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DIRECTOR: IVÁN BELTRÁN CASTILLO. EDITORES: AMPARO OSORIO, GONZALO MÁRQUEZ CRISTO. COMITÉ EDITORIAL: Mauricio Contreras, Rafael Ortega Lleras, Marcos Fabián Herrera, Fabio Jurado Valencia, Olga Sanmartín. CONFABULADORES: Óscar Collazos, Jotamario Arbeláez, Maldoror, Chócolo, Fabio Martínez, Freddy González, Gustavo Tatis Guerra, José Chalarca, Sergio Trujillo Béjar, Germán Villamizar, Argemiro Menco Mendoza, Carlos Fajardo, Guillermo Bustamante Zamudio, Hernando Guerra Tovar, Profesor Martínez Guerrero. EN EL EXTERIOR: Alfredo Fressia (Brasil); Antonio Correa, Iván Oñate (Ecuador); Marco Antonio Campos, José Ángel Leyva (México); Luis Alejandro Contreras, Benito Mieses, Hermes Vargas (Venezuela); Renato Sandoval (Perú); Efer Arocha, Jorge Torres, Jorge Nájar, Eduardo García Aguilar (Francia); Marta L. Canfield, Gabriel Impaglione (Italia); Luis Bravo (Uruguay); Armando Rodríguez Ballesteros (Costa Rica).
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Con-Fabulación con el asunto "retiro"
El delirio caribeño
Entrevista a Roberto Burgos Cantor
Por Marcos Fabián Herrera
Cuando se le ve con gabardina negra y con anteojos a la usanza de un novelista decimonónico, fácilmente se llega a creer que nos encontramos frente a un santafereño ancestral, que porfía en su acicalada vestimenta de filipichín capitalino. Son sus libros los que revelan con mayor acierto su condición de caribeño. Roberto Burgos Cantor nació en Cartagena de Indias el 4 de mayo de 1948. Su rito iniciático en la literatura se lo debe a Manuel Zapata Olivella, quien le publicara su primer cuento en la memorable revista Letras Nacionales. Su obra es un decantado empeño en alegorizar, con un singular matiz, la vastedad de una región colombiana, poseedora de dimensiones distintas a las ya instauradas como manidos clichés.
Al leer sus libros, se afinca la certeza de que el Caribe es una fuente inacabable de literatura. ¿Encuentra secretos vínculos entre la desaprensión y el alborozo caribeño y el permanente deseo de poetizar dichas vivencias?
En el Caribe coexisten dos estirpes. A ellas es posible seguirlas, entre otras novelas, en Cien años de soledad. Una es representada por los personajes que llevan el nombre de Aurelianos. Otra se identifica bajo el nombre de los Arcadios. Los primeros son los solitarios, los que hacen guerras, se ensimisman fabricando pescaditos de oro, descifran manuscritos. Ahí están Rafael Nuñez, Luis Carlos López, Nieto Arteta. Los otros, ruidosos, acompañados todas las veces, contando a gritos proyectos grandiosos que nunca se inician, un desafuero insaciable que jamás se colma. Ahí están los canales alternativos al de Panamá por el Atrato, la ciudad de espejos y chimeneas en una orilla agreste del Pacífico, en Cartagena de Indias, Benito, el chacero, candidato presidencial por tres veces, ofrecía un ventilador de montaña con aspas de trasatlántico para instalarlo en la colina de la popa y refrescar los calores indoblegables de julio. Sin embargo, tengo la impresión de que las miradas sobre el Caribe que se quedan en alguno de los fragmentos de su complejidad vienen de una percepción corriente en el siglo XIX. Ellas cuentan con un supuesto aval científico. Este consiste en definir a las tierras bajas, de climas cálidos, como territorios de imposibilidad para cualquier cultura, vedados al pensamiento y condenados por la eternidad al zangoloteo. Esta curiosa clasificación eurocéntrica la reprodujeron Caldas y Samper. Es argumento de discriminación, desprecio y más exclusiones. Conjeturo entonces que la vida y sus producciones, lo que Rubén Blades llama la maestra vida, es fuente de literatura. Si acaso el Caribe añade un reto más: la dificultad de nombrar y de revelar, puesto que en los mundos al margen de los prestigios literarios, expulsados de la atención privilegiada de los doctores, tener que rescatarlos de la neblina de lo invisible, demanda imaginación y quizás amor.
El componente reflexivo que acompaña cada pasaje de La ceiba de la memoria la hace distante del relato arquetípico. ¿Es el artilugio novelístico la principal herramienta para la revaloración de la historia?
La historia –sea el ángel de Benjamin, o el idiota de Shakeaspeare (Sound and Fury), o la pesadilla de Joyce, o la descripción de Braudel–tiene una manera propia de poner a flote su masa de pasado. Las novelas y los cuentos pueden surgir de los intersticios vacíos, silenciosos, donde la huella del pasado, si acaso estuvo, se desvaneció. Por allí se cuela la imaginación y propone una inteligibilidad, un orden o un caos, una lectura. Ello será si el texto existe como literatura y eso es lo que funda. Las concepciones que pretenden trasladar los retos de una ciencia a las artes, como una manera de sosegar y obviar las dificultades propias, incluso de puerilizar los problemas, son un fracaso y una estafa.
¿Busca Ese silencio descubrir las raíces de la concepción amatoria en la mujer del litoral y la presencia del mismo en el gozo carnavalesco?
Cuando el escritor se refiere a lo que escribió se ve interferido por una especie de pudor que le impide agregar voces al texto publicado. Una manera de esquivar el impedimento que he encontrado es advertir y aceptar que el escritor como lector de sí mismo no imprime legitimidad adicional a su lectura. Está como cualquier lector, quizá con la desventaja de esa lectura que hace mientras escribe, a lo mejor en estado de atolondramiento por las condiciones de la producción literaria. Entiendo el carácter transgresor del carnaval, su ruptura instantánea de ataduras. No sabría si María de los Ángeles tiene que ver con "el gozo carnavalesco" por lo general, lleno de signos exteriores, de énfasis, que requieren deshacer la normalidad por seguro que sea el territorio que la cobija. Si algo puedo ver en Ese silencio es una aventura que indaga formas de relacionarse y se inmiscuye en rostros diversos de lo amoroso. Soy de los que considera que el amor es cómplice necesario de la libertad. Comparten quizás el amor y la libertad una sustancia común, de forma que sus expresiones están protegidas por el secreto. Tienen raíces profundas que no han sido desenterradas.
Los cuentos y relatos reunidos en los libros De gozos y desvelos y Una Siempre es la misma confrontan la fragilidad de lo humano, pero al tiempo el valor de sobreponerse con arrojo…
En algún momento de la escritura de El patio de los vientos perdidos se coló con nitidez la visión de unos cuentos. Era tan precisa la idea que no se me ocurrió ponerla en notas y tuvo el efecto de quitarme un peso adicional a las incertidumbres de esa navegación sin brújula que es escribir novelas. El peso tiene que ver con las ambiciones del arte. El escritor siente que se acerca el momento inevitable de obsesionarse con las tachaduras y reescrituras en las márgenes y entrelíneas. En ese momento, tener entre manos una continuidad lo alivia del vacío que se aproxima. En las artes no hay grados, el escritor no se diploma de nada. Cuando dejó de escribir, dejó de ser escritor. Así termina por estar cerca del abismo cada vez que cree que considera haber concluido un texto. Pero ocurrió ese noviembre de fiestas en Cartagena de Indias, yo estaba en Bogotá D.C. y sentí como que no había más líneas, más palabras, para la novela que por primera vez escribía y por primera vez creía poner el punto final. Me entretuve en corregir, en las versiones limpias, eran tiempos de la máquina de palo. Y cuando quise encontrar los cuentos que había visto, escribirlos, estaba vacío de ellos. Y de repente, una frase. Como los cantantes. Como las invenciones del jazz. Y me dediqué a perseguirla. Era distinto a lo que me había visitado antes, y así fue De gozos y desvelos. Con los años, en 2009, se publicó Una siempre es la misma. La lectura que propone tu pregunta es válida y perspicaz. Yo no lo concebí con deliberación. Creo que en cada vida íntima se da una batalla, por inconformidad o por hastío; por rechazo o por aburrimiento; y muchas veces nadie lo sabe.
El boxeador, el aristócrata, los músicos y las putas de El patio de los vientos perdidos, configuran un cuadro tan disímil y a la vez compacto difícil de ubicar por fuera del Caribe colombiano. ¿Es esta novela un tributo al delirio y fantasmagoría costeña?
Debe haber algo en los territorios de transgresión de las novelas que le permite a los personajes probar suerte con la ilusión imposible de la felicidad. Indagar por sus formas sin antecedente. Sin embargo, ese espacio propone una igualdad: quienes ingresan buscan los mismo y mediante igual procedimiento. La regla tácita es no violar las reglas. Aceptar la bella mentira de que te quieren. Dudo en llamar "delirio" a algo que percibo en el Caribe. Sus gentes no piden nada, pero lo quieren todo. Esta tensión les permite una irreverencia natural y una capacidad de burlarse de sí mismas que las hace inmunes a las migajas y sus protocolos rimbombantes, a las celebraciones de medianía. Sí hay un delirio en el Caribe: la luz. Sí hay una, como tú la llamas, "fantasmagoría": tanto sepultado en el mar. Sin duda, la mitad más un cuarto de nuestra historia, todavía deshilvanada.
¿Podría precisar las coordenadas en las que se encuentra la música y la escritura en sus libros?
No tenía conciencia de los pasadizos entre la música y mi escritura. Una vez un editor revisaba un texto que me había encargado. Yo llegué en ese momento a mirar las propuestas de ilustración que fueron confiadas a David Manzur y de entrada el editor me dijo: empecé a leer tu historia y al rato estaba dando golpecitos al suelo con las puntas de los pies. Llevaba el compás. Si paraba se detenía la lectura. Es de suponer que en el Caribe la música, por razones diversas, está metida en el cuerpo, incorporada en la vida. La música preside la vida y acompaña la muerte; aviva el dolor y dulcifica el sufrimiento; sirve de salvavidas a las flaquezas del recuerdo; e incluso propone sensibilidades sustitutivas a los vacíos de la aventura; y por supuesto interviene en las formas del movimiento, reinventa el silencio de la danza. Tengo la impresión que quien hizo evidente esa complicidad fue Guillermo Cabrera Infante. De cualquier manera la una y la otra mantienen su autonomía y sus expresiones propias. A lo mejor, ambas apuestan por encontrar el silencio.
Lo Amador se arriesgó a fabular la costa confrontando una ciclópea sombra patriarcal. ¿Cómo asume la escritura de un universo geográfico y cultural sembrado de prevenciones en los lectores por su manida concepción garcíamarquiana?
Parecería evidente que Gabriel García Márquez, sus cuentos y novelas, resolvieron para siempre muchos de los problemas que implicaban el paso de una escritura con las severas interferencias del mantenimiento y celebración de formas caducas impuestas como reglas del buen gusto, de los empecinamientos testimoniales de una realidad tan reciente como violenta, de concesiones a cierta noción ingenua de la diferencia, uno de cuyos fundamentos era lo exótico, lo pintoresco, un lenguaje, o, mejor, unas palabras desconocidas y sin significado en la lectura, a la aventura pendiente del encuentro con la modernidad. Por motivos que deben meditarse, hay obras de la literatura que se convierten en símbolo, en biblia de un país. Para bien y para mal. Así El Quijote es el símbolo de la libertad en España. Y, naturalmente, el de la locura.
En Colombia, el inocente alborozo que condujo a millones de seres a bautizar a sus hijos con los nombres de Efraín y María y nunca con el bello de Ney, el nombre de la esclava, hallaron por fin en Cien años de soledad algo más que un directorio santo para nombrar cristianos. Dieron con un ícono que poco a poco sirvió para dar cuenta del ser latinoamericano. Sin embargo, el abrumador proceso de las interpretaciones, aunó a críticos y glosadores, comentaristas y reseñadores, estudiosos y lectores, en la coincidencia de mutar la fina intuición de Alejo Carpentier de lo real maravilloso en el repetido realismo mágico. Con los años, esa expresión, con su soberbia intocable de talismán y palabra revelada, se fundió con Macondo o macondismo. Fue despojada de su virtud y se transformó en el pernicioso hábito de nombrar y hacer responsable, explicar y justificar las desgracias, crímenes y tremendas anomalías sociales y políticas, por la supuesta pertenencia a la zona sagrada del realismo mágico. El efecto de esta aceptada y casi ilimitada explicación es devastador: el hecho condenable, el delito, la canallada se cubren de un manto benigno que envuelve la gravedad, la obliga a ingresar a un orden mágico que escapa al orden terrenal. Allí, todo puede ocurrir en la infinita perversidad humana y todo escapa a la sanción ética, a la sanción legal. Entonces el reto para los escritores es apasionante. Ni más ni menos que desajustar, desacomodar una conciencia colonizada y con deformaciones, una conciencia pervertida por la autoridad, el Gran Hermano, o como quieran llamar a los que se autoerigen en dueños del mundo. Tengo la impresión que como nunca antes, hoy, existe una literatura con registros distintos, vasos comunicantes, que dejó atrás la tradición de un solo libro, una sola novela, un solo poema. Agradezco la perspicacia de tu pregunta, pones el acento en algunos lectores y dejas que cada escritor asuma sus riesgos, su reto.
Natalicio de Jean Paul Sartre
Carta de Simone de Beauvoir a Sartre
Simone de Beauvoir y Sartre
El 21 de junio de 1905, nace en París Jean-Paul Charles Aymard Sartre, uno de los padres de la filosofía contemporánea y precursor del gran pensamiento del siglo XX, quien bajo un profundo sentido de la libertad afirmara que el Existencialismo es el último humanismo.
Los Tiempos Modernos, revista fundada por el propio Sartre, acaba de publicar su correspondencia amorosa cruzada con Simone de Beauvoir, con quien compartiría una alianza a prueba de todas las divergencias que destruyen las relaciones pasionales.
Para celebrar el natalicio de este gran filósofo francés, autor de Bosquejo de una teoría de emociones, La náusea, El ser y la nada, La trascendencia del ego y Crítica de la razón dialéctica, Con-Fabulación publica una de estas escandalosas misivas enviada por Simone a su compañero de más 51 años.
"Querido pequeño ser: Quiero contarle algo extremadamente placentero e inesperado que me pasó: hace tres días me acosté con el pequeño Bost. Naturalmente fui yo quien lo propuso, el deseo era de ambos y durante el día manteníamos serias conversaciones mientras que las noches se hacían intolerablemente pesadas. Una noche lluviosa, en una granja de Tignes, estábamos tumbados de espaldas a diez centímetros uno del otro y nos estuvimos observando más de una hora, alargando con diversos pretextos el momento de ir a dormir. Al final me puse a reír tontamente mirándolo y él me dijo: "¿De qué se ríe?". Y le contesté: "Me estaba preguntando qué cara pondría si le propusiera acostarse conmigo". Y replicó: "Yo estaba pensando que usted pensaba que tenía ganas de besarla y no me atrevía". Remoloneamos aún un cuarto de hora más antes de que se atreviera a besarme. Le sorprendió muchísimo que le dijera que siempre había sentido muchísima ternura por él y anoche acabó por confesarme que hacía tiempo que me amaba. Le he tomado mucho cariño. Estamos pasando unos días idílicos y unas noches apasionadas. Me parece una cosa preciosa e intensa, pero es leve y tiene un lugar muy determinado en mi vida: la feliz consecuencia de una relación que siempre me había sido grata. Hasta la vista querido pequeño ser; el sábado estaré en el andén y si no estoy en el andén estaré en la cantina. Tengo ganas de pasar unas interminables semanas a solas contigo. Te beso tiernamente, tu Castor".
POEMAS
GUSTAVO ADOLFO GARCÉS
Gustavo Adolfo Garcés. Medellín, 1957. Abogado de la Universidad de Antioquia y Magíster en Estudios Políticos de la Universidad Javeriana. Ha publicado: Libro de poemas (1987), Breves días (Premio Nacional de Poesía Colcultura, 1992), Pequeño reino (1998), Espacios en blanco (2000) y Libreta de apuntes (2006). Se desempeña como asesor de la Procuraduría Delegada para la Prevención en Materia de Derechos Humanos y Asuntos Étnicos. Los siguientes textos pertenecen al libro Breves días (Trilce Editores, 2010).
Mis amigos
Tuve un insomnio feliz
pasé la noche en vela
pensando en mis amigos
increíble tanta risa
en la memoria
***
Dragonear
Cuáles asuntos
afligen al dragón
por qué su gesto
desapacible
de cuáles actos
se hace responsable
con qué afán se esmera
en ser un monstruo
***
Dificultades de la poesía
La idea era
beber un poco
ponernos alegres
pero nos emborrachamos
en exceso
y lo que hicimos
fue tener una opinión
demasiado buena
de nosotros mismos
***
Don José Donoso
Vuelvo con frecuencia
a ese pasaje de su libro
en donde se mueven
las hojas de los árboles
no hay allí prisa
casi ni hecho alguno
pero algo me atrae y me obliga
con su leve mandamiento
CARTAS DE LOS LECTORES
EN BUSCA DE ARIADNA. No quiero agregar comentarios a esa obra que me acompaña desde hace un mes como amuleto, me refiero a Ritual de títeres de Gonzalo Márquez Cristo; sin embargo me veo en la necesidad de preguntar por la existencia de su protagonista quien me desvela. Espero que puedan responder a mi pregunta, un poco personal. ¿Ella existe? ¿Una mujer con cabello negro y labios como herida abierta, pasea con sus piernas esbeltas por la lluviosa Bogotá? ¿Es creación del novelista, o en verdad una criatura de senos solares que habla de esa forma tan mágica tiene identidad de carne y hueso? Por favor díganme si existe o no y bajo qué nombre se oculta en la realidad, porque de ser afirmativa la respuesta, creo que estoy perdido. Francisco Álvarez, profesor Universidad Nacional de Colombia.
* * *
RITUAL DE TÍTERES EN PARÍS. Confabulados: excelentes los artículos sobre la novela de Gonzalo Márquez Cristo que yo acabo de leer en la Ciudad Luz después de adquirirla en la Feria del Libro de Bogotá. Creo que esta obra es algo así como el Hiperión de América Latina, por su profundidad poética y filosófica, y por el tema amoroso ligado al desangre político. Que me perdone su autor pero realizaré mi tesis de maestría sobre esa creación brillante y caudalosa. Saludos desde el Barrio Latino. Veré muy pronto a García Aguilar, ya les contaré. Juan Fernando Campos
* * *
RÍO VERBAL. Esos maravillosos ensayos –el de Carlos Fajardo Fajardo y el de Iván Beltrán Castillo– sobre Ritual de Títeres, novela poemática del ensayista y poeta Gonzalo Márquez Cristo, vienen a ser dos aportes de la mejor crítica creativa con que cuenta Colombia. No se trata de guiños gratuitos, sino de un legítimo y justo reconocimiento a esa summa creativa que la obra simboliza. Nada más necesario que expresar la solidaridad para con una obra que habla segura de vencer a toda amenaza corrosiva del tiempo, y no como les suele ocurrir a ciertas obras cuando el tiempo del arte las olfatea con sus ojos implacables. Beltrán y Carlos Fajardo, a manera ritual concelebrante, se sumergieron en ese río verbal de Márquez Cristo y terminaron gestando dos exposiciones cuyo sabor pareciera que fuesen dos capítulos de la obra misma. Obra que les trajina entre sus vísceras. Bien por ese homenaje. Aplaudo a la obra que nos atisba, a la espera de nuevos lectores, a raíz de su segundo nacimiento. Argemiro Menco Mendoza, poeta y catedrático de la Universidad de Cartagena
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HERNANDO GUERRA TOVAR. Los felicito por publicar el poema de Hernando Guerra en el número anterior, titulado "Si no caes", de gran factura. Los animo a seguir difundiendo a los buenos autores que no tienen otro medio para dar a conocer sus textos. Gustavo Sanabria.
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Grandes entrevistas de Común Presencia
Premio Literaturas del Bicentenario 2011
Reportajes realizados por Gonzalo Márquez Cristo y Amparo Osorio con: E.M. Cioran, Octavio Paz, Roberto Juarroz, Jean Baudrillard, Salvador Elizondo, Juan García Ponce, António Ramos Rosa, Eugenio Montejo, Juan Goytisolo, Olga Orozco, Jorge Luis Borges, Lawrence Durrell, Roger Munier, Carlos Fuentes, Casimiro de Brito, Mario Vargas Llosa, Bernard Noël, Fernando del Paso, Alfredo Silva Estrada, Álvaro Mutis, Franco Volpi, Hans Magnus Enzensberger, Ernesto Sabato, Antonio Gamoneda y José Saramago.
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Celebrando 10 anos "On Line"..2009
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