HAITI NECESITA UN PLAN MARSHALL
Puerto Príncipe está tan destruido que habrá que edificar una nueva ciudad
Terminó la fase de rescate y comienza un gigantesco operativo de distribución de ayuda y reconstrucción
Dada la magnitud del desastre, se precisa la inversión a largo plazo más grande que se haya hecho nunca en un solo país
PUERTO PRINCIPE JOAQUIM IBARZ (ENVIADO ESPECIAL)
En Haití terminó la fase de rescate y comienza un gigantesco operativo de distribución. El objetivo es facilitar con urgencia a la población alimentos, agua, atención médica y saneamiento. A medio y largo plazo, se ha empezado a pensar en la reconstrucción de Puerto Príncipe y de crear infraestructuras en un país que, por sus carencias, parecería que aún vive en el medioevo.
El Gobierno haitiano estima en unos 7.000 millones de euros lo que puede costar poner en marcha este país. Y Haití no tiene ni un centavo. Dada la magnitud del desastre, se necesita la inversión a largo plazo más grande que se haya hecho nunca en un solo país del hemisferio occidental. Luis Alberto Moreno, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que se encuentra en esta capital, comentó a este periódico que “Haití necesita medidas de largo plazo muy ambiciosas. Haití necesita un Plan Marshall internacional”.
Puerto Príncipe está tan destruido que habrá que edificar una nueva ciudad. Los ingenieros plantean que quizá sería más barato edificar una nueva capital que volver a construir sobre el mar de ruinas que se ve por todas partes. El primer ministro Jean Max Bellerive afirma que más de una tercera parte de la población se ha visto afectada por el terremoto. Las casas de unas 300.000 familias han quedado totalmente destruidas, lo que supone alrededor de un millón y medio de personas sin hogar. Muchas viviendas que han quedado en pie han sufrido daños, como fisuras o grietas.
De momento, la Unión Europea ha aprobado una ayuda de 430 millones de euros para medidas urgentes. La comunidad internacional se ha comprometido a trabajar conjuntamente para reconstruir Haití en un plan que no se limita a entregar ayuda de emergencia sino a impulsar un planteamiento riguroso de reconstrucción con vistas a lograr un desarrollo sostenible y a reforzar la estabilidad social y democrática del país. Para el mes de mayo se ha convocado una cumbre de la comunidad internacional a celebrar en Santo Domingo para discutir el plan de reconstrucción de Haití. Se pretende que se tomen acuerdos concretos antes de que el tema haitiano quede relegado por tratarse de un país con poco peso estratégico.
El próximo lunes, Canadá será anfitrión de una reunión de ministros de Relaciones Exteriores que abordará las necesidades más urgentes de Haití. El ministro de Relaciones Exteriores canadiense, Lawrence Cannon, dijo que el encuentro en Montreal del grupo Amigos de Haití, que incluye a Estados Unidos, Francia, España y varios países latinoamericanos reevaluará la situación del país caribeño y buscará asegurar que la misión de Naciones Unidas pueda afrontar los desafíos actuales y la estabilización a largo plazo.
Juan Pablo de la Iglesia, secretario de Estado para Iberoamérica, informó de la puesta en marcha un mecanismo de coordinación para acelerar la distribución de ayuda. Con el fin de obviar el cuello de botella que representa la terminal aérea de Puerto Príncipe, sin capacidad para acoger la ayuda que fluye de todas partes, se ha creado una alternativa logística. Los aviones aterrizarán en el aeropuerto dominicano de Barahona, y la carga se trasladará a Haití por vía terrestre a través de un corredor humanitario por la frontera de Jimaní.
“Hemos entrado en una fase delicada al pasar del rescate de supervivientes a la de distribución de la ayuda. Pese a la demora en la entrega de alimentos, la población ha tenido un comportamiento ejemplar. Los saqueos han sido puntuales, esporádicos. La eficacia en la distribución es el mejor antídoto para mejorar en la seguridad”, comentó de la Iglesia.
Una semana después del terremoto los equipos de rescate de supervivientes han dado paso a los de desescombro para recuperar cadáveres. Preocupa el hacinamiento en cientos de campamentos improvisados sin agua ni alcantarillado.
“BLANCO, DAME TRABAJO”
“Blanc, doné mua travay” (blanco dame trabajo), gritaron en creole a este corresponsal cientos de haitianos con los que nos topamos al salir del aeropuerto de Puerto Príncipe. Con manos suplicantes nos mostraban su modesta hoja de vida en una hoja de papel, en la que habían escrito su nombre, profesión, dirección, número de teléfono... Sin agresividad, sin violencia, se agolpaban a nuestro alrededor pidiendo trabajo. Están tan desesperados por la situación, sin casa, sin comida, sin bebida, sin dinero y sin nada que hacer, que creen que cualquier blanco (el 95% de la población es de raza negra, el 4% es mulata) les podrá proporcionar un empleo.
Aunque les decíamos una y otra vez que éramos periodistas, seguían enseñando las hojas de papel. “Por favor, por favor”, repetían mientras estrechaban el pacífico cerco. Decían a gritos que en Puerto Príncipe están desocupados, sin nadie que los emplee. Insistían en que todo está destruido. Para poder salir del tumulto, junto con un compañero de El Mundo, subimos en unas pequeñas motocicletas que utilizamos como taxis. La gente no intentó detenernos cuando el chófer arrancó. Pero muchos nos siguieron unas decenas de metros insistiendo en que recogiéramos su historial.
“HEMOS SACADO FUERZAS DE DONDE NO TENIAMOS”
PUERTO PRINCIPE JOAQUIM IBARZ (ENVIADO ESPECIAL)
Han salvado muchas vidas y han ayudado a nacer a muchos bebés. Dos médicos, cuatro enfermeras y dos técnicos sanitarios del Sistema d’Emergències Mèdiques de Catalunya (SEM) trabajan hasta 24 horas al día para curar heridas terribles de los sobrevivientes del terremoto del pasado día 12.
Al llegar el pasado jueves al Hospital de la Paz de Haití, el médico anestesista Josep María Soto Jarque encontró un cuadro desolador. Y no sólo por los muertos y heridos. Las mitad del centro estaba derruido; las salas y quirófanos que quedaron en pie apenas estaban operativas, la falta de medios daba ganas de llorar.
El médico barcelonés cuenta a “La Vanguardia que lo primero que hizo fue organizar el funcionamiento del hospital. Un grupo se encargó de seleccionar y clasificar a los heridos que no paraban de ingresar.
“Pronto pudimos empezar a repartir a los enfermos por las diferentes áreas. En una catástrofe como ésta, era muy importante poner orden en el hospital. Para que una gestión de emergencia sea eficiente tienes que tener buena organización”, señala el médico del SEM.
El personal del SEM trabaja en el Hospital de la Paz con unos 50 médicos y enfermeras de otras comunidades españolas, que colaboran estrechamente con cirujanos cubanos. En total el equipo español está compuesto por dos cirujanos, dos anestesistas, un traumatólogo, un pediatra, médicos de emergencia, enfermeras…
“Hemos formado un equipo bien coordinado. Cada vez tenemos más gente y más material. Los quirófanos funcionan las 24 horas, nos turnamos cada 12 horas salvo que se presente una emergencia, que suele pasar a menudo”, comenta el doctor Soto.
Al principio sólo disponían de dos quirófanos, pero ya han podido habilitar otros dos en las salas del hospital.
“La mayor parte del trabajo es con pacientes con heridas infectadas muy graves. Hechos hecho decenas o centenares de amputaciones de miembros para salvar vidas. Las heridas vienen muy infectadas. Nunca había ni imaginado una catástrofe como ésta. Pero nuestras familias deben estar tranquilas. Estamos bien, contentos de ayudar a gente que no tiene nada”, señala el doctor catalán.
El jardín del hospital está ocupado por enfermos con heridas menos traumáticas. Una semana después del seísmo, todavía ingresan damnificados con piernas gangrenadas o con lesiones graves en la cabeza.
“Esta semana ha sido muy dura, pero hemos sacado fuerzas de donde no teníamos”, comenta la enfermera Mercedes Val, del equipo del SEM. “No podíamos desfallecer ante tanta tragedia. Mi trabajo consiste ahora en clasificar a los pacientes que ingresan al hospital. De manera rápido los derivo al especialista. Los primeros días trabajamos como 18 horas seguidas. Nuestra labor acá es muy diferente a lo que hacemos en Barcelona. De esta experiencia hemos aprendido mucho profesional y humanamente. Me ha gustado venir a ayudar a esta gente tan buena, que ni se queja de sus desgracias. En Cataluña no valoramos lo que tenemos”, comenta la enfermera.
“Devastador”, dice África de la Luz, otra enfermera del SEM, al calificar lo que vio al llegar a Puerto Príncipe. “La imaginación no me habría permitido imaginar lo que nos encontramos acá. Es impresionante ver lo que los haitianos llegan a aguantar. A nosotros nos ha dado alegría el haber podido asistir a varios partos en medio de tanta tragedia. Ha sido la cara amable de esta pesadilla”, dice África de la Luz.
En el Hospital de la Paz también colaboran varias monjas españolas de la orden de las Hijas de la Caridad de San Vicente Paúl, que se encontraban en el interior del país cuando se produjo el terremoto.
Según la cordobesa Rosa María Sánchez, las religiosas llegaron al hospital para realizar cualquier trabajo. “Lavamos, fregamos, limpiamos a los enfermos… Las monjas también somos enfermeras y podemos ayudar”. La hermana Natalia Martínez, una valenciana que lleva 19 años en Haití, comenta que el país tardará muchos años en recuperarse. “Sin una ayuda externa muy generosa, Haití por sí solo no podrá levantarse. Aquí ya había mucha pobreza, ahora la mayoría ha perdido lo poco que tenía. Venimos a Puerto Príncipe a buscar a la hermana Brigitte, una religiosa haitiana que estudiaba en la Universidad cuarto año de Ciencias de la Educación. Estaba a punto de licenciarse cuando murió por el terremoto. Una gran pérdida. Hoy la enterramos”.
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