Mi amigo Serguéi celebró su trigésimo primer aniversario con sus familiares y amigos íntimos. La ocasión me hizo acordarme de cuando yo cumplí treinta y un años, en el año, cargado de significado, 2000. Entonces parecía que mi vida, al menos la parte más aventurera, se había terminado. Pero me equivoqué: las aventuras comienzan en serio ahí. Mi amigo celebró su cumpleaños con un patético estallido emocional. Bebimos y filosofamos sobre la eternidad. «No, no, no, no quisiera vivir eternamente, convirtiéndome a ojos de mis contemporáneos en algo risible», filosofaba Serguéi. «Como inmortal rodeado de mortales, en cualquier sociedad respetable te convertirías rápidamente en espantapájaros. Nadie querría tener nada que ver contigo. Cuando quisieras que tus invitados se largaran rápidamente de casa, invitarías a un inmortal y le pedirías que explicase algo divertido de su vida. La fiesta se terminaría en diez minutos como mucho.» Así lo veía mi amigo. Yo estaba de acuerdo. Una vida eterna como anciano no podía imaginármela. Pero tener, por ejemplo, treinta años durante setenta años, eso bien que puedo imaginármelo. No ser un adolescente, sino un hombre más maduro, pero aún no frustrado por la vida, no un tío aburrido, sino un romántico todavía, sí, estaría bien. Y dije: «Si un poder superior me ofreciese dos opciones a escoger, la vida eterna o tener treinta y un años durante setenta años, escogería sin pestañear la juventud prolongada, no la eternidad. Sí, eso es lo que haría.» «Yo no», me contradijo Serguéi. «Una juventud así, a largo plazo, no está bien, incluso es algo un poco tonto si te pones a pensarlo. Cuando llegué a Alemania tenía veintisiete años, estaba solo y me valía por mi mismo. No tenía trabajo, ni familia, ni siquiera amigos que merecieran ese nombre, sólo una plaza como estudiante de administración de empresas, pero tenía que pagármela de mi propio bolsillo. Entonces pensaba: me conformaría con tener tranquilidad. Mi ejemplo era el hombre con barba de dos días que aparecía en el anuncio de televisión de la cerveza Jever. Una tarde tras otra se dejaba caer de espaldas en la arena de la playa con una botella de cerveza en la mano. Como yo, él estaba completamente solo, en el desierto de arena del norte de Alemania, sin atascos, sin amigos, sin compromisos, sin otra cerveza. Fue una de mis primeras impresiones de este país y durante mucho tiempo fue mi único amigo aquí. Tenía alquilado un piso de una sola habitación con cama y televisor. Todas las tardes encendía la tele y ahí estaba él casi siempre conmigo. Casi siempre. Muchas veces no pasaban el anuncio. Incluso dejé por algún tiempo la Hefeweizen y empecé a beber Jever, así de bien me caía el tipo. Teníamos muchas cosas en común, sobre todo esa actitud vital de un lobo solitario. En él veía a alguien que se perdía en sí mismo entre las dunas de arena. Ni dinero, ni maletas, ni alternativas. Estuve varias veces en Frisia oriental, también en Jever y en los pueblos de alrededor. Allí no había ni una sola duna. Pero eso no me decepcionó. Me sentía a pesar de todo unido espiritualmente al tipo que se dejaba caer en la arena. Nuestra soledad mutua nos convertía en hermanos: no teníamos ninguna beca, ningún buen trabajo, ninguna línea de crédito. La vida había llegado a su límite. Entonces lo conocí, ya lo sabes bien, me mudé, bueno, nos mudamos los dos juntos, no siempre me iba bien, pero lo que sentía por la vida ya era otra cosa. Y cuando miro hoy atrás, bueno, tengo seis años más, un segundo, nada más, con respecto a la eternidad. Pero han cambiado tantas cosas en mi vida, muchas incluso a mejor. Pero el tío de Jever sigue siendo el mismo, sigue cayéndose sobre aquella duna, con la misma botella en la mano, con la misma expresión vacía, con el mismo abrigo, y nada en su vida ha cambiado: ni mujer, ni hijos, ni amigos, ni ninguna idea de cómo seguirá aguantando la cosa.» Wladimir Kaminer es escritor. sinpermiso electrónico se ofrece semanalmente de forma gratuita. No recibe ningún tipo de subvención pública ni privada, y su existencia sólo es posible gracias al trabajo voluntario de sus colaboradores y a las donaciones altruistas de sus lectores. Si le ha interesado este artículo, considere la posibilidad de contribuir al desarrollo de este proyecto político-cultural ---------------------------------------------- El Ben Bella revolucionario que conocí | Guillermo Almeyra · · · · · | | 15/04/12 | |
Ahmed Ben Bella acaba de morir a los 96 años, 21 de los cuales los pasó encarcelado por los colonialistas franceses (seis) y después por la burocracia estatal argelina (15). Nació en 1916 en una familia de campesinos marroquíes muy pobres. Durante la guerra contra el nazifascismo combatió como sargento en el regimiento de Tiradores Marroquíes de las Fuerzas Francesas Libres y el general Charles de Gaulle lo condecoró personalmente con la Medalla Militar (ya tenía la Cruz de Guerra) por su valor en la batalla de Montecassino, en la que las tropas coloniales de Francia, los polacos y brasileños tuvieron a su cargo el ataque de infantería contra el inexpugnable monasterio defendido por tropas de elite alemanas que los estadunidenses y británicos sólo se animaban a bombardear. El fin de la guerra marcó el comienzo de la lucha por la liberación de Argelia y Ben Bella fue el cofundador del Frente de Liberación Nacional Argelino (FLNA) y su jefe militar. En un acto de piratería aérea sin precedente, la aviación militar francesa interceptó en el espacio aéreo internacional el avión marroquí en que viajaba con otros tres dirigentes y mantuvo a Ben Bella preso en Francia desde 1956 hasta 1962, cuando salió de la cárcel para ocupar la presidencia de su país. En esos años la Cuarta Internacional trotskista, cuyo secretario era el griego nacido en Alejandría, Egipto, Michalis Raptis, Pablo, ayudó activamente a la revolución argelina y tanto Pablo como el holandés Sal Santen fueron presos por organizar la falsificación de documentos y dinero, y abastecer de armas a los argelinos. Pero la resistencia antinazi todavía estaba fresca en los recuerdos y muchos estadistas habían utilizado o fabricado documentos falsos y ocultado armas, de modo que ambos revolucionarios estuvieron presos sólo año y medio. Como parte de esa colaboración con el FLNA, el partido argentino –del cual yo era uno de los dirigentes– envió tres militantes torneros-ajustadores a Argelia, donde durante años fabricaron clandestinamente armas para combatir contra los ocupantes franceses. En Argentina organizamos igualmente un Comité de Solidaridad con la Revolución Argelina con la Juventud Socialista, nuestro partido y varios centros estudiantiles. Ese comité –que yo presidía– trajo a Argentina en 1958 y recibió (no sin tener que vencer físicamente una batalla en el aeropuerto con los franceses reaccionarios) una delegación del Gobierno Provisional de la República Argelina, presidida por Youssef Ben Kheda. Obtenida la independencia, tras una guerra que duró desde 1954 hasta 1962 y que costó a Argelia más de un millón de muertos (sobre 11 millones de habitantes), Ahmed Ben Bella fue nombrado presidente, a pesar de la oposición del ala moderada de su partido (Ferhat Abbas, el actual presidente Bouteflika, el bereber Ait Ahmed). Asesorado por Pablo, se lanzó de inmediato a construir una república socialista autogestionaria. Nacionalizó bajo autogestión de sus trabajadores las tierras que habían sido de los colonos franceses, al igual que las industrias y el petróleo, instauró la enseñanza obligatoria en árabe y la asistencia sanitaria gratuita, ayudó a todas las rebeliones en el mundo colonial (Mandela, por ejemplo, se entrenó militarmente en Argelia), recibió alChe y le dio apoyo militar para su lucha en el Congo, reconoció a China, Cuba, la Unión Soviética, hizo acuerdos con Nasser, propuso enviar 100 mil soldados para combatir con los palestinos contra Israel. Todo eso provocó una fuerte resistencia del aparato burocrático estatal, la cual llevó en 1965 a un golpe que instauró como presidente, con el apoyo de Moscú, al coronel Huari Boumedienne, quien encarceló a Ben Bella desde 1965 hasta 1980. Una vez liberado, éste se vio obligado a exiliarse en Francia y, por último, la persecución policial lo forzó a huir a Ginebra. En París publicó una revista mensual que después de cada número era clausurada por la policía francesa y reaparecía cambiando de nombre y de director. El animador del grupo que editaba esa revista de nombre siempre provisorio era Gilbert Marquis, un revolucionario francés de la tendencia dirigida por Pablo, el cual se apoyaba en otros miembros de la misma, como el argentino Hugo Moreno. Por mi parte, colaboré con seudónimos árabes en por lo menos seis números de esa revista siempre única pero de nombres múltiples y tuve oportunidad de reunirme algunas veces con Ben Bella para conversar y discutir con él o para hacerle una entrevista, como una que publiqué en 1981 en el Unomásuno de México y en revistas italianas. Ben Bella creía que el islam es compatible con el socialismo, pues en su opinión aquél no sólo se opone a la usura y al cobro de intereses sino que también combatiría la desigualdad social. No tenía una formación teórica socialista, como Mohamed Harbi, que había sido dirigente del FLNA en Francia y es el gran historiador de esa organización, pero quería combatir la pobreza, la ignorancia, la desigualdad, la opresión allí donde se presentasen. Era un hombre amable, sencillo y sensible, pero no una persona capaz de crear un partido, aunque, como ex conspirador y ex sargento, había creado en 1954 una organización militar de combate, porque ésta requiere sobre todo lealtad, disciplina y obediencia al mando. En el exilio, en cambio, la escasa definición de las ideas permitía que en su entorno abundasen los oportunistas y los informadores de la policía francesa, del gobierno argelino o de otros servicios. Si en el exterior, con la ayuda de Pablo y de Marquis, pudo por lo menos mantener una publicación política, una vez retornado a Argelia quedó condenado a la impotencia. El gobierno de los enterradores de la revolución argelina, como Bouteflika, y de los constructores de una clase burocrático-burguesa neocolonial, canceló incluso el nombre de Ben Bella de la enseñanza, Pero no lo podrá borrar de la historia.
Guillermo Almeyra es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso.
| ----------------------------------------------------------- | | |
Fragilidad, inconsciencia, belicismo | Rafael Poch · · · · · | | 15/04/12 | | La confusa destitución de un alto dirigente en la China profunda, los nuevos sobresaltos de la eurocrisis y el poema de un escritor alemán, son las últimas piezas de un rompecabezas: incertidumbre, crisis y belicismo. Piezas que no encajan del todo, de ahí la confusión, pero que sabemos interrelacionadas. El aparente vigor alemán en la crisis depende de China. Los dirigentes chinos están nerviosos porque sienten temblar el suelo bajo sus pies. En Siria asoma lo que podría ser el principio de un "big bang"bélico. El escritor Günter Grass que en Alemania advierte del peligro de una gran guerra, es abucheado con argumentos cuya necedad es multiplicada por la disciplinada unanimidad con que se formulan. China
¿Qué ha pasado en Chongqing, ciudad pobre y currante, con 30 millones de habitantes en su municipio, el más poblado del mundo? Su líder que mantenía una nueva línea "social", invocando una escenografía maoísta, niveladora y anticorrupción, ha sido fulminado ¿Era Bo Xilai, hijo de un padre fundador de la Revolución China, ex guardia rojo, ex ministro de comercio y niño bonito de las multinacionales, antes de acceder a la jefatura del partido en Chongqing, una especie de Boris Yeltsin a la china? Recordemos que Yeltsin arrancó como "luchador contra los privilegios de la nomenklatura", reclamándose de la pureza leninista. Se apoyó en la calle, no fue fulminado a tiempo y acabó conquistando el poder y disolviendo el Estado. China no es Rusia y además los dirigentes chinos tienen muy en la mente lo que pasó en la URSS. Pero es un hecho que, en vísperas del XVIII Congreso del próximo otoño en el que el partido chino pasará el testigo a una nueva generación, los dirigentes se han mostrado muy nerviosos ante Bo Xilai. Han vinculado a su mujer, Gu Kailai, con la oscura muerte de un empresario británico y lo han destituido entre advertencias contra una nueva"Revolución Cultural" ¿Qué pasa en China? Ocurre que los dirigentes sienten que caminan sobre cáscaras de huevo. Aquello que permitió el prodigioso ascenso del país, la integración en la economía global, es visto como posible causa de su hundimiento. Saben que si se hunde la economía global de la que tanto dependen, deberán quitarse la corbata y ponerse el uniforme. En Pekín esa percepción data de varios años, de bastante antes de que la quiebra de Lehman Brothers institucionalizara en 2008 la "crisis financiera". Los cambios de línea de China son sonados. Sucedió con el Gran Salto Adelante y con la Revolución Cultural, inesperados, incomprensibles. Lo mismo con la reforma de mercado que sucedió a Mao. Ahora la discusión no es si China va a dar un nuevo bandazo, ya está en ello, sino con qué profundidad lo hará. Desde hace una década el sector público de su burocracia, empresas estatales, el partido, el ejército, la policía y los sindicatos, está ganando peso a expensas del sector privado que, pese a las apariencias nunca dejó de ser criatura del Estado. La reflexión de fondo parece ser la de que si se hunde el sector exportador y el belicismo asoma como solución global a una crisis general del capitalismo, habrá que tener bien amarrado el poder para no perder el control de la situación. Bien amarrado para afirmar un desarrollo más endógeno –más basado en el consumo interno- para ocupar a la ingente población e impedir su revuelta, al tiempo que se organiza la suficiente disuasión militar para evitar el cinturón de hierro que Estados Unidos lleva años estableciendo con bases, alianzas y despliegue de nuevas armas alrededor de China. Impedir que la mayor clase obrera del mundo se rebele al quedarse sin trabajo, por hundimiento del sector exportador y explosión de la burbuja inmobiliaria, por citar dos escenarios extremos, obliga a la burocracia a sintonizar con el movimiento telúrico de las fuerzas sociales. Ese giro precisaría un nuevo discurso, actuar contra la desigualdad, la mafia y la corrupción rampante de los últimos veinte años, desempolvar parte del ideario maoísta evitando caer en su componente más inhumano y autodestructivo del que China guarda una viva memoria. Precisamente algo así apuntaba Bo Xilai en Chongqing. Entonces, ¿por qué lo han echado? Seguramente por miedo a los excesivos estrellatos que pueden degenerar en caudillismos imprevisibles. No hay que destapar la botella que contiene el genio yeltsinista. Hay que conjurar la aparición de líderes carismáticos capaces de apelar a la calle contra el régimen. De ahí la reveladora advertencia del primer ministro Wen Jiabao sobre la Revolución Cultural pronunciada la víspera de la defenestración de Bo Xilai. El giro que viene hay que hacerlo de forma ordenada, intentando que el cambio sea lo más armónico posible, en primer lugar para la propia burocracia, para los equilibrios entre sus diversos grupos e intereses. Sin revolución. Bo Xilai podría haber sido visto como un peligroso exceso en ese contexto, no por el contenido sino por la forma, no por lo que hacía sino por cómo lo hacía… Naturalmente, esto es sólo una hipótesis de lectura de un episodio, el de Chongqing, aun demasiado confuso, pero el dato del nerviosismo de unos dirigentes que sienten un suelo frágil bajo sus pies, es claro como la luz del día: China tiene muchas cartas invertidas en ese incierto casino mundial, está más expuesta a un gran hundimiento que nadie, y tiembla. Europa
La angustia de Pekín contrasta con la necedad cortoplacista de Berlín. Los alemanes se desayunan cada mañana con noticias optimistas sobre el "milagro alemán", particularmente real comparado con la miseria de sus vecinos del sur de Europa. Un día es el crecimiento de sus exportaciones, otro el récord de empleo, otro el magnífico índice de "confianza empresarial" y otro el aumento de ventas de Volkswagen o BMW. Barriendo debajo de la alfombra los datos negativos del parcial desmonte del "Modell Deutschland" de los últimos veinte años (el aumento de la precariedad laboral, el crecimiento de la desigualdad social, el incremento del cinismo hacia la política y el deterioro de la proverbial moral del trabajo), el establishment mantiene su optimista campaña con la vista puesta en las elecciones generales del 2013. Mientras tanto, la Europa del sur se va al garete como consecuencia de una política alemana de austeridad asfixiante y de un Banco Central Europeo de diseño alemán y al servicio del sector financiero. El aparente y frágil "milagro" se sostiene con las ventas en países como China, cuyos aumentos compensan lo que dejan de comprar los arruinados europeos meridionales. Es decir se sostiene, en buena medida, sobre cáscaras de huevo, porque China se está enfriando y lanza señales de nerviosismo. La diferencia entre China y Alemania es que mientras la primera piensa en prevenir posibles escenarios de debacle, la segunda cómo máximo piensa en las elecciones de 2013 y en escapar ilesa al hundimiento del Titanic gracias a su billete de primera clase. Todos los partidos alemanes que optan a posiciones de gobierno comparten a grandes rasgos el mismo programa al servicio de la misma oligarquía corporativa-empresarial. En el Politburó del Directorio Berlín-Bruselas ni siquiera hay necesidad de purgas, porque no hay rastro de inquietantes disidentes en las instituciones. La expectativa que hay en Europa no es alemana, sino una combinación del creciente malestar social, en Grecia, Portugal, España e Italia, con unas elecciones en Francia. Esos dos vectores podrían poner en cuestión la política anticrisis de factura alemana. Habrá que ver lo que eso dará de si, pero, como en el caso de Chongqing, lo que aquí importa es el contexto: China depende de Europa, Europa depende de China. Todos están caminando sobre cáscaras de huevo. Unos lo saben, otros, al parecer, lo ignoran o confían en su billete de primera. Oriente Medio
Y en eso el anciano escritor les despierta de su dulce sueño. Su poema les presenta una lista de banales evidencias sobre el peligro bélico: critica el "supuesto derecho a un ataque preventivo" de Israel, que "dispone de un creciente potencial nuclear fuera de control e inaccesible a toda inspección", contra un país, Irán, del que se sospecha la fabricación de una bomba. Menciona la"hipocresía occidental" ante ese hecho que, "pone en peligro una paz mundial ya de por sí quebradiza". Denuncia a su país, Alemania, por entregar a Israel un nuevo submarino, el sexto, capaz de portar "ojivas aniquiladoras". Romper el"silencio sobre ese hecho", un silencio que dice sentir como "una gravosa mentira", supone ser tachado de "antisemita", dice. Günter Grass ha pedido, "un control internacional permanente y sin trabas del potencial nuclear israelí" en bien de "todos los seres humanos de esa región dominada por la demencia". Puro sentido común. ¿Qué tiene que ver este poema con todo lo anterior, con los miedos de China y la errática deriva europea hacia la recesión? Esa "región dominada por la demencia" citada por Grass es el Oriente Medio, la principal zona energética del planeta, donde, al calor de los problemas internos del régimen sirio, un adversario, Occidente alienta una guerra civil financiada por otras dictaduras árabes amigas, con objetivo de cambio de régimen. Siria podría ser el aperitivo de la gran guerra contra Irán evocada por Grass. Irán es, a su vez, principal suministrador energético de China y gran parte de Asia Oriental, una región cuyo ascenso enel mundo, impensable sin quemar grandes cantidades de petroleo y carbón, preocupa al hegemonismo occidental. Una vez más, las piezas de este rompecabezas son confusas en su ensamblaje concreto, no así el sentido general de la situación: una salida bélica es el escenario clásico de una crisis general del capitalismo. Sólo que en este caso la guerra sería detonante de una verdadera catástrofe general. Como dice James Petras, solo un necio puede pensar que el"ataque preventivo" de Israel a Irán, hacia el que Estados Unidos y Europa muestran tanta indulgencia y complicidad, no degeneraría en una gran guerra en la región con muchos muertos en Irán, misiles lloviendo en respuesta sobre Israel, las terminales petroleras del Golfo en llamas y drástico corte del suministro petrolero, es decir, "colapso de la economía mundial y brutal empobrecimiento de centenares de millones de personas en todas partes". Todo esto lo suscribe, con distintas palabras y discursos, el sentido común de la gran mayoría de los israelíes y de los alemanes que se declaran en contra de tal ataque en las encuestas. El diario Haaretz de Israel alerta sobre la insensatez de su gobierno en términos no muydiferentes a los de Grass, recuerda el veterano Alfred Grosser, un judío nacido en Francfort en 1925, el más conocido experto francés en temas alemanes. Hasta Shaul Mofaz, un ex general nacido en Teherán que preside el mayor partido israelí, Kadima, considera un desastre el plan guerrero de Netanyahu, sobre el que se habla con preocupación en las calles de Tel Aviv y Haifa, y en la red israelí. Que el establishment alemán, con su legión de periodistas y políticos conformistas, proisraelíes por una mezcla de cobardía (el miedo a ser tachados de "antisemitas") y de responsabilidad mal entendida, haya ridiculizado a Grass con la unanimidad y virulencia con que lo ha hecho, no hace sino evidenciar la profunda ambigüedad del cheque en blanco alemán a Israel. Alemania apoya al gobierno de Israel, cruel y criminal con los palestinos, para redimir la memoria de los horrendos crímenes de la Alemania nazi contra los judíos. Pero los ciudadanos alemanes deben tener en cuenta una cosa, dice el escritor Tariq Alí; "no fueron los palestinos los responsables del asesinato de millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial, sin embargo se han convertido en víctimas indirectas del genocidio cometido contra los judíos porque aquellos que sufrieron el mal, lo practican a su vez contra otros. ¿Por qué entonces ninguna simpatía hacia los palestinos?".La condena de los crímenes nazis obliga a condenar también los crímenes de Israel, no ha cerrar los ojos ante ellos. Sólo alguien que ha perdido por completo el sentido de la justicia, alguien moralmente ambiguo, inmaduro y profundamente perdido en sus complejos históricos, puede convivir con este absurdo. En 2008 el continuado crecimiento de China fue clave para impedir un hundimiento global mucho más drástico. Ahora los dirigentes de China se muestran nerviosos. En Europa la situación española se añade a la griega en la demostración de la completa ausencia de perspectiva de la actual euroreceta neoliberal: solo con austeridad, las cosas empeoran. Y en Alemania se abuchea al anciano escritor que, como Casandra, advierte de un peligro de guerra completamente real. Compongan como quieran esas tres piezas, pero hablan con toda claridad de la fragilidad, la inconsciencia y el belicismo de nuestro mundo. Rafael Poch, amigo y colaborador de SinPermiso, es el corresponsal en Berlín del diario barcelonés La Vanguardia.
La Vanguardia, 15 de abril de 2012 |
------------------------------------------------------- ¿Es Boudou el problema? Carlos Gabetta · · · · · 15/04/12 La pregunta del tÃtulo apunta a dilucidar cómo y por qué el protagonista del último esperpento en data de la polÃtica argentina está donde está: ejerciendo la vicepresidencia de la República. En efecto, Amado Boudou, un joven frÃvolo y petulante, por lo que se ve; sin antecedentes académicos ni profesionales dignos de mención, por lo que se sabe; sin siquiera militancia anterior en cualquiera de las versiones del peronismo â€"proviene de la corriente liberal que fundara Alvaro Alsogarayâ€", apareció un dÃa como acompañante en la fórmula presidencial que obtuvo el 54% de los votos. Asà detallado, el interrogante exige respuesta tanto del peronismo, como de la oposición, como de la ciudadanÃa. La del peronismo emana de su propia historia, si uno se toma el trabajo de recordar, por ejemplo, que en 1974, a la muerte de Juan Perón, asumió MarÃa Estela MartÃnez… de Perón, en su momento elegida acompañante porque era un hueco incapaz de echar sombra. La designación de un personaje como Boudou para acompañar a Cristina Fernández no tiene, pues, más explicación que el caudillismo que no tolera competencia; que el desprecio del peronismo por cualquier regla o respeto institucional, asà se trate del debido a sus propios partidarios. El nombramiento de Boudou tampoco fue cuestionado por el lote de oportunistas de izquierda que adhiere a la versión actual del peronismo. Y se entiende: un peronista no discute la decisión del LÃder porque es peronista; un oportunista, porque el oportunismo tiene esas contrariedades. De la oposición no puede esperarse respuesta alguna, porque no las exigió antes de tantas cosas y porque, con alguna excepción, le caben las generales de la ley, los mismos reproches. El conjunto de la dirigencia polÃtica tradicional argentina parece hallarse en una fase de disolución, ya que no exhibe principios ni proposiciones y no acata regla o norma institucional alguna, si no es en forma declarativa. Hoy por hoy, es un magma en el que campean la codicia y sus modales: el oportunismo, la transgresión, los pactos y desplazamientos menos pensados, los lazos con el mundo delincuencial o su tolerancia, la traición y, llegado el caso, la violencia. En este panorama, las excepciones carecen de relevancia nacional y aún no se sabe cuál es su propuesta alternativa en esa escala. Queda la ciudadanÃa ante este y otros hechos, pero es un tema que excede en buena medida mi comprensión. Todo lo que atino a resumir es que la disolución es también institucional y social; una suerte de sálvese quien pueda en ominosa evolución. El peor populismo. La tendencia es planetaria; reflejo de una crisis económica estructural, pero entre nosotros tiene una historia, dimensión y profundidad especiales: es un viejo hábito argentino. La alternativa, pues, no es sólo polÃtica, sino también cultural, en sentido antropológico. Lo que debe cambiar es la cultura cÃvica de los argentinos; su relación con la ley, con el Estado; sus prácticas de convivencia. La disyuntiva, hoy, es República o paÃs mafioso. Carlos Gabetta es periodista y escritor. Ex director de Le Monde |
No comments:
Post a Comment