defensa de la democracia.

Seg�n Luis Santos Madrid, secretario general del SITRAINA, �Estamos totalmente en contra del golpe de estado, del militarismo, y estamos apoyando el esfuerzo para el restablecimiento del orden democr�tico y el regreso del presidente Manuel Zelaya Rosales.

El sector del campo se est� movilizando y participando a todas las actividades de protesta en todo el pa�s. Nuestros afiliados se han involucrado es estas acciones, aunque sabemos que la polic�a esta tratando de boicotear su movilizaci�n deteniendo los veh�culos y los buses que se trasladan hacia Managua�, denunci� el l�der sindical.

Sigue presi�n internacional contra gobierno Micheletti

Mientras aumenta la espera ante un posible retorno en tierra hondure�a del presidente Manuel Zelaya, la comunidad internacional sigue arrinconando al gobierno de facto de Honduras.

Todos los pa�ses de la Uni�n Europea decidieron escuchar el llamado del gobierno espa�ol y ordenaron a sus embajadores abandonar el pa�s. La UE suspendi� tambi�n la ronda de negociaci�n del Acuerdo de Asociaci�n (AdA) con Centroam�rica.

Para el d�a de hoy, 3 de julio, se espera la llegada del secretario general de la OEA, Jos� Miguel Insulza, quien adem�s de reunirse con el gobierno de facto, podr�a tener una reuni�n con las organizaciones que encabezan la resistencia al golpe de estado.

Insulza declar� que no es su intenci�n negociar con el gobierno de facto, sino presentar el documento de la resoluci�n en el que se condena el golpe de estado, y se exige la restituci�n de Zelaya en el poder en un plazo m�ximo de 72 horas, plazo que vencer� en la madrugada del s�bado.

Giorgio Trucchi

Rel-UITA http://www.rel-uita.org/internacional/honduras/el_corazon_grande.htm

UITA- Secretar�a Regional Latinoamericana � Montevideo � Uruguay.



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Texto de presentaci�n del libro

"Oaxaca: M�s all� de la insurrecci�n"

Gustavo Esteva 

Kaos en la Red

    La Comuna de Oaxaca tuvo desde que naci� inmensa visibilidad. Pero sigue siendo un misterio. �Mera revuelta popular? �rebeli�n profunda, insurrecci�n? �movimiento de movimientos? �revoluci�n?

La Comuna de Oaxaca, como se le llama desde 2006 al movimiento vivido por Sergio de Castro en este libro, tuvo desde que naci� inmensa visibilidad. Pero sigue siendo un misterio. �Mera revuelta popular? �rebeli�n profunda, insurrecci�n? �movimiento de movimientos? �revoluci�n? Y el misterio se acrecienta dos a�os despu�s, cuando lo que pasa en Oaxaca ha dejado de interesar a los medios y las autoridades presumen que todo ha vuelto a la normalidad.

Falta a�n perspectiva hist�rica para despejar todas las inc�gnitas que despert� desde su nacimiento la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). Pero es indispensable, ante todo, ubicarla en el contexto apropiado, pues este peculiar fen�meno social y pol�tico tan claramente localizado en una cultura, una tradici�n, una experiencia, tiene ra�ces y alcances que rebasan por completo el �mbito local.

Los acontecimientos financieros del segundo semestre de 2008 han dado cierta popularidad a la intuici�n previa de que un ciclo hist�rico ha llegado a su fin. Expertos y dirigentes coincidieron de inmediato en que se trataba de la crisis econ�mica m�s severa desde 1929, aunque fuese m�s parecida a la de 1907, pero no estaban preparados para este g�nero de deceso y se ha multiplicado la confusi�n a la hora de identificar el cad�ver. �Qu� es lo que habr�a muerto con el s�ntoma de la cat�strofe financiera? �El neoliberalismo, como forma espec�fica del capitalismo contempor�neo? �La capacidad imperial de Estados Unidos e incluso su condici�n hegem�nica? �Estar�amos acaso en la crisis terminal del capitalismo, de la sociedad econ�mica e incluso de la era moderna? Para acotar el contexto en que la APPO surgi� es utilizar examinar algunos de los candidatos a cad�veres.

El contexto de la APPO

� Fundamentalismo de mercado y neoliberalismo

George Soros, el conocido especulador financiero, bautiz� de esa manera una serie de actitudes y pol�ticas que en la �ltima d�cada dominaron la orientaci�n econ�mica de Estados Unidos y contaminaron al mundo entero. Con ignorancia, irresponsabilidad y mala fe se pregon� un catecismo econ�mico centrado en la especulaci�n financiera y la concentraci�n sin precedentes de la riqueza y basado en la desregulaci�n, en el abandono de algunas de las principales funciones del estado. La crisis puso punto final a este falso debate sobre gobierno/libre mercado, que pretend�a reivindicar el valor supremo de �la mano invisible� al tiempo que ampliaba el gasto p�blico, el d�ficit fiscal y el endeudamiento. Hasta Alan Greenspan, que por casi dos d�cadas impuls� esa orientaci�n desde la Reserva Federal de Estados Unidos, expresa ahora con angustia la falla catastr�fica que ha encontrado en su ideolog�a de libre mercado: �Por 40 a�os o m�s �se�al� en una audiencia en el Congreso estadounidense- trabaj� con evidencias considerables de que funcionaba excepcionalmente bien� (La Jornada, 24/10/08, p.33). El presidente Sarkozy declar�, por su parte, �la muerte de la dictadura del mercado� (�dem). El �fundamentalismo de mercado� ha muerto y no parece ya posible resucitarlo. Se reconocer� de nuevo que los gobiernos crean los mercados y que �stos no pueden existir sin regulaci�n.

En los �ltimos a�os la etiqueta �neoliberalismo� se peg� descuidadamente sobre muy diversas posturas y orientaciones, pero s�lo corresponde, en rigor, al paquete de pol�ticas asociado con el llamado Consenso de Washington. No eran pol�ticas nuevas ni propiamente liberales, pero se extendieron desde Estados Unidos y Am�rica Latina al mundo entero. El Consenso se rompi� mucho antes de esta crisis. Toc� al Banco Mundial, uno de sus principales promotores, enterrarlo con honores en su m�s reciente informe. Los gobiernos de Colombia y M�xico son quiz�s los �nicos en el mundo que a�n siguen vergonzosamente atados a �l. No puede atribuirse a la crisis el agotamiento de esta orientaci�n, que da ya sus �ltimas boqueadas, pero por ella cobrar�n nueva fuerza algunos de sus componentes, como la prudencia fiscal y monetaria. Su previsible aplicaci�n en Estados Unidos despierta ya sorpresa y preocupaci�n. Cuando el Fondo Monetario Internacional y la Uni�n Europea le prescribieron consejos recetados por d�cadas a todos los pa�ses, algunos legisladores los consideraron un atentado a la soberan�a estadounidense. En todo caso, la orientaci�n misma ha llegado a su fin. Su desprestigio general hace virtualmente imposible la restauraci�n.

Ser�a absurdo, desde luego, anticipar v�speras. Siguen ah� la ideolog�a y los intereses que impulsaron esas versiones simplificadas e hip�critas del capitalismo, expresi�n de la arrogancia posterior al fin de la guerra fr�a. Tienen a�n la suficiente fuerza para imponer �soluciones� a la crisis financiera que s�lo protegen esos intereses y la est�n agravando. Pero es enteramente improbable que puedan restablecer la posici�n que ten�an y a�n m�s que pueda adoptarse de nuevo la orientaci�n de pol�tica de este periodo.

� La posici�n de Estados Unidos en el mundo

Es �ste el cad�ver m�s dif�cil de certificar y exige examinar por separado sus partes.

  • Wall Street dej� de ser el centro financiero mundial. No ser� sustituido por otro: la pluralidad de centros financieros ser� sello de la nueva geopol�tica multilateral.
  • La capacidad imperial de Estados Unidos, que nunca se bas� en las armas aunque la emple� a menudo, estaba seriamente en entredicho desde hace a�os. La evoluci�n reciente de Am�rica Latina da testimonio del proceso. Con esta crisis pas� simb�licamente a la historia. Ning�n imperio puede sostenerse a base de pr�stamos.
  • La muy pospuesta reforma del sistema financiero internacional deber� crear, a la brevedad, dispositivos en que el d�lar no tendr� ya la posici�n que a�n se le atribuye.
  • Si la nueva administraci�n estadounidense abandona la pretensi�n imposible de continuar un ejercicio imperial que carece ya de sustento econ�mico y pol�tico, algo que no est� claro con McCain/Palin, Estados Unidos podr� recuperarse paulatinamente de la crisis y ocupar el sitio que le corresponde en el escenario mundial.

� �El fin de una era?

El consenso sobre el cierre de un ciclo hist�rico se rompe claramente cuando se trata de caracterizarlo. Para Immanuel Wallerstein se trata del ciclo capitalista. Hace tiempo sostiene que 1968 marcar�a el principio del fin del capitalismo como sistema mundial. Al examinar recientemente el estallido de la burbuja financiera y compararla con las anteriores se�al� que �esta vez probablemente sea imposible evitar lo peor�. Reconoce que podr�a abrirse un nuevo ciclo de expansi�n capitalista una vez que se toque fondo y el mundo entero asimile todo el da�o causado, pero no le parece probable que eso ocurra: ciertos obst�culos estructurales lo impiden. Estar�amos verdaderamente en la crisis terminal del sistema, en la bifurcaci�n (seg�n el lenguaje de los estudios de la complejidad): �Una turbulencia altamente ca�tica, que nuestro sistema-mundo est� experimentando en este momento y que seguir� experimentando por unos 20-50 a�os� (La Jornada 19/10/08, p.28).

Otros muchos pensadores prominentes coinciden con Wallerstein en la impresi�n de que ya estamos en la turbulencia de fin de ciclo, pero llevan m�s lejos el argumento. Con el capitalismo terminar�an tambi�n otras variantes de la sociedad econ�mica, como el socialismo, y tambi�n la era moderna, el conjunto de ideas y pr�cticas que nacieron con la Ilustraci�n.

El fin de una era se define por el momento en que sus conceptos, sus racionalidades, lo que est� de moda llamar paradigmas, resultan obsoletos: ya no permiten captar lo que ocurre y mucho menos enfrentar los nuevos desaf�os. Surge as� el periodo de caos e incertidumbre que marca la transici�n, hasta que un nuevo sistema conceptual da paso a la nueva era.

Al final de una fascinante conversaci�n con Chomsky sobre la justicia y el poder, que se puede encontrar en youtube[i], Foucault advirti� tajantemente que las ideas y conceptos originados dentro de nuestra civilizaci�n, nuestro tipo de conocimiento y de filosof�a, forman parte de nuestro sistema de clases, por lo que no pueden emplearse para describir y justificar una lucha que se ocupa de derrocar los fundamentos de esa sociedad.

En los �ltimos 20 a�os de su vida, Iv�n Illich, que nos hab�a prevenido en los a�os sesenta sobre la contraproductividad de todas las instituciones modernas, se dedic� a advertirnos que est�bamos dejando atr�s la era de las herramientas para pasar a la de los sistemas. Seg�n Illich fue posible concebir al individuo con la creaci�n del texto, en el siglo XII, pero permaneci� inserto en un cosmos religioso hasta el nacimiento del capitalismo, que lo construy� como homo economicus, el individuo posesivo nacido en Occidente. Illich piensa que ese individuo, propio de la era actual, se estar�a ya convirtiendo en subsistema. Iv�n no se sent�a capaz de describir ese horror, pero le parec�a que la imaginaci�n de autores como Orwell hab�a conseguido esbozar algunos de sus rasgos.

Seg�n estos y muchos otros autores, el desaf�o actual no se caracterizar�a solamente como la necesidad de acelerar el fin de esta era abominable, con toda su carga destructiva, sino tambi�n como la de impedir que se establezca en su lugar otra a�n peor, que est� surgiendo de sus entra�as, sobre la que no quisiera especular. Me parece m�s importante se�alar que, a mi entender, la gente com�n parece haber intuido con claridad la situaci�n, aunque no pueda articular esa intuici�n en t�rminos te�ricos, y est� expresando en comportamiento sus nuevas convicciones. No se trata de sectas marginales. Es posible que muchos millones, quiz�s miles de millones de personas, se encuentren ya en movimiento para enfrentar con �nimo renovado la turbulencia actual. Lo hacen por una variedad de motivos, que van desde la lucha estricta por la supervivencia hasta la m�s amplia definici�n de ideales actualizados.

Desde mi punto de vista, en este contexto puede entenderse el surgimiento, la existencia y las consecuencias de la Comuna de Oaxaca: habr�a sido y est� siendo una expresi�n privilegiada de ese movimiento general. Los oaxaque�os habr�an funcionado como antena sensible de lo que est� ocurriendo en el mundo y est�n pagando el precio de su anticipaci�n.

Rasgos de la APPO

No me puedo extender aqu� en la caracterizaci�n del sujeto personal/comunal que aparece como la c�lula principal de los movimientos sociales en curso, su sujeto, constituido m�s all� del homo economicus, el individuo posesivo nacido en Occidente. Pero deseo subrayar que se encuentra m�s all� de la ciudadan�a. �El ciudadano es el habitante de la ciudad como estado, como sociedad propiamente pol�tica�[ii].

En la tradici�n formulada por Hegel, la sociedad econ�mica de los individuos socializados como propietarios privados impone su racionalidad mercantil sobre la racionalidad comunitaria de la sociedad natural. Y con ella se establece tambi�n la premisa pol�tica que Hegel formul� en 1820: esos individuos no pueden gobernarse a s� mismos; alguien tiene que gobernarlos. Esta premisa ha gobernado la teor�a y la pr�ctica pol�tica de los �ltimos 200 a�os. Se discute c�mo determinar qui�n ha de gobernar a la gente y c�mo debe hacerlo, en forma democr�tica o autoritaria, mediante elecciones o por medio de un golpe de mano o una revoluci�n, pero se comparte el principio asumido acr�ticamente que hoy forma prejuicio general: la gente no puede gobernarse a s� misma.

Millones de personas, sin embargo, cientos de millones, quiz�s miles de millones, tienen otra convicci�n y act�an conforme a ella. Se han gobernado siempre a s� mismos, con sus propios procedimientos pol�ticos. En la �poca colonial o con los estados modernos tuvieron que hacerlo a contrapelo del sistema dominante, en medio de toda suerte de restricciones, tensiones y contradicciones. Lograron resistir todos los empe�os de disoluci�n y pasan ahora de la resistencia a la liberaci�n, decididos a crear un r�gimen pol�tico que se ajuste a sus propios principios, no a los del estado-naci�n moderno, basado en la premisa de que los individuos competitivos que lo forman no pueden ser dejados en plena libertad, porque se destruir�an unos a otros; para mantener la cohesi�n social, es preciso atribuir al estado el monopolio de la fuerza coactiva. Se trata de rechazar este r�gimen basado en la violencia, la econom�a y el individualismo, para regresar al centro de la vida social la pol�tica y la �tica.

Oaxaca es el �nico estado de M�xico en que predomina la poblaci�n ind�gena. Los pueblos indios representan dos terceras partes de la poblaci�n total. Hace 20 a�os, por primera vez en m�s de un siglo, un indio fue candidato a gobernar el estado. Al iniciar su campa�a pol�tica convoc� a representantes de los 16 pueblos indios de Oaxaca. Entre ellos es normal que una persona hable dos, tres o hasta cuatro lenguas indias, pero nadie habla las 16, que son muy distintas. En la ceremonia que organizaron, los pueblos hablaron en sus lenguas por m�s de diez horas sin interpretaci�n. Al final, un viejo mixteco cruz� lentamente el inmenso sal�n y cuando estaba cerca del candidato le dijo, apunt�ndole con el dedo: �Queremos que seas para nosotros como la sombra de un �rbol�. Y eso fue todo.

Nada entend�, como los dem�s. Corr� a buscar a mis amigos, a preguntarles por el sentido del ritual. Se sorprendieron de mi sorpresa. La primera parte, me explicaron, intentaba hacerle saber al candidato que no pod�a tener seriamente la pretensi�n de gobernarlos. �C�mo hacerlo, si para hablar con ellos ten�a que usar el espa�ol, la lengua de los colonizadores? �C�mo gobernarlos, si no hablaba su lengua, la expresi�n suprema de su cultura? Por eso hablaron m�s de diez horas, para poner en claro que no los entend�a. La segunda parte, me dijeron, fue a�n m�s simple. Quer�an decirle que no era una rebeli�n. Quer�an un gobernador, y mejor que fuera uno de ellos, un indio. Pero deb�a estar a la cabeza de un gobierno distinto. No ser�a un gobierno que tratara de gobernarlos 24 horas al d�a, en todas partes, a�n contra su voluntad. Tendr�a que estar en un lugar, a la vista de todos, bien enraizado en el pueblo. Si enfrentaban una calamidad, un terremoto, una sequ�a, o si ten�an alg�n conflicto entre ellos, entre comunidades, acudir�an a �l y les dar�a protecci�n, como la que ofrece la sombra de un �rbol.

He usado desde entonces esta historia como teor�a pol�tica alternativa. Si la gente tiene los cuerpos pol�ticos adecuados puede gobernarse a s� misma. No necesita dar el �poder� a una persona o una elite, para que gobierne a todos. Las relaciones sociales se construyen de otro modo. El �poder� no es relaci�n de dominaci�n sino expresi�n de solidaridad y comunalidad. Es la relaci�n que se concierta entre hombres y mujeres dignos al buscar el bien com�n �que eso, no la b�squeda del �poder� all� arriba, es lo que define su actividad pol�tica.

Se trata claramente de otra pol�tica, como dir�an los zapatistas. No es ya la vinculada al estado-naci�n, que se encuentra en trance ag�nico. Es una pol�tica muy otra. Quiero destacar algunas de sus notas principales, observadas muy claramente en la APPO.

En numerosos movimientos sociales, en todas partes del mundo, est� apareciendo la localizaci�n como alternativa a la globalizaci�n y al localismo. Para resistir colonialismo y desarrollo, muchas comunidades tuvieron que encerrarse en s� mismas por a�os, por siglos. Es cierto que la comunidad aislada es un invento de la antropolog�a brit�nica: nunca ha existido. Pero la presi�n del estado-naci�n, colonial o independiente, forz� a muchas comunidades a aislarse, a reconcentrarse en s� mismas. Se afirmaron as� en formas de localismo que a veces derivaron en fundamentalismo. Parecen haber adquirido ahora la conciencia de que en la �poca actual ning�n localismo podr� resistir el embate de la marejada mortal de las fuerzas econ�micas de alcance global. Por esa perspectiva y por un impulso que viene de lejos est�n rompiendo ese localismo. Se afirman m�s que nunca en sus propios lugares, en el tejido f�sico y cultural que los determina: se localizan a fondo, profundamente. Pero al mismo tiempo se abren a otros como ellos y empiezan a formar amplias coaliciones de descontentos, que se ofrecen mutua solidaridad y apoyo, se articulan paulatinamente en sue�os m�s amplios y empiezan a constituir, as� sea con mucha lentitud, la masa cr�tica capaz de impedir la distop�a que se prepara y empezar la era en que sue�an.

En ese proceso, los movimientos sociales se afirman cada vez m�s en la pol�tica de un NO y muchos S�es. Esta pol�tica encuentra un factor de unificaci�n y articulaci�n en un rechazo com�n a una acci�n u omisi�n, a una pol�tica, a un funcionario o a un r�gimen, pero admite al mismo tiempo la pluralidad de motivos, afirmaciones, proyectos, ideales e ideolog�as que define la condici�n real del mundo y la intencionalidad de una nueva era: la de un mundo en que quepan muchos mundos, como dicen los zapatistas.

No se trata de movimientos de masas, aunque pueden participar en actos de masas. Las masas est�n formadas por individuos, una condici�n en la cual se reduce a los hombres y mujeres reales a la calidad de �tomos de una categor�a definida y controlada por otros y se les trata como tales, en los t�rminos prescritos para la masa de individuos que constituyen cada categor�a abstracta: pasajeros de un avi�n, afiliados al seguro social, trabajadores de una f�brica, votantes, militantes de un partido, participantes en una marcha�

En la masa la gente pierde su movilidad[iii]. Las movilizaciones de un sindicato, un partido o un l�der, definidas, organizadas y controladas desde arriba, tienden a desmovilizar a la gente. A pesar de su resonancia radical, la palabra masa es de origen eclesi�stico y burgu�s: reduce a la gente a la condici�n que comparte con las cosas materiales: ser medido por unidad de volumen[iv]. La ilusi�n de que la masa de consumidores controla al mercado, la masa de trabajadores al capital y los negocios, y la masa de votantes al poder pol�tico, sirve para esconder el estado de cosas real, en que la gente es continuamente despojada de poder pol�tico y econ�mico.

El estado-naci�n, creado con el nacionalismo como principio unificador y homogeneizador de poblaciones diferentes, defini� desde su invenci�n el horizonte de la actividad pol�tica. Bajo su empuje fueron absorbidas o disueltas multitud de formas de estado y de naci�n que hab�an existido hasta entonces, hasta el Tratado de Westfalia, en 1648, que marc� la entrada en escena de este r�gimen pol�tico basado en la violencia, en cuyo centro qued� colocada la esfera econ�mica �desengranada de la cultura en el curso de los �ltimos mil a�os.

La muy otra pol�tica que est�n adoptando los movimientos sociales adopta un horizonte que va m�s all� del estado-naci�n, pero puede recuperar formas de articulaci�n en las que acaso quepan t�rminos como el de estado y naci�n, para describir las cuales, sin embargo, no hemos acu�ado todav�a las palabras adecuadas. �C�mo caracterizar, por ejemplo, a la articulaci�n de comunidades que produjo el Manifiesto de Achacachi, en Bolivia? Miles de comuneros de la provincia de Omasuyos se articularon en �l para tomar decisiones colectivas basadas en el principio de mandar obedeciendo, como en los zapatistas. Se trata de una articulaci�n m�vil e inestable, que logra �combinar la estabilidad de la estructura con la fluidez del cambio�, como se�ala Zibechi[v]. Se trata tambi�n, claramente, de una articulaci�n horizontal de poderes no separados de sus comunidades, que no son, por tanto, poderes estatales, y tiene clara semejanza con las Juntas de Buen Gobierno de los zapatistas. La Comuna de Oaxaca �no sus mecanismos de coordinaci�n- habr�a sido un experimento semejante[vi].

Hace tiempo corre por el mundo una intuici�n que Teodor Shanin ha formulado con toda claridad:

El futuro deber� ser, de alg�n modo, un hecho comunitario. El socialismo era claramente portador de un mensaje de comunitarianismo. El problema es que fue traducido en colectivismo, estatismo y autodestrucci�n[vii].

El comunitarismo s�lo se vuelve fundamentalista cuando se asocia con el estado-naci�n. Los actuales sujetos de la transformaci�n emergen con una vocaci�n expl�cita: desligarse radicalmente de ese horizonte. Pero hemos de reconocer, sin reserva alguna, que se trata de sujetos da�ados, atravesados y constituidos por el poder. �No somos sujetos puros�, dicen los zapatistas[viii]. Est�n conscientes de que enfrentan las condiciones generales de la explotaci�n y la interiorizaci�n de esas formas: no son ajenos a ellas. Se han lanzado abiertamente a un proceso de regeneraci�n en que buscan a otros con ellos, igualmente da�ados, igualmente esperanzados, para armar entre todos lo que ha dejado de ser utop�a, porque ya tiene lugar en el mundo, pero a�n no consigue un nombre.

Dos a�os despu�s

En 2008 prevalece en Oaxaca un �nimo rijoso, que expresa rabia, frustraci�n, impotencia, desesperanza y hasta desesperaci�n. Amplios sectores de la poblaci�n est�n realmente intimidados. Algunos temen hasta respirar.

La polarizaci�n social se ha exacerbado a niveles sin precedente. Lo que antes se disimulaba y escond�a bajo un manto de cortes�a artificial o desprecio compasivo se manifiesta hoy, abiertamente, como racismo, sexismo y clasismo y propicia dispersi�n y fragmentaci�n. Antiguas rivalidades y resentimientos salen a la superficie.

En la frustraci�n, hay tambi�n un �nimo acomodaticio. Quienes dan por sentado que Ulises Ruiz cumplir� su t�rmino en la oficina que ocupa, consideran realista restablecer interlocuciones con los aparatos institucionales a su cargo o a su servicio: los tres poderes constituidos de Oaxaca.

El enojo generalizado se encuentra a flor de piel. Estalla con facilidad a la menor provocaci�n. �La gente est� muy enojada�, dice quien va a las colonias o a las comunidades. Pero tambi�n est�n enojados los comerciantes, los empresarios, los sacerdotes, los funcionarios, los chavos banda, los oenegeros, todo mundo. Como no siempre el enojo tiene clara su ra�z, llega a expresarse con quien sea, con el que aparezca, por cualquier raz�n o sin raz�n alguna.

Al fondo o al lado de todo eso, sorprendentemente, hay otro �nimo alegre y decidido, lleno de iniciativa e imaginaci�n, que no deja de actuar y prepara serenamente los siguientes pasos. Algunos defienden apasionadamente la no violencia activa, para resistir la violencia reinante; otros reivindican el uso de la violencia en todas sus formas y se preparan a emplearla.

Oaxaca atraviesa por una de las peores crisis econ�micas de su historia. Aunque viene de atr�s, el deterioro a partir de 2006 parece incontenible. El alivio migratorio se ha estado congelando: llegan menos remesas �que ya abultaban m�s que el presupuesto p�blico- y ahora no pueden irse cuantos antes lo hac�an. Nadie tiene dinero. Esto se observa en todo el estado, pero en los valles centrales se acerca a la cat�strofe. No hay para d�nde hacerse.

La crisis social, un estado de cosas sedimentado en siglos de opresi�n, se profundiza a niveles insoportables. El tejido social lastimado se desgarra todos los d�as. Las confrontaciones se multiplican e imponen nuevos obst�culos a todo intento de reconciliaci�n o aglutinamiento.

La crisis pol�tica se acerca a sus l�mites. El gobernador sigue gastando el presupuesto p�blico y multiplica su propaganda. Los servicios p�blicos funcionan normalmente, es decir, muy mal. La presencia polic�aca y militar se vuelve dato del paisaje. No parece existir gobierno. Se vuelven cada vez m�s rid�culos los esfuerzos por hacer creer que s� lo hay, escondiendo la debilidad pol�tica tras ejercicios autoritarios de toda �ndole.

�Esto trajo la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, la APPO? �Es �ste el balance del gran movimiento de movimientos? �Se habr�a vuelto, hist�ricamente, una peque�a nota de pie de p�gina, y habr�a dejado una secuela de derrota, divisi�n, desorganizaci�n, desaliento y autoritarismo, tras el empe�o transformador y rebelde?

�Despu�s de todo esto, no volveremos a ser como antes; no podemos y no queremos�. Esta expresi�n, recogida en la calle y citada reiteradamente, define el verdadero saldo del impulso libertario que ven�a de muy atr�s y se hizo espectacular, aunque confuso, en 2006.

Los mecanismos de coordinaci�n de la APPO, que nunca fueron muy eficaces, intentan resucitar. Habr� que ver. En todo caso, no eran ni son la APPO: la vitalidad vino del fondo, no de arriba. Y all�, en el fondo, se profundiza a cada paso una conciencia l�cida radicalmente novedosa: reconoce el car�cter opresivo del r�gimen dominante y la obsolescencia de todas las instituciones, al tiempo que formula una nueva esperanza, basada en la conciencia de la propia fuerza.

El tal�n de Aquiles de APPO persiste: nadie sabe c�mo articular horizontalmente los diversos impulsos. Pero esta carencia no impide la proliferaci�n de iniciativas para evitar que la descomposici�n progresiva del r�gimen estimule una ola de violencia destructiva e incontrolable y para ocuparse de la transformaci�n, con un proyecto pol�tico que muy diversos grupos y actores tratan de formular.

En Oaxaca, es cierto, huele a miedo y a p�lvora. Pero tambi�n a cambio social profundo, incontenible. El vapor que impuls� calderas y pistones en 2006 se ha condensado en experiencia, act�a en su disipaci�n y se derrama sobre la realidad. Cuando llegue el momento, har� estallar de nuevo los recipientes obsoletos que tratan todav�a de contenerlo.

Por razones hist�ricas y circunstanciales, Oaxaca se convirti� en un laboratorio significativo para concebir y experimentar las novedades de la transici�n a una nueva era. Est� pagando los precios de sus audacias, entregada fieramente a la sorpresa de su restablecida dignidad.

* * * * *

Escribo estas notas con emoci�n peculiar.

Por todo lo que antes se�alo resulta particularmente dif�cil acercarse a la APPO y hablar de ella. Intelectuales, expertos, pol�ticos de todo el espectro ideol�gico y periodistas de toda laya y condici�n se muestran confusos, distantes, dedicados habitualmente a pegar etiquetas, calificativos y descalificativos sobre lo que no logran entender.

El relato honesto, apasionado, vivo, que aqu� presenta Sergio de Castro, muestra virtudes excepcionales en su capacidad de desplazarse por las m�ltiples intimidades del movimiento sin dejarse capturar por cualquiera de ellas. Comparte as� sus vivencias profundas y comprometidas del modo que la APPO merece, en su magn�fica y tensa pluralidad y en la diversidad de los caminos que ha abierto.

Estas notas celebran sinceramente su esfuerzo e intentan ofrecer elementos del contexto que a mi entender se requiere para apreciarlo debidamente.

San Pablo Etla, octubre de 2008

[i] http://www.youtube.com/watch?v=hbUYsQR3Mes&feature=related

[ii] Bol�var Echeverr�a. 1996. �Lo pol�tico y la pol�tica�. Chiapas, 3, p.12.

[iii] Cuando digo movilizar quiero decir movilizar�, observa Enzensberger. �Que la gente sea m�s m�vil de lo que es. Que tenga la libertad de un bailar�n, la presencia de �nimo de un futbolista, el factor sorpresa de un guerrillero. Quien considera a las masas como objeto de la pol�tica no lograr� movilizarlas; s�lo quiere darles �rdenes. Un paquete, por ejemplo, no tiene movilidad; s�lo se le env�a de un lugar a otro. Las concentraciones masivas, las marchas y los desfiles inmovilizan a la gente. La propaganda que no da rienda suelta a la autonom�a, sino que la paraliza, sigue el mismo patr�n. Conduce a la despolitizaci�n�. Hans Magnus Enzenzberger. 1992. "La irresistibilidad de la peque�a burgues�a". Opciones, 8, 30 abril, suplemento de El Nacional. (Originalmente publicado en Kursbuch, septiembre, 1976).

[iv] �Puede decirse que el concepto de masa, puramente cuantitativo, puede aplicarse a la gente y a las muchedumbres como a todo lo que ocupa un lugar en el espacio. Sin duda; pero a condici�n de no darle ning�n valor cualitativo. No debemos olvidar que, para llegar al concepto de masas humanas, hemos abstra�dos todas las cualidades de la gente salvo la que comparten con las cosas materiales: la de ser medidos por unidad de volumen. Y as�, l�gicamente, las masas humanas no pueden ser salvadas o educadas. Pero siempre ser� posible ametrallarlas� (Antonio Machado. 1975. Prosas. La Habana: Editorial Arte y Literatura, pp. 239-40).

[v] Ra�l Zibechi. 2006. Dispersar el poder. Buenos Aires: Taller Editorial La Casa del Mago, p.152. Zibechi agrega: Es �lo que Prigogine define como �estructuras disipativas�, en las que se produce la uni�n entre quietud y movimiento, tiempo detenido y tiempo que fluye�. Y aclara que para Prigogine �las estructuras disipativas son islas de orden en un mar de desorden, pero ese orden emerge espont�neamente y se mantiene en un estado estable lejos del equilibrio.�

[vi] Ver Gustavo Esteva, Rub�n Valencia, David Venegas. 2008. Cuando hasta las piedras se levantan. Presentaci�n y notas metodol�gicas de Norma Giarraca. Buenos Aires: GEMSAL.

[vii] Teodor Shanin. 2006. Pensar todo de nuevo. Oaxaca: Ediciones �Basta!, p.23.

[viii] Ver John Holloway, Fernando Matamoros y Sergio Tischler. 2008. Zapatismo: reflexi�n te�rica y subjetividades emergentes. Buenos Aires: Ediciones Herramienta, p.88.



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