Sunday, May 22, 2011

[RED DEMOCRATICA] Coments.: 22May2011-Gusdtafvo Gorriti-³Hay medios que no hacen cobertura sino guerra psicológica²

 


Domingo-Suplemento de La Republica 22May2011

“Hay medios que no hacen cobertura sino guerra psicológica”

Gustavo Gorriti  es una de las voces más independientes del periodismo peruano. Reportero de investigación, columnista de inconfundible prosa, autor de un libro extraordinario sobre  Sendero Luminoso, el actual director de Ideele Reporteros denuncia la resurrección de la prensa adicta a la dictadura fujimorista  y advierte que la actual campaña es una de las más sucias de la historia  mediático-electoral del Perú.

Por Flor Huilca

Tras el escándalo por el despido de periodistas de Canal N y el repentino cambio de posición de los medios del grupo El Comercio, ¿se ha acentuado o distendido el cerco informativo que hay en la prensa?

–Este cerco ha sido denunciado en forma pormenorizada en el sentido de quiénes, cómo y de qué manera están llevando a cabo los intentos de censura, de presión y de despido de periodistas. Creo que ahora hay mucha más presión; hay que añadir dos casos más de censura informativa: uno en Huancayo y otro en Huánuco. Esa presión puede estar significando algo dentro de la administración de América Televisión, en la que los socios minoritarios como el Grupo La República han planteado cuestionamientos a la manera totalmente sesgada y poco profesional de la cobertura de prensa de este canal. Basta dar una revisión somera de lo que se cubre todos los días para ver que lo que se da en la buena parte de los medios no es una cobertura informativa sino un proceso de guerra psicológica.

–Tomando en cuenta que las concesiones radioeléctricas son estatales y que deben respetar principios éticos, ¿es factible una regulación?, ¿quién debe hacerla?

–En términos generales el peligro de que el remedio sea mucho peor que la enfermedad es muy grande. Por eso se ha planteado con insistencia la necesidad de una autorregulación para que no venga de una instancia burocrática externa. ¿Qué pasa cuando son los dueños los que determinan lo que se hace, ordenan a los gerentes, que a su vez ordenan a los periodistas que hagan un tipo de cobertura? Allí no hay ni por asomo posibilidad de autorregulación. Todos los espacios periodísticos deberían  suscribir un código de ética y principios periodísticos, una suerte de Constitución que establezca los criterios de una cobertura adecuada. Esa es la manera para que el gerente, el ejecutivo de publicidad y el propio dueño no estén en condiciones de decirle al periodista: oye, atácame a este, defiéndeme a este, o pedir que el noticiero empiece con la última evisceración, o gente llorando sus miserias porque eso vende. Lo que hay es una fachada de periodismo libre, que de libre no tiene nada.

–¿Por qué los códigos de ética no son una tradición en la prensa peruana? Más aún considerando la corrupción fujimorista.

–Antes del fujimorato la prensa había experimentado también la confiscación de Velasco. Después vino el proceso de envilecimiento sustantivo que hubo en el fujimorato. En la sociedad en general no se abrieron ni se asimilaron las lecciones de lo que fue el montesinismo. Los protagonistas importantes de esa época están en todos lados. Si enciendes la televisión y aguantas verlo, te vas a encontrar con los mismos rostros que leían los guiones del SIN mandados por Fujimori, más envejecidos y con un intento de reencauche.

–¿Crees que estos personajes reciclados han dejado de lado sus prácticas montesinistas? ¿O están relanzando los mismos procedimientos?

–Imagino que por lo menos debió haber, en varios casos, un proceso de disculpas, contrición y aprendizaje de lo que es el periodismo.

–Si antes operaban comprados por el fujimorismo, ¿ahora a qué intereses responden esos medios?

–Hay un conjunto de problemas diversos en la prensa, sobre todo en la televisión, que parece determinar esa relación muy primitiva entre rating y programación. Si en un noticiero se dan cuenta de que te da más rating sacar la noticia de que un camión tráiler aplastó a un número de gente y dejó sus vísceras regadas, por la cantidad de morbo, de miedo que genera, piensan que eso es lo que hay que darle al televidente. Pensar que eso vale más porque automáticamente te ponen más avisos, crea una relación perversa, un círculo absolutamente vicioso en el cual los valores periodísticos y los valores de la información quedan desvirtuados.

–Pero es eso lo que da rating, eso es lo que le gusta a la gente...

–Con ese criterio podrías buscar convertir en adictos a la comida chatarra a medio mundo y sacar reportajes directos de asesinatos y elevar, cada vez más, el nivel de violencia. El periodismo busca informarle a la ciudadanía de lo que está pasando en los asuntos que afectan su existencia de forma tal que contrapese lo entretenido, lo interesante, con lo relevante, y que ayude a tener una ciudadanía enterada e informada. En Nueva York tienes periódicos amarillos pero también tienes New York Times y Wall Street Journal, que son inteligentes, interesantes, bien escritos y cuando acabas de leerlos sientes que estás informado.

–En campaña, ¿cómo debería actuar la prensa? Varios medios defienden el derecho de fijar una posición, pero han faltado al equilibrio informativo y han mentido.

–Todo medio tiene el derecho, y la ciudadanía le pide que mantenga una posición; no está mal que la tenga pero eso se plantea en página editorial y en la de opinión. La cobertura informativa debe ser imparcial, recoger todos los elementos que permitan entender mejor la realidad. Si tú conviertes la cobertura informativa en propaganda y panfleto le estás negando a la ciudadanía la información. Se debe mantener una clara diferencia entre periodismo informativo y de opinión, y aquí, con frecuencia, la ciudadanía se entera de lo que está pasando mediante las páginas de opinión.



El fujimorismo ha vuelto

–¿Cómo explicarse que diarios de referencia se estén acercando a lo que hacen Correo y La Razón?

–Esos medios son del Grupo El Comercio que, como sabemos, ha tenido cambios en su composición empresarial. Los grupos que ahora tienen el control han impuesto un marcado cambio de línea y han llevado a un diario que sacó la investigación sobre las firmas falsas en el fujimorismo, y que con Canal N tuvo un papel fundamental en romper el cerco informativo del SIN,  a tomar acciones cercanas con la censura y a orientar su información a servir a los intereses de la candidata heredera de la dictadura Fujimori-Montesinos. El hecho que la persona más prominente de ese grupo, Martha Meier  –a quien considero la directora de facto–, haya sido en el 2000 candidata del fujimorismo, creo que explica bastante lo que está sucediendo. En El Comercio ha habido una toma de control por parte de grupos vinculados al fujimorismo.

–En las elecciones municipales dijiste que la campaña presidencial sería mucho más sucia. A la luz de lo que vemos, ¿se ha quedado corta tu apreciación?

–Ha sido lo que esperaba, quizá un poco más porque todavía la campaña no ha terminado. Estamos a dos semanas de las elecciones y van a enseñar algunas cosas que no hemos visto. Esta campaña está entre las más sucias que he visto, me recuerda mucho a la del 2000.

–¿Y el papel de la prensa también?

–Hay una cosa que debí haber dicho antes. Creo que el periodismo tiene el deber, en países de institucionalidad precaria, de defender la democracia incondicionalmente. La democracia es el sistema sin el cual no podemos existir adecuadamente. Si hemos vivido una dictadura como la de Montesinos y Fujimori, y hay una amenaza grande de volver a eso, es perfectamente legítimo que los periodistas y la prensa puedan oponerse en forma clara, que concentren sus investigaciones e informen a la gente. De ningún modo debemos terminar siendo propagandísticos o autores de psicosociales; nuestra arma es la verdad. Nuestro deber ahora es sacar a la luz los hechos relevantes al peligro que vivimos, sacar la verdad del fujimorato y evitar la campaña de engaño y de mentiras que intenta llevar a cabo.

–¿A riesgo de quedarse, la denuncia de la  sospechosa rifa de Keiko, por ejemplo, no tuvo rebote en otros medios?

–Por mi experiencia en el 2000, año en el que había un cerco informativo fuerte y las elecciones eran un poco de lo que vemos hoy, la gente siempre encuentra cómo informarse. Hay un momento en que el estilo, la saturación y la forma de llevar a cabo el periodismo de psicosociales deviene en contraproducente para quien lo produce, y la gente reacciona en contra. En el 2000 la gente se informó y, eventualmente, con bastante claridad. Había un grupo pequeño de cadenas radiales, de provincias, sobre todo La República, y un par de programas radiales que resistían, y todo lo que decían llegaba a un número altísimo de gente.

–Lo que terminaba por romper ese cerco informativo...

–No solo eso. La lucha que había entre un grupo pequeño de periodistas que buscaba romper el bloqueo informativo y la inmensa, pesada, deshonesta, gansteril maquinaria de medios del SIN eventualmente terminó con la victoria de los medios democráticos. La gente quedó muy bien informada y las movilizaciones fueron inmensas a pesar de lo que hacían. Cuando al final de todo salió el video de Montesinos con Kouri, fue la confirmación de lo que ya se sabía.

 –A propósito de ello, ha trascendido la posibilidad de que Mario Vargas Llosa tenga un programa de televisión. ¿Cómo cae su presencia en medio de tanta censura?

 –Eso ha sido planteado por el grupo minoritario de América Televisión: La República, contando, por supuesto, con la aceptación de Vargas Llosa y de productores de primera calidad. Entiendo que está en plena discusión, o la aceptan o la rechazan (El Comercio). Si no la aceptan, creo que tienen que explicarle a la opinión pública por qué rechazan la posibilidad de que nuestro ilustre escritor y uno de los más inteligentes pensadores que hay ahora pueda conducir un programa en circunstancias como las que vivimos.

–Y que ha tenido programas en televisión peruana antes...

–Vargas Llosa no es nuevo en esto; en el pasado condujo un programa de televisión que se llamó La torre de babel. Tuvo mucho éxito y estuvo muy bien hecho. Imagino que no será un programa que dure mucho tiempo pero tendría un efecto de equilibrio necesario.

“No veo televisión basura”

–A propósito, ¿cómo ves a Jaime  Bayly?, ¿ha cumplido el objetivo que tenía su aparición en pantalla?

–No lo he visto. Trato de ver sólo lo indispensable en televisión, lo necesario para estar informado. Trato de no ver televisión basura y programas que son, para usar un término del propio Bayly, el comienzo de mala entraña. Mi trabajo es estar bien informado, dirijo un medio de investigación en la categoría de nuevos medios y créeme que puedo estarlo sin ver televisión basura.


Carlin



“En política nadie dio la talla en el Perú”

Doctor en antropología, docente universitario y acaso el mayor estudioso de la violencia política en el Perú, Carlos Iván Degregori nos dejó para siempre el miércoles tras una larga lucha contra el cáncer. En diciembre pasado concedió la presente entrevista. Aquí, en tono testimonial, revela pasajes de su vida y habla del Perú que quiso tanto. Esta conversación, parcialmente inédita, apareció en enero en la revista Palabra de Maestro.

Por Pedro Escribano

¿Cómo así se arrojó al abismo en esto de pensar el país y sus problemas? ¿Hubo en casa algún intelectual?

–Mis padres son de las cabezadas de la provincia de San Juan de Lucanas, Ayacucho. No eran intelectuales. Yo soy el primer varón profesional de mi familia. Tengo tías y hermanas, que eran o maestras o asistentas sociales, pero de los varones yo soy el primer profesional. ¿De dónde me viene? La verdad, no sé. Tal vez, las personas mayores de mi familia tenían esos ímpetus de que sus hijos se eduquen y sean profesionales. Un deseo muy generalizado en las familias provincianas;  en realidad, en todas las familias.

 –¿Y en qué momento se inclinó por la antropología?

–Cuando me di cuenta de que tenía que seguir algo, entonces había que decidir Ciencias o Letras. Las ciencias tenían más prestigio, sobre todo para las familias migrantes, de clase media, que querían que sus hijos sean ingenieros, arquitectos. Y yo ingresé a la UNI. Pero allí me di cuenta de que yo era más para Letras. Y allí tuve otro dilema: si era más para Literatura o para Antropología. Literatura me gustaba desde chico, pues leía chistes, novelitas, cowboyadas, Tarzán, Superman, y recuerdo los Populibros, libritos muy útiles que publicaba Manuel Scorza. Creo que es el contexto de la época el que me ayuda a decidir por las Ciencias Sociales. Es una época de compromiso social, incluso en los escritores. Era la generación del 50 y de Arguedas. Había leído Los ríos profundos, Yawar fiesta, y me impactaron mucho. Entonces decidí por Sociales, sin olvidar nunca la vena literaria, porque me gusta tanto leer como escribir. También decido movido por el espíritu de la época: los jóvenes teníamos  interés en la política, en el cambio social, la utopía socialista, la revolución cubana.

–Cuando escribía literatura, ¿escribía en prosa o verso?

–Yo  comencé escribiendo cuentitos, pero sólo llegué a publicar un libro de poemas. En los años 70 alcanzo una mención honrosa en el Premio Poeta Joven del Perú, cuando gana José Watanabe. Luego me di cuenta de que eso era en serio, que eres o no eres, que poeta no eres solo los ratos libres. Pero ya estaba metido en Ciencias Sociales y la poesía quedó como una afición mía. Pero eso de escribir también se ha resuelto un poco por la vía periodística.

–Leyó Los ríos profundos, ¿quizás está allí el llamado de pensar el país?

–Sí, mucho. Yo traía toda la vivencia de mis padres. Ellos ya estaban en Lima, pero siempre en vacaciones íbamos a Lucanas. Mi padre era mismo personaje “arguediano”. Los comuneros iban a visitarlo, pues él tenía una tienda de repuestos y un pequeño grifo. Ir a Lucanas era muy atractivo,  sobre todo porque era el mundo de las vacaciones.

–Y en Lima, ¿en qué colegio estudió?

–En La Salle de Lima. Crecí en La Victoria.

–O sea, como dicen, muy de barrio…

–(Risas). Sí, por la primera cuadra de Manco Cápac, en la casa de una tía.

–De su época escolar, ¿recuerda que su formación fue la adecuada?

–Bueno, eso es como en todo: hay luces y sombras. La Salle era un colegio católico, y yo estudié antes del Concilio de Vaticano II, es decir, cuando imperaban las cuestiones arbitrarias. Pero se enseñaba bien, no puedo quejarme.

–De adolescente ¿cómo era? ¿Futbolista, guitarrero, trovador?

–No, más bien tranquilo. Bueno, como todos, a los 13 o 14 años fiestero, pero no llegué –y es una de las cosas que me da pena ahora– a tocar ningún instrumento. Pero fiestas, sí, era lo común.  Yo diría que no fui el gran mataperro  ni tampoco fui un lorna (risas).

–¿De joven fue bohemio?

–Más o menos, ah. Fue una especie de aprendizaje. Curioso, aquí en Lima, con la cerveza y con la fiesta, uno aprende más o menos a manejarse, pero cuando salí de Lima como antropólogo, en el campo, con las comunidades, era el trago corto, el aguardiente, y uno tenía que ser igual a ellos, eso ya era otro nivel. Era graduarte. Era como pasar de primaria a secundaria, y no podías ni rechazar ni quedarte dormido a la mitad. Ha sido un aprendizaje. Estar en cortepelos, cumpleaños y fiestas patronales, eso era bravazo.

La vida universitaria

–En la universidad, ¿quiénes eran parte de la patota?

–He sido un nómade universitario. Primero fue la UNI, después pasé a Letras en la Católica. En esa época, en la Católica, en cada promoción había un grupo de Letras que pasaba a San Marcos, eso era casi ritual, una suerte de fuga. También seguro porque en esa época todavía la Católica era muy conservadora. Por otro lado, San Marcos era excelente, tanto en Literatura como en Ciencias Sociales. En Letras de San Marcos tuve un pequeño grupo de amigos, entre ellos Marco Martos, que era un gran ajedrecista, y era de primera división, y con él también es que yo me metía en estas aventuras literarias. Otro amigo, Jaime Urrutia, que también es antropólogo. En San Marcos hemos tenido buenos profesores, Washington Delgado era un lujo. En Sociales estaba todavía Arguedas, pero no me enseñó.

–¿Alguna vez conversó con él?

–No. Yo le he visto, he estado en alguna de sus clases. Estaban Arguedas, Jorge C. Muelle, Luis E. Valcárcel, José Matos Mar, Alberto Escobar. También  Guillermo Lumbreras, Julio Cotler, John Murra, Martha Hildebrandt en Fonética, que para mí solo se hubiera quedado en eso, era muy buena profesora. San Marcos era toda una meca en Humanidades.

La clase inteligente

–Si nosotros pensamos en las personalidades intelectuales que menciona, ¿qué no hicieron para que este país padezca el atraso, la inmoralidad? ¿Los intelectuales le fallaron al país?

–Primero, los intelectuales es imposible que puedan… digamos, no sé si es  imposible. Pero no pueden ser al mismo tiempo clase dirigente de una sociedad e intelectuales. Tampoco voy a pensar en el intelectual puro, no es de mis tiempos ni creo que hayan existido. Pero como que hay muchas mediaciones entre los estudiosos, los políticos y los dirigentes sociales, que tienen que articularse para producir un cambio social. Y es aquí donde yo creo ha habido desencuentros. Ha habido muchos  que han tratado de dar lo mejor de sí, pero como que no se pudo llegar a hacer el ensamblaje que es necesario para que los poderes sociales se precipiten en un cambio profundo.

–No haber alcanzado este ensamblaje podría ser la respuesta a Zavalita: allí empezó a joderse el Perú.

–(Risas) Ah, es muy posible. La respuesta a cuándo se jodió el Perú es mucho más compleja, pero uno de los factores por los cuales atravesamos todo lo que hemos pasado en las últimas décadas, hasta ahora, es por falta de eslabonamiento. Pongámoslo al revés, una mayoría social que se transformaba aceleradamente. O sea, yo he crecido en la época de las grandes migraciones. Yo recuerdo que siendo un mocoso, el esposo de mi hermana mayor trabajaba en el Hospital de Collique, e íbamos de paseo a visitarlo en Comas. Lima acababa en la UNI y después todo era chacra. Yo he visto las primeras esteras de las invasiones, lo que hoy es Independencia. También era una época de todos los movimientos campesinos. En un país, como dice Arguedas, hirviente en estos días, toda esa mayoría de peruanos y peruanas que se movilizan, buscan nuevas representaciones políticas, pero también nuevas interpretaciones sociales, culturales. Allí es donde no hemos dado la talla. Yo hablo porque además he sido militante político de Izquierda Unida durante años. Creo que incluso que más que como intelectuales, porque un Mariátegui, por ejemplo, no aparece en cada generación pues. En política nadie dio la talla en el Perú, ni la izquierda, el centro ni la derecha, por eso el país se viene abajo en los años 80.

–El desembalse, la frustración, dio lugar a que Sendero germinara…

–Claro, por supuesto, y luego Fujimori. Son los dos extremos al no haber funcionado los que tenían que haber encontrado el camino. Sea de una izquierda socialista, sea de un centro izquierda como era la Democracia Cristiana, Acción Popular o sea un liberalismo de derecha, liberalismo no solo económico, sino también político, un liberalismo de verdad. Ninguno acertó y el país se desbarrancó.

–¿Cree que José Matos Mar lo advirtió con su libro El desborde popular?

–Él tiene una muy buena intuición. El título lo dice todo. Había un desborde popular y desgraciadamente no se encuentra la manera de encausarlo por la vía más constructiva, más solidaria, más social y tiene que ser o por la violencia extrema e irracional o el autoritarismo como el de los 90, con Fujimori. El otro que tuvo por el lado liberal una intuición, yo diría muy parcial, fue Hernando de Soto con El otro sendero. Su solución era muy simplista, y sigue siéndolo. Ahora con lo de Bagua es evidente, esa no es la solución, pero sí da cuenta de los informales, los emprendedores. Pero hay otro que no se ha tomado en cuenta, pero que también lo ve, y es Carlos Franco que ha publicado el libro La otra modernidad, que ofrece una perspectiva muy interesante de lo que es el Perú.

Contra el pesimismo

–¿Se ha sentido alguna vez pesimista, chapaleando en el pantano de las taras peruanas?

–Fíjate, curiosamente no me ocurrió cuando la gran crisis de los 80, principios de los 90; tal vez hasta por dar la contra, psicológicamente, yo decía: hay que seguir intentando, hay que seguir dándole, pero a fines de los 90, la verdad que sí, cuando llega el momento en que parece que Fujimori seguirá en un tercer periodo, fue una etapa muy pesimista. Además, yo lo vivía en la universidad, el control, incluso intervención militar en el caso de San Marcos, que se vuelve como una escuelita. Realmente fue una época para mí muy desanimada.

–¿Quiso irse del país?

–No...

–¿O quiso irse al monte?

–(Risas). No, era a fines de los 90 y ya sabíamos todo lo de Sendero, imagínate... Uno ya podía comprobar la distancia entre los sueños y las pesadillas, pero eran tiempos muy grises.

La educación y el estado

–En esta suerte de país condenado a no progresar, en educación ¿qué responsabilidad le toca al magisterio, al Estado?

–Es injusta la campaña que le echa la culpa al Sutep de la crisis de la educación. Culpa no es la palabra exacta, sino responsabilidad, y si de educación pública se trata, la tiene el Estado. Y allí hay dos hechos: uno es la inversión que hace el Estado en educación, que llega a su punto más alto en el 60 y de allí desciende y no se ha recuperado hasta hoy. Lo segundo es que, a partir de los 80, las élites optan por la educación privada y se deja que languidezca la pública. También hay responsabilidad del magisterio, del Sutep, pero las grandes responsabilidades hay que ponerlas en orden. Países como Brasil o Argentina siguen optando por la educación pública.

–¿Qué debe hacer el gobierno en educación?

–Así como es necesario el dominio de los nuevos medios como internet, hay que apostar por una educación intercultural, inclusiva, que combine saberes, conocimientos. No es que el que habla quechua es un ignorante, no, será ignorante en castellano, como nosotros lo somos en chino. Lo que pasa es que son otros saberes, otras culturas, otras formas de entender el mundo y que recién estamos descubriendo, que no es un pasivo sino un activo. Lo que sí es cierto es que estamos en el momento de la educación. Si seguimos creciendo, como se dice, al 8%, esto no será sostenible si la educación no vuelve a ser uno de los ejes centrales.

Por qué cambiar el modelo extractivista

Por Félix Jiménez
Economista Ph. D. Profesor Principal de la PUCP

La carta extraviada y el déficit de comprensión de lectura:

Recientemente una periodista exhibió la carta que envié a Max Hernández, presidente del Acuerdo Nacional, para, citando frases y párrafos fuera de contexto, “mostrar” mi supuesto rechazo a la economía de mercado, mi supuesta adhesión a un modelo de economía cerrada y, por lo tanto, mi supuesto rechazo a una estrategia exportadora para el país. La revista Caretas del jueves 12 de mayo hizo lo mismo. Dice: en la carta que envió a Max Hernández “Jiménez rechaza de plano la estrategia de exportación y remarca que no hay evidencia robusta que permita afirmar que el libre comercio es favorable al crecimiento y desarrollo”. Estas lecturas de mi carta muestran, como veremos en seguida, una proclividad hacia el infundio.

Nuestra crítica al Plan Bicentenario elaborado por CEPLAN

El propósito de mi carta (que ciertamente no era una carta abierta) era contribuir a mejorar el contenido del documento del CEPLAN en el que se propone un conjunto de objetivos estratégicos y de políticas para lograr el desarrollo de nuestro país: el ejercicio universal y pleno por los peruanos de sus derechos  fundamentales.

Nuestra crítica hacía énfasis en la necesidad de cambiar el actual patrón de crecimiento económico construyendo una economía dinámica y diversificada, con un patrón de comercio distinto al actual y con mercados internos integrados y desarrollados para acercarnos a una sociedad más justa e integrada socialmente.  Señalamos que la concepción estratégica del Plan Bicentenario no deslinda claramente del modelo primario exportador que reproduce la exclusión social. La estrategia que proponen, afirmamos, no es nueva. Es la misma de la CEPAL y otros, que privilegian el lado de la oferta (creación de capacidad productiva diversificada) y dejan de lado el papel de la demanda. Preguntábamos ¿de dónde provendrá la demanda? ¿La fuente principal de la demanda será externa o interna? Si es externa, ¿cómo se asegurará que haya demanda internacional para lo que se produce? Si se supone que la fuente de demanda se encuentra en los mercados internacionales, decíamos que esto era apostar por un crecimiento exógeno, dependiente y vulnerable a sus fluctuaciones. La historia de nuestro país ha mostrado que esta ruta no conduce al desarrollo.

El documento de CEPLAN “reconoce a los mercados internacionales como la principal fuente de oportunidades para el desarrollo económico y a los recursos naturales como la principal riqueza que posee el Perú, razón por la cual la estrategia de desarrollo debe impulsar su uso sostenible con inversión nacional y extranjera” (pág. 12). Esta estrategia se basa en la desregulación y la liberalización del comercio como elementos importantes para desarrollar competitividad. En este contexto (sobre la base de trabajos de Blecker, 2000; Rodríguez y Rodrik, 2001; Easterly, 2005; y Estevadeordal y Taylor, 2007), afirmé que no hay evidencia robusta sobre los efectos positivos de la liberalización comercial sobre el crecimiento. Ciertamente, de aquí no se puede concluir que hay que cerrar el comercio.

La propuesta de economía nacional de mercado abierta al mundo

Apostar, en estas condiciones, por competir entre todos los países subdesarrollados por una porción de demanda externa de los países industrializados, mediante el desmantelamiento de los estándares regulatorios, conduce a un callejón sin salida. Los países como el nuestro no pueden mejorar sus estándares regulatorios porque perderían competitividad con sus pares.

La solución es optar por una estrategia de crecimiento endógeno; por una economía menos dependiente de los mercados externos, que endogeniza la fuente de generación de demanda e ingresos al interior del país. Es decir, se tiene que abandonar el modelo primario exportador, cuya fuente de demanda y crecimiento no se encuentra dentro de la nación sino en los mercados externos. En la estrategia que hemos llamado Economía Nacional de Mercado, el Estado debe generar las condiciones de mercado y financiamiento para que la inversión privada se expanda a lo largo y ancho del país, mediante inversión en infraestructura, desarrollo del mercado de capitales en soles, inversión en ciencia y tecnología, y cambio de la matriz energética.

Recusamos el modelo estatista y queremos basar  el crecimiento en la productividad

Solo el que no comprende lo que lee puede decir que la Economía Nacional de Mercado es una estrategia estatista y de economía cerrada. Se propone justamente desarrollar mercados internos para integrar socialmente al país y al mismo tiempo expandir las exportaciones. En una economía con mercados internos en expansión, aumenta la productividad y, por lo tanto, bajan los costos unitarios de producción, con lo cual mejora la competitividad y, por lo tanto, se acrecienta la capacidad exportadora de la economía. Las exportaciones refuerzan el círculo virtuoso del crecimiento. Por eso hicimos notar que en el Plan Bicentenario no se dice nada sobre el tipo de cambio. Es difícil, dice el economista Rodrik, generar empleo en un entorno en el que la moneda está sobrevaluada. La apreciación cambiaria afecta la competitividad de los productores del país favoreciendo a los productores extranjeros.

La administración del tipo de cambio para promover exportaciones con procesamiento y conocimiento tecnológico, la exclusión social y la superación de la actual distribución desigual del ingreso no son temas que se abordan en el Plan Bicentenario.


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