Suplemento Domingo La Republica 22Nov09
Por la razón o la fuerza
Nuestro vecino del sur ha invertido en las últimas dos décadas un promedio de 90 mil millones de dólares en adquirir material bélico. Ahora que se conoce que financiaron actividades de espionaje para obtener información secreta de las Fuerzas Armadas peruanas, la pregunta que todos nos hacemos es ¿por qué Chile se arma tanto? Un experto en geopolítica y un ex primer ministro la responden aquí.
Por Ghiovani Hinojosa
El hecho de que Chile esté espiando nuestro país hace prever que ellos piensan que en el futuro tendrán una confrontación con el Perú de todas maneras”, sostiene el general en retiro Daniel Mora, ex jefe del Consejo Nacional de Inteligencia y experto en temas geopolíticos. Según él, la nación sureña maneja una hipótesis de conflicto inevitable que explica sus enormes compras militares (desde hace dos décadas, Chile invierte aproximadamente 40 veces más en mejorar su capacidad bélica que nuestro país). “Ellos parecen estar muy interesados en conocer, por ejemplo, qué tipo de misiles y radares podrían portar nuestros aviones Mirage 2000, esas unidades que adquirimos hace veinte años y redujimos a simples artefactos volantes. Y es que, dependiendo del equipamiento interno, nuestros Mirage podrían llegar a ser más potentes que los aviones de caza F16 que Chile ha comprado a Estados Unidos y Holanda”, agrega Mora. Pero no solo se trataría de auscultar en la estrategia peruana de combate aéreo –que incluye el conocimiento de nuestros Objetivos de Sabotaje, una lista de las zonas vulnerables del territorio chileno–, sino en acceder a detalles sobre el entrenamiento militar en el país. Esto último considerando que, a diferencia de Chile, los cuerpos armados en el Perú reúnen una considerable experiencia de combate en los frentes interno y externo. Daniel Mora sustenta su tesis de que para los chilenos un conflicto con los peruanos es perentorio en tres puntos.
Razones de fuego
Primero, que, en la primera etapa de la “Operación Salitre” –un ejercicio militar en el que participan, además de Chile, Estados Unidos, Francia, Brasil y Argentina, con el fin de simular un plan de represión internacional frente a la eventual agresión de alguna nación–, los chilenos plantearon como hipótesis combatir contra “ese territorio al norte de Chile que tiene una actitud irrespetuosa y viola tratados internacionales”. Solo cuando la diplomacia peruana protestó al sentirse aludida, el país vecino cambió este supuesto. Así, en la segunda edición de la “Operación Salitre”, llevada a cabo a fines del mes pasado en el norte de Chile, se habló ya de una guerra hipotética entre dos países que conviven en una isla y se atacan mutuamente.
Segundo, que los tipos de armas que han adquirido las Fuerzas Armadas chilenas en los últimos años delatan una estrategia más ofensiva que defensiva. Mora destaca, por ejemplo, la compra de 118 tanques Leopard el 2007. “Estas estructuras bélicas rodantes implican una penetración profunda de ocupación territorial, y están diseñadas para superficies llanas, como los desiertos fronterizos peruano-chilenos. No se puede suponer que están pensadas para el terreno accidentado que hay en los límites geográficos con Argentina y Bolivia”. Y si se toma en cuenta que Chile ha empezado a desactivar las minas antitanques y antipersonales que sembró en sus fronteras en tiempos de Pinochet, es posible que estén “buscando libertad para circular”.
Por otro lado, están los 390 misiles Stinger que comprarán pronto a Estados Unidos (junto a 36 lanzadores Avenger, suman un valor de 445 millones de dólares). Se trata de proyectiles utilizados para derribar aviones a más de 100 kilómetros de distancia. Y si bien pueden ser útiles como armamento disuasivo –por ejemplo, frente a los Mirage 2000 peruanos–, su potencial ofensivo es altísimo. Un aspecto anexo, pero crucial, de esta adquisición, destaca el general Daniel Mora, es la posición cómplice estadounidense frente a la carrera armamentista chilena. Basta recordar que toda venta de material bélico del país del norte es aprobada por su Consejo de Seguridad y Defensa a través del Congreso. “Estados Unidos sabe para qué se arma Chile y, a pesar de ser nuestro socio comercial, le sigue dotando de tecnología militar”, critica este experto.
Tercero, que Chile tiene la tradición de negar sus planes expansionistas hasta que sea insostenible no aceptarlos. A lo largo del siglo XIX, este país duplicó su espacio territorial de casi 400 mil kilómetros cuadrados a 755 mil en detrimento de las soberanías de Bolivia y Perú, en medio de un estratégico perfil bajo. Otra muestra de la actitud chilena son los 70 años que demoró en implementar los compromisos del Tratado de Ancón, firmado en 1929, referidos al ferrocarril Tacna-Arica y al puerto de Arica. “Si La Haya falla a favor del Perú en el diferendo marítimo con Chile, ¿cree que nuestras lanchas pesqueras entrarían gloriosamente y de inmediato al mar que nos niegan? Es muy probable que pasen 100 años antes de que este país cumpla con ese mandato. Y si las embarcaciones chilenas detuvieran a las nuestras por flotar en el nuevo espacio peruano, ¿nuestra Marina de Guerra estaría preparada para hacer frente a esto?”, se pregunta Mora.
Militares autónomos
Pero, ¿se trata de un plan bélico elaborado por la presidenta Michelle Bachelet y su gabinete, cínico a la luz de la proclama de ‘país pacífico’ que hacen cada vez que se les acusa de armamentistas? Para el general Daniel Mora, el verdadero cerebro militar en la nación mapocha no tiene rostro civil. “Chile es una pseudodemocracia: las Fuerzas Armadas actúan allí con autonomía funcional. No suelen hacer caso al poder político porque el edificio institucional dejado por Pinochet no ha podido ser derrumbado por Eduardo Frei, Ricardo Lagos y la propia Bachelet. Los militares en ese país aún poseen un gran poder y pueden hacer sus labores de inteligencia sin tener que informar a las autoridades civiles. Ellos son los reales gestores de la política de Defensa chilena”. Un dato final redondea esta hipótesis: desde fines de los 80, los cuerpos armados en Chile se han venido nutriendo sostenidamente del 10% de los ingresos económicos provenientes de las exportaciones de cobre de esa nación. Así, han podido armarse hasta los dientes sin tener que dar cuenta ante el Parlamento de su país y, mucho menos, ante la comunidad internacional.
Guerra económica
El ex primer ministro Carlos Ferrero no cree que Chile planee agredir al Perú. Según su lectura, la compra excesiva de armas de esa nación tiene más bien fines disuasivos simbólicos. Esto respecto de la posibilidad de que nuestra nación cambie las reglas de juego a las inversiones chilenas. Se trataría, así, de la actitud ‘no te atrevas a regularme porque sabes bien qué te puede pasar’ y del imaginario colectivo peruano lleno de aviones F16 sobrevolando las zonas fronterizas, tanques listos para disparar y submarinos moviéndose silenciosos bajo nuestras 200 millas. “Esta estrategia de intimidación bélica les resulta ventajosa porque sin necesidad de hacer una guerra, en el sentido tradicional del término, se apropian del Perú. Ellos –económicamente– ya invadieron nuestro país”, sostiene.
La Constitución Política peruana protege las inversiones y propiedades extranjeras en sus artículos 63 y 71. En ellos, las equipara jurídicamente con las inversiones y propiedades nacionales. Este marco legal es, según algunos abogados, el que impide que el Perú proteja sus sectores económicos estratégicos frente a la irrupción masiva de los capitales chilenos. Y, como es previsible, es uno de los primeros puntos que reformaría un eventual gobierno del tipo Ollanta Humala. Carlos Ferrero considera que los chilenos se arman sin cesar para desincentivar cualquier intento de regulación económica en el lado peruano.
Mar de inversiones chilenas
La hipótesis del armamentismo como guerra económica tiene asidero en el actual incremento de las inversiones chilenas en el Perú: nuestro país se convirtió en el primer destino de sus capitales en el primer semestre del año, con la recepción de 678 millones de dólares. Este monto equivale al 58% del total de inversiones de la nación sureña en ese periodo. En la práctica, esto se refleja en el ingreso a nuestro mercado de gigantes constructoras e inmobiliarias –Salfa, Paz Corporación y Besco–, centros comerciales –Mall Aventura Plaza– y empresas de telecomunicaciones –Americaltel e Incatel–, que se suman a las ya consolidadas Lan Perú, Primax, Tottus y Ripley. Además, si se compara las inversiones chilenas en el Perú –7 mil millones de dólares– con las peruanas en Chile –mil millones de dólares– se observa un profundo desfase que explica, en parte, nuestras problemáticas relaciones bilaterales.
Sea que se propicie un conflicto inminente o sirva como medida intimidatoria, el armamentismo chileno es una realidad que desequilibra la región. El Perú optó por el camino pacífico de llevar sus diferencias límitrofes a la Corte de La Haya, por lo que la conducta chilena de adquirir material bélico en exceso es destemplada. A pesar de esto, los peruanos estamos llamados a la tranquilidad. Bien sabemos que toda guerra es necia y solo genera perdedores.
Datos
665 millones de dólares es el valor de la última compra chilena de misiles, lanzadores y radares estadounidenses.
63% de los chilenos tiene mucha confianza en sus Fuerzas Armadas, según el último sondeo del Centro de Estudios Públicos de ese país.
Siempre han ganado
Chile es un pueblo que tiene una dosis de autoconfianza superior sencillamente porque su estrategia bélica ha caminado bien a lo largo de la historia: ellos triunfaron en las tres guerras importantes que hubo en el siglo XIX (de la Independencia, en la que la expedición chilena de José de San Martín derrotó al Ejército Realista; de la Confederación Perú-Bolivia, en la que los chilenos derrotaron a los soldados de esos países en Yungay; y la del Pacífico, en la que iniciaron su política sostenida de compra de armas).
Historiador Antonio Zapata
¿Qué piensan los chilenos?
Una lectura de los comentarios a las noticias aparecidas en la prensa chilena en internet en los últimos días permite establecer someramente tres patrones en el sentido común de los vecinos del sur: uno, el que expresa preocupación por eventuales maltratos a chilenos en el Perú (“no es posible que hostiguen a nuestros compatriotas que tienen inversiones; prometo que si algo pasa con un chileno, yo mismo no mediré consecuencias al hostigar a los peruanos en Chile”), dos, el que asegura que los peruanos también practican espionaje en su país (“hace pocos meses, se encontró a dos connacionales suyos espiando en Chile, y sin mayores actos teatrales, los pusimos en la frontera”), y, tres, el que exige paz y mesura (“hace mucho que los chilenos comprendimos que las guerras son destructivas, no las queremos”).
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