Edicion 2179 05May2011
Nacional :::: El night club-prostíbulo de tres pisos que tiene el Director de Bienestar del Ejército.
Otro Pantaleón
Local de ‘Divas Club’, en Puente Piedra. Fue inaugura do en noviembre de 2009 y se promociona como “el más grande night club de Lima”.
La Dirección de Bienestar del Ejército (Dibiene) tiene entre sus propósitos primordiales procurar la recreación de oficiales y suboficiales a nivel nacional. Y hay quien podría decir que el actual jefe de dicha unidad, general EP Roger Zevallos Rodríguez (53), se toma la tarea a pecho.
Zevallos asumió la jefatura de la Dibiene en enero de este año. El año pasado se desempeñó como jefe de la División de Inteligencia (2da. Diemcffaa) del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas.
Sus compañeros de armas lo apodan “Chuck Norris”, por su duro estilo al impartir las órdenes, y sostienen que, fuera de los cuarteles, Zevallos muestra la misma fortaleza para los negocios.
El 13 de noviembre del 2009, el actual jefe de la Dibiene inauguró el que es considerado “el más grande night club de todo Lima”. El ‘Divas Club’ está ubicado en la calle Las Vegas 221, cerca al óvalo de Puente Piedra, y cuenta con “50 bailarinas, un exclusivo bar y cuartos privados para el relax”.
“Ven y disfruta de un mar de emociones”, indica el portal en Internet de dicho establecimiento nocturno (www.divasclubperu.com).
El local es administrado por la empresa “Las Divas Espectáculos S.A.C.”, cuyo representante legal es Roger Zevallos Chiok (25), hijo del jefe de la Dibiene, según la Sunat. Sin embargo, fuentes de la Municipalidad de Puente Piedra dijeron a CARETAS que fue el propio general Zevallos quien tramitó el permiso y la licencia de funcionamiento del night club, en el 2009.
Portal de Internet del ‘Divas Club’ (www.divasclubperu.com) indica que el night club del Director de Bienestar del Ejército cuenta con 50 chicas, un amplio bar y un ambiente exclusivo para shows privados. Tiene también un hotel en la segunda planta. “Ven y disfruta de un mar de emociones”, promociona su página Web.
Divas Club tiene licencia municipal para operar como “restaurante, bar y cantina”, pero en la práctica funciona como un prostíbulo, según lo corroboró un reportero de CARETAS que acudió a dicho local el pasado Jueves Santo. El night club es un complejo de tres pisos que cuenta con discoteca, hotel y estacionamiento privado. Está dividido en dos zonas: el salón principal, donde se ubican la barra y un escenario para shows de striptease y desnudos, y un ambiente contiguo para los shows privados.
El costo de los shows privados es de S/. 35 e incluye un baile erótico. Si el cliente busca servicio sexual deberá pagar entre S/. 120 a S/. 200, dependiendo de la dama. Son unas 30 chicas, cuyas edades fluctúan entre los 18 y los 30 años.
Hay peruanas, ecuatorianas y colombianas; rubias, trigueñas y morenas. Una discreta escalera conduce al hotel ubicado en el segundo piso del establecimiento. Se garantiza total privacidad.
Personal del Divas Club dijo a CARETAS que el general Zevallos acude periódicamente al establecimiento para “supervisar cómo van las cosas”.
LO DE TARAPOTO
Un vocero de la Dirección de Información del Ejército dijo a CARETAS que el jefe de la Dibiene estaba al tanto de la publicación de este reportaje, pero todo intento por entrevistarlo fue infructuoso.
Zevallos, arequipeño de nacimiento, pertenece a la Escuela de Comandos del Ejército y participó del exitoso rescate de los rehenes de la residencia del embajador de Japón, el 22 de abril de 1997.
Ministro de Defensa, Jaime Thorne, podría impulsar una investigación interna a Zevallos para determinar el origen de su patrimonio, según fuentes del EP.
En el 2009, cuando se desempeñaba como Comandante General de la Tercera Brigada de Fuerzas Especiales de la Selva, protagonizó un lío judicial con el ciudadano Miguel Borbor Vargas (35) en Tarapoto.
Borbor dijo que, el 31 de mayo de ese año, vio a su novia Vanessa Silva Rengifo (18) bajar de la camioneta de Zevallos. Él le increpó y ella lo acusó de violación. Borbor fue apresado en el penal de Tarapoto, pero dos meses después fue excarcelado por el Segundo Juzgado Penal de esa ciudad. A partir de entonces Borbor y los testigos que declararon a favor suyo fueron amenazados por Zevallos, según denunció el diario Perú.21. Borbor aseguró que el general mantiene una relación con su ex novia.
En diciembre del año pasado, el entonces general del Ejército Otto Guibovich colocó a Zevallos en la lista de oficiales “invitados” al retiro, pero éste fue ratificado en el servicio activo por el nuevo comandante general EP, Paul Da Silva, quien lo promovió a la jefatura de la Dibiene.
El general Zevallos sostiene que ha trabajado desde muy abajo para montar los negocios que posee. Solo así, quizá, se podría entender que a nombre de su hijo de 25 años figure no solo el Divas Club de Puente Piedra, sino también el Grifo Mazechi, de Huancayo. O que su hija Mayra Zevallos Chiok, de 24 años, regente un colegio para niños (“The Kid’s World Only For Kids”), en Santiago de Surco. (Américo Zambrano)
Zevallos es uno de los generales de más alta graduación en el Ejército.
Bin Laden y Abimael Guzmán
Desde el siglo XI, y hasta siglos después de la destrucción de su secta, la leyenda del Viejo de la Montaña, Hassan bin Sabbah, jefe de la secta de los Asesinos (de Hashshashiyin, consumidores de Hashish), encarnó la mitología del Mal inevitable que desciende de la montaña a través del asesino silencioso que ya te espera, paciente, en tu recámara.
Hasta el domingo pasado, muchos vieron en Osama bin Laden al Hassan bin Sabbah del siglo XXI. Pero es difícil pensar que su mito vaya a pervivir siquiera una fracción del tiempo que duró el Viejo en la Montaña. Quizá hubiera sido diferente si bin Laden hubiera muerto peleando su última batalla en las cuevas de Bora Bora o en las zonas más agrestes de Pakistán.
Pero la casa amurallada en Abbotabad, silenciosa y recogida hasta el domingo solo parece ofrecer la sensación de un callado colapso doméstico. Quizá sin quererlo, la incursión de las fuerzas especiales de Estados Unidos, aparte de cumplir el objetivo de matar a bin Laden dejó un escenario totalmente despojado de cualquier resonancia épica.
Así, el hombre que incitó la muerte de los demás y de los suyos (aniquilación para unos, redención para otros), que hizo de la teología un instrumento de asesinato masivo, vivió sus últimos tiempos en cómoda reclusión, como vecino invisible en su barrio.
La recoleta domesticidad amurallada de bin Laden, retrata más a un fugitivo que al jefe de una fuerza que remeció al mundo hace diez años.
¿Qué les recuerda la descripción de la vida de bin Laden en el escondite doméstico? La casa, las casas en las que estuvo refugiado Abimael Guzmán.
El mismo concepto de clandestinidad, prácticas parecidas en el manejo de las familias, que hacían de fachada y funcionaban como mensajeros.
En ambos casos, también, de acuerdo con lo que se ha sabido hasta ahora, la única (aunque muy importante) protección de ambos era el camuflaje de la clandestinidad, la vida en el escondite. En ambos casos, el hilo que llevó a encontrarlos fue la ubicación e identificación del mensajero. En los dos casos, hubo un largo período de observación sin que los grupos de investigadores llegaran a una certeza inequívoca de si se encontraban ahí, o no, sus objetivos centrales. Testimonio en ambos casos de la disciplina de escondite que tuvieron tanto Guzmán como bin Laden.
Pero, la única defensa de ambos había sido camuflarse, desaparecer en la ciudad. Ubicados, quedaron inermes.
Jon Lee Anderson, el legendario periodista de New Yorker fue el primero en trazar paralelos entre la caída de bin Laden con la de Abimael Guzmán.
Suceda lo que suceda, escribió Lee Anderson el mismo dos de mayo, “… Al Qaeda quedará debilitada, quizá terminalmente. (…) porque una de las cosas que los movilizaba era la noción de su invencibilidad. Esos cuasi religiosos, verticales cultos de muerte siempre dependen de su líder, puesto que la sobrevivencia de éste es clave para perpetuar la creencia de que la utopía es posible. En el Perú, luego de la captura de (…) Abimael Guzmán, el movimiento (Sendero Luminoso) que había estado cerca de tomar la capital, murió en la práctica (…) Todos sabrán a partir de ahora, que Al Qaeda, probablemente, está finalmente condenado”.
Esa, de paso, es una conclusión con la que discrepa Scott Stewart, un analista de la compañía privada de inteligencia, Stratfor.
Su argumento principal es que “el cogollo de Al Qaeda siempre ha sido una vanguardia … harto pequeña”. Al Qaeda, escribe Stewart, ha sido forzada a reducir su acción a la batalla ideológica y por eso ha franquiciado sus operaciones, como ha sucedido con Al Qaeda de la Península Arábica.
A la vez, añade Stewart, Al Qaeda ha practicado “una buena seguridad operacional”, separando –entre otras cosas– a bin Laden de su segundo, el egipcio Ayman al-Zawahiri. Por eso, y por haberse recuperado de las muertes de otros líderes importantes, Stewart concluye que “eso significa que no creemos que la muerte de bin Laden signifique la muerte del movimiento jihadista global: un hombre ha muerto pero la ideología sobrevive”.
¿Qué interpretación les parece más acertada? Creo que la de Jon Lee Anderson, aunque hay muchísimos factores en intenso juego, que pueden hacer derivar los hechos en uno u otro sentido.
La realidad de las violencias políticas y religiosas en el mundo islámico es no solo compleja sino profundamente ambigua –lo que provoca, si acaso, tanta mayor crueldad y violencia. Pero por eso, las líneas de los campos de batalla no están claramente demarcadas.
Bin Laden, por ejemplo, provino de una familia yemení-saudita con inmensa fortuna e influencia en el reino Saudita. Los multimillonarios petroleros de la región, engreídos y protegidos por Estados Unidos y las naciones de la Unión Europea, han sido a la vez financiadores cruciales de los movimientos jihadistas. De hecho, una de las razones de la gran influencia de bin Laden en estos movimientos fue su capacidad de recolectar dinero entre los círculos de millonarios sauditas y de los emiratos a los que él pertenecía.
Esos mismos grupos jihadistas, virulentamente anti-occidentales y, sobre todo, anti-estadounidenses, fueron inicialmente entrenados y organizados por los servicios clandestinos de Estados Unidos durante la Guerra Fría y el enfrentamiento contra los soviéticos en Afganistán. Alentar el fanatismo de las guerras santas fue, tal cual probaron los hechos, no solo peligroso sino letal.
Los grupos integristas más radicales recibieron el decidido apoyo de uno de los más peculiares aliados que haya tenido Estados Unidos en su Historia: Pakistán y, especialmente, su servicio de inteligencia, el ISI. El decidido apoyo de este al Talibán hizo posible su victoria en Afganistán. Además, el ISI apoyó a otros movimientos terroristas como el Lashkar-e-Taiba (el Ejército de los Puros), que, entre muchas otras cosas, llevó a cabo la masacre de Mombai en noviembre de 2008. Es muy posible –y la información capturada en la casa de bin Laden podrá ilustrarlo mejor– que el ISI haya colaborado también con Al Qaeda a la vez que lo hacía con Estados Unidos.
Aliados y enemigos, retaguardias que son frente y viceversa: esa es la perversa naturaleza de las guerras contra el terrorismo integrista.
El terrorismo, en diversas formas, como método y sistema, ha pasado de las organizaciones seculares en los años 70 y 80 del siglo pasado al predominio de las religiosas integristas desde fines del siglo XX hasta ahora. En medio de esos cambios, el factor permanente en el mundo árabe fue la ausencia de democracia.
Hasta ahora. Quizá una de las ironías mayores en el caso de bin Laden es haber muerto siendo testigo de un proceso de revueltas y levantamientos que remece el mundo árabe y que ya ha provocado inmensos cambios –en Túnez, Egipto, entre otros– desde su inicio este año. Pero esa tormenta social que abate poderíos no ha sido la de masas fanatizadas por la idea de la guerra santa sino inspiradas en gran medida por la búsqueda de la democracia.
Es muy temprano para saber quiénes prevalecerán en esas coaliciones de rebeldía contra los tiranos locales, pero lo cierto es que los ideales democráticos han demostrado ser fuertes y persistentes en los levantamientos ciudadanos hasta ahora. Eso debe haberle provocado un sabor harto amargo a bin Laden en sus días finales de vida.
Queda mucho por saberse de la operación que lo mató. ¿Era necesario matarlo si no estaba armado? ¿Hubo temor de juzgarlo? Aquí, en el Perú, una de las más claras enseñanzas de la captura de Abimael Guzmán, fue que la decisión de conservarle la vida no fue solo moralmente correcta sino estratégicamente feliz. Hay grandes diferencias entre uno y otro caso, pero me parece que les hubiera hecho mucho bien a los estadounidenses seguir la doctrina del GEIN. (Gustavo Gorriti)
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