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DIRECTOR: Gonzalo Márquez Cristo. EDITORES: Amparo Osorio, Iván Beltrán Castillo. COMITÉ EDITORIAL: Fabio Jurado Valencia, Carlos Fajardo. CONFABULADORES: Óscar Collazos, José Chalarca, Marcos Fabián Herrera, Maldoror, Sergio Trujillo Béjar, Fabio Martínez, Fernando Maldonado, Gabriel Arturo Castro, Guillermo Bustamante Zamudio. EN EL EXTERIOR: Alfredo Fressia (Brasil); Antonio Correa, Iván Oñate (Ecuador); Rodolfo Häsler (España); Marco Antonio Campos, José Ángel Leyva (México); Luis Alejandro Contreras, Benito Mieses, Adalber Salas (Venezuela); Renato Sandoval (Perú); Efer Arocha, Jorge Torres, Jorge Najar (Francia); Marta L. Canfield, Gabriel Impaglione (Italia); Luis Bravo (Uruguay); Armando Rodríguez Ballesteros, Osvaldo Sauma (Costa Rica).
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con el asunto "Retiro"
Entrevista al poeta peruano Eduardo Chirinos
Eduardo Chirinos. Foto de Julio César Goyes
A propósito de su visita a Colombia y la presentación de Poemas de amor y desamor publicado en la Colección Torreón del Gimnasio Moderno en coedición con Caza de Libros, presentado en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, 2014, publicamos la siguiente conversación con el escritor peruano.
La lluvia literaria de Chirinos
Por Julio César Goyes Narváez
Eduardo Chirinos nació en Lima, Perú en 1960. Poeta, ensayista y traductor, ha publicado, entre otros libros: El libro de los encuentros (1988), El equilibrista de Bayard Street (1998), Abecedario del agua (2000), Breve historia de la música, Premio Casa de América (2001), Escrito en Missoula (2003), No tengo ruiseñores en el dedo (2006), Humo de incendios lejanos publicado en México por la Editorial Aldus (2009), Mientras el lobo está, Premio Generación del 27 (2010), Catorce formas de melancolía (2010), y 35 lecciones de biología y tres crónicas didácticas, publicado en España en la editorial granadina Valparaíso (2013). Profesor de Literatura Hispanoamericana y Española en la Universidad de Montana en Missoula, EE.UU.
Eduardo, lo tuyo parece no una lluvia literaria como escribes en un poema, sino un diluvio de gestos, imágenes, temas, escenarios y, por su puesto, de palabras. La poesía parece salirse de la lírica, en el sentido de la voz interior y la experiencia subjetiva; parece volcarse a la materialidad de las cosas, al naturalismo, como si el lenguaje hablara solo. ¿Cómo entiendes tú la poesía?
CH: Luego de más de treinta años de escribir poesía y de enseñarla en el salón de clase, me siento incapaz de contestar una pregunta como la suya. Pero no me malinterprete: no es que quiera evadir el reto ni que carezca de ideas sobre ella, sólo que esas ideas no son ni pueden ser definitivas. Se trata de una búsqueda que compromete mi vida y con ella mi concepción del mundo; tal vez por esa razón escribo poemas: para entender el mundo y entender mi vida, pero no como un hecho individual y subjetivo, sino como parte de una historia y una tradición que se renuevan a cada instante. Y esa vida está marcada por su relación con el lenguaje: si alguna vez consigo que hable solo, como lo sugiere su pregunta, podré irme tranquilo de este mundo.
G: Hablemos de dos de tus libros No tengo ruiseñores en el dedo (2006) y Humo de incendios lejanos (2009), de lo que allí en esa escritura entra en juego con la memoria y el olvido, con el ritmo extraño pero todavía reconocible, con el sonido sentido cotidiano, con la naturaleza y lo espiritual que tienen el corte reflexivo sin que sea erudito y los acontecimientos de familia son trascendentales y metafísicos pero no abandonan lo conversacional, ni la sorpresa diaria.
CH: Usted ha captado bastante bien lo que proponen esos dos libros, por lo demás tan distintos entre sí: romper la distinción entre una manera de poetizar que privilegia lo trascendente y metafísico frente a lo cotidiano y familiar. La reflexión no tiene por qué reñir necesariamente con la conversación, ni la extrañeza con los ruidos del mundo. Ahora bien, la manera en ambos libros rompen esa distinción en muy diferente: No tengo ruiseñores en el dedo es un libro melancólico, tal vez el más melancólico de todos los que he escrito, por eso está atravesado de silencios, muchos de ellos abruptos e inesperados. En Humo de incendios lejanos, en cambio, el silencio se encuentra asfixiado por el discurrir de distintas voces que apenas dejan lugar a la respiración. Ya sabe usted que leer poesía es siempre un acto respiratorio, una manera de recordar que estamos vivos
G: Tú has hablado de la poesía peruana (César Vallejo, Martín Adán, Sologuren, Eielson, e incluso José Watanabe, recientemente desaparecido) como una tradición de la orfandad. ¿Tu también te ubicas en esa línea? ¿Por qué circunscribirlo a tu país? Luego, ¿todos los poetas y su poesía no habitarían esa Casa de Cartón que es la soledad creativa con las palabras?
CH: Sí, es verdad que todo poeta habita, como bien dice, la Casa de cartón que es la soledad creativa de las palabras. Pero cuando me refiero a la orfandad de la tradición poética peruana hago referencia a una particularidad que la define: nuestros padres fundadores (me refiero a Vallejo, Eguren y Martín Adán) fueron huérfanos en todo sentido: Vallejo muerto en la miseria de un hospital de París, Eguren envejecido en una miserable pensión del jirón Quilca, Martín Adán en el manicomio Larco Herrera. Esos son los grandes modelos con los que contamos, tres obras magistrales escritas a la intemperie de cualquier apoyo, arrojadas a un mar de obstáculos y privaciones. Por esa razón es necesario comprender que para escribir poesía es importante contar con una actividad paralela que permita un margen creativo, por mínimo que sea. Ser poeta en el Perú equivale a un suicidio si no se aprende esa lección.
G: En la posmodernidad la poesía encuentra su fuerza en el acto comunicativo, como en las vanguardias lo expresivo; hoy la comunicación parece constituirse como un acto de superación a la poesía que buscaba conocimiento y terminaba hermética; la tuya es una poesía de qué modo, ¿cultural, experiencial? ¿Hasta dónde es posible esta clasificación? ¿Cómo se puede guiar al lector de poesía cuando el lenguaje llega a sus límites?
CH: Por temperamento, siempre me ha costado distinguir entre "experiencia" y "cultura". Quiero decir que para mí la cultura siempre ha sido una experiencia, y que toda experiencia es un hecho cultural. Por esa razón en mis poemas conviven naturalmente lo que algunos llaman referencias literarias (y que yo prefiero llamar experiencias literarias) con hechos familiares y cotidianos, cada uno alimentándose constantemente del otro. Por otro lado, la asimilación de la vanguardia y de la poesía llamada "postmoderna" nos permite entender lo expresivo como una forma de conocimiento, incluso en sus modos más herméticos. La única manera en que se puede guiar al lector de poesía cuando el lenguaje llega a sus límites es no guiándolo (la poesía no tiene por función guiar a nadie), sino haciéndole comprender que la poesía nace precisamente cuando el lenguaje llega a sus límites y lo pone a prueba.
G: Tú publicaste un libro de entrevistas a poetas, críticos, escritores titulado Hojas sin tallo, y dices que no pretendías encontrar modelos sino cómplices; si pudieras entrevistar a Martín Adán y a Oquendo de Amat, cuáles serían las preguntas nucleares?
CH: A Martín Adán le preguntaría cómo le era posible incluso pensar sin salirse jamás de la poesía. A Oquendo de Amat le preguntaría en qué momento de su vida "tuvo miedo, y se regresó de la locura".
G: Qué te impresionó de José Watanabe, ¿te sientes cómplice de su mordaz metáfora y su cinematografía de piedra que cobra vida y se pule rodando en el camino?
CH: Lo primero que me impresionó de él fue, como suele ocurrirme, sus poemas. En este caso la lectura de su primer libro Album de familia. Desde la primera página supe que Watanabe iba a ser mi amigo…aunque en ese entonces ni soñaba con conocerlo en persona. Luego de conocerlo fue difícil no sentirme cómplice del fascinante universo que anida en sus poemas.
G: Uno de tus libros que muestra el oficio y la dedicación que un poeta debe tener con la palabra, y con lo que en ella anida de espiritual y universal, es Tetramorfos, hecho en Italia a raíz de una beca. Definitivamente el genio del poeta se hace, ya no nace. ¿Qué necesita el poeta de últimas horas para conmoverse y seducir y conmover a los lectores, si tenemos en cuenta que tú, por ejemplo, puedes poetizar sobre cualquier tema, cualquier circunstancia?
CH: Tetramorfos es un proyecto que fue madurando por años, y que —como bien recuerda— fue posible escribir gracias a una beca concedida por la Fundación Civitella Ranieri durante el verano del 2013. El título del libro alude a su modo de composición, pues se encuentra dividido en cuatro partes, dedicadas cada uno a los cuatro evangelistas: Mateo (el hombre), Marcos (el león), Lucas (el buey o el toro) y Juan (el águila). Se trata de una relectura que es también una reescritura en la que utilicé tanto los evangelios canónicos como los apócrifos, bestiarios medievales, vidas de santos, escritos teológicos, leyendas piadosas, pinturas, etc. No se trata de un libro de poemas (aunque los haya) pues también están presentes la prosa narrativa, el ensayo y el drama. ¿Se imagina lo que fue escribir ese libro en un castillo del siglo XVI en la campiña de Umbria? Fue casi como un retiro conventual: leía y escribía desde las 7 de la mañana hasta las 12 de la noche inmerso en un proceso creativo novedoso para mí, pues durante seis semanas no tuve que preocuparme ni siquiera de prepararme la comida. Ojalá tuviera de nuevo una oportunidad como esa. Pero, vamos: lo único con lo que cuenta un poeta es con el lenguaje, y si realmente acepta la fatalidad de escribir poemas cualquier circunstancia será buena para escribirlos.
G: Que te suscita el siguiente fragmento del poema "Ejercicios para borrar la lluvia" de Humo de incendios lejanos, dónde dices que te obligaron a cantar:...el cielo se apaga el sueño del lenguaje se desploma no hay lugar para alguien como tú no entiendo qué significa alguien como yo...
CH: Quien dice ese fragmento no soy yo sino el hablante de ese poema, quien reclama oscuramente coincidir conmigo. Creo que esas palabras hablan del origen de la poesía, que aparece cuando se desploma el sueño del lenguaje. Y ese sueño no es otra cosa que la creencia de que el lenguaje es un poder omnímodo capaz de legislar todos los órdenes de la vida. La poesía pone en tela de juicio ese poder, pone a prueba el lenguaje y sabotea toda posibilidad de certeza. Ojo que digo la poesía y no el poeta, es ella quien posibilita otro sueño tal vez más utópico, pero más hermoso: que el lenguaje hable solo sin las apoyaturas de la certeza, sin las mediaciones de la biografía.
El Libro de la Tierra – Antología Mayor
Entre los libros destacados esta semana por la gran vitrina mundial de Amazon.com
Selección y prólogo de Gonzalo Márquez Cristo
EL MÁS ALTO PENSAMIENTO DE LA HUMANIDAD
Rig Veda, La Biblia, Gilgamesh, Hesíodo, Ovidio, Popol Vuh, Kogui, Guaraní, Tuareg, Cofán, Rimbaud, Frazer, Matta, Anaximandro, Heráclito, Pármenides, Demócrito, Platón, Aristóteles, Aristarco, Eratóstenes, Arthur Schopenhauer, Friedrich Nietzsche, Rousseau, Heródoto, Plinio El Joven, Marco Polo, Colón, Alvar Núñez, Pigafetta, Humboldt, Bolívar, Esopo, Luciano de Samósata, Swift, Wilde, Lagerlöf, Kafka, Saint-Exupéry, Leonardo Da Vinci, Nicolás Copérnico, Giordano Bruno, Galileo Galilei, Johannes Kepler, Huygens, Isaac Newton, Charles Darwin, Karl Marx, Engels, Ludwig Boltzmann, Sigmund Freud, Chuang Tsu, Li Po, Tu Fu, Li Shang Yin, Wang Wei, Nezahualcóyotl, Walt Whitman, Charles Baudelaire, Rainer Maria Rilke, Antonio Ramos Sucre, Rabearivelo, Buonarroti, Basho, Daniel Defoe, Friedrich Hölderlin, Cacique Seattle, Paul Gauguin, Vincent Van Gogh, Machado, Rafael Barrett, Georg Trakl, José Eustasio Rivera, Lovecraft, García Lorca, Miguel Hernández, Libro egipcio de los muertos, Homero, Virgilio, Alighieri, Paracelso, Nostradamus, Julio Verne, Juan de Patmos, Marcel Schwob y Friedrich Schiller.
Imagen de portada: Gastone Bettelli
El centenar de textos aquí compilados, elegidos no sólo por su importancia testimonial sino por su magnitud poética, apenas pretenden rendir tributo a un planeta magnífico y a los sabios que los originaron, fieles a su arduo trabajo carente de motivaciones personales. Grandes cultores de diversas disciplinas: astrónomos, filósofos, físicos, poetas, biólogos, geógrafos, ecologistas, historiadores, psicólogos, antropólogos y químicos, que han dejado su huella determinante en nuestra cultura, expresan aquí en sus propias palabras –sin falaces interpretaciones académicas–, las más audaces tentativas por comprender los enigmas de la naturaleza y develar la convulsa existencia en nuestra única casa galáctica.
Jueves de Poesía
Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de Literatura
Universidad Nacional
Invitan a:
Lanzamiento de los Cuadernos:
No. 101: El Primer sol de Carlos Fajardo Fajardo
No. 102: ¡Padre, me mataron! de Santiago Aristizábal
Y presentación de los libros:
Otros ojos de Camila Charry
Y El libro de la tierra: Antología Mayor. Selección y prólogo de Gonzalo Márquez Cristo.
(La obra contiene 101 textos que cambiaron el mundo. Traducciones exclusivas).
Jueves 26 de junio, 2014. Hora: 6:00 p.m.
Salón Oval, Edificio de Posgrados de la Facultad de Ciencias Humanas
Universidad Nacional de Colombia.
ENTRADA LIBRE.
Hablando de fútbol - Cuento
Amílcar Bernal Calderón
Del ingeniero Amílcar Bernal Calderón, ganador de algunos premios de narrativa y poesía a nivel local e internacional; autor de dos poemarios premiados en concursos de Colombia y España, e incluido en antologías internacionales de cuento y poesía; publicamos un cuento alusivo al fútbol, por estos días tema omnipresente.
DIJO que él, cuando estaba en la escuela, escribía a mano con una letra Palmer muy bonita, por contrato y a destajo, las escrituras y actas de la notaría de su padre, en un pueblo perdido de Boyacá.
Su hija, mi consuegra, creía que la vida de su padre era memorable, y me pidió que fuera a visitarlo para ver si yo me le medía a escribir su biografía. Entonces el viejo tenía 86 años y estaba a punto de enviudar, mientras en la calle no se hablaba de otra cosa que del mundial de fútbol, que acababa de comenzar. Íbamos, creo, por ahí en 1994.
Estábamos sentados, después del almuerzo, en la sala de su casa de campo. El viejo tomó la palabra después de ir, con su mirada a través de la ventana, hasta la infancia para traer lo que iba a decirme:
"Papá, abogado y notario del pueblo, mi jefe, cansón de tan honesto que era, guardaba religiosamente mi salario, dos centavos por cada acta escrita, para que mi futuro lo gastara. Eso entendía, y me parecía injusto pues no era el tiempo quien trabajaba sino yo, que lo imaginaba a él como un viejito jorobado, canoso, de bastón y oloroso a almanaque, parado al otro lado de mi escritorio en nuestra notaría, leyendo con voz mohosa la primera escritura del mundo, que yo sostenía cerca de sus ojos azules para que su ceguera pudiera leerla; entonces el papel se deshacía al contacto con su mirada dejándome las manos amarillas, una sensación de incompetencia y dos centavos menos en mis ahorros".
De la cocina vino su esposa con un café para mí y un consomé para él.
"Ahora que lo pienso," siguió, "yo a ratos desconfiaba de la existencia del viejito de marras pues la infancia, que éramos yo y todos mis amigos, ignoraba el futuro: el tiempo, para ella, la infancia, sólo era oscuro o soleado, dormido o despierto y, por raro que parezca, todo, desde el comienzo de la historia sagrada, se llamaba Hoy. Pues bien: un domingo, cuando ya tenía suficientes ahorros, papá decidió que yo debía invertir mi dinero; entonces nos fuimos, a caballo y bien tempranito, hasta la capital para comprar, con mi dinero, el primer par de zapatos de cuero para los pasos de mi vida. Antes los caminos sólo sabían de mis tropezones y mis alpargatas. Al mediodía regresamos al pueblo, yo con mis zapatos nuevos y él con la certeza de que su hijo era pobre otra vez y por tanto debía seguir trabajando: es que para los papás de mi tiempo el trabajo era más que el salario recibido. Hoy creo que sucede lo contrario".
De nuevo se quedó como dormido al comienzo de una mirada azul que salía por la ventana e iba por ahí hasta mil novecientos.
"Como siempre que salía, y antes de volver al abrazo de mamá, que para él era la casa, papá fue a la droguería a comprar algún remedio que generalmente no necesitábamos (quizás por eso yo ahora me enfermo a cada rato), y me dio permiso para ir al parque donde mis amigos jugaban al fútbol. Estaba tan emocionante el partido que no me aguanté las ganas y entré a jugar con mis zapatos nuevos."
Aquí el viejo se detiene, inmortal, me mira con ojos de tragedia y boca que sonríe, como si el recuerdo de la catástrofe fuera feliz, un juego, y dice:
"Pues los pinches zapatos no aguantaron hasta el final del partido. Se dañaron de tanta patada contra el cuero. Quedaron inservibles. Tanto trabajo para nada, y además, para colmo, quedamos cero a cero".
Ahora el viejo se nota cansado, mira alrededor e intenta pararse de su asiento, como si quisiera irse. Pero no, decide quedarse, me mira y me dice, como dejándome una herencia:
–¿Sabe qué, señor?: a mí desde ese día ese deporte no me gusta.
CARTAS DE LOS LECTORES
MEDIOCRIDAD PERIODÍSTICA. Es increíble que de las decenas de periodistas enviados por RCN y Caracol a Brasil ninguno haya demostrado al menos un poco de cultura general y de imaginación, pues todos se limitan (en verdad son bastante limitados de mente) a entrevistar transeúntes en la playa de Copacabana y a preguntarles cuál será el marcador de cada partido. Sería importante que nos hablen de la gran cultura brasilera: música, arquitectura, literatura, cine, gastronomía… de este país casi imperial, que ahora tiene la séptima economía del mundo. Sonia Villalba.
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SOLIDARIDAD POÉTICA: Me solidarizo con Con-Fabulación ante las amenazas recibidas. "No acepto los disparos con el café del desayuno", como lo afirmé en mi poema "Canto a la vida" escrito en 1990. Y porque creo que solo un país en paz podrá empezar a cicatrizar tantas heridas y empezar a restaurar su tejido social, porque la vida está por encima de todo lo demás. La paz posible abre nuevos caminos a la esperanza de este territorio que le había dado la espalda. María Clara González, poeta colombiana.
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CAMUS Y EL FÚTBOL: Hermoso texto de Albert Camus sobre el fútbol donde manifiesta que todo lo que aprendió sobre la moral y la justicia se lo debe al fútbol, y donde dice que el balón nunca viene del lugar previsible, así es la vida. Fernando Contreras.
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EL VOTO DE CASTIDAD. Ahora que ha terminado el circo de las elecciones quisiera dar mi punto de vista, sin acabar de comprender por qué antes de la ceremonia circense no hubiera habido otra persona que lo dijera antes; así, pues, propongo que hubiera sido feliz no votar ni por uno, ni por otro, pero tampoco por el voto en blanco o por el voto nulo. Lo feliz hubiera sido que el ganador haya sido el voto poético, el voto de castidad. Mario Eraso, poeta
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