Wednesday, August 27, 2014

[RED DEMOCRATICA] Re: 100 Años Cortazar--La dimensión poética de Cortázar--México en las cartas de Cortázar

 








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Entre los centenarios insoslayables del presente año está, por supuesto, el de Julio Cortázar, de quien además se conmemoran tres décadas de su muerte física, y conviene subrayar esto último pues, a despecho de algunos que han querido relativizar o ver disminuidas la influencia y la vigencia de la escritura cortazariana, el querido Julio no ha dejado de ser Alguien que anda por ahí, mientras lo más seguro es que sus nuevos detractores –los cuales le sobraron en vida al autor de la inmortal Rayuela– muy pronto pasen al dulce olvido, Cortázar dixit. Los textos de Andradi, Coronado y Valle celebran, desde tres diferentes puntos de vista, este primer siglo del Cronopio. Publicamos además un ensayo de Annunziata Rossi en conmemoración de otro centenario cumplido este año: el del inicio de la segunda guerra mundial, conocida también como la Gran guerra.

Xabier F. Coronado
En nuestro tiempo se concibe la obra literaria como una manifestación poética total, que abraza simultáneamente formas aparentes como el poema, el teatro y la narración.
Julio Cortázar
La literatura es un arte que mantiene en su seno familiar íntimas relaciones fraternales. Hay poesía en la novela y narrativa en muchos poemas; en el teatro hay fábula y algunos dramas están escritos en verso. Generalmente los narradores muestran una vena lírica, aunque no sea su inclinación manifiesta, y los poetas dejan su huella en cada línea que escriben sea el formato que sea. En definitiva, muchas veces es la estructura lo que determina, pero el texto literario cultiva en sí mismo todos los géneros.
Un poema se puede percibir como la narración de una historia, por ejemplo estos versos de Bukowski que, al leerlos, se convierten en relato: "Hoy/ conocí a un genio en el tren/ como de 6 años de edad;/ se sentó a mi lado y/ mientras el tren/ avanzaba a lo largo de la costa,/ llegamos hasta el océano./ Entonces él me miró y dijo:/ 'no es hermoso'./ Fue la primera vez/ que me percaté/ de ello."
A su vez, también podemos declamar un texto en prosa y los oyentes apreciarlo en hechura de estrofas y versos. Es interesante hacer la prueba con el famosísimo capítulo 7 de Rayuela: "Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas."
Rara vez un escritor se limita a cultivar un solo género literario, aunque casi siempre hay una faceta de su trabajo que lo identifica. Todos reconocemos a Cortázar por esa portentosa construcción multiforme que es Rayuela; muchos, por sus inquietantes cuentos donde los límites se diluyen dentro de un marco esférico, inestable y perfecto; los menos lo aprecian por sus poemas formales y su poesía amorosa, inquieta y expresiva. Lo cierto es que si leemos los cientos de páginas del volumen IV de sus obras completas, Poesía y poética (Barcelona, 2005), no nos quedarán dudas sobre su indiscutible condición de poeta. Porque desde su infancia
Cortázar escribía poemas; sin embargo, de los veinticinco libros que publicó apenas cuatro eran de versos. El primero de todos estaba lleno de sonetos y el último es una recopilación de poemas; en medio, una obra literaria singular y heterogénea donde nos fue filtrando su poesía de diversas maneras.
Vida y obra
Escribir y respirar no son dos ritmos diferentes.
Julio Cortázar
Cortázar tuvo una particular relación con los géneros literarios. De niño la poesía le fluía como lenguaje propio: "Una facilidad inquietante (no para mí, para mi madre que imaginaba plagios disimulados) a la hora de escribir poemas perfectamente medidos y de impecables rimas"; y a pesar de que poseía esa esencia lírica, casi siempre encubrió su dimensión de poeta. De la etapa argentina nos queda un libro de sonetos, Presencia (1938), que el autor firmó con el seudónimo de Julio Denis. En Europa publicó dos poemarios en diferentes épocas: Pameos y meopas (Barcelona, 1971), Le ragioni della collera (Roma, 1982), pero incluyó poemas en muchos otros libros donde también gustaba de escribir prosa poética, lo que llamaba prosemas.
Lo curioso es que Cortázar guardó durante décadas escritos y apuntes tomados aquí y allá: "Poemas de bolsillo, de rato libre en el café, de avión en plena noche, de hoteles incontables." Al final de su vida nos los dejó como regalo de despedida, recopilados en un volumen cuajado de poemas, Salvo el crepúsculo (México, 1984), que toma su nombre de un haikú de Matsuo Basho: "Este camino/ ya nadie lo recorre/ salvo el crepúsculo."
Este libro no es una autobiografía en formato de antología poética –"recelo de lo autobiográfico, de lo antológico"–; se trata del último experimento de Cortázar, "un discurso del no método" sobre su manera de hacer poesía; una obra elaborada y organizada siguiendo la intuición y la certeza que dieron al escritor sus años de experiencia: "No aceptar otro orden que el de las afinidades, otra cronología que la del corazón, otro horario que el de los encuentros a deshora, los verdaderos." El resultado es un volumen imprescindible para conocer a Cortázar, donde los versos se alternan con textos en prosa que son comentarios sobre su forma de construir el libro y las sensaciones que, después del tiempo, le transmiten sus poemas; y a pesar de que un amigo le decía, "todo plan de alternar poemas con prosas es suicida", el autor nos confiesa: "Sigo tercamente convencido que poesía y prosa se potencian recíprocamente y que lecturas alternadas no las agreden o derogan."
De esta manera Cortázar trazó el círculo de su obra literaria con comienzo y final poético. Una narrativa que recorre su camino a fuerza de lenguaje, de palabras que abren y cierran eslabones de historias y personajes que se concatenan; literatura pura, inquieta en su forma, exploradora de territorios vírgenes, repleta de búsquedas y encuentros, trasgresora y pionera.

Ilustraciones de Gabriela Podestá
Julio Cortázar también fue circular en su itinerario vital: nació en 1914 Bruselas, en plena guerra europea: "Mi nacimiento fue un producto del turismo y la diplomacia"; después de pasar por Suiza y permanecer unos meses en Barcelona llegó con cuatro años a Argentina. Vive su infancia y juventud en Buenos Aires, a los treinta y siete años regresa a Europa y reside en París hasta su muerte, en 1984. De niño fue un lector compulsivo que intentó componer un poema épico que relatara la historia del hombre sobre la Tierra. Maestro y profesor de literatura en ciudades de provincia, a los veinticuatro años publicó el ya referido poemario Presencia, y después sus primeros cuentos: "Llama al teléfono, Delia" (El despertar, octubre 1941) y "La bruja" (Correo Literario, 1944). En Los Anales de Buenos Aires, revista literaria dirigida por Borges, aparecieron dos relatos: "Casa tomada", ilustrado por Norah Borges en 1946, y "Bestiario" (1947), que tiempo después daría título a su primer libro de cuentos. También publicó ensayos literarios, entre ellos un artículo sobre Rimbaud en la revista Huella (1941); otro titulado "La urna griega en la poesía de John Keats" (Revista de Estudios Clásicos de la Universidad de Cuyo, 1946) y "Teoría del túnel", un interesante trabajo donde manifiesta que la narrativa debe fundir el surrealismo con el existencialismo y la poesía con la prosa: "Una novela comportará la simbiosis de los modos enunciativos y poéticos del idioma."
En 1948 obtuvo el título de traductor público de inglés y francés, y escribió dos novelas que no serían editadas hasta después de su muerte: Divertimento y El examen (1986). En 1949 publicó Los reyes, un poema dramático concebido como obra de teatro, que pasó desapercibido en su época. En 1951 se instala en París, donde trabaja como intérprete para la Unesco. Sus traducciones de obras literarias, entre ellas textos de Poe, Gide y Chesterton, tienen la solvencia del profesional y del escritor; esa maestría se comprueba tanto en el Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, como en las inolvidables Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar: "La traducción me parece fascinante como trabajo paraliterario o literario en segundo grado."
Julio Cortázar fue un escritor prolífico y audaz. En su obra destacan los libros de relatos: Bestiario (1951), ocho cuentos que contienen el germen de su mundo narrativo, donde "por primera vez me sentí realmente seguro de lo que quería decir". En Final del juego (1956) encontramos un Cortázar "más maduro y exigente", que ya llevaba cinco años de vida en París; Las armas secretas (1959) incluye relatos como "El perseguidor", un homenaje al saxofonista Charly Parker, que es uno de los momentos cruciales de su narrativa, y "Las babas del diablo", que sirvió de base a Antonioni para su película Blow-Up (1966). Siguieron Todos los fuegos el fuego (1966), Casa tomada (1969), Octaedro (1974) y Alguien que anda por ahí (1977), que contiene "Apocalipsis en Solentiname", relato de su encuentro clandestino en Nicaragua con Ernesto Cardenal y Sergio Ramírez. Con Queremos tanto a Glenda (1980) y Deshoras (1982) concluye una de sus facetas más geniales, la de cuentista.
Son bien conocidas las novelas que Cortázar publicó en vida: Los premios (1960), que fue escrita durante un viaje en barco de Europa a América; Rayuela (1963) y sus derivados, 62 Modelo para armar (1968), un experimento literario que tiene como eje articular un poema ("En la ciudad") y La casilla de los Morelli (1973); por último, El libro de Manuel (1973), que desarrolla temas políticos y humanistas.
La obra de Cortázar nos sorprende con libros experimentales, auténticas misceláneas que incluyen textos de todos los géneros, imágenes fotográficas, pinturas y dibujos, que dejan constancia de su lucha incansable por ensanchar la literatura, donde trasgresión e innovación son punta de lanza. Entre otros podemos citar: Historias de cronopios y de famas (1962); La vuelta al día en ochenta mundos (1967); Ceremonias (1968); Último round (1969); Viaje alrededor de una mesa (1970); Prosa del observatorio (1972); Fantomas contra los vampiros multinacionales, historieta publicada en el periódico Excélsior (1975); Silvalandia, con textos inspirados en dibujos de Julio Silva (1975); y Un tal Lucas (1979), conjunto de notas, poemas y apuntes de un alter ego del autor.
La responsabilidad del poeta
Hablo de la responsabilidad del poeta, ese irresponsable por derecho propio, ese anarquista enamorado de un orden solar y jamás del nuevo orden.
Julio Cortázar
Julio Cortázar es un agitador literario que creó un género propio lleno de experimentación y cargado de oficio. Según su criterio, el escritor debe ser un explorador, una persona que va delante abriendo brecha: "escritores que entiendan y vivan su tarea como las máscaras de proa,/ adelantadas en la carrera de la nave, recibiendo/ todo el viento y la sal de las espumas"; que ejerce de investigador imaginativo y artesano del lenguaje, porque el verbo, además de ser la materia que integra el cuerpo de la literatura, también es la herramienta con la que hay que explorar y construir el universo literario: "Ser escritor/ poeta/ novelista/ narrador/ es decir ficcionante, imaginante, delirante,/ …/ quiere decir en primerísimo lugar/ que el lenguaje es un medio, como siempre,/ pero este medio es más que medio,/ es como mínimo tres cuartos./…/ y hay otra cosa, simple y grave:/ no se conocen límites a la imaginación/ como no sean los del verbo,/ lenguaje e invención son enemigos fraternales/ y de esa lucha nace la literatura." (Un tal Lucas)
Desde Presencia, su primer libro, Cortázar comienza un camino literario donde late una dimensión poética que mantiene el pulso a lo largo de un trayecto que culmina con la publicación de Salvo el crepúsculo. El recorrido intermedio es el viaje vital de un poeta comprometido, consigo mismo y con los demás, como creador literario y persona social: "Para mí la poesía es una piedra de afilar, prepara siempre alguna cosa para el combate de adentro o de afuera." Un camino que transita por estaciones que tomaron forma de libro y no se sujetaron a un diseño establecido sino que asumieron el riesgo de experimentar y construir. El resultado es una serie de edificios únicos, en los que la arquitectura literaria se reinventa gracias a la magia del maestro que domina a la perfección el uso singular de las palabras.
En su obra siempre se vislumbra al poeta en busca de versos que funcionen como puente entre realidades diversas, para ir más allá de la percepción unívoca y hacer un mestizaje de lo evidente con lo mágico, de lo rígido con lo voluble. En el centenario de su nacimiento, Cortázar se mantiene a la vanguardia porque sus textos son visiones que se cuelan en la estructura lineal del mundo previsible, por un hueco que permite otros enfoques. Una apuesta clara por lo natural frente a lo retórico, por lo marginal como anverso de lo estrictamente profesional, por la improvisación y la ruptura frente al aburrimiento de los esquemas comunes. En definitiva, la escritura con factor de riesgo, un peligro real para la continuidad del orden establecido.
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México
en las cartas de Cortázar
Ricardo Bada
Quinientas cincuenta y tres veces se menciona a México y/o a los mexicanos en la correspondencia de Cortázar, y el espacio de un artículo es deveras insuficiente para lo que, con clamorosa evidencia, está pidiendo un ensayo. Pero un artículo sí ofrece espacio bastante como para aproximarnos al tema con un par de buenos ejemplos.
El primero de ellos, y el primero de todos, se encuentra en una carta del 14/VI/1952, desde París, a su mejor amigo, Eduardo Jonquières, en Buenos Aires. En ella le platica que acaba de escribir dos cuentos, uno de ellos el más mexicano de todos los suyos, "Axolotl". Luego le refiere que acudió a una exposición de Tesoros de la Edad Media en Italia, donde descubrió un Cristo de Andrea Pisano con "los brazos en alto y la cruz también: Y. Aquello adquiere un ímpetu de vuelo casi terrible." Y que le dijo a Sergio, un amigo común: "Si yo fuera pintor o escultor, iría más allá: ¿por qué no tallar un Cristo que sea a la vez su propia cruz? [...] Cuatro días después entro en una inconcebible exposición de arte mexicano en el subsuelo del Musée d'Art Moderne. En una sala de obras coloniales veo mi idea realizada por un imaginero indio: una terrible cabeza de Cristo que se continúa por la cruz en sí. Créeme que tuve casi miedo."
Dos años más tarde, en una carta a Damián Bayón, crítico de arte e historiador argentino, fechada también en París, 20/VII/1954, le pregunta: "¿Vas a escribirnos desde México? México es uno de los países que están en mi lista, pero pasan los años sin que me llegue la hora de ir a verlo. Si por casualidad conoces o ves a Orfila Reynal, dale muchos saludos míos. Y lo mismo a Octavio Paz, que es un muchacho simplemente extraordinario, y todo un poeta." Al final se despide así: "Hasta siempre, Damián, y escríbenos desde algún rinconcito mexicano, entre dos chamales (no sé lo que son pero suena a mexicano)."
Dos meses después, siempre desde París, el 27/IX/1954, le escribe a Alfonso Reyes: "Muy querido maestro: Emma Susana Speratti Piñero y Ana María Barrenechea me han enviado la carta que Don Alejandro Quijano remitió a usted el 7 del corriente, y la cual consiente en otorgarme una credencial como colaborador de Novedades. No me será fácil encontrar las palabras para darle a usted las gracias por su generosa intervención en este asunto, cuyo buen éxito habrá de permitirme continuar residiendo en París. Ahora más que nunca siento de veras no haber tenido el gusto de conocer a usted personalmente, pues me hubiera sido más fácil decirle hoy por carta lo que valoro su gesto, y todo lo que representa para mí. En los días que usted vivía en Buenos Aires yo era demasiado joven para acercarme en otra forma que a través de sus libros. Y hoy me separan muchas aguas y muchas tierras de su mano que, sin embargo, se ha tendido hacia la mía y que estrecho con tanto cariño y tanta admiración. De todos modos Emma y Ana María que me conocen bien, sabrán decirle mucho más de lo que hallará usted en estas malas líneas. Delego en ellas la forma viva y presente de mi gratitud y mi amistad. Acepte el gran abrazo de quien lo admira y lo quiere, Julio Cortázar."
A Eduardo Hugo Castagnino, 15/VII/1955: "Espero la aparición de un libro [Final del juego, Los Presentes, 1956], que me están editando en México, donde de golpe han aparecido unos admiradores que se han hecho cargo de la edición, con particular regocijo por mi parte.
Ya tendrás un ejemplar, si no me despierto antes y descubro que era un sueño."
A Eduardo Jonquières, 27/V/1956: "El libro de cuentos está por salir en México; me prometen ejemplares para este mes o el que viene. (Los relojes aztecas son tan blandos como los de Dalí, y sus calendarios deben responder a la teoría de la expansión del universo)."
Cartas de un hombre en París
A Paul Blackburn, 20/IV/1958: "Lo único que se me ha escapado de tu traducción es 'una caballeriza llena de mexicanos'. Sé que los mexicanos aman mucho a los caballos, como los argentinos, pero un establo lleno de mexicanos es demasiado para mí. Me he quedado muy perplejo."
A Carlos Fuentes el 7/IX/1958 sobre La región más transparente: "No siendo mexicano, ignorándolo todo del ambiente que suscita y refleja a la vez una novela como la suya, tengo ventajas y desventajas igualmente peligrosas con respecto a los lectores de allá. Las desventajas son obvias, [...] pero, en cambio, creo tener alguna ventaja que quizá falte allá: en primer lugar la falta de compromiso con esa realidad en que usted está comprometido y, dentro del mismo juego, todos los lectores mexicanos. Puedo leer el libro como si fuera una novela de, digamos, Joyce Cary o Boris Pasternak; ¡qué diferencia cuando me llega de Buenos Aires alguna tentativa de explicación o crítica de los problemas argentinos!"
A Amparo Dávila, 25/I/1964: "Me maravilló la película Memorias de un mexicano, que sin duda conoces; jamás me hubiera imaginado que existían tantos documentos gráficos de la revolución, y que algunos fueran tan hermosos."
A Paco Porrúa, 19/V/1964: "¿Conocés a un crítico de Excélsior, de México, llamado Francisco Zendejas? Se mandó tres artículos seguidos sobre Rayuela, a cual más delirante, y acabó diciendo que el libro era la declaración de independencia de la literatura latinoamericana. Pues mira, mano, cómo vamos mero mero..." Y al mismo corresponsal, el 4/IV/1966: "Un mexicano quiere filmar Rayuela. ¿Locura, hongos halucinógenos [sic] o sonso nada más?"

Ilustraciones de Gabriela Podestá
A Julio Silva, 23/VIII/1966: "Trabajo mucho en La vuelta al día en 80 mundos, que así se llamará el libro-collage que saldrá en México el año que viene. Nada me haría más feliz que contar con tu consejo y ayuda para la diagramación de ese libro, que será una especie de almanaque de textos cortos y muy diversos, un libro para cronopios. El editor me da bastante carta blanca para meter viñetas, mapas, galletitas secas, gatos disecados, etc. Además me propone cajas fabulosas, incluida una de 24 x 20, que es una exageración."
A Francisco de la Maza, 4/VI/1967: "Quiero agradecerle su hermoso Antinoo, que acabo de leer en estos días. Desde luego, un libro a tal punto exhaustivo es de por sí un documento de un valor fuera de lo común; pero en su caso, afortunadamente, hay mucho más que eso, hay la presencia continua de un escritor y un artista, de alguien para quien el tema resulta evidentemente consustancial."
A Paco Porrúa, el 26/VII/1967, le habla de la editorial Siglo XXI, que va a publicarle La vuelta al día en 80 mundos: "Parece muy dinámica, y en todo caso ha hecho todo lo posible por demostrarme que hasta mis zapatos viejos pueden ser editados ventajosamente en México."
Y el 21/I/1968, al mismo corresponsal: "Me alegró lo que me decís de La vuelta al día, que está muy lejos de ser un libro 'importante' pero en cambio tiene, creo, muchas páginas divertidas. En México y en Cuba el libro es una especie de explosión, y me dicen que también en la Argentina. En todo caso yo tengo aquí ríos de cartas con toda clase de comentarios, desde el amor hasta el insulto."
A Roberto Fernández Retamar, desde París, 20/I/1968: "Octavio Paz renunció a su cargo de embajador después de la masacre de México. Me manda un poema y una carta que explica y da su terrible y hermoso sentido al poema." Y el mismo día, a Omar del Carlo: "Hiciste bien en divertirte con lo que llamas mi malhumor subterráneo, porque en todo caso no estaba dirigido contra vos ni mucho menos. Estos son tiempos de malhumor metafísico, histérico, lo que quieras: Biafra, México, Vietnam, las opciones son diversas. En todo caso, perdoname la posible brusquedad; te repito que nada tiene que ver con vos."
A Paul Blackburn, 19/XI/1968: "Como recibo más dinero que antes, de México, la Argentina y ahora de los Estados Unidos, confío en poder trabajar menos en la Unesco y otras mierdas."
A Eduardo Jonquières, 1/VIII/1969: "Maduro despacito la idea de irme a México el año que viene; de golpe tengo tanta libertad entre las manos que casi me da miedo."
A Lezama Lima, 16/VIII/1970: "Sí, conocí al poeta [José Carlos] Becerra en Londres, me lo presentó Vargas Llosa, y era tan tímido que llevaba su libro para mí, ya dedicado, y no se animó a sacarlo del bolsillo aunque pasamos una velada juntos; lo dejó en manos de Mario, que me lo entregó más tarde. Su muerte me ha dolido profundamente, y he pensado en la extraña paradoja de que haya encontrado las Tijeras por manejar de noche su automóvil, cosa que no había hecho jamás pues era muy distraído y sus amigos le suplicaban que solamente guiara de día para no perder demasiado el rumbo. Curioso, sí, que el poeta, ese licántropo, no haya podido llegar al fin de la etapa en la oscuridad, que unos faros o una sombra de álamo lo hayan desviado hacia el barranco donde había de matarse."
A Félix Grande, 15/II/1971: "Pues no, viejo, no tengo ningún domicilio de Octavio en México, pero pienso que si le escribes al Colegio de México, en el cual como quizá sabes tiene que hacer un curso este año, la carta le llegará sin problema. La otra solución es escribirle c/o Mortiz. Vi apenas de paso a Octavio cuando vino unos días a París, pues yo estaba ya yéndome a La Habana y todo se redujo a unos tragos y un abrazo."
A Evelyn Picón Garfield, el 15/X/1973: "¿Te acuerdas de esa parte en que te cuento que un señor mexicano, en casa de Allende, juró haberme visto en la TV mexicana, entrevistado por una muchacha rubia? Era en febrero de este año. Pues bien, hace una semana, y por primera vez en mi vida, acepté dejarme entrevistar por la televisión, pues me daba la oportunidad de atacar a la Junta militar de Chile, hablar de Pablo Neruda, y definir mi idea de la revolución en América Latina. Me filmaron aquí, en París, hace seis días. La persona que me entrevistó se llama Silvia Lemus, y es una muchacha rubia. Y me entrevistó para la televisión de México."
A Ana María Hernández, 21/I/1975: "Hubiera sido muy hermoso encontrarnos en París o en otro lado durante tus vacaciones, pero la frase anterior te estará diciendo ya que no será posible esta vez. En febrero (dentro de tres semanas más o menos) tengo que ir a México por la reunión del Tribunal de Helsinki, que se reúne para ocuparse de Chile. Me lo pidieron la Tencha Allende y Carlos Altamirano cuando nos vimos en Bruselas; también estará García Márquez, y no me puedo negar."
A Rosario Santos, 31/III/1975: "En México, después de una semana agotadora de trabajo, pude escaparme en un auto y recorrer todo el país, quedándome en los pueblitos, hablando con la gente y conociendo todo lo que no puede dar la capital."
A Ángel Rama, 16/IX/1975: "Cristina Peri Rossi está en unos líos terribles en España, y tendrá que irse en algún momento porque no le renovaron el pasaporte. Yo le voy a buscar colaboraciones en diarios de México, y te pido que si hay una chance en Caracas, me lo digas. Cristina tiene una cantidad de cuentos y poemas inéditos, y además ha escrito notas periodísticas, reseñas, etc. Sus calidades vos las conocés mejor que yo. Gracias por ella y por mí de antemano."
A Evelyn Picón Garfield, 24/VIII/1976: "Lamento que los puritanismos mexicanos te hayan malogrado un poco las vacaciones; esa gente es en verdad muy extraña y yo no termino de comprenderla. Cada vez que he ido a México, he esperado una especie de revelación sobre su carácter, pero es inútil, me vuelvo a París con la misma ignorancia."
A Ofelia Cortázar, desde Zihuatanejo, el 13/VII/1980: "Estamos en una playa bastante solitaria, pasando nuestras vacaciones con el hijito de Carol. El lugar es bellísimo y el mar azul y caliente, de modo que es perfecto para descansar y tostarse; falta nos hacía después de tantos viajes y tanto trabajo en París." Y una semana más tarde, desde el mismo lugar, le cuenta a Luis Tomasello maravillas de la playa y el sol y el descanso que están teniendo allá. En los mismos términos se expresa en cartas a su madre, el 18/VIII/1980, desde Zihuatanejo, y luego desde San Francisco, el 23/IX/1980: "Nuestro viaje final por México fue muy hermoso. Combinamos autos alquilados con aviones locales para recorrer diversas partes del territorio, y así en dos semanas pudimos ver una gran cantidad de cosas hermosas. Yo ya conocía parte de eso, pero Carol era la primera vez que venía a México, de modo que fue muy agradable mostrarle ciudades, ruinas y paisajes; luego fuimos a otros lugares que yo no conocía, y entonces el placer fue todavía más grande." Un mes después, 23/X/1980, y asimismo desde San Francisco (donde Cortázar ha ido para dictar un curso de literatura en Berkeley), vuelve a decirle a su madre: "Cada vez que pensamos en esta temporada en México nos parece todavía más hermosa."
Last but not least, remataremos esta cosecha de citas con la de una carta a Jaime Salinas, también desde Berkeley y también el 23/X/1980: "Me gustaría mucho que me acusaras recibo de la llegada de este envío, pues aunque el correo de aquí es seguro (el de México me llevó casi al harakiri), lo mismo prefiero estar seguro de que no te has quedado esperando sin que yo lo sepa."




«Se precisan niños para amanecer»
-Daniel Viglietti-


«(...) quizá la Ética sea una ciencia que ha desaparecido del mundo
entero.
No importa, tendremos que inventarla otra vez
Jorge Luis Borges ( Diálogos - Seix
Barral - Barcelona - 1992- pg. 26 )»


Saludos,Melina


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