Thursday, May 19, 2011

[RED DEMOCRATICA] No 181, Los Baby Teachers

 



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Descripción: ConfabulaCabezoteActual

 

DIRECTOR: IVÁN BELTRÁN CASTILLO. EDITORES: AMPARO OSORIO, GONZALO MÁRQUEZ CRISTO. COMITÉ EDITORIAL: Mauricio Contreras, Rafael Ortega Lleras, Marcos Fabián Herrera, Fabio Jurado Valencia, Olga Sanmartín. CONFABULADORES: Óscar Collazos, Jotamario Arbeláez, Maldoror, Chócolo, Fabio Martínez, Freddy González, Gustavo Tatis Guerra, José Chalarca, Sergio Trujillo Béjar, Germán Villamizar, Argemiro Menco Mendoza, Carlos Fajardo, Guillermo Bustamante Zamudio, Hernando Guerra Tovar, Profesor Martínez Guerrero. EN EL EXTERIOR: Alfredo Fressia (Brasil); Antonio Correa, Iván Oñate (Ecuador); Marco Antonio Campos, José Ángel Leyva (México); Luis Alejandro Contreras, Benito Mieses, Hermes Vargas (Venezuela); Renato Sandoval (Perú); Efer Arocha, Jorge Torres, Jorge Nájar, Eduardo García Aguilar (Francia); Marta L. Canfield, Gabriel Impaglione (Italia); Luis Bravo (Uruguay); Armando Rodríguez Ballesteros (Costa Rica).

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Con-Fabulación con el asunto "retiro"

 

Los Baby Teachers: Hijos del Neoliberalismo

Por Carlos Fajardo Fajardo*

Descripción: Carlos Fajardo 1

Hijos del neoliberalismo –en realidad neoconservadores- han sido educados para obedecer, aceptar y aplicar las ordenanzas de un capitalismo mordaz. Alabar y no rechazar son sus slogans. Con tales actitudes aspiran a fortalecer los regímenes antes que a mostrar sus debilidades. Son los nuevos técnicos del pensamiento. Alfabetizados en las tecnologías, han hecho de éstas un tótem supremo desde las cuales creen conocer en profundidad el mundo, la realidad del mismo. Despolitizados, des-socializados, individualistas y tecnócratas, se estremecen ante la palabra confrontación. Seguidores del pensamiento utensiliar, son monaguillos que vuelven culto los reglamentos autoritarios de la educación. Son los baby teacher de las universidades: eficaces, eficientes, autómatas bilingües, "todo terreno", choferes de las tecnologías. Gestionan sin queja la dictadura normativa de las llamadas investigaciones universitarias. Hijos del neoliberalismo, baby teacher de las instituciones.

En Colombia, existen grandes laboratorios que los producen en serie y se reproducen exponencialmente. Todos han egresado de universidades que les tocó sufrir el azote de la Ley 30, la cual no sólo impulsó una agresiva privatización, sino que las ahogó en su misma sustancia al obligarlas a llevar un plan acelerado de acreditación acorde a las exigencias del mercado global. Como consecuencia, se desmontaron currículos, se ajustaron los planes de estudio a nefastos objetivos y se  desterró todo proyecto de una pedagogía crítica y renovadora. 

En varios aspectos, los discursos doctrinales, religiosos, moralistas y políticos de esta primera década del siglo XXI, se asemejan a los de la llamada Regeneración de la República Conservadora impuesta en el país desde 1880 hasta 1930: servidumbre hacendaria y partidista, maniqueísmos religiosos y morales, conservadurismo, ideología imperial y papal, controles a la educación, censura camuflada, obstáculos a la modernidad crítico-creativa, centralismo intelectual, rechazo a la autonomía del intelectual disidente.

Todas las pocas conquistas de autonomía universitaria, docente, estudiantil, e intelectual lograda en los años sesenta hasta mediados de los ochenta, fueron diluyéndose y cambiándose por una adaptación servicial e integrada al "nuevo orden global". La consolidación de la economía de mercado, del poder de los medios masivos de comunicación, de las tecnologías digitales, la urbanización e inmigración masiva, la privatización en serie y en serio, la banalización de la cultura, son algunos contextos sobre los cuales se desarrolló y se llevó a cabo el pensamiento neo-conservador de última hora. Como  consecuencias observamos  el paso de  los intelectuales críticos a los baby teacher  "todo terreno", adaptados al son que les toquen.

Desde aproximadamente 1990 un cambio radical ha impactado en las estructuras universitarias. Todos sus estamentos han sido lentamente transformados. El neoliberalismo atrapó las libertades colectivas e individuales que todavía eran posibles en las instituciones tanto públicas como privadas. Así, los profesores, estudiantes e intelectuales entraron a un espacio de mayor control. Se impuso un lenguaje administrativo y ecónomo. Con ello se pasó de una activa reflexión a la sumisión de la gestión. Entonces, conceptos tales como, eficiencia, eficacia, competitividad, flexibilización, administración e insumos, entraron a formar parte del lenguaje en los ámbitos educativos. Como resultado tenemos un nuevo tipo de intelectual: el docente eficiente con lenguaje ecónomo. El denominado "relevo generacional", es decir, jóvenes profesores que reemplazan a los viejos intelectuales de vanguardia crítica, y el nombramiento de economistas y de administradores en los mandos medios de dirección académica, garantizan las reformas curriculares acorde con las demandas neoliberales. Golpe bajo al trabajo crítico y humanista; ganancia  para el trabajo administrativo. Burócratas contra intelectuales.

De manera que la Universidad se adapta a las exigencias del mercado edificando el llamado por algunos teóricos "capitalismo académico": una "Universidad emprendedora", lo que quiere decir subordinada a la mercantilización de sus componentes. El "capitalismo académico", el cual ha sido impuesto como política central por los países de élite, asume la educación como industria, fábrica, como businnes university. La Universidad queda reducida a un bazar de servicios educativos y de bienes simbólicos y culturales, con clientes y accionistas (los estudiantes), con obreros y asalariados (los profesores), con productos (los resultados de las investigaciones, los saberes y conocimientos) y gerentes ecónomos, administradores (directivas). En este bazar universitario a los logros académicos de los profesores se les evalúa o controla de forma cuantitativa, es decir, por la cantidad de productos de investigación, de publicaciones, de cátedras, de participación en eventos. Al profesorado se le trata como a un insumo, un objeto consumible y consumidor. Las lógicas de la comercialización de la eficacia y de las competencias de rentabilidad dominan el territorio.

¿Dónde la autonomía crítica del docente intelectual? Los baby teacher dan la respuesta: son cosas del pasado dicen; peticiones de una historia muerta, enterrada. En su lenguaje dan un no a la memoria y un sí al "ahorismo" consumible, adaptado. La instrucción y formación de docentes que hacen de la tecnocracia algo plenipotenciario, o bien que asumen la modernización tecnológica, impuesta desde arriba, con preocupante ingenuidad, es una de las más grandes heridas en el corazón de la academia. Ante la reflexión se propone la gestión; frente al debate político y cultural se irrumpe con una relajación pragmática; contra una actitud de confrontación y diferencia, se establece una postura de adaptación, aceptación y confort académico. Es la "mercadización" de lo social, de lo educativo, donde triunfan las dinámicas de lo administrativo, del "gerencialismo". De esta forma, la paranoia, la autocensura y el conformismo se reivindican en estos escenarios empresariales de hipervigilancia y control competitivo.

El ascenso del pensamiento neoconservador y de la globalización económica neoliberal ha contribuido a crear este tipo de docente universitario adaptado y adaptable. De modo que al joven docente le han otorgado un papel de legitimador político, cultural y moral de los regímenes hegemónicos. Atrás quedaron los tiempos del intelectual disidente, las posiciones libertarias. ¡Oh baby teacher, bienvenidos al futuro!

 

*Poeta, ensayista y catedrático colombiano

 

VIERNES DE POESÍA

Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas

Departamento de Literatura, Instituto de Investigación en Educación

Maestría en Estudios Literarios, Maestría en Educación

 

Poetas Invitados: Omar Ortiz, Antonieta Villamil

 

Presentación del Cuaderno Viernes de Poesía

No. 83: Los signos de la noche

de María Margarita Fernández

 

Presentación de los libros:

Memoria de aprendiz: Yirama Castaño

Peldaños para escalar la noche: Esperanza Carvajal

 

Viernes 27 de mayo, 2011. Hora: 6:30 p. m.

Salón Oval. Edificio de Posgrados. Facultad de Ciencias Humanas.

 

MARCO ANTONIO CAMPOS

Dime dónde, en qué país

Descripción: marco-antonio-campos

 

Por Eduardo Lizalde

 

Agrega Marco Antonio Campos a su ya extensa, personalísima y sorprendente obra de poeta, de crítico, de traductor, de cronista, de historiador y estudioso de la literatura mexicana y de otras, este libro ejemplar que él titula Dime dónde, en qué país (una línea que toma de Villon) y que ha compuesto, como dice, con poemas en prosa y una fábula.

El libro es bello y complejo, en su aparente sencillez, pero intrincado, contexto de referencias, alusiones literarias, históricas y artísticas y es, en efecto, tanto verdadera poesía, como la que ha logrado consumar en su lírica el autor, pero es al mismo tiempo una colección deslumbradora de visiones, de crónicas de viaje por el mundo entero, de paisajes urbanos, amores consumados y no, mares, ríos, montañas, galerías pictóricas, encuentros con autores legendarios o nacidos ayer, barrios paupérrimos, aventuras en tren y al mismo tiempo, profundas y conmovedoras incursiones en la propia biografía, en el alma y en la memoria familiar. De algún modo, este conjunto de Marco Antonio, me hace pensar en el libro admirable y perfecto de otro ilustre visionario, viajero, cronista y autobiógrafo imponente: el grande y prolijo catalán José Pla, autor de los diarios voluntariamente imperfectos e invaluables de su Cuaderno gris, que no ha sido posible terminar de imprimir.

Un indispensable, querido y cada vez mejor leído par suyo es Marco Antonio, al que no alcanzan estas pocas líneas para celebrarlo como se merece por su nueva –breve- obra maestra.

 

A continuación una de los textos de Dime dónde, en qué país de Marco Antonio Campos, publicado recientemente por Visor.

 

 

REGRESO A BUENOS AIRES

 

Cuanto he perdido lo hallo a cada paso

y me recuerda que lo he perdido.

Antonio Porchia, Voces, 247

 

¡Ah cómo regresan los días del invierno lejano cuando aquella muchacha delgada se adelgazaba más al perderse por avenida Las Heras, ella, a la que olvidé 14 años, y que regresa hoy con su luz purísima y febril para decirme adiós cuando el adiós ya era! Hoy no sabría dónde llamarla, pero sé que era menos desdichado si la tenía conmigo. La tarde de agosto me la trae mientras cruzo ante el edificio donde moró, previendo que si hoy nos encontráramos nada sabríamos de nada, como el árbol no es la hierba, ni mucho menos será el invierno de 1992, con su frío húmedo, sus cero grados centígrados, su niebla monótona, la lluvia que me hacía más triste cuando me aventuraba en el muelle del puerto. Cuántas veces me he preguntado si en poesía es dable nombrarse, o hasta cuál límite, lo que ya no es, lo que no se ve, lo que habría sido, lo que se ha ido al regresarnos.

   Sigo hacia La Recoleta. En la plaza escucho, o creo escuchar, la voz aminorada de Bioy Casares, que al pasar frente a La Biela me relataba en el junio frío anécdotas misóginas que me hacían doblar de risa hasta formar escuadra y buscar la media sombra bajo las ramas de los árboles. Me siento en una banca y oigo el aire llevarme en canciones con voces de Irusta y la Simeone, y me veo en cafés o casas con Máximo o Noé, con Mempo o Diana, con quienes discurro de México como un país con mirada triste pero en fuego, inversamente mágico, "florido y espinudo", mañana en el ayer en agua y brasa, y Jorge, por su lado, me abre puertas para que no me demore escalando muros o tire la plata creyéndola de cobre. Se me delinea en la memoria y me rompe todo, incluyéndome el alma, el rostro modiglianesco de la porteña que hablo. Y murmuro palabras que ya dijo otro y que el río se las lleva porque no me deja hoy decírselas: Eras tan hermosa, que no pudiste hablar.

    Habían pasado en ese entonces nueve años, pero la sombra militar hacía sombra dondequiera en nombre de la Santísima Trinidad que, en bocas inmundas, provoca  escalofrío y náusea: Patria, Orden, Familia. Si alguien no precavido escarbaba la tierra lo saludaba un muerto, y si a lo largo del río, una procesión de ahogados. Vinieron luego generaciones rotas, el menemismo especulador con gángsters de burdel, el nauseabundo y bajo perdón a los criminales, la caída estrepitosa de la moral política, el robo feroz del dinero de los pobres, la lenta recuperación engañosa como un caballo a cuestas.

   Pero ¿quién deshojó el árbol de este pueblo?

   La gente me ve caminar de espaldas por las aceras de avenida Libertador y de espaldas recalo en plaza San Martín, y de frente y dando vueltas en círculo al gomero, recuerdo que recuerdo que en el año del '92 parangonaba mi juventud con ese árbol que arranca el piso, multiplica ramas, reseca árboles, pelea con el viento a grito herido, ese árbol con una fuerza ilímite pero que no se sabe adónde ni cómo dirigirla. En ese entonces yo llevaba apenas la pena que aún me apena, en el alma el arma, y en la partida la convicción de que sería la última vez que yo vendría a Buenos Aires.

   Yo moré en Palermo, muy cerca de los bosques, y una tarde, en un café vacío de calle Santa Fe, me despedí para siempre de esa joven, que parecía trazada por el lápiz sinuoso de Modigliani, a la que no veré más, a la que no podré ver, porque nadie puede despasarse en lo andado, y sólo queda quedarse así, recargado en el barandal, creyendo oír que oigo el paso de los segundos de las manecillas superlativas del Reloj Inglés, pero que sólo en el horizonte alcanza a distinguir de nube en nube el violáceo y el morado del sol que lentamente cae, y lo apaga, y no es.   

 

 

La nouvelle de Guido Tamayo

El modesto demiurgo que se fumó el crepúsculo

Por Iván Beltrán Castillo

Descripción: El inquilino - Guido Tamayo

La caída, el descenso, el arribo del ocaso o su condensación dramática en un final imprevisible, aunque largamente anunciado, son temas recurrentes y obsesivos de la literatura, que, en distintas épocas y lugares, los afronta desde los más diversos puntos de mira y las más variadas sensibilidades: danza ritual al borde del abismo, los aspavientos y figuras que dibuja un hombre,  (¡una civilización! ¡una cultura!) mientras se desploma, parecen ser una savia inagotable, inspiradora y terrible,  que se transfigura en belleza y sufre las más asombrosas de las metamorfosis merced al  contacto con los poderes y sutiles venenos de la imaginación .

Muchos son, a mi  juicio, los méritos de esta "Nouvelle" de Guido Tamayo, bautizada, con lacónica melancolía, El Inquilino. Uno de los más notables, según me parece, es venirse a sumar con humilde donaire, desde sus pocas páginas, a la suntuosa y entrañable "literatura del crepúsculo", esa que trafica de cerca con la muerte, la decadencia, la enfermedad, la guerra, las pestes y los innúmeros apocalípsis que hasta la fecha han sido, es decir con los perpetuos flirteos de Thanatos dentro de la vida, y la misma que los lectores devotos aman y  reconocen y que siempre parece entregarnos una cifra novísima –virginal, devoradora- a pesar de ser tan antigua como la misma literatura. De Balzac a Flaubert, de Thomas Mann a Thomas Bernhard, de Shakespeare a Dostoievski, de Gogol a Samuel Beckett, de Lampedusa a Joyce, diseminadas como una fatal cosecha de la lucidez, hallamos sus señas de identidad, su exploración no exenta de crueldad   y, ante todo,  su piadosa comprensión de nuestra  inexplicable  finitud.

En el artilugio que nos ocupa nos encontramos con un personaje trágico, Manuel de Narváez, creador hipersensible al que no le ha ido demasiado bien en el gran teatro del mundo:  escritor notable y febril, aún aguarda alzarse con un público lector, espera el reconocimiento de los críticos y las editoriales y solamente cuenta con el aval solitario, aunque nada despreciable, de una traductora madura, quién siempre estuvo convencida de su inusitado talento, pero que muere intempestivamente, sumiéndolo en una orfandad y una suave desesperación sin camino de regreso.

Notable ser humano, Manuel de Narváez tampoco ha sido feliz y, como lo quería Borges, tal vez ya no le importa. Sus recuerdos familiares, sus escarceos eróticos, sus filiaciones románticas, son apenas fragmentos desportillados y pretéritos, partes, quizá, de sus ficciones y en último término  vestigios de otras vidas extintas que, algunas veces, su memoria embellece y ama, y en otras  tergiversa y degrada. Su madre y gran cómplice también acaba de morir luego de años de protectorado, su padre, apenas entrevisto como si se tratara de un sueño furtivo, es apenas el símbolo de un origen detestado y remoto, y todas las ilusiones que lo llevaron un día a la ciudad de Barcelona en busca de la gloria literaria,  se han disipado como el humo de los muchos cigarrillos que diariamente fuma.    

Lo encontramos entonces encerrado en un pequeño apartamento o, más exactamente en un cuarto, en cuyas paredes empieza a notarse  la acción devoradora del tabaco, que también carcome su cuerpo, y lo vemos gobernado por la más increíble de las soledades, a la que combate  escribiendo más allá de sus fuerzas minadas, bebiendo mucho y durmiendo poco y jugando a la pasión con Encarna, una prostituta heroinómana,  que apenas si le estima un  poco más que al grueso de sus clientes.

El juego queda planteado. Como el Cónsul de la cenicienta Bajo el Volcán de Malcom Lowry,  Manuel de Narváez nos convierte en sus lazarillos impotentes, los espectadores de su agonía y los deudos de su muerte que no es otra cosa que una muerte ritual, si aceptamos por ello aquella desaparición que nada tiene de casual o inesperado sino que, más bien, sucede porque así está inexorablemente escrito, muerte que no hace parte de los ciclos naturales o biológicos porque se encuentra emparentada con los ciclos ceremoniales y litúrgicos. Y acompañaremos al escritor malogrado hasta el final de la partida, dentro de una gran borrachera de licor y tabaco. Lo veremos instalarse en el crepúsculo como si fuera su estación natural y literalmente fumárselo. Y estaremos a su lado en los recovecos de Barcelona una ciudad mítica de la que han desaparecido los mitos.

Pero estos son apenas algunos de los datos que el autor nos entrega. El verdadero encanto de la novela está en crear hábilmente una "cortina de vacío": una "sensación". Así, más allá del laconismo, ciertamente voluntario, de las ciento y pico de páginas de El Inquilino, y tras un par de lecturas delicadas, la riqueza de la obra se potencia, se eleva, le abre la compuerta al reino de las intuiciones. El claroscuro y la ambivalencia que recorren los capítulos  terminan abriendo espacio a una floración de mensajes que nunca se completan, que no bien aparecen como se evaporan. Es más lo que no está dicho que lo dicho, pesan más los espacios en blanco que las líneas.  Es un mecanismo que autores como Juan Carlos Onetti  y Henry James, adversarios profesionales de las verdades rotundas y de los destinos manifiestos, practicaron con una gran fortuna, y que Guido Tamayo ha sabido inocularle a su historia.

El Inquilino se lee pues como se fuma un buen cigarrillo o se apura un buen bourbon. Con intensidad transitoria. Pero sobre todo, sabiendo que en la corta duración del placer se esconde nada menos que la eternidad…

(Nota al margen: No puede uno dejar de recordar, cuando lee por primera vez el título de este libro, esa otra gran creación que Román Polanski urdiera hace ya varias décadas  con el mismo nombre, y que también atestigua un proceso de aislamiento enervante, ruptura con el mundo e hipertrofia de una imaginación tan dadivosa como abisal. ¿Simple coincidencia? Sospechamos que no, sospechamos  que la escogencia del nombre contiene un guiño suscitador y travieso, y que en el fondo la novela de Guido Tamayo también se esconde un algo de fantasmagórico, de gótico, de espectral….

 

El Inquilino. Guido Tamayo. Random House Mondadori. 111 páginas

 

CARTAS DE LOS LECTORES

 

LA NUEVA GINA. Con-fabulados: Ahora que empieza la gran rebatiña por la alcaldía de Bogotá, apetecible botín, como lo ha demostrado hasta la desvergüenza el ex alcalde Samuel Moreno, muchos son los lobos que empiezan a afilar sus dientes para salir de cacería. ¡Que susto!  Pero si algo me ha llamado la atención en esta contienda de trágicos payasos es el regreso al escenario de la ex uribista Gina Parodi. Aparece después del largo silencio que siguió a su desavenencia con el señor del Ubérrimo y, según parece, no quiere comulgar con ningún partido político. ¿Cuál sería el elixir que se tomó o el prodigio que observó para tomar rumbo lejos del mandatario colérico? ¿Qué pensamientos, qué devaneos internos, qué tempestades subjetivas la alejaron de los malos pasos? Es una dicha oírla cantar su lejanía de manera pausada pero inquebrantable. Susana Gabrieli, Bogotá.

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LOS CONJURADOS. Queridos confabulados-conjurados: Estoy muy sorprendido y agradecido a la vez con la excelente presentación que hicieron en la Feria del Libro. Un acto para recordar por su sobriedad en el discurso, por el respeto a los poetas concediéndoles tiempos equilibrados y justos. Por las publicaciones que presentaron, siempre a la altura de las más exquisitas ediciones del mundo. Creo que toda esta suma de detalles tan cuidados, son los que permiten que se sigan posicionando ustedes como una de las mejores editoriales netamente colombianas y de proyección universal. Un saludo y mi aprecio, Antonio Valdenebro.

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BUENOS LOS LANZAMIENTOS. Amigos: terminó ya la Feria del Libro dejándonos a todos un extraño sabor en la garganta. Como siempre, el certamen produjo más bostezos que risas o entusiasmos, más dinero que inteligencia, más libros-bazofia que buenas obras. Queda la sensación inclemente de que los que escriben bien ganan muy mal y los que escriben mal ganan muy bien. Y queda la terrible congoja de saber que nos estamos dejando direccionar de uno o dos editores medio bribones, medio ignorantes y medio estúpidos. Ignacio Rojas, Bogotá.

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PORNO LITERATURAS. Confabulados. Pongámonos en pie de guerra contra los libros de los ex secuestrados. Que ni uno más pueda circular sin el pago de un impuesto carísimo, ojalá impagable. No resistimos más que estos personajes, ciertamente víctimas de la miseria y felonía del secuestro,  se quieran vengar con nosotros publicando sus experiencias. Este negocio de los libros de ex secuestrados nos ha llevado a padecer una pléyade de obras estériles y repetitivas. Casi todos los escriben como si se les hubiera pegado la imbecilidad que inocula la selva. Carlos Diago, Medellín

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