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Casi un nuevo Cordobazo

diciembre 5, 2013

Decir o transmitir cómo nos sentimos los cordobeses luego de vivir horas terribles con motivo de los actos de saqueo y vandalismo, resulta algo sumamente doloroso. Pero más doloroso e incomprensible resulta comprobar la manera que el gobierno central se ha desentendido de Córdoba, ignorando que ésta es un pedazo de Argentina, una entraña viva, una parte de su alma indivisible.

Muchos cordobeses tienen en este momento similares sentimientos a los que tenían en su época dos grandes intelectuales. Uno es Miguel de Unamuno que decía una frase que era su divisa moral: "Me duele España" y la de nuestro compatriota Leopoldo Marechal que acuño la suya que reza: "La Patria es un dolor que aún no tiene nombre".

Luego de haber vivido estos graves acontecimientos, estas dos frases traducen el sentimiento general de los cordobeses que han visto con impotencia que la Nación no ayudó a Córdoba, pese a que el gobernador y sus colaboradores en forma acuciante pidieron esa ayuda que no vino en circunstancias en que corrían peligro muchas vidas humanas.

Los momentos de zozobra y temor que vivieron los habitantes de Córdoba, parecen salidos de una novela de terror. Hasta el momento que escribo esta nota y me entero por los noticieros de televisión la noticia de que los policías acuartelados levantaron la medida de fuerza por haber arribado a un acuerdo con el gobierno provincial, aún perdura en el ánimo de los ciudadanos la terrible sensación de desamparo sufrida.

El día 3 de diciembre de 2013 no podrá ser olvidado fácilmente por los cordobeses, ya que los malvivientes quisieron apoderarse de la ciudad de Córdoba para saquearla. Los sucesos vandálicos ocurridos en estos días, hizo recordar al estallido social denominado históricamente "El Cordobazo".

Por un lado, entre este último y los episodios actuales se ha dado una equiparable situación, teniendo en cuenta la ominosa similitud de la actitud del gobierno central que hace oídos sordos al pedido de ayuda de la provincia, como si ésta y aquél fueran territorios o jurisdicciones pertenecientes a distintos países.

Por otro lado, existe una notable diferencia que radica en que en los hechos de El Cordobazo, los habitantes de la ciudad apoyaron y se sumaron a la protesta de los obreros y de los estudiantes que estaban hartos de la del despotismo del dictador Juan Carlos Onganía.

En cambio, hoy día tenemos un enfrentamiento en medio de la sociedad que está dividida entre comerciantes y vecinos que defienden su propiedad y otros vecinos que se han volcado a la calle a saquear y robar todo lo que encontraban a su paso.

La policía de aquella época fue superada por los revoltosos y tuvo que replegarse, por lo cual los efectivos militares del Ejército debieron hacerse cargo del control de la ciudad. Sin embargo, en aquella oportunidad, los soldados no actuaron sino hasta que el caos convirtió a la ciudad en tierra de nadie.

Hoy se sabe que los mandos del Ejército respondían al General Alejandro Agustín Lanusse, a la sazón Comandante en Jefe del Ejército, quien no prestó oídos al pedido de auxilio del entonces Gobernador Carlos Caballero ante la inusitada violencia que se desató como reacción ante la muerte del obrero Máximo Mena que fue alcanzado por un disparo de arma de fuego, al parecer realizado por un efectivo policial.

Las fuerzas del Ejército se hicieron cargo del control de la ciudad bastante tarde, no intervinieron, sino casi al anochecer. Las barricadas y los incendios fueron numerosos, ningún comercio quedó a salvo. La ciudad quedó sitiada.

Los manifestantes no se retiraron sino hasta que vieron avanzar a los soldados que se desplazaban en sentido este-oeste por la avenida Colón y las calles paralelas hasta llegar al centro de la ciudad.

Hoy, los vecinos de la ciudad de Córdoba levantaron barricadas para evitar los desmanes de los delincuentes. Durante El Cordobazo, las barricadas eran contra las fuerzas del orden. Ahora, el desorden se esparce por doquier. Y el gobierno federal, aguarda que la ciudad sucumba, igual que aguarda el buitre que un hombre debilitado sucumba de sed y de hambre.

Verlo al Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, evadir las preguntas que le hacían los periodistas sobre los motivos por los cuales el gobierno central no le envía a Córdoba la ayuda solicitada, no sólo causa estupor sino que hace pensar que sus evasivas forman parte de una siniestra estrategia adoptada, aprovechando la grave emergencia por la que atraviesa el gobierno de la provincia de Córdoba.

Hacerse el desentendido el gobierno central ante semejante tragedia, hace sospechar de un plan orquestado para perjudicar al gobierno de José Manuel de la Sota que no comulga con las políticas del kirchnerismo.

Es obvio que estos hechos no son obra de la casualidad, sino antes bien, producto de una "mano negra" secundada por una mala voluntad, cuyos responsables esperaron a que el gobernador cordobés estuviera fuera del país, para aprovechar la situación de descontento y la salvaje suba de precios, siendo que el poder central es deudor de una abultada deuda que no se le quiere sufragar ni reconocer a la provincia de Córdoba, asunto que urge que la Corte Nacional se expida sin dilaciones.

Hay que tener un duro corazón para negar el auxilio no a un gobierno determinado sino a los propios ciudadanos cercados por vándalos perfectamente organizados. Poder ayudar y no hacer nada, es altamente sospechoso.

Si no, ¿Cómo se explica que el gobierno federal permanezca indiferente ante el triste espectáculo de la desesperación y la desolación de los comerciantes y demás habitantes de la ciudad que tienen un pequeño negocio que lloran impotentes al ver arruinado su futuro y sus expectativas de vida?

Si bien es cierto que esta tragedia ha afectado a Córdoba, no es menos cierto que estos hechos también afectan al resto de la Argentina, pues no se trata de un simple y pasajero percance local, sino que este drama es el drama de todos los argentinos.

Parafraseando al poeta John Donne: "Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra.; si el mar se lleva una porción de tierra, toda la Nación queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente, nunca hagas preguntas por quién doblan las campanas: doblan por ti".

Mutatis mutandis, habría que decir: "Ningún hombre ni provincia argentina es una isla. Ningún argentino está completo si algún compatriota sufre saqueos de los vándalos. Si Córdoba es agredida, toda la Argentina queda agredida y disminuida. Por consiguiente, tú que estás en el Puerto o en el interior, nunca hagas preguntas por quién doblan las campanas: doblan también por ti, hermano".

Lo mismo que le sucedió a Máximo Mena hace 44 años, se repitió con un joven de 20 años que recibió un disparo durante los disturbios. La indignación general hizo que un grupo de vecinos comenzara a su autodefensa y a hacer justicia por mano propia, como lo demuestra la aprehensión privada de un vándalo que se conducía en una motocicleta e interceptaron los vecinos. Este individuo estuvo a un paso de un linchamiento público.

Si el gobierno de Córdoba, logra recuperar –es lo más posible que suceda– el control de la situación, la falta de solidaridad del gobierno central, será una prueba evidente de que a sus miembros no les importa la vida y la seguridad de los argentinos, sobre todo a la Jefa del Estado Nacional, habida cuenta que la Gendarmería Nacional tiene otros fines muy distintos que no coinciden con el bien común y la defensa de los ciudadanos.

Sin que implique una intervención federal, la Gendarmería Nacional y, supletoriamente, las FF.AA., tienen el deber y la obligación de proteger a los ciudadanos acechados por la delincuencia y el odio que genera estar en uno u otro bando, en medio de una lucha insólita y peligrosa para la necesaria estabilidad y continuidad del Estado, so pena de que el vandalismo y la anarquía liquiden los motivos de su existencia.

No intervenir, es también una forma encubierta de golpe de estado. Pues, a todas luces, se trata de un delito de acción por omisión (incumplimiento de los deberes de funcionario público). Quiera Dios que prive la cordura, ya que de lo contrario, la máxima oficializada de esta convulsionada Argentina será: "La locura y la impostura como un doctor dictando su ley a la razón y a la destreza" (Bertrand Russell). Pluguiera a Dios que esta reflexión descongele un poco la frialdad del corazón presidencial.

Luis Illuminati

Córdoba

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