Monday, February 20, 2012

[RED DEMOCRATICA] No 218, El tormentoso arte de la muerte

 




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"Premio a Mejor Medio Virtual 2011"

 

DIRECTOR: GONZALO MÁRQUEZ CRISTO. EDITORES: AMPARO OSORIO, IVÁN BELTRÁN CASTILLO. COMITÉ EDITORIAL: Fabio Jurado Valencia, Carlos Fajardo Fajardo, Mauricio Contreras. CONFABULADORES: Óscar Collazos, Jotamario Arbeláez, Maldoror, Fabio Martínez, José Chalarca, Rafael Ortega Lleras, Marcos Fabián Herrera, Chócolo, Olga Sanmartín, Freddy González, Gustavo Tatis Guerra, Sergio Trujillo Béjar, Argemiro Menco Mendoza, Guillermo Bustamante Zamudio, Hernando Guerra Tovar, Gabriel Arturo Castro, Profesor Martínez Guerrero. EN EL EXTERIOR: Alfredo Fressia (Brasil); Antonio Correa, Iván Oñate (Ecuador); Marco Antonio Campos, José Ángel Leyva (México); Luis Alejandro Contreras, Benito Mieses, Hermes Vargas (Venezuela); Renato Sandoval (Perú); Efer Arocha, Jorge Torres, Jorge Nájar, Eduardo García Aguilar (Francia); Marta L. Canfield, Gabriel Impaglione (Italia); Luis Bravo (Uruguay); Armando Rodríguez Ballesteros (Costa Rica).

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Con-Fabulación con el asunto "retiro"

Gastón Bettelli interpreta a Boucher

 

Heracles y Omphales (1735) de François Boucher.

Museo Pushkin, Moscú, Rusia. Óleo sobre lienzo, 90 x 74 cm.

 

En una inolvidable entrevista —que realizáramos en 1996— el pensador francés Jean Baudrillard sentenció que "la mujer no ha sido la dueña del deseo, pues ha ido más lejos convirtiéndose en el objeto del deseo", y que "el mundo ha sido sexualizado bajo la forma femenina", propicia y extrema lucidez, que ahora sirve para adentrarnos en el universo erótico del parisino François Boucher (1703 – 1770), a quien rendimos tributo esta semana.

El artista galante, una de las figura más destacadas del rococó y que sostuviera una relación digna de la picaresca con Madame de Pompadour, es también el artífice de varias imágenes icónicas del arte erótico como "Diana después del baño", preciosa caricia visual, "Desnudo en reposo" donde una adolescente recostada (Louise O'Murphy) holla nuestra memoria colectiva desde hace más de dos siglos, y Heracles y Omphales que describe la pasión del gran guerrero mítico por esta mujer que lo llevaría a la servidumbre e incluso a la feminización. Esta última obra, cuya iconografía es abundante, fue trabajada por Tishbein El Viejo, Santi di Tito, Francois Lemoine, Johann Heiss, Lucas Carnach, Peter Paul Rubens y por François Boucher, cuya sensual versión ofrenda aquí el pintor Gastón Bettelli, invistiéndola del poder de la inocencia y de la colorida herencia del Pop Art.

Bettelli, nacido en Módena (Italia) —"en el único lugar donde nadie se voltea para mirar un Ferrari… pues allí los fabrican"– y residenciado en Colombia desde hace varias décadas, elogiado por Alejandro Obregón quien lo definiría como uno de los más notables pintores colombianos, nos envió el siguiente retrato interior para acompañar su mágica y amorosa versión pictórica.

 

"Yo pensándolo bien, realmente quería ser santo o héroe. Todo imberbe poeta quiere ser aquello. Como no encontré donde graduarme en eso me volví pecador. Como la mayoría —dirás tú— caritativo. Cuando vine a Colombia cargaba en mi baúl —pues vine en barco— al mismo diablo. El arte de este país en aquel entonces era muy sano e inocente, todavía se pensaba que para ser artista era necesaria la paleta y el pincel. Pero en mi baúl Marcel Duchamp pensaba otra cosa. Bastaba con sacar un orinal y ponerlo en un museo para hacer arte.

El arte y la belleza no existen, los determina el poder. Si la puntilla donde cuelga el cuadro es del Louvre, es una puntilla diferente. Poderosa puntilla.

Lo de Duchamp es pura criptonita. Sus ideas me hicieron ganar muchos premios como vanguardista importado. Y el discreto voluptuoso encanto de cierto ocasional, muy ocasional, prestigio. Efímera duración de un perfume. Pero en Amsterdam en 1970 tuve una crisis. El culpable: Rembrandt, me hizo su enorme retrospectiva, un renegado de la vanguardia. Culpables también: Piero Manzoni con sus Merde d'artiste y Swartzkloger con sus amputaciones que llevaron a la vanguardia a un extremo tal, donde literalmente no se podía ir más allá en su tremendismo extremo. Conclusión: Rembrandt 2 – Duchamp 1, el score final. Confundido desde entonces no hago sino pincelar por aquí y por allá, eso sí con nostálgica y siempre renovada, devoción. Incendiario de joven, bombero de viejo. La historia de siempre. Y aquí me tienes". G.B.

 

Roco/Pop para François Boucher. Autor: Gastón Bettelli. Año de realización: 2012.

Técnica mixta (Óleo, témpera y acrílico sobre lienzo) 70 x 100 cm.

 

Gastón Bettelli es, junto a Umberto Giangrandi, uno de los sugerentes pintores italianos afincados en Colombia. Elogiado por Obregón, ex-publicista estrella, participante en numerosos libros como El espíritu erótico, Almanaque J Vera Estudio de México, Art Directions Playboy USA, antiguo viajero y catedrático de la Universidad de los Andes, ahora completamente entregado a su universo creativo, ha realizado numerosas exposiciones en Colombia, Italia, Estados Unidos y Ecuador. Estudió en la Academia de Bellas Artes de Roma y obtuvo importantes distinciones entre las que se cuentan el Premio Jóvenes Esso (1964), el Salón Regional de la Universidad del Valle y un Segundo Premio en el Salón Nacional de Artistas (1970).

 

EL JUEGO DE LA INTERPRETACIÓN

Homenaje a las obras maestras del erotismo

Galería Alonso Arte

La exposición en homenaje a las obras maestras del erotismo, se inaugurará el 19 de abril de 2012 en la Galería Alonso Arte (Calle 85 No 11 – 53, Bogotá) y estará hasta mediados de mayo. Allí se podrán contemplar las obras originales de los participantes en esta gran convocatoria plástica y lúdica de Con-Fabulación que ha comenzado a imitarse en otros países. Los febriles artistas poseídos por Eros son:  Eduardo Esparza, Pedro Alcántara Herrán, Ángel Loochkartt, Fernando Maldonado, Luis Cabrera, Adriana Patiño, Gilberto Cerón, Edilberto Sierra, Jim Amaral, Nicolás De la Hoz, Sergio Trujillo Béjar, Germán Londoño, Gastón Bettelli, Carlos Granada, Rafael DussánLeonardo Rodríguez Sirtori, Manolo Colmenares y Augusto Rendón.

 

 

El tormentoso arte de la muerte

Por Amparo Osorio*

La propuesta de prohibir las corridas de toros que hiciera el alcalde de Bogotá Gustavo Petro hace dos semanas, acompañada de una polémica mediática que muchos conocemos, fertilizó la columna de la poeta colombiana publicada a continuación, donde plantea los matices más degradantes de la fiesta brava.

Demasiadas pasiones acongojan al corazón y es por ello necesario aclarar que enfrentarse a una más, controvertida, temeraria, antiquísima y reverenciada por millares de seguidores a lo largo de la historia y en diversas latitudes geográficas, quizá sea articularse a una cadena irreconciliable de defensores y detractores puesto que aquí no hay Nil novi sub sole (nada nuevo bajo el sol).

La tauromaquia sin embargo, precedente de la Edad de Bronce, y desarrollada durante varios siglos como un acto de valentía, se ha convertido en nuestros tiempos en un tormentoso arte de la muerte, mostrándonos tristemente que en los albores de este siglo XXI el hombre, entendido como un "ser humano", con la sublime connotación que esta palabra representa, sigue siendo uno de los más atroces y cobardes exponentes de la especie viviente.

Si las mitologías y algunas religiones sustentaron sus creencias y su fe en el sacrificio animal como halago o ruego a los dioses para soluciones relativas a la recolección de las cosechas, la aparición de los frutos, el cese de las sequías o las inundaciones, la extinción de las plagas, etc., existía en tal acto una profunda validez para que tales sacrificios fuesen consumados, puesto que se trataba en el imaginario colectivo, de la supervivencia de una especie: la humana.

No obstante y con el correr de los siglos, esta ofrenda animal se constituyó en emblema de bárbaros que necesitaban demostrar su hombría, su valor, la nobleza de sus imperios o la hidalguía de sus cunas, prolongándose a nuestros tiempos como la falaz puesta en escena de un espectáculo conducente a la traidora muerte de nuestro juguete momentáneo.

Desdibujado hacia vertientes insospechadas, este "Lanceo de toros" entre cuyos aficionados medievales se encontraban Carlomagno y Alfonso X El Sabio, fue trascendiendo a los reinos de Francia y España, en una inmisericorde expansión que unía extrañamente a la corte y la plebe, para convertirse a partir de la segunda mitad del Siglo XVI hasta nuestros días en un mal llamado "evento cultural" capaz de reunir –como en muy pocas ocasiones– a la aristocracia y al pueblo, en una irónica cita que testimonia sus pasiones de desenfrenada sevicia.

El toro, antaño representante de la fertilidad, de la fuerza, origen del sentido de la protección según la mitología babilónica y representante de la constelación de Tauro, el elegido por los antiguos egipcios para ser embalsamado y colocado en tumbas de piedra por su carácter de animal sagrado, el dios de los cretenses entre cuyos cuernos reposaba la tierra, el responsable según otras culturas del nacimiento de las pléyades, el hijo de Babalón o Isis, un noble entre los nobles por todo lo que representó de grandeza para las antiguas civilizaciones, y cuya, humildad y conmiseración se hunden y desaparecen en la singularidad de todos los valores, nos enseña con su hidalga muerte que no nos hemos separado jamás de las vetas de un destino trágico cuyos orígenes datan de antiguas mitologías, y que amparados en nuestra soberbia de Homus sapiens, hemos perversamente continuado y sostenido para nuestro propio deleite.

Seguimos edificando sociedades cuya bitácora moral no existe, porque la visión temeraria de un pasado inconcluso regido por la barbarie sigue constituyéndose en el precario horizonte con el que se supone se asegurará el porvenir: el del comercio de la sevicia parado sobre el potro de la tortura, en este caso contra las especies desprotegidas que constituyen lo que irónicamente llamamos el "reino animal".

Si para Michel Leiris en uno de sus textos capitales: la fascinación del toreo radica en la fusión entre riesgo y estilo, concepto posteriormente validado por Octavio Paz en Corriente Alterna cuando afirma que: "en el toreo el peligro alcanza la dignidad de la forma y ésta la veracidad de la muerte", es preciso significar que se referían estos geniales autores al hecho de la "fascinación por el espectáculo" como mera expresión estética, en la cual no se evaluaba en su aspecto moral el tortuoso evento.

No son sin embargo los anteriores escritores los únicos que han dedicado significativas páginas literarias al análisis y comentario del toreo. Para José Ortega y Gasset, era "impensable estudiar la historia de España sin considerar las corridas de toros, y en su Historia de las ideas estéticas de España, Menéndez Pelayo define a la tauromaquia, como una: "terrible y colosal pantomima de feroz y trágica belleza". Tampoco se quedaron atrás algunos de los representantes de la Generación del 27, entre quienes sobresalieron las declaraciones de Federico García Lorca con su afirmación de que "los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo", y Antonio Machado que en su obra Juan de Mairena declaró: "Con el toro no se juega, puesto que se le mata sin utilidad alguna, como si dijéramos de un modo religioso, en holocausto a un dios desconocido".

Su relevancia ha sido plasmada también por grandes artistas universales como Goya, Picasso y Manet, entre otros.

Pero alejados de la sagrada irracionalidad que marcó el desarrollo de las sociedades primitivas, otro sin embargo es actualmente el pre y pos escenario de las corridas de toros, que tras el engranaje de viles artilugios en contra de la bestia nos lleva a preguntarnos qué o quién nos permite vulnerar esas fronteras entre espectáculo y arte, entre valor y brutalidad, entre lúdica y sevicia, en síntesis, entre vida y muerte.

Un largo inventario deriva entonces en la hoy llamada "fiesta brava", que compendia la inmensa historia del toreo con sus monumentales plazas, sus más de 20 mil celebraciones taurinas anuales en el mundo, su lenguaje de manoletas, chapolinas, tercios, preseas, trompetas, nobles animales, indultos, etc.,  pero en esta multiplicidad de lo imaginario existen también escalofriantes historias que hablan de cómo se logra una espectacular faena, y entre cuyos tristes preparativos se dice de: encierros en la oscuridad que los hace lanzarse aterrorizados a un ruedo conmocionado por millares de gritos, sacos de arena sobre el cuello soportados durante toda una noche para ser debilitarlos, golpes en los riñones y testículos, ojos impregnados de grasa para que tengan una visión borrosa al instante de salir al ruedo, extremidades sometidas a un ungüento que produce ardor y que impide durante la faena que el animal permanezca quieto.

Improbable o real, es decir ficción moderna para otorgarle el beneficio de la duda, la única realidad, la que se presencia en el ruedo, es la de un animal humillado, lacerado y herido que ratifica con su sangre nuestra arrogancia y ceguera, arrogancia que nos debiera permitir un transformación fundamental de este sombrío espectáculo de muerte, tal y como se ha logrado proceder ya en diferentes países del mundo.

Sería lícito entonces urgir un cambio, clamarlo incluso y en aras del cese de este inútil holocausto animal, promulgar un decreto que prohíba la muerte del toro en la arena.

 

*Poeta, narradora y ensayista colombiana

 

El cazador de instantes

Sobre el libro Huellas en el agua de Antonio Correa Losada 

 

Por William Ospina

Para el poeta a menudo el lenguaje es una red que atrapa cosas, formas en movimiento, emociones que surgen de ellas o que se posan en ellas, peces de la mente, insectos de la fantasía que no parecían llamados a durar pero que la labor del observador detiene en su vuelo, inmoviliza y eterniza. Como suele pasar con las fotografías, lo que no vimos cuando el hecho ocurría puede ser advertido después, en el testimonio que la luz dejó sobre la placa: entonces descubrimos que detrás de la pareja que sonreía iban los tranvías doblando la esquina, que un pájaro se alzaba de una rama, que una nube parecía un barco en el horizonte.

Hamlet le dice a Horacio, para sustentar la existencia del fantasma, que hay más cosas en el cielo y en la tierra que las que puede soñar nuestra filosofía. También podemos decir que hay más cosas ante los ojos que las que los ojos logran captar. Y la poesía de Antonio Correa Losada es esa red que atrapa y fija esos momentos evanescentes de la metamorfosis del mundo.

Huellas en el agua es el nombre adecuado para estos poemas, no sólo porque nos habla de súbitos reflejos, de destellos de la luz en las cosas, y del milagro de las apariciones súbitas, sino también del modo como duran esas cosas en la memoria. Si alguien logró caminar sobre el agua, no habrá huellas que duren más, las huellas del milagro son más resistentes que lo que se escribe en la piedra o en el metal.

 

Años con esta sed

Dice el poeta, y nos hace sentir la extrañeza de la condición humana, del deseo que siempre vuelve, del aguijón de la necesidad que sobrevive a todo lo que nos sacia.

En algún momento nos informa que ha comenzado una nueva zona del zodíaco:

 

Celebramos el nuevo año del gato y de la liebre

 

Pero añade a las iconografías de la cultura las bruscas comprobaciones de la experiencia:

 

El año pasa rápido,

Como zarpazo de felino.

 

Antonio Correa Losada tiene ese arte como oriental del calígrafo que concentra su energía y de repente la libera en un trazo tan eficaz y condensado como un ideograma:

 

¿Dónde están lapidando al insomne?

Nos dice, y sentimos y de verdad la tortura de piedras invisibles, los cantos del reloj, los golpes del metal sobre algo inerme.

Esa continua comprobación del carácter agonista de la realidad, de sus luchas sin tregua, de sus accidentes y sus sobresaltos, es también una manera de confirmar el milagro de la vida, la sucesión ininterrumpida de cosas que florecen y se marchitan, de luces que se encienden y se eclipsan, de realidades que afloran y se hunden.

Se diría que una tensa vigilancia de las mutaciones del mundo y una aceptación valiente de sus leyes cumple aquí el papel de las viejas mitologías: enseñarnos a aceptar lo inevitable del auge y de la decadencia, del esplendor y de la catástrofe. Contra toda ilusión de una vitalidad perdurable, contra el deseo cobarde de una realidad sin sobresaltos, el poeta deja que fluya el río cambiante de Heráclito, y pesca en sus ondas belleza y horror. Así ocurre en este poema que tiene el nombre de un verso de Quasimodo:

 

DE PRONTO OSCURECE

En su opresiva humedad

La piel rancia del pescado

Inunda la desolación

Del medio día

 

Un ave lima

La rumiante mordida

Del que come

 

Salta la sombra inútil

Y la lancha avanza

Muda por el río

 

Alguien pasa golpeado

Por los troncos

 

Un olor vegetal  nos abandona

En su vasa tiranía

 

Hay poemas que transcurren todos en la alcoba sellada del alma, donde ocurren cosas lóbregas, como alternando formas de Poe y de Kafka:

 

Solo cuervo en dintel miro que bajas

Vestal llegando coronada de insecto 

 

Y las palabras dan testimonio de las rutinas negras del tiempo:

 

Oscuro proceder de ser negado

Mirador de aquelarre de la vida

 

Donde el placer es a la vez evasivo, insistente e inevitable:

 

Mariposa

Tu sexo choca torpe

Avasallante 

Y no tiene ventana la pieza de mi hotel

 

Este es un arte que sabe describir con nitidez y con belleza realidades muy complejas:

 

Ante innombrable gente que vive bajo el agua

En el rojo tenaz de la demencia 

 

Que nos hace sentir con facilidad la consubstancialidad de los seres:

 

Y se renueva el gozo

Como gato erizado por el roce

 

Y que a veces enuncia la sospecha de que hasta la vaguedad de las cosas es voluntaria, de que no es un accidente:

 

Todo sucede

Con segura y buscada imprecisión  

 

Esta es la manera como nos hace sentir la lucha del desorden moderno con los equilibrios del mundo clásico:

 

Junto a una catedral con música

He construido ruidos que ensordecen 

 

Yo celebro estos poemas perspicaces, reveladores y estimulantes, en los que el lenguaje no es nunca inocente, donde todo se ha gestado largamente, y se ha fermentado y se ha destilado en licores densos y finos:

 

DE VOLCANES DORMIDOS

Cenizas cubren el corazón

 

La nieve  el amor

Resbalan en monedas mordidas

Por el arrepentimiento de mi boca

Su limo endurecido

Envuelve mi sexo

 

Mujeres por la calle desierta

Tejen a su paso una cuerda de orugas

 

Desnudo bajo el abrigo

Martillo las tablas de un cajón

 

Terrones caen y golpean

Uno tras otro

La cabeza impasible del deseo

 

Inútil ejercicio de ofrendas

Y palabras

 

Cenizas

 

Mares de agujas

Asfixian mis pulmones

 

El aire con crueldad

Empuja la mano que asesina

 

Aquí los "volcanes dormidos" son las pasiones guardadas, los sentimientos acallados, el cuerpo contrariado, las pesadillas, la muerte que nos trabaja día a día, el modo como combatimos nuestros impulsos, y todas esas cosas guardadas y sepultadas en ceniza al final producen sus efectos sobre la realidad como si fueran ya fenómenos de la naturaleza.

Mágicamente somos víctimas de eso que el poeta llama:

 

Toda esa fácil peste de los sueños

 

Pero esa enfermedad no siempre es maligna, a veces nos ayuda a descubrir lo esencial:

 

Iguanas extienden un sueño verde

Y desaparecen

 

Dice de pronto el poeta. Y ¿quién no ha sentido ese esplendor casi onírico de unas criaturas que cuando están quietas parecen eternas y cuando se mueven ya no existen?

He venido a celebrar estas Huellas en el agua, de Antonio Correa, y al caminante que paseando por ciudades rodantes, en donde todo es inestable, ha sabido dejar huellas que permanecen sobre una superficie que escapa.

 

(Quito, LIFE Club, diciembre 2 de 2011)

 

CARTAS DE LOS LECTORES

 

GERMÁN LONDOÑO. Confabulados, agradezco de parte de todos los pintores colombianos la difusión que están haciendo a los clásicos universales de la plástica y a los artistas nacionales con el proyecto interpretativo de las obras maestras del erotismo. También al famoso pintor Germán Londoño por su gran versión de Ingres.  Luis Alberto Espinoza, Medellín.

* * *

LA EXPOSICIÓN DEL AÑO. Sin duda la exposición en Alonso Arte de las versiones de las obras maestras del erotismo, debido a la cantidad de clásicos interpretados y a la selección de maestros colombianos, será probablemente el mayor acontecimiento plástico en nuestro país. Están escribiendo un capítulo del arte colombiano. Los animo a continuar con ese tesón y libertad. Luis Fernando García, profesor de Bellas Artes.

* * *

MÁS EROTISMO. Me suscribí hace dos meses a su medio virtual y he venido disfrutando las versiones de nuestros creadores de las obras del arte erótico. He reído mucho con las interpretaciones de Jim Amaral, Luis Cabrera, Fernando Maldonado, Edilberto Sierra y Sergio Trujillo Béjar, por su gran factura y buen humor. Jairo Gutiérrez

* * *

ARTE. Es afortunado que al fin un medio se ocupe de los artistas colombianos y difunda el trabajo de figuras como Nicolás De la Hoz, Eduardo Esparza y Germán Londoño, tres de los pinceles más brillantes y promisorios de nuestro envidioso país. Alba Lucía Castañeda, Cali

* * *

DESDE LA POESÍA. De antemano, quiero felicitarlos y agradecerles por el trabajo periodístico que han venido realizando y por ser videntes preocupados por la palabra clara y precisa. Su periódico me llega por un amigo en común, pero no tengo la posibilidad de leerlo semanalmente, me gustaría que me vincularan en sus contactos de ser posible. Un saludo desde la poesía. Alexander Torres

* * *

SELVA VIRTUAL. Estupendo, maravilloso el ensayo de Fabio Martínez sobre la selva virtual. Un cordial abrazo, N. Sandoval - Vekarich Neftali. Belgrado.

 

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