Dos años después del terremoto, el Sur del Perú recibe el 15 de agosto con cacerolazos, movilizaciones bautizadas como "marchas por la dignidad" y rabia justificada por el olvido del gobierno central y sus autoridades locales.
Las cifras de la reconstrucción son para Ica, la región más afectada, las cifras de la vergüenza. Todavía quedan escombros sin retirar y sólo un 30% de las 180.000 mil viviendas dañadas, tal y como ha reconocido el propio gobierno, han sido reconstruidas. Aún hay 120. 000 familias viviendo en casas de esteras, maderas y plásticos. Poco más de la mitad de las escuelas se ha recuperado y alcantarillado de la ciudad de Pisco sigue en construcción obligando a tragar polvo a sus habitantes e impidiendo el tránsito.
De 20 centros de salud caídos, sólo 3 se han levantado y en el solar destinado a albergar el nuevo hospital San Juan de Dios de Pisco, financiado en parte por la Cooperación Internacional, las autoridades han puesto hasta en tres ocasiones distintas la primera piedra sin comenzar las obras.
Intercambio de acusaciones
Frente a esta realidad, los gobiernos central y local se tiran la pelota e intercambian reproches. De los más de 660 millones de soles (150 millones de euros) transferidos al Fondo para la Reconstrucción del Sur (FORSUR), a cargo del Ejecutivo, sólo la mitad se ha materializado en obras.
Sin embargo, Alan García se lava las manos. "No todo es culpa del Ejecutivo. Eso es fácil decirlo", afirma. "Antes de formular estas críticas, las autoridades locales deberían usar los recursos que tienen", dijo tras afirmar que transfirió casi 30 millones de euros a los gobiernos regionales para la reconstrucción.
"El presidente debe de estar malinformado", le responde el presidente regional de Ica, quien asegura haber recibido poco más de un millón de Euros.
Y mientras unos y otros se echan en cara los millones, Rosa Urbina, ex vice Contralora que ejerció su cargo hasta mayo de este año, confesó que esta entidad auditora nunca pudo fiscalizar que pasó con los millones donados por la Cooperación Internacional al gobierno debido a la falta de presupuesto y personal por la que atraviesa este organismo.
Barrida anticorrupción
Ante esta danza de millones sin auditar, la población de Pisco organizó una 'barrida contra la corrupción' en la Plaza de Armas, epicentro de la tragedia. "Si el Gobierno quiere hacer show, nosotros también podemos hacerlo", dice una mujer a una radio local mientras barre la plaza con un centenar de afectados que se preguntan dónde están las obras de reconstrucción.
Los damnificados que no han podido acceder al Bono 6000, una ayuda oficial para comprar materiales de construcción por valor de 6000 soles (unos 1.400 Euros), siguen viviendo en las tiendas de campaña donadas por ONG o en chabolas de caña. Los más impacientes reconstruyeron sus casas con el mismo adobe que sepultó a sus seres queridos. Otros, como Julia Camacho, viven en lugares inverosímiles como un autobús abandonado.
Y si las cosas en las zonas urbanas están mal, en las rurales ni siquiera comenzó la reconstrucción. La región de Ica vive de la agroexportación y la mayor parte de su población rural trabaja en el campo. Siembran y cosechan muchos de los espárragos que nos comemos en España, por 3 o 4 euros al día.
Los jornaleros viven en antiguas cooperativas agrícolas y no poseen título de propiedad de sus viviendas, por lo que no han accedido a las ayudas.
"Nos hemos cansado de las falsas promesas y también de los periodistas, que sólo vienen para el aniversario (del sismo) y nos filman para dar pena nomás", dice Damiana Muñoz Martínez, del fundo Pampas Castillo, en el distrito de Santiago (Ica). Su marido y ella, ambos jornaleros, han construido como han podido una casa de dos ambientes con esteras de caña y techo de chapa, que en el calor del clima desértico iqueño se convierte en un horno.
Jornada de duelo y protestas
Como el año pasado, Pisco recibió las cero horas del 15 de agosto bajo el ruido de las cacerolas y los silbatos para llamar la atención del país y del mundo. Hoy, 'Marchas por la dignidad' recorren las calles de las ciudades arrasadas en demanda de las obras prometidas.
Los cementerios de Pisco, Chinca e Ica, muchos de ellos con áreas todavía colapsadas, recibirán a miles de personas y el país encenderá la tele para ver una 'telemaratón' destinada a recaudar fondos para reconstruir la emblemática iglesia de El Señor de Luren.
Mañana la vida seguirá abriéndose camino entre los escombros, pero ya sin los flashes de las cámaras.'7,9 grados de indiferencia', los grados en la escala Richter del temblor que mató a 600 personas y cambió la vida de esta zona.
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Luis Rodriguez Aranguren
arangurenrl@sbcglobal.net
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