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Migraciones y desarrollo: Riesgos y oportunidades
Los procesos puestos en marcha a partir del 52, se orientaron a consolidar un modelo productivo capitalista. Las políticas agrícolas fomentaron un modelo agroexportador, los programas de desarrollo rural impulsaban la revolución verde en detrimento de sistemas de producción campesinos basados en la diversidad y el autoconsumo, que privilegia la seguridad y la soberanía alimentaria. Estas políticas, logran un proceso intenso de desestructuración de los sistemas productivos campesinos con incremento de la inseguridad alimentaria, provocando un mayor flujo migratorio en la búsqueda de mejorar los ingresos.
No es casual que la migración se enmarque dentro de la profunda crisis estructural derivada del modelo neoliberal, que generó enormes brechas entre ricos y pobres y debilitó la iniciativa pública para resolver los problemas colectivos. Según el propio Banco Mundial, el número de migrantes pobres va a aumentar en el futuro.
El fenómeno migratorio presenta luces y sombras y, desde diversos ámbitos, se señalan tanto impactos positivos como negativos. Entre los primeros, pueden nombrarse el aumento promedio de ingresos en las áreas de expulsión, mejora de la calidad de vida y la capacidad de inversión, y en definitiva dinamización y diversificación económica tanto en familias como en comunidades. Entre los impactos negativos se cuenta la pérdida de productividad, de capital humano y decremento en la actividad económica local.
Las remesas procedentes de los migrantes pueden entenderse como un pago al país de origen por la exportación de servicios laborales (y capital humano). Sin embargo, esta condición sitúa a los países de origen ante el dilema que supone renunciar a un capital humano de capacidades y aptitudes que podría ser aprovechado para la generación nacional de riqueza. En general, la pérdida que supone la migración en los términos mencionados no es compensada por las remesas; consecuentemente, se afirma que la migración no contribuye al desarrollo nacional.
Más allá de las variables macroeconómicas, la migración presenta una dimensión familiar, vital y comunitaria muy poco estudiada todavía. Diversas investigaciones señalan la generación de relaciones de dependencia de las familias respecto al migrante, modificaciones en las relaciones familiares y de convivencia y conflictos relacionados con la planificación familiar a futuro.
En los últimos tiempos, la apertura comercial y las reformas neoliberales de segunda generación causaron cambios muy importantes a nivel de ordenamiento territorial, provocando mayor migración interna de las comunidades, a los centros poblados, hacia capitales de provincia, departamentos y fuera del país. La evolución de la estructura poblacional boliviana muestra claramente un importante envejecimiento de la población rural, que corresponde con el rejuvenecimiento de las áreas urbanas.
El fenómeno migratorio está relacionado con aquella doble tendencia y responde a los cambios históricos producidos en el país, sobre todo los que tienen que ver con la estructura agraria y el modelo productivo. Aproximadamente 2,5 millones de bolivianos viven el exterior, sobretodo en Argentina, EEUU, Brasil, España e Italia; en España viven 350,000 bolivianos, de los cuales un 37,5% son de Cochabamba, un 22,5 de La Paz y un 17,9% de Santa Cruz; el 53% de la población migrante son mujeres, lo cual indica una feminización progresiva de la migración y de la pobreza.
Los motivos para la migración son tanto internos (económicos, laborales, familiares y personales) como externos (demanda laboral, influencias personales, familiares o sociales, búsqueda de oportunidades o trata de personas). No siempre la razón económica o laboral es la prioritaria; es interesante notar que, especialmente en el caso de migrantes femeninas, los motivos personales son muy potentes.
El fenómeno migratorio, a pesar de la tremenda importancia que tiene en el país, presenta una ausencia muy significativa de políticas públicas, que denota la desconexión (conceptual y política) de migración y derechos humanos, así como la falta de comprensión tanto del impacto de las remesas en las regiones expulsoras como del rol que el migrante debería jugar en el desarrollo de su comunidad. El reto es que las políticas públicas incorporen el fenómeno migratorio y se dirijan a orientar sus impactos hacia el desarrollo y el beneficio colectivo. Las políticas públicas deben también generar alternativas y opciones de desarrollo que suavicen la presión de los factores que condicionan la migración.
La Alianza Boliviana de la Sociedad Civil para el Desarrollo Sostenible (ABDES) es una red que agrupa organizaciones bolivianas de la sociedad civil con el propósito principal de realizar acciones de seguimiento y monitoreo de las políticas del Estado para promover el desarrollo sostenible en el país. Entre las organizaciones miembros de ABDES están la Liga de Defensa del Medio Ambiente (LIDEMA), Asociación de Instituciones de Promoción y Educación (AIPE), Unión Nacional de Instituciones para el trabajo de Acción Social (UNITAS), el Centro de información y Desarrollo de la Mujer (CIDEM) y la Fundación TIERRA. ABDES forma parte de la Sustainability Watch (Suswatch), red internacional de organizaciones de la sociedad civil que promueve el seguimiento y el monitoreo de políticas públicas en materia de desarrollo sostenible en 15 países de África, Asia y América Latina.
El presente documento es el producto de la sistematización de los resultados de un ciclo de tres talleres llevado a cabo en el país entre septiembre y noviembre de 2008, con la participación tanto de organizaciones miembros de ABDES como de organizaciones sociales invitadas.
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