La elección resulta un acto sublime en el que se pone a prueba desde la agudeza del intelecto, hasta la creencia que cualquier tradición nos ofrece, para trazar el surco de una apuesta hacia el futuro. En términos religiosos, la idea de la construcción de una era mesiánica implica el compromiso y la participación en un acto trascendente vinculado al ejercicio de seleccionar y destacar los valores más significativos expresados, entre otras cosas, en palabras que puedan representar esos valores. La tradición judía siempre consideró la palabra como una de las herramientas más vigorosas que representa tanto el plano de la ética como el de la estética. Es más: el acto mismo de "decir", en términos del pensamiento judío significa "hacer". Y a su vez la palabra, cual objeto, ocupa un lugar en el universo. En el lenguaje bíblico el vocablo "davar" significa tanto "palabra" como "objeto". Es en esa elección del objeto que el valor de la palabra adquiere significado y viceversa. Estos elementos fueron tomados en cuenta cuando, en uno de los pasajes del Talmud, los rabíes Akiba e Ismael incursionando en el poder de síntesis, deciden escoger de todos los versículos aquel que capture la esencia del drama bíblico. Fue ahí donde el rabí Ismael se pronunció a favor de: "Este es el libro de las generaciones del hombre" (Gen 5:1) mientras que el maestro Akiba destacó el "amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Lev. 19:18). Este simple ejercicio de elección, como ideología y práctica de lectura interlineal desarrollada por ambos maestros, otorgó un marco referencial que define el objeto sagrado del libro, y que en su justa medida permite comprender que ambas frases pueden, a su vez, sintetizarse en otros dos vocablos que se transforman en senderos que permanentemente se cruzan entre sí. Ellos son la memoria y la denuncia. En primer lugar, la Biblia propone una dialéctica esencial, en donde sus fronteras son precisamente por un lado el acto de recordar y por otro lado su opuesto, que no es la amnesia, sino la acción de no olvidar. El "recuerdo" como práctica activa y el "no olvidar" como actitud pasiva. La pedagogía bíblica, como ejercicio de transmisión, nos asigna una misión abarcativa que indica que no se puede vivir todo el tiempo recordando, pero a su vez resulta obsceno ejercitar el olvido. El profesor Jaim Iosef Yerushalmi, en su célebre libro Zakhor, realiza un desarrollo magistral sobre este tópico. Como dato ilustrativo, nos cuenta Yerushalmi que la palabra "zajor" (recordar, memorizar, rememorar), en todas sus variantes hebreas, aparece 273 veces en la Biblia hebrea. El uso reiterado de este concepto da cuenta de la insistencia simbólica del mensaje. A su vez, el otro eje central de la Biblia está enraizado en la práctica de la denuncia como actividad permanente, en oposición al sometimiento del ser humano al conformismo mediocre y al autoritarismo ejercido por los poderosos en determinados momentos de la historia, quienes a través de corruptos mecanismos obstruyeron la capacidad del pueblo de escandalizarse, ante las formas injustas que sometieron al ser humano en su carácter de creatura de Dios. Es este sentido de denuncia el recurso más genuino que modela con amor el vínculo con el prójimo. Fue el mensaje de los profetas, desde el ejemplar enfrentamiento de Moisés con el faraón hasta la acusación de Jeremías al poder terrenal, y desde la tensión ejercida por Samuel ante el rey hasta el grito de incomodidad de Amos frente a la opulenta obscenidad material de su época, el que impregnó la palabra de Dios del desafío de responsabilidad en períodos de decadencia y en tiempos de crisis para que se ejerza la dignidad entre los individuos de esas sociedades. Estos elevados actos permitieron que el mensaje bíblico se extienda hasta llegar a nuestros días, enseñando a lo humano que permanece eternamente en cada uno de nosotros a comprender que cuando el uso de la memoria es de por sí un acto de denuncia alcanza el más legítimo sentido del amor al otro. En la visión judía de un calendario contemporáneo, cada mes de julio se reviven las hondas enseñanzas de los rabíes Akiba e Ismael amalgamando la memoria y la denuncia, en una sociedad cuyas heridas –como está a la vista– sangran todavía. * Daniel Goldman, rabino de la comunidad Bet El |
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