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DIRECTOR: Gonzalo Márquez Cristo. EDITORES: Amparo Osorio, Iván Beltrán Castillo. COMITÉ EDITORIAL: Fabio Jurado Valencia, Carlos Fajardo. CONFABULADORES: Óscar Collazos, José Chalarca, Marcos Fabián Herrera, Maldoror, Sergio Trujillo Béjar, Fabio Martínez, Fernando Maldonado, Gabriel Arturo Castro, Guillermo Bustamante Zamudio. EN EL EXTERIOR: Alfredo Fressia (Brasil); Antonio Correa, Iván Oñate (Ecuador); Rodolfo Häsler (España); Marco Antonio Campos, José Ángel Leyva (México); Luis Alejandro Contreras, Benito Mieses, Adalber Salas (Venezuela); Renato Sandoval (Perú); Efer Arocha, Jorge Torres, Jorge Najar (Francia); Marta L. Canfield, Gabriel Impaglione (Italia); Luis Bravo (Uruguay); Armando Rodríguez Ballesteros, Osvaldo Sauma (Costa Rica).
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Con-Fabulación
Bajo el asedio
Con-Fabulación informa a sus decenas de miles de seguidores que se encuentra bajo el asedio de siniestros personajes que no cesan de enviar sus agravios y, lo que es más grave, sus temerarias amenazas, por oponernos al retorno de los inquisidores, que ha orquestado el uribismo desde hace más de una década.
Fieles al humanismo que nos ha caracterizado y promulgando la libertad que debe reinar en todos los órdenes de la existencia, recordamos que hay momentos históricos donde es necesario ser básicos, por lo que se hace perentorio elegir entre la paz y la guerra, entre la vida y la muerte, como lo supieron los partisanos y los maquis ante la amenaza fascista.
Es fundamental evocar que los totalitarismos emprenden sus asaltos agazapados en nacionalismos y populismos –y que su norma es la satanización–, y en consecuencia consideramos necesario actuar mientras todavía es posible, portando una antorcha de luz que evite la oscuridad colectiva según lo sugiere José Saramago en Ensayo sobre la ceguera, tal como lo están haciendo masivamente los intelectuales colombianos durante estos días, y después como lo rige la responsabilidad social, permanecer vigilantes.
La ventana de Morvoz
La biodiversidad agoniza
Con-fabulación apoya los esenciales proyectos de la Fundación Nativa que se ha empeñado desde hace más de una década en salvar las especies en vías de extinción y se adhiere –como lo ha hecho en varias ocasiones– a todos los esfuerzos en pos de la biodiversidad planetaria.
A continuación publicamos una semblanza de Nativa, escrita por el poeta y veterinario Jorge Torres Medina, radicado en París, donde cuenta los esfuerzos realizados para salvar el Tapir, ese pequeño y hermoso rinoceronte americano.
Por Jorge torres Medina
La Fundación Nativa fue creada hace doce años en Colombia en la Sierra Nevada de Santa Marta por dos apasionados defensores de la naturaleza: Carlos Fernández Rueda (Cayito), campesino colombiano a quien llamamos "el ecologista natural" y Franz Kaston Flórez, veterinario especialista en fauna salvaje y particularmente en el conocimiento de las serpientes y el tapir (Danta) y quien es miembro da la "Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza".
Su sede central está ubicada en río Ancho (Guajira) con su reserva Buenavista, desde donde desarrolla múltiples acciones a favor de la protección de la biodiversidad de la Sierra Nevada de Santa Marta. Allí junto a los naturales de la comunidad Kogi y Arhuaca, y a los campesinos de la región, trabajan por la conservación de la fauna y la flora que está en peligro de extinción y particularmente por ese animal sagrado: El Tapir.
El Tapir es el mamífero más grande de Colombia, sobreviviente de tres millones de años, símbolo de la preservación de la biodiversidad, por lo que denunciamos que esta especie de la sierra "Tapirus terrestres", se encuentra en vía de extinción (solo quedan unos cuarenta ejemplares que hay que defender contra los depredadores de la vida).
La Sierra Nevada de Santa Marta es un macizo excepcional situado en el norte de Colombia, a la orilla del mar caribe, abrigando en sus entrañas todos los climas y ecosistemas que van desde el litoral hasta las nieves perpetuas. Sus habitantes: los kogis, los arhuacos, los arsarios y los kankuamos viven allí y, desde sus ancestros milenarios hasta nuestros días, luchan por mantener el equilibrio del planeta viviendo en armonía con la naturaleza a pesar de todos los depredadores que sin conciencia la destruyen.
Por tanto la Fundación Nativa en Colombia sobre el terreno y la Asociación Nativa Francia trabajamos por:
La conservación de la fauna y la flora en alto riesgo de desaparición y por la protección de las especies endémicas de la sierra.
Para ello cuenta con: La reserva Buenavista, la Escuela de la Naturaleza fundada por Cayo hace muchos años y cuya función esencial es sensibilizar, transmitir, enseñar cómo proteger sobre el terreno al Tapir y al Guaimaro: modelos de conservación dentro de la llamada campaña por la replantación de especies vegetales y la identificación, la reproducción de especies animales en vía de extinción a partir del seguimiento y repertorio con cámaras trampas y collar satelital. Para ello inventiva las llamadas Bio-Visitas que con la colaboración de Corpoguajira comienzan a incrementarsen.
Del 13 al 18 de mayo Nativa desarrolló una campaña internacional en París que, con el slogan "La biodiversidad agoniza: salvarla es salvarnos", mostró en el Encuentro por la protección de la biodiversidad de la Sierra Nevada de Santa Marta que trabajando por la vida todos podemos sensibilizarnos y salvar el Planeta.
La Carroza narrativa de Evelio Rosero
Debido a que La carroza de Bolívar ganó el Premio Nacional de Novela del Ministerio de Cultura 2014, cuyos jurados fueron Margarita Valencia, Martín Kohan, Elkin Obregón, Marco Schwartz y Conrado Zuluaga; donde se sobrepuso a dos novelas de Fernando Vallejo y otra de Miguel Torres (que fueron finalistas), publicamos un artículo de Goyes donde festeja la obra de Rosero.
Por Julio César Goyes N.*
(IECO, Universidad Nacional)
Cuánta alegría me causa la escritura, la visión de mundo y el punto de vista en La Carroza de Bolívar (2012) de Evelio Rosero; la disfruté, o quizá la palabra adecuada sea gozar, esa suerte de dolor y placer. Si, porque desde el territorio histórico e imaginario de Pasto-Nariño al que remite la narración, llegan las punzadas para pensar el país y sus revueltas: unas cristalizadas por las academias, otras manipuladas por las ideologías o simplemente ajustadas por los intereses de las economías trasnacionales. En cualquier caso, la novela resulta eficaz en tanto es plurilingüe y multivócica, como diría Mijail Bajtín a propósito de la palabra en la novela y la heterogeneidad del estilo. La carroza de Bolivar nos recuerda no únicamente la historia monumental tallada en mármol, bronce y pintura neoclásica; sino la otra historia, la efectiva, la de los acontecimientos contradictorios, la de carne y hueso; esos sucesos que la oralidad retiene en la memoria y cuya fuerza sale a relucir en el discurso y la expresión de la madura escritura de Evelio Rosero. Desde luego, más que el discurso que comunica, me seduce la escritura polifónica, las voces que se cuelan como un vecindario que prepara su carroza, y las conciencias que saltan, ocultan y despliegan en la enunciación, tan contenida como decidida, atrevida y mordaz. No llama tanto mi atención lo que dice (su significado), como lo que está diciendo, esa experiencia de los sentidos que reverberan en el cronotopo del Bicentenario de la Independencia que se pone en entredicho, puesto que así como están las cosas en nuestro país, hay más dependencia, alabanza y silencio que grito de ignominia, reclamo a la impunidad y disenso de ideas. Los héroes sí existen, proclaman unas voces en límite de la sombra; ellos embaucan, denigran, exterminan la población y se vuelven caudillos que dirigen el carnaval nacional sin arte-sanía; es decir, sin salud ni belleza.
Un carroza es un carro alegórico; uno que a más de ser expresivo por sus materiales, texturas, formas y colorido, es fruto del realismo grotesco, la parodia y la degradación de lo espiritual y abstracto al plano material y corporal; imaginarios colectivos que todo gran artista del carnaval canaliza, apoyado en sus ayudantes y en la comunidad. Las carrozas, que todo lo deconstruyen y vuelven a reconstruir con su irreverencia creativa, salen triunfantes después de un largo proceso de preproducción, elaboración y fiesta. Son alegóricas porque en ellas tiene sentido el pasado, el tiempo renovado de la vida, la violencia de la historia y lo inexorable de la muerte. Tiene sentido por ello la manipulación a que son sometidos los artesanos y su arte carnavalesco; el gremio es interpelado por la razón académica, la economía regional pública y privada y la sociedad de alto coturno que no quiere ver más que arte degradado, arte de pueblo y folclor. De allí que muchos han creído velar por ellos (marxismo), educarlos (liberalismo) o no tocarlos porque se contaminan (romanticismo). Una alegoría no es metafísica sino profunda experiencia, una transgresión en la prohibición, tal como asumía George Bataille el erotismo; por ello el carro alegórico clama creatividad y performancia de los saberes: la tradición de las comunidades y su negociación con las modernidades, los espectadores, los jugador carnavaleros, el retorno del pueblo a la cordura. En suma, es la imagen de la vida que se goza por ser jolgorio, placer sensorial, fuerza abatida y aniquilamiento; no otra cosa que memoria, cuerpo, energía y recambio.
El acontecimiento del carnaval de negros y blancos, complejo y variopinto texto de la cultura del sur, sirve de figura alegórica de la novela de Evelio Rosero y es una carroza de palabras e imágenes; una construcción carnavalesca del relato y los personajes, tan reales como imaginarios, tan cotidianos como perdidos en el tiempo (Rafael Zañudo); novela habitada por el drama, el ensayo y la ironía; a veces oxímoron, sarcasmo, humor negro: "doctor jumento", le dice la arisca Primavera Pinzón a su esposo el doctor don Justo Pastor Proceso; la misma que lo provoca pero no lo toca, pues prefiere convidar su sensualidad a un militar, el general Aipe que tiene un "fuerte olor a sobaco". El nombre del protagonista da risa –intenta ser justo, se cree el cuidador de las ovejas engañadas por la historia y, además, está en proceso; es decir, no está realizado– y al tiempo conmueve, pues es tan impotente frente a su mujer que lo quiere simio, y no puede ser más que tierno para sus pacientes como ginecólogo; tan comprometido con una verdad histórica que lo calcina, como inocente frente a la realidad que lo apuntala en una sociedad que prefiere la mentira, por temor a que la verdad la desparrame; con razón el catedrático Arcaín Chivo le advierte: "No van a permitir que baile Simón Bolívar el baile que usted quiere, Justo Pastor, y que lo baile subido en una carroza de carnaval. En un libro sería distinto: nadie los lee; en una carroza pública eso tiene un nombre: irrespeto al padre de la patria, que es para esos animalitos pero que faltar en conjunto al escudo, la bandera, el himno nacional, tres personas distintas en un solo dios verdadero. Será deplorable. Tendrán toda la ley para pulverizar su carroza, encerrarlo a usted, si a usted insiste, y darle unos palazos ejemplarizantes."
El personaje central es tan conmovedor en su soledad como carnavalesco en su proceder, no sólo hace el ridículo vestido de orangután –aunque en las carnestolendas todo está permitido–, sino que muere pateado por un asno. Qué ironía, un revolucionario de cuño socialista mata a un hombre que busca la verdad histórica; ambos disfrazados. ¿Puede haber más evidencia de la poética carnavalesca, sentido hiperbólico, deriva alegórica? Sin duda, al protagonista lo habita el gozo, la aventura heroica de la denuncia enfilada hacia la muerte. Así la ironía continúa con "el poeta oculto" Rodolfo Puelles y las circunstancias tan disparatadas de sus amigos que juegan a la revolución pensándola en una iglesia; nada lejanas para una generación que cayó emboscada en el canto de las sirenas socialistas y que no pudo evitar irse con el posmoderno Butes, desatendiendo la ingeniosa cobardía del ancestral Ulises y el arte grandilocuente del misterioso Orfeo. No había elección, se dijo, aunque siempre la hubo: se llama resistencia, insistencia, re-existencia. Ahora lo sabemos, es un país que siguió a ciegas el narcisismo napoleónico de Bolívar y evito el ejercicio reflexivo de las leyes a partir de Santander. Las mismas que se relativizan e infringen según al son que los gobernantes bailen. No se pudo crear un híbrido justo e incluyente; tenía que la república ser radical, pues la inclusión no es posible en la Colombia es pasión, porque el caos en que vivimos se tiene que replantear desde los comienzos, las formaciones nacionales, las historias regionales, las etnografías territoriales, incluso locales. Bien por Zañudo, porque la novela lo acontece y lo convoca valiente y decididamente. Territorios nacionales que crecieron bajo el culto a la personalidad, jamás se cimentaron sobre las ideas, el pensamiento o la performance política de la justicia social y la democracia. Historia anticuaria, autoritaria, mal habida, con la que se amarraron las castas ideológicas, los partidos políticos, las generaciones que todavía hoy mantienen el poder y hacen la feria del mal menor.
Uno puede reconocerse y evaluar el pedazo de vida que le tocó vivir, desear que algo cambie en este mundo; de eso se trata la inminencia del arte, aun cuando para la posmodernidad parece que eso ya no importa, pues está corroído por el espectáculo, la evidencia del reality y lo real sin sujeto ni dimensión simbólica que le ayude a resistir el desgarro. La videncia se nos fue al cuerno, así como el latido inconforme de la realidad. Cuanta cultura oral y riqueza simbólica de la comarca del sur encuentro en las páginas de La Carroza de Bolívar: tradiciones, dichos, gastronomía, lenguaje regional, folclor, idiosincrasia; pero todo esto vuelto escritura global; pues en todas partes del orbe hay un carnaval, espejo social empañado, limpio o hecho trizas, pero lo hay. Celebro, entonces, este nuevo trozo de cultura, esta carroza de emociones y pensamientos que desfilan por las calles de una Colombia en perversa construcción, siempre en Proceso como el apellido del protagonista.
*Poeta, ensayista y cineasta colombiano
Poema de Gabriel Jaime Franco
La semana pasada, este poeta alarmado por la posición de William Ospina ante las próximas elecciones envió este poema que por motivos de espacio no pudimos publicar. Aquí va como sabia advertencia, para todos los colombianos.
EL TRIUNFO DE LA MUERTE
Por Gabriel Jaime Franco
He aquí el tiempo de los asesinos
Rimbaud
Quien siempre ha vivido en la sombra
Tiene miedo de la luz.
Quien no vio y vivió sino en lo oscuro
no tiene nostalgia de la luz:
Elige entonces lo suyo: la sombra, lo oscuro,
Y en ellos, en lo oscuro y en la sombra,
se agazapa,
Se encoge y se recoge.
Más muerte, dice, más sombra, grita,
No me den luz,
Déjenme aquí, no me den luz,
Esa cosa imposible y lejana que imagino,
Esa cosa lejana que imagino y me da miedo.
No me den luz,
Esa cosa lejana que imagino y que no veré nunca,
Déjenme en lo oscuro, dice y grita,
Déjenme en lo oscuro:
Es el único sitio que conozco.
CARTAS DE LOS LECTORES
NO ES UN PARTIDO SINO UN CARTEL. Mis queridos cómplices de siempre: el próximo domingo Colombia vivirá un momento tan definitivo como el que le tocara en suerte a Chile cuando el plebiscito del sí o el no, y unos días similares a los vividos por españoles, alemanes e italianos en la década del treinta cuando avanzaba triunfadora la sombra rapaz del fascismo. Yerro lamentable el de quienes han sugerido el voto en blanco o la abstención, bajo el argumento, disfrazadamente colaboracionista, de que Santos y Uribe (no digo Zuluaga porque este mentacato ni siquiera existe) son iguales. ¿Cómo pensar semejante cosa sin que esto no contenga un poco de soberbia ahistórica y de mala fe dogmática? Comparar a Santos con Uribe es como pensar que una gripe es igual que un cáncer, o que una pelea a trompadas es la misma cosa que una masacre, o que un raterillo de relojes es el par de un contratista bellaco. Y el peregrino argumento no hace otra cosa que fortalecer al Centro Democrático.
¿Se ha visto, pregunto, una nómina más siniestra que la de estos neofascistas en uso de flamante popularidad. Como si el nombre del señor del Ubérrimo fuese poco, ahí están también José Obdulio y Fernando Londoño, el procurador Ordóñez, Pachito Santos y ahora (futura ministra de cultura) la perversa iletrada María Fernanda Cabal. !Que susto! Eso no es un cuadro político sino un cartel.
Por favor, salgamos todos a votar sin sonrojo por Juan Manuel Santos. Podemos estar ad portas de cuatro años que acaben para siempre cualquier posibilidad de justicia, de paz, de reparación y de cordura. Iván Beltrán Castillo, poeta y periodista colombiano
* * *
RESPUESTA A MARUJA VIEIRA. Este negro será santista hasta las cuatro de la tarde del domingo 15 de junio. Ni un segundo menos, ni un segundo más. Luego regresaré a mi escepticismo o patria boba política que se ha servido seguirme a todas partes, con la fidelidad del perrito de la Víctor. Admirador y lector Suyo. (No le cuenten a nadie y menos a los que llega este correo dizque en copia oculta, pero estoy asustado. Y no poco. El tocayo Óscar Augusto, perdón, Oscar Iván, está más agrandado que zapato de gamín como dice el maestro Alexis García. Que quien baraja y reparte las cartas nos coja confesados y comulgados. Oscar Domínguez
* * *
POR SANTOS. Si gana Santos, el país llegará al final del túnel y a un periodo de paz y progreso. Periodo donde el Polo, los 'verdes' y los blancos tendrían excelentes posibilidades para crecer y luchar por un país democrático y pluralista. Si gana Zuluaga, volverán los grupos armados, la guerra y el oscurantismo, que tanto ha celebrado Uribe. Fabio Martínez, escritor colombiano
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