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Entrevista a Saskia Sassen: El momento de los sin poder
La socióloga y profesora Saskia Sassen es la teórica más importante de la globalización. El impacto de esta en la vida cotidiana, las transformaciones urbanas, el empobrecimiento de la clase media y el acceso a la información son algunos de sus temas de investigación. A propósito de su visita a la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín el 22 y 23 de agosto y de su reciente Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales, Arcadia habló con ella.
¿De dónde proviene su interés por las humanidades?
Es una pregunta que no me habían hecho en las cientos deentrevistas que he concedido. Cuando era pequeña estaba obsesionada con la astronomía. La primera palabra que pronuncié –¡y nunca había emitido una palabra hasta los dos años!– fue maan, luna en holandés. Mis padres pensaron que iba a ser "mamá", pero nada. ¡Luna! A eso le siguió querer ser Florence Nightingale. Finalmente, a los trece años decidí que lo que realmente importaba era lo social. Crecer en Buenos Aires con ciertos privilegios y con servicio doméstico en mi casa que provenía de las villas miseria, me llevó a una especie de interés apasionado en la justicia social. Y el resto es historia, como dicen.
¿En qué nos ha cambiado la globalización en los últimos años?
Hemos pasado de una lógica de incorporación de la ciudadanía a una lógica de expulsión. Hasta la década del setenta, el sistema incorporaba a las personas como consumidores. No se trataba de ser amable sino de mantener una economía de producción y consumo masivo. Desde los años ochenta la lógica es la expulsión, que entiendo como una diversidad de condiciones: el número creciente de pobres y desplazados en los países desfavorecidos y su almacenamiento en campamentos de refugiados; de perseguidos en países ricos que están encerrados en cárceles; de trabajadores cuyos cuerpos se destruyen en labores que los inutilizan a edades tempranas; de poblaciones saturadas de barrios pobres. También incluyo el hecho de que los hijos de las clases medias de hoy tienen un menor nivel de educación, ingresos más bajos y muchas menos posibilidades que sus padres de tener una casa. Esta expulsión masiva pone de manifiesto una transformación sistémica más profunda, parcialmente documentada, pero no narrada como una dinámica general que nos está llevando a una nueva fase del capitalismo global.
Aun así, usted habla del empoderamiento de los sin poder. ¿A qué se refiere? ¿Es posible que logren un cambio social significativo?
Es fundamental que los sin poder adquieran complejidad en su falta de poder. Yo digo que es allí donde está la posibilidad de hacer historia. La ciudad tiene la capacidad de generar redes entre los sin poder porque cuando hay una transformación urbana, el individuo pobre se vuelve multitud y se hace presente. Y la policía no puede saber quién integra la multitud. Puede haber obreros y profesionales, políticos, periodistas, inmigrantes y ciudadanos. En ese contexto, los inmigrantes irregulares y pobres no son "pobrecitos" sino actores que participan en un proceso de transformación. No se trata del viejo modelo de protestar frente al poder y caer en la dialéctica de dueño y esclavo. Los indignados no buscaban únicamente que el poder los viera. Ellos hicieron una red.
¿Qué tanto ayudan las nuevas tecnologías a la creación de esas redes?
Las nuevas tecnologías son buenas y malas. Depende de cómo las utilizamos, para qué y si se controlan. La Plaza Tahrir en El Cairo nos mostró cómo estos medios de comunicación social logran activar redes existentes y generar otras nuevas. Sin embargo, no acepto la idea de que Facebook creó la revolución egipcia. Eso es absurdo. Otro punto es que durante décadas la planificación urbana ha desarrollado la noción de que los pobres están aislados. Eso no ha cambiado, pero sí el hecho de que estos sectores tengan la posibilidad de ser activistas en luchas globales. Los activismos por los derechos siempre existieron, pero hoy hay una subjetividad distinta en quienes protestan. Aunque una persona no esté en internet sabe que hay otros como él en el mundo. Hay ejemplos, como una red virtual de mujeres musulmanas o las poblaciones mayas que venden sus productos en el mercado global. Yo tengo una mirada muy crítica sobre la tecnología pero veo el potencial que ofrece.
¿Cómo ve el futuro de los recientes movimientos sociales?
No hacen parte de las manifestaciones tradicionales sino que responden a otro proceso. He empezado a conceptualizar el movimiento de ocupaciones con el objetivo de encontrar su particularidad en un momento histórico. Esta es una manera de eludir interpretaciones genéricas como: "Sin partido político o sin programa político no se llega a nada". Yo creo que esa manera de entender y evaluar el movimiento de ocupación reduce su significado y no nos permite capturar el hecho de que es un punto en una trayectoria que va más allá de este momento. En El Cairo, algunos egipcios dicen que es una historia que empezó hace treinta años cuando hubo una revuelta contra el poder.
¿Qué ha pasado en las ciudades para que todo esto ocurra?
La ciudad global es un espacio estratégico en este proceso; pero cuidado, es un espacio del poder y también de los sin poder. Un espacio de frontera. En el pasado la frontera estaba en las colonias de los imperios, hoy está en nuestras grandes ciudades. Son ciudades diversas que ningún gobierno puede controlar completamente y espacios un poco anárquicos donde los sin poder hacen historia y no solo piden ayuda del gobierno. La otra dimensión que me interesa es lo que llamo la "calle global", un espacio indeterminado donde los que no tienen acceso a los instrumentos formales pueden hacer un proyecto de vida.
¿Eso quiere decir que la relación entre Estado y ciudadanos está cambiando? ¿Vamos hacia una ciudadanía global?
La ciudadanía se hace sin necesidad de ser ciudadano. Se puede ser inmigrante o indocumentado y construirla. Un sujeto con derechos globales va a conllevar el trabajo y el reconocimiento de cada Estado-nación. Una parte del proyecto que ya se puede desarrollar es reconocer que todos somos ciudadanos de algún país y tenemos derechos. Los Estados pueden tener sus diferencias políticas, pero algunos principios básicos deberían ser reconocidos por todos y uno es que no hay seres humanos ilegales. La globalización y las nuevas tecnologías han facultado a actores como los pueblos indígenas, los inmigrantes, refugiados y activistas para participar en la política global. Esto quiere decir que los actores extraestatales pueden cobrar visibilidad en los fueros internacionales o en la política global como individuos y como comunidades y, por lo tanto, salir de la invisibilidad a la cual los condenaba la pertenencia al Estado-nación representado de manera exclusiva por el poder soberano. |
Artículo de Steven Navarrete Cardona, visto en www.revistaarcadia.com
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Zygmunt Bauman "La vuelta a la normalidad anuncia una vuelta a las malas vías"
Según el filósofo, estamos viviendo un "interregno", un cambio del viejo orden mundial por otro cuyas características aún desconocemos pero que, seguramente, replanteará la relación entre poder y política. También reflexiona en esta conversación sobre los temores, las carencias y las incertidumbres de esa transición violenta.
How to spend it…. Cómo gastarlo. Ese es el nombre de un suplemento del diario británico Financial Times. Ricos y poderosos lo leen para saber qué hacer con el dinero que les sobra.
Constituyen una pequeña parte de un mundo distanciado por una frontera infranqueable. En ese suplemento alguien escribió que en un mundo en el que "cualquiera" se puede permitir un auto de lujo, aquellos que apuntan realmente alto "no tienen otra opción que ir a por uno mejor…" Esta cosmovisión le sirvió a Zygmunt Bauman para teorizar sobre cuestiones imprescindibles y así intentar comprender esta era. La idea de felicidad, el mundo que está resurgiendo después de la crisis, seguridad versus libertad, son algunas de sus preocupaciones actuales y que explica en sus libros: Múltiples culturas, una sola humanidad (Katz editores) y El arte de la vida (Paidós). "No es posible ser realmente libre si no se tiene seguridad, y la verdadera seguridad implica a su vez la libertad", sostiene desde Inglaterra. Bauman se ha ocupado de la convivencia de los "diferentes", los "residuos humanos" de la globalización: emigrantes, refugiados, parias, pobres todos. Sobre este mundo cruel y desigual versó este diálogo.
-En relación al título del libro "Múltiples culturas, una sola humanidad"… ¿hay en este concepto una visión "optimista" del mundo de hoy?
-Ni optimista ni pesimista… Es sólo una evaluación sobria del desafío que enfrentamos en el umbral del siglo XXI. Ahora todos estamos interconectados y somos interdependientes. Lo que pasa en un lugar del globo tiene impacto en todos los demás, pero esa condición que compartimos se traduce y se reprocesa en miles de lenguas, de estilos culturales, de depósitos de memoria. No es probable que nuestra interdependencia redunde en una uniformidad cultural. Es por eso que el desafío que enfrentamos es que estamos todos, por así decirlo, en el mismo barco; tenemos un destino común y nuestra supervivencia depende de si cooperamos o luchamos entre nosotros. De todos modos, a veces diferimos mucho en algunos aspectos vitales. Tenemos que desarrollar, aprender y practicar el arte de vivir con diferencias, de cooperar sin que los otros pierdan su identidad, a beneficiarnos unos de otros no a pesar de, sino gracias a nuestras diferencias.
-Es paradójico, pero mientras se exalta el libre tránsito de mercancías, se fortalecen y construyen fronteras y muros. ¿Cómo se sobrevive a esta tensión?
-Eso sólo parece ser una paradoja. En realidad, esa contradicción era algo esperable en un planeta donde las potencias que determinan nuestra vida, condiciones y perspectivas son globales, pueden ignorar las fronteras y las leyes del estado, mientras que la mayor parte de los instrumentos políticos sigue siendo local y de una completa inadecuación para las enormes tareas a abordar. Fortificar las viejas fronteras y trazar otras nuevas, tratar de separarnos a "nosotros" de "ellos", son reacciones naturales, si bien desesperadas, a esa discrepancia. Si esas reacciones son tan eficaces como vehementes es otra cuestión. Las soberanías locales territoriales van a seguir desgastándose en este mundo en rápida globalización.
-Hay escenas comunes en Ciudad de México, San Pablo, Buenos Aires: de un lado villas miseria; del otro, barrios cerrados. Pobres de un lado, ricos del otro. ¿Quiénes quedan en el medio?
-¿Por qué se limita a las ciudades latinoamericanas? La misma tendencia prevalece en todos los continentes. Se trata de otro intento desesperado de separarse de la vida incierta, desigual, difícil y caótica de "afuera". Pero las vallas tienen dos lados. Dividen el espacio en un "adentro" y un "afuera", pero el "adentro" para la gente que vive de un lado del cerco es el "afuera" para los que están del otro lado. Cercarse en una "comunidad cerrada" no puede sino significar también excluir a todos los demás de los lugares dignos, agradables y seguros, y encerrarlos en sus barrios pobres. En las grandes ciudades, el espacio se divide en "comunidades cerradas" (guetos voluntarios) y "barrios miserables" (guetos involuntarios). El resto de la población lleva una incómoda existencia entre esos dos extremos, soñando con acceder a los guetos voluntarios y temiendo caer en los involuntarios.
-¿Por qué se cree que el mundo de hoy padece una inseguridad sin precedentes? ¿En otras eras se vivía con mayor seguridad?
-Cada época y cada tipo de sociedad tiene sus propios problemas específicos y sus pesadillas, y crea sus propias estratagemas para manejar sus propios miedos y angustias. En nuestra época, la angustia aterradora y paralizante tiene sus raíces en la fluidez, la fragilidad y la inevitable incertidumbre de la posición y las perspectivas sociales. Por un lado, se proclama el libre acceso a todas las opciones imaginables (de ahí las depresiones y la autocondena: debo tener algún problema si no consigo lo que otros lograron); por otro lado, todo lo que ya se ganó y se obtuvo es nuestro "hasta nuevo aviso" y podría retirársenos y negársenos en cualquier momento. La angustia resultante permanecería con nosotros mientras la "liquidez" siga siendo la característica de la sociedad. Nuestros abuelos lucharon con valentía por la libertad. Parecemos cada vez más preocupados por nuestra seguridad personal… Todo indica que estamos dispuestos a entregar parte de la libertad que tanto costó a cambio de mayor seguridad.
-Esto nos llevaría a otra paradoja. ¿Cómo maneja la sociedad moderna la falta de seguridad que ella misma produce?
-Por medio de todo tipo de estratagemas, en su mayor parte a través de sustitutos. Uno de los más habituales es el desplazamiento/trasplante del terror a la globalización inaccesible, caótica, descontrolada e impredecible a sus productos: inmigrantes, refugiados, personas que piden asilo. Otro instrumento es el que proporcionan las llamadas "comunidades cerradas" fortificadas contra extraños, merodeadores y mendigos, si bien son incapaces de detener o desviar las fuerzas que son responsables del debilitamiento de nuestra autoestima y actitud social, que amenazan con destruir. En líneas más generales: los ardides más extendidos se reducen a la sustitución de preocupaciones sobre la seguridad del cuerpo y la propiedad por preocupaciones sobre la seguridad individual y colectiva sustentada o negada en términos sociales.
-¿Hay futuro? ¿Se puede pensarlo? ¿Existe en el imaginario de los jóvenes?
-El filósofo británico John Gray destacó que "los gobiernos de los estados soberanos no saben de antemano cómo van a reaccionar los mercados (…) Los gobiernos nacionales en la década de 1990 vuelan a ciegas." Gray no estima que el futuro suponga una situación muy diferente. Al igual que en el pasado, podemos esperar "una sucesión de contingencias, catástrofes y pasos ocasionales por la paz y la civilización", todos ellos, permítame agregar, inesperados, imprevisibles y por lo general con víctimas y beneficiarios sin conciencia ni preparación. Hay muchos indicios de que, a diferencia de sus padres y abuelos, los jóvenes tienden a abandonar la concepción "cíclica" y "lineal" del tiempo y a volver a un modelo "puntillista": el tiempo se pulveriza en una serie desordenada de "momentos", cada uno de los cuales se vive solo, tiene un valor que puede desvanecerse con la llegada del momento siguiente y tiene poca relación con el pasado y con el futuro. Como la fluidez endémica de las condiciones tiene la mala costumbre de cambiar sin previo aviso, la atención tiende a concentrarse en aprovechar al máximo el momento actual en lugar de preocuparse por sus consecuencias a largo plazo. Cada punto del tiempo, por más efímero que sea, puede resultar otro "big bang", pero no hay forma de saber qué punto con anticipación, de modo que, por las dudas, hay que explorar cada uno a fondo.
-Es una época en la que los miedos tienen un papel destacado. ¿Cuáles son los principales temores que trae este presente?
-Creo que las características más destacadas de los miedos contemporáneos son su naturaleza diseminada, la subdefinición y la subdeterminación, características que tienden a aparecer en los períodos de lo que puede llamarse un "interregno". Antonio Gramsci escribió en Cuadernos de la cárcel lo siguiente: "La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo está muriendo y lo nuevo no puede nacer: en este interregno aparece una gran variedad de síntomas mórbidos". Gramsci dio al término "interregno" un significado que abarcó un espectro más amplio del orden social, político y legal, al tiempo que profundizaba en la situación sociocultural; o más bien, tomando la memorable definición de Lenin de la "situación revolucionaria" como la situación en la que los gobernantes ya no pueden gobernar mientras que los gobernados ya no quieren ser gobernados, separó la idea de "interregno" de su habitual asociación con el interludio de la trasmisión (acostumbrada) del poder hereditario o elegido, y lo asoció a las situaciones extraordinarias en las que el marco legal existente del orden social pierde fuerza y ya no puede mantenerse, mientras que un marco nuevo, a la medida de las nuevas condiciones que hicieron inútil el marco anterior, está aún en una etapa de creación, no se lo terminó de estructurar o no tiene la fuerza suficiente para que se lo instale. Propongo reconocer la situación planetaria actual como un caso de interregno. De hecho, tal como postuló Gramsci, "lo viejo está muriendo". El viejo orden que hasta hace poco se basaba en un principio igualmente "trinitario" de territorio, Estado y nación como clave de la distribución planetaria de soberanía, y en un poder que parecía vinculado para siempre a la política del Estado-nación territorial como su único agente operativo, ahora está muriendo. La soberanía ya no está ligada a los elementos de las entidades y el principio trinitario; como máximo está vinculada a los mismos pero de forma laxa y en proporciones mucho más reducidas en dimensiones y contenidos.
La presunta unión indisoluble de poder y política, por otro lado, está terminando con perspectivas de divorcio. La soberanía está sin ancla y en flotación libre. Los Estados-nación se encuentran en situación de compartir la compañía conflictiva de aspirantes a, o presuntos sujetos soberanos siempre en pugna y competencia, con entidades que evaden con éxito la aplicación del hasta entonces principio trinitario obligatorio de asignación, y con demasiada frecuencia ignorando de manera explícita o socavando de forma furtiva sus objetos designados.
-La "modernidad líquida", como un tiempo donde las relaciones sociales, económicas, discurren como un fluido que no puede conservar la forma adquirida en cada momento, ¿tiene fin?
-Es difícil contestar esa pregunta, no sólo porque el futuro es impredecible, sino debido al "interregno" que mencioné antes, un lapso en el que virtualmente todo puede pasar pero nada puede hacerse con plena seguridad y certeza de éxito. En nuestros tiempos, la gran pregunta no es "¿qué hace falta hacer?", sino "¿quién puede hacerlo?" En la actualidad hay una creciente separación, que se acerca de forma alarmante al divorcio, entre poder y política, los dos socios aparentemente inseparables que durante los dos últimos siglos residieron o creyeron y exigieron residir en el Estado nación territorial. Esa separación ya derivó en el desajuste entre las instituciones del poder y las de la política. El poder desapareció del nivel del Estado nación y se instaló en el "espacio de flujos" libre de política, dejando a la política oculta como antes en la morada que se compartía y que ahora descendió al "espacio de lugares". El creciente volumen de poder que importa ya se hizo global. La política, sin embargo, siguió siendo tan local como antes. Por lo tanto, los poderes más relevantes permanecen fuera del alcance de las instituciones políticas existentes, mientras que el marco de maniobra de la política interna sigue reduciéndose. La situación planetaria enfrenta ahora el desafío de asambleas ad hoc de poderes discordantes que el control político no limita debido a que las instituciones políticas existentes tienen cada vez menos poder. Estas se ven, por lo tanto, obligadas a limitar de forma drástica sus ambiciones y a "transferir" o "tercerizar" la creciente cantidad de funciones que tradicionalmente se confiaba a los gobiernos nacionales a organizaciones no políticas.
-¿Cree que esta crisis global que estamos padeciendo puede generar un nuevo mundo, o al menos un poco diferente?
-Hasta ahora, la reacción a la "crisis del crédito", si bien impresionante y hasta revolucionaria, es "más de lo mismo", con la vana esperanza de que las posibilidades vigorizadoras de ganancia y consumo de esa etapa no estén aún del todo agotadas: un esfuerzo por recapitalizar a quienes prestan dinero y por hacer que sus deudores vuelvan a ser confiables para el crédito, de modo tal que el negocio de prestar y de tomar crédito, de seguir endeudándose, puedan volver a lo "habitual". El estado benefactor para los ricos volvió a los salones de exposición, para lo cual se lo sacó de las dependencias de servicio a las que se había relegado temporalmente sus oficinas para evitar comparaciones envidiosas.
-Pero hay individuos que padecen las consecuencias de esta crisis de los que poco se habla. Los protagonistas visibles son los bancos, las empresas…
-Lo que se olvida alegremente (y de forma estúpida) en esa ocasión es que la naturaleza del sufrimiento está determinada por la forma en que las personas viven. El dolor que en la actualidad se lamenta, al igual que todo mal social, tiene profundas raíces en la forma de vida que aprendimos, en nuestro hábito de buscar crédito para el consumo. Vivir del crédito es adictivo, más que casi o todas las drogas, y sin duda más adictivo que otros tranquilizantes que se ofrecen, y décadas de generoso suministro de una droga no pueden sino derivar en shock y conmoción cuando la provisión se detiene o disminuye. Ahora nos proponen la salida aparentemente fácil del shock que padecen tanto los drogadictos como los vendedores de drogas: la reanudación del suministro de drogas. Hasta ahora no hay muchos indicios de que nos estemos acercando a las raíces del problema. En el momento en que se lo detuvo ya al borde del precipicio mediante la inyección de "dinero de los contribuyentes", el banco TSB Lloyds empezó a presionar al Tesoro para que destinara parte del paquete de ahorro a los dividendos de los accionistas. A pesar de la indignación oficial, el banco procedió impasible a pagar bonificaciones cuyo monto obsceno llevó al desastre a los bancos y sus clientes. Por más impresionantes que sean las medidas que los gobiernos ya tomaron, todas apuntan a "recapitalizar" los bancos y permitirles volver a la "actividad normal": en otras palabras, a la que fue la principal responsable de la crisis actual. Si los deudores no pudieron pagar los intereses de la orgía de consumo que el banco inspiró y alentó, tal vez se los pueda inducir/obligar a hacerlo por medio de impuestos pagados al estado.
Todavía no empezamos a pensar con seriedad en la sustentabilidad de nuestra sociedad de consumo y crédito. La "vuelta a la normalidad" anuncia una vuelta a las vías malas y siempre peligrosas. De todo modos aún no llegamos al punto en que no hay vuelta atrás; aún hay tiempo (poco) de reflexionar y cambiar de camino; todavía podemos convertir el shock y la conmoción en algo beneficioso para nosotros y para nuestros hijos.
Publicado el 18/7/2009. Ñ 303
Por Hector Pavon
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