Monday, October 17, 2011

[RED DEMOCRATICA] BOLETIN : Ojarasca

 


SUPLEMENTO MENSUAL. NÚMERO 174. OCTUBRE DE 2011

Río Bobonaza, Sarayaku
 
 

Los Kichwas amazónicos
protegen sus territorios
gobernándose a sí mismos


Pesca en el río Bobonaza
foto: COLOMBE CHAPPEY
José Gualinga
El gobierno de Tayjasaruta, que significa "Pueblo Originario Kichwa de Sarayaku", está constituido en cinco comunidades: Shiwacocha, Cali Cali, Chontayaku, Sarayakillo y Centro. Cada comunidad tiene una autoridad, los kuracas, con su bastón de mando, y constituyen el consejo de gobierno. Somos una institución consolidada pero en crecimiento. Tenemos un equipo de apoyo y un consejo de ancianos que está integrado dentro. También hay comisiones responsables de salud, educación, jóvenes. El consejo de gobierno se reúne cada viernes, y el congreso, la máxima autoridad, se celebra cada dos años. La asamblea, dependiendo las circunstancias, es convocada, en casos de urgencia, de amenazas a nuestro territorio.
Sarayaku consiste en varias conformaciones de familias, de ayllus, entre el pensamiento de los hijos del jaguar, del puma, ligado a toda una vida con la selva. Están ahí los seres como la masanga, el sacharuna, y todo es parte de este pueblo.
La defensa del territorio surge por la dignidad. Sarayaku no acepta que su autoridad sea dominada, ni ser privada de su libertad. Es nuestra tierra, nuestro territorio, y queremos aquí nuestra organización, nuestro sistema de vida. No aceptamos que los espacios tan vivientes puedan ser destruidos. Son conceptos muy básicos, filosóficos, que mantenemos. No aceptamos la intromisión de otros agentes que quieren dominar y destruir la naturaleza y nuestra identidad. Nuestras formas de vivir son humanas y lógicas. Y si eso no está en ti, por qué aceptar que nos vengan a decir "tienen que vivir de esta forma". Éste ha sido nuestro principio de resistencia.
Son siglos. No el mismo nivel que ahora estamos, las condiciones no eran iguales, pero nuestros ancestros siempre resistieron. Hace 90 años un cuartel militar fue incendiado aquí por los kuracas. Estaban abusando de la sociedad, de las mujeres. Intentaron prohibir las relaciones que se mantenían entonces con Perú, por la cuestión de las banderas. Cuando un sarayaku llevaba un sombrero peruano, los ecuatorianos no estaban de acuerdo y ése era el conflicto.
Hace 30 años se organizó un sistema nuevo, tipo sindicalista. El Centro ALAMA Sarayaku (CAS) llevó el proceso de defensa territorial, aunque como siempre en desiguales condiciones, porque jurídicamente el Estado tenía todo sometido y la personería legal y jurídica no permitía los alcances que este pueblo demandaba. Tuvimos que usar nuestro derecho propio a la defensa, movilizaciones y presiones. En 1989 es primera vez que se expulsa una petrolera americana de este territorio y se firman los Acuerdos de Sarayaku.
El Estado debía titular, reconocer estos territorios legalmente, pues había una ley de colonización y reforma agraria que declaraba las tierras baldías, no estaba habitada y tenía que ser colonizada. Los acuerdos abolían esa ley de colonización, y exigían los títulos como territorios, no reservas ni parques naturales. El acuerdo fue firmado, y muy conocido. Después, el gobierno nunca lo aceptó, porque decía que fue firmado a base de presión.
En 1992, a través de la Organización de los Pueblos Indígenas de Pastaza, en ese tiempo muy reconocida por su capacidad de organización, desde aquí y otros pueblos se planea una marcha que en mayo logra llegar hasta Quito y obtiene los títulos de propiedad colectiva, no solamente para los pueblos kichwas, sino para varias nacionalidades y pueblos que estuvimos bajo esta ley de colonización y reforma agraria. No logramos el reconocimiento del subsuelo, porque según el Estado es propiedad suya. En 1996 otorga nuevas concesiones petroleras a la compañía argentina CGC, inconsultamente. A finales de 2002 ésta logra ingresar. Tras una serie de conflictos, Sarayaku expulsa a la compañía, y en 2004 se reforma el estatuto y se organiza un nuevo sistema de gobierno.
Formamos un sistema mixto, entre el occidental y el propio. El consejo de gobierno, constituido por varios pueblos, es presidido por el Tayjasaruta, donde se llega a los acuerdos de manera consultiva y participativa. Por debajo de su autoridad están la tenencia política (el representante del gobierno) y el sistema de jurisdicción de asuntos parroquiales. Pero la autoridad es el Tayjasaruta. Hemos equilibrado un funcionamiento, tanto el Estado como Sarayaku. Conociendo la historia de otros pueblos, la dominación la imponen las autoridades de tenencia de política, que se sobreponen a la autoridad indígena. Aquí es distinto, somos nosotros las autoridades, tomamos las decisiones y ellos tiene que acatarlas, así sean representantes del gobierno.
Nuestro territorio reconocido es de 240 mil hectáreas de territorio primario; casi el 95 por ciento es selva. Usufructuamos una parte para vivir, cazar, pescar. Al sur está otro pueblo, el shuar. Ellos tienen igual. Hay un lindero simbólico, hasta dónde es nuestro, para cultivos, todo eso. De ahí para allá ellos tienen su usufructo de vida. Nosotros, está normado, no podemos pasar allá para cazar, ni ellos acá.
En el conflicto sobre la extracción de recursos como el petróleo siempre hemos mantenido nuestra oposición por los impactos sociales, ambientales y económicos que ha causado a los pueblos indígenas y nacionalidades. Con proyectos sin consulta, han sometido a los pueblos violando sus derechos, aprovechando su desconocimiento de las normas jurídicas. El Estado nunca trata de dialogar. Aquí no aceptamos este sometimiento. Ofrecen dinero a cambio de las tierras, a cambio de la vida. No aceptamos porque significaría destruir nuestra historia, nuestra vida y dignidad. CGC ingresó de manera inconsulta y tuvimos que expulsarla. El gobierno la indemnizó con 20 millones de dólares y el bloque petrolero 23 ya no existe. En sentido contrario, el actual presidente amplió el bloque 10, igual de manera inconsulta, a los pueblos de Canelos, Pacayacu y Sarayaku, y también de los shuar. Todos, en Pastaza.
Rafael Correa hace esta ampliación con una nueva estrategia, y convoca a otra ronda de licitación petrolera que afecta a los pueblos de nacionalidad sapara, shuar y sarayaku. Esa ronda ha sido convocada de manera ilegal, sin consulta. Éstos son territorios indígenas. Pero resulta que hay un montón de créditos que el gobierno ha recibido del gobierno chino, a cambio de explotación de recursos naturales, y eso afecta nuestro territorio.
"Los ancianos cuentan
que el pueblo de Sarayaku
desciende de los pumas y
de los árboles. Nuestros
antepasados, que se
transformaban en pumas,
eran los Tayak, sabios de la
selva, quienes desde
Yakumaman (los grandes
ríos Amazonas y Marañón)
surcaron por las vertientes
de los ríos Pastaza, Napo y
Bobonaza, bautizando los
lugares que recorrían. Uno
fue Sarayaku. Lo llamaron
Río de Maíz, porque en sus
visiones mediante el ritual
de la Ayawaska, los Tayak
vieron que río arriba en la
bocana del actual
Sarayakillu descendían
mazorcas de maíz".
El pueblo del medio día
ASOCIACIÓN ATAYAK
A raíz del conflicto con CGC presentamos una demanda ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) por violación a los derechos de Sarayaku. El proceso sigue. En la audiencia final presentamos alegatos, testimonios. Ahora esperamos que la Corte adopte su fallo, y dé una sentencia que permita la justicia, más que todo sobre la consulta previa y el libre consentimiento. Si la Corte adopta una sentencia favorable, todas las concesiones ilegales del gobierno y la ampliación del bloque 10 serían inconstitucionales.
Otros problema importante es el retiro de los explosivos, a unos 20 kilómetros de aquí, enterrados cada cien metros. Como minas. Servían para detectar la sísmica y el petróleo. Esas detonaciones afectan el proceso de vida de la Pachamama. Impiden las movilizaciones de las especies de fauna, y más que todo la esencia de los seres como la masanga, que son los amos, los que cuidan este equilibrio de la naturaleza. Exigimos en la Corte que se retiren los explosivos. Que ninguna empresa petrolera o minera pueda destruir el subsuelo y la tierra. Si se diera esta disposición, significaría otro triunfo importante, las transnacionales deben tener cuidado.
A pesar de que la CIDH dictó el retiro de los explosivos, la policía especializada no ha logrado sacarlos. Están a 20 metros de profundidad, humana y tecnológicamente es complicadísimo. Ellos han propuesto hacerlos explotar, o cimentar, poner químicos, sal. No hemos aceptado. Más bien propusimos la siembra de árboles que florecen. Hacer un cerco de árboles sagrados para que esa parte quede visible y se sepa que está ahí, y al mismo tiempo esos árboles permitirían la recuperación en unos 30 años, para el regreso de los seres que se fueron.
En julio pasado acudimos a una audiencia con la Comisión, en Costa Rica. Para nosotros, 18 delegados, fue una experiencia estar frente a los jueces y enfrentar un litigio con abogados del Estado. Ellos con mucha experiencia jurídica. Presentamos los testimonios de violación de los derechos del pueblo de Sarayaku, y el Estado presentó sus alegatos siempre de manera minimizadora, como para decir "nosotros mandamos aquí y Sarayaku es una comunidad que no puede mandar a los 14 millones de ecuatorianos; el desarrollo de los ecuatorianos no puede ser afectado por un pueblo pequeñito de 'mil almas'". En la audiencia, el Estado otra vez quiso burlarse de nuestra dignidad como pueblo. Esperamos que los jueces adopten medidas claras y positivas. Pero como presidente, como Tayjasaruta y Tayagapu, me he dado cuenta de que en el siglo XXI el sistema colonizador y colonialista no ha cambiado en absoluto. Hay un disfraz de democracia y derechos humanos.
Siguen discutiendo si el indio tiene alma o no, como pasó entre Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda. Después de la Conquista, Las Casas era el defensor de los pueblos indígenas, y Sepúlveda tenía que probar que éramos animales. El mismo sentimiento tuvimos en la Corte; el Estado trataba de probar que Sarayaku no tenía derecho; antropológicamente querían ver a este pueblo como que fuéramos animales. Con nuestros abogados buscábamos probar que tenemos derechos. Es algo chocante de ver que en la modernidad, cuando se supone que hay democracia, la jurisprudencia no entiende quiénes somos como pueblos y seres humanos, y ni piensan en discutir este derecho. El debate era muy interesante, pero seguíamos alegando sobre el posible derecho de un pueblo indígena, como en la Colonia, si tiene alma o no. Confiamos que la Corte adoptará medidas, aunque no cien por ciento favorable. La batalla sigue.
Como pueblo tenemos dos objetivos: la lucha nacional de tipo social, y la que damos por los derechos propios de los pueblos. La Confederación de Nacio na - lidades Indígenas de Ecuador (Conaie), de la que siempre somos parte, ha tenido que llevar la bandera de los pueblos, y también de los movimientos sociales. Ha sido muy importante. Además, en los pueblos reivindicamos objetivos específicos, precisos. Si los movimientos sociales e indígenas luchan contra el TLC, el capitalismo, el liberalismo, directamente contra un sistema que quiere dominar, para nosotros, ya en el terreno, significa la expulsión de las petroleras.
Estas posiciones siempre han alimentado a la Conaie y los movimientos sociales. Estamos atrincherados en nuestros territorios, luchando. El movimiento indígena ha hecho grandes esfuerzos para cambiar el sistema actual. Hemos confiado en varios gobiernos, pero han traicionado una visión más larga de una integración social, política, plurinacional. La confrontación actual es porque salen nuevas élites que critican a la derecha, al capitalismo, pero aparecen en un nuevo sistema que no se diferencia del otro, y para lograr sus objetivos tiene que saquear los recursos, vender territorios indígenas.

José Gualinga derribando un árbol de awinsuna durante una minga en Sarayaku foto: JULIÁN BELLINGHAUSEN
La Conaie propone el respeto a los pueblos originarios, a los recursos naturales, una nueva política económica. Sarayaku está también en el camino de una nueva política económica desde las propias economías sociales pequeñas que hacen vivir a la gente, y no las extractivistas que producen grandes capitales, pero aquí sólo nos dejan la destrucción de la naturaleza. El gobierno de Rafael Correa ha mostrado buenas intenciones al invertir en obras, mejorar la calidad de vida, haciendo una "revolución urbana" para muchos sectores que viven este tipo de economía, pero no armoniza con la realidad de los pueblos indígenas. Mientras más licitación petrolera o minera hace, más choca con los derechos de los pueblos y de la naturaleza. Y eso no lo quiere entender el presidente. Sarayaku no está contra Rafael Correa, pero demanda condiciones iguales, un diálogo político y de respeto. Si quiere imponer, no estamos de acuerdo. A veces el gobierno se confunde y piensa que estamos contra él. Estamos contra el sistema, como ellos dicen estar, mientras a sus alrededores se atenta contra los derechos de los pueblos que estamos aquí.
Después de que la compañía petrolera nos dejó divididos, tenemos una propuesta de unidad con toda la cuenca del río Bobonaza, desde Boberas a Teresa Mama, Sarayaku, Pacayaku, Canelos. El 16 de septiembre hubo cerca de Puyo un encuentro de hermandad y convivencia, para retomar nuestra paz, que fue quebrantada. Estamos proponiendo una declaratoria de las selvas vivientes, un proyecto que todavía no está bien cogido, pero es una propuesta para que la selva sea declarada territorio sagrado.
¿Qué es "selva viviente"? Kawsak Sacha en kichwa. Un espacio de los seres donde los pueblos elevamos nuestras emociones físicas, psicológicas y psíquicas. Por ejemplo, en agosto la mayor parte de la gente está movilizada selva adentro, ya no en una comunidad, sino en la selva, en una casita lejos. Ahí los niños, las mujeres, todos, recrean, cogen su vida, se van a ver la masanga, los misterios. Esto te fortalece y hace la hermandad, la unidad y el respeto a la naturaleza. Ése es el territorio sagrado, no hay que destruirlo. La selva viviente también es el espacio donde los chamanes y los mayores transmiten su conocimiento, la ciencia de la selva, cómo conocer los árboles, las plantas, los peces, los animales, orientarse, soñar, tener visiones. Ésa es nuestra ciencia, la relación con este mundo. Un lenguaje de comunicación con los animales.
La propuesta la estamos desarrollando todas las nacionalidades del centro-sur de la Amazonía. La frontera es el territorio kichwa y va al territorio achuar y shuar. Son cinco millones de hectáreas el territorio indígena. El nororiente de la selva (Sucumbíos, Orellana) ya está afectado, pero acá sigue bien protegido. Y como el gobierno amplía los bloques petroleros, proponemos declarar a la selva viviente territorio sagrado de los seres, donde nuestra vida se constituye. Proponemos planes de vida: administrar los recursos naturales de acuerdo a nuestra visión con bases de tierra fértil, aplicar el conocimiento de lo pueblos, el Sumaj Kawsay, y el comportamiento social que hacen el Sumaj Kawsay.
Y dentro de eso vamos a usar los recursos naturales con educación, salud y economía propias. La plataforma, el gran horizonte, es mantener el Sumaj Kawsay, donde la naturaleza no esté contaminada sino libre. Queremos convocar a una sola propuesta, que sería esta Declaración de la Selva Viviente.
José Gualinga es el actual presidente del consejo de gobierno en Sarayaku, y anteriormente ha ocupado diversas responsabilidades en representación de su pueblo.
Entrevista: Ojarasca
 
 
 

foto: COLOMBE CHAPPEY

Sarayaku: crónicas del buen vivir

Hermann Bellinghausen
Pastaza, Ecuador
Pocos lugares en el mundo le hacen mejor propaganda a la vida que este pueblo (como prefieren llamarlo en vez de comunidad) kichwa, en las riberas del río Bobonaza, que mucho más abajo será el Amazonas. En el corazón de la selva ecuatoriana, Sarayaku es un símbolo de la resistencia invicta donde todo está conectado y hace sentido todavía. Haber impedido el ingreso de las empresas petroleras en su territorio una y otra vez fortaleció al pueblo con una identidad moderna y una experiencia de gobierno y vida autónoma que ya quisieran muchos países que se dicen democráticos. Eso explica lo que le ocurrió a Gerardo, que andaba de viaje para tres meses en Suiza en representación de su pueblo. "No aguanté ni un mes" confiesa. "Y me regresé". Su certidumbre por lo que hizo no quita que, durante una festiva chichada en casa de los Santi una tarde de agosto, fuera objeto de carrilla colectiva durante un buen rato, a carcajadas en kichwa. Hasta él se reía. Luego tradujo: "Se están burlando porque me regresé antes de Europa". Con un poco de pena, pero sin la menor sombra de duda: "Aquí es donde me gusta estar".
Es un hombre serio, reflexivo, orgulloso en el buen sentido, con posturas muy claras respecto al valor de la educación y la importancia definitiva del territorio. Nos aloja en su casa, en la parte del Centro de Sarayaku llamada Pista; un barrio grande en la ribera opuesta del Bobonaza, el cual rodea la pista de aterrizaje de las avionetas (uno de los dos medios de transporte que unen al pueblo con el exterior, siendo el otro el río Bobonaza, que en tiempo de secas toma dos días o más de trayecto). No tienen carreteras, ni las necesitan. No hay carros. Y de animales domésticos, ni caballos, ni vacas ni cerdos. Pollos y perros sí. Los rodea una fauna portentosa con la cual han cohabitado durante siglos.
Son cazadores, campesinos, pescadores, en un territorio dotado de agua y una vegetación llena de propiedades alimentarias y farmacológicas cuyo aprovechamiento conocen a fondo y usan sin abusar, en las antípodas de la depredación y la contaminación. No huele mal, no hay basura ni desechos industriales. Ningún niño se ve desnutrido. Y de hecho, todos van a la escuela.
Cuidan y cultivan un arsenal de hierbas, cortezas, flores, hongos, raíces, semillas. Como no le queda sino reconocer al doctor Galo, enviado a la clínica por el gobierno provincial de Pastaza, "lo notable es que poseen el conocimiento". Aunque el médico lleva muchos años aquí, y entiende la resistencia de los sarayaku, no comparte con ellos la visión de las petroleras transnacionales como el enemigo. Él mismo trabajó para una firma italiana que le quedó a deber un dinero que todavía pelea.
Gerardo no es tan benévolo. Estos días le toca ser guardián de la "frontera viviente" del pueblo, así que sale desde temprano, armado, para caminar hasta el confín oriental y patrullarlo. Las petroleras, el gobierno, los gambusinos de las mineras acechan, entran, listos para saquear. Él, como otros en los diferentes extremos del territorio en los demás poblados, patrulla a diario la frontera más hermosa del mundo, consistente en árboles florecientes de diez y veinte metros de altura que marcan el "camino de las flores", dónde queda Sarayaku.
Este confín es relativamente tranquilo, no colinda con la selva colonizada sino con los shuar, otro pueblo amazónico que mantiene con ellos una relación de siglos en un común respeto de la selva y todo lo viviente, lo cual incluye a los vecinos kichwas. En otras direcciones no ocurre lo mismo. Una mañana llegan dos guardianes de Sarayakillo, que patrullaban otro confín de Pastaza, a casa de José Gualinga, presidente del gobierno, quien regresa de una reunión del consejo de gobierno y aún lo acompañan todos sus miembros. Los guardias traen la noticia de que un grupo de invasores ingresó al territorio para derribar más de 60 árboles plantados y cultivados desde hace seis años, en terrenos recuperados de la depredación petrolera.
Aquí como en la selva de
Bolivia y Perú, los gobiernos
nacionales, se supone que
progresistas, acusan a los
pueblos y las nacionalidades
indígenas de "vivir bien" en
territorios que son "para
beneficio de todos", sobre
todo si contienen oro negro,
oro azul u oro a secas
El lugar talado es próximo a los pozos petroleros en dirección a Puyo. "De por allá siempre vienen los sabotajes" dice José con una calma que no impide su indignación: "Es un crimen. No vamos a aceptarlo. Son árboles sagrados. Provocan, provocan, para poder culparnos de violentos, de terroristas. Vamos a advertir al gobernador de Pastaza, a la subsecretaría de Tierra y al Ministerio de Justicia que si los agresores vuelven les aplicaremos nuestra propia justicia, los vamos a detener". Esto es relevante, toda vez que sostienen una relación tensa con el gobierno de Rafael Correa, al igual que el resto de pueblos organizados en la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie). El gobierno insiste en abrir la explotación de hidrocarburos, y queriendo "negociar" el presidente ha intentado aterrizar en Sarayaku, de manera oficial o "de vacaciones", pero no se lo han permitido.
Gualinga explica que los atacantes pertenecen a un pequeño grupo de antiguos pobladores de Sarayaku que optaron por respaldar a las petroleras, y fueron expulsados por traición; ahora las empresas buscan "abrirles un nuevo territorio", para legitimar su ingreso "negociando" con al menos una "comunidad". Lo que en términos militares se llama cabeza de playa. En el predio atacado a machetazos "hay un pozo que cerramos hace 20 años; lo que quieren es violar nuestra frontera de vida".
El buen vivir cuesta trabajo. Mucho. Las mujeres se encargan de la chacra, el campo de cultivo en las distintas direcciones de la selva a cargo de la cada familia, todas con tierra. Allí se siembra, cultiva o cosecha yuca, el tubérculo base de la dieta kichwa. Todo el año se trabaja la yuca, bajo solazo o aguacero. Pero la recompensa es festiva. El ciclo entero de la chicha, bebida que se obtiene de la yuca, corre a cargo de las mujeres. Asua en su lengua, la yuca se consume frita, cocida, en masa, asada.
Pero sobre todo macerada por los dientes de las mujeres, que luego la escupen para colocarla en grandes tinajas de barro, con frecuencia decoradas con grecas y bestias, y la dejan fermentar.
La chicha, bebida un poco fermentada que se obtiene del proceso, es compartida a lo largo del día por las familias, los cazadores en la selva, los guardianes, los agricultores y los visitantes, uno por uno, servida en varios pilches, guajes que van de boca en boca llevados por mujeres que ofician un doméstico y cotidiano ritual que pone a todos de buen humor.
Cada detalle de los días aquí es para vivir bien. Las palmas poseen por ejemplo una utilidad casi infinita en la confección de cestas, diademas, lazos, mochilas, tejidos de trabajo, techos tejidos con laborioso primor para durar décadas de tizne e inclemencias que nunca faltan en estos trópicos de la mitad del mundo. De algunas palmas se comen la médula o sus aceitosos frutos. Los kichwas desarrollaron métodos de uso y conservación de los bosques sin depredar la madera. En sus anchos y navegables ríos la pesca es regulada. Y más aún la caza. Viven de ellas. Establecen especies en veda, y otras protegidas.
Rozan y tumban las plantaciones, pero sólo queman la hojarasca. Los incendios son un problema casi desconocido para ellos. "Nuestro principal enemigo son las serpientes", dice una mañana Edmundo, designado nuestro guía durante la visita, mientras nos internamos en la selva varias horas hasta casi extraviarnos. En el recorrido ha ido llamando a mujeres y hombres dispersos en sus labores mediante un intrincado leguaje de silbidos y gritos, como un idioma de pájaros.
Explica que han aprendido a cultivar peces industriales como la tilapia, pero sólo en estanques lejos de los ríos para no "contaminar" las aguas vivas de su territorio.
La centralidad política de los sarayaku en la lucha indígena nacional de Ecuador ha llevado a sus dirigentes y jóvenes a salir a las ciudades, estudiar en universidades y viajar por el mundo. Serán silvestres, pero sutiles y cosmopolitas. Cuentan con escuelas preescolar, primaria y bachillerato completo. Por un tiempo tuvieron universidad, pero resultó poco viable. En el Tayak Wasi, "centro educativo de los ancestros", los niños aprenden los saberes del pueblo mismo.
Hay una clínica médica modesta pero bien equipada. También un centro de atención para los pacientes de los chamanes, Sasi Wasi, una casa de medicina ancestral cercana a la Pista que es, arquitectónicamente, la más hermosa edificación de Sarayaku.
Los chamanes de mayor respeto, yachak, son Antonio Manya y Sabino Gualinga Cuji. Don Antonio se fue con su familia a un rancho selva adentro, como la mayor parte de los pobladores que se dan verdaderas vacaciones en esta época del año. Don Sabino, con más de 90 años de edad, se mantiene activo y una mañana de sábado se presenta a trabajar en la minga de construir la casa de un vecino como sólo uno más, con su machete, para tumbar arbustos y maleza. Don Sabino es un hombre célebre no sólo en la selva amazónica. Su fama ha cruzado océanos y hemisferios.
Noches después, convertido por necesidad en hombre de poder, instalado en una gran silla donde lo abrazan un águila y un jaguar labrados, bebe ayahuasca y canta durante horas antes de efectuar una ceremonia de curación para gente que vino de los Andes. Edmundo lo asiste, también bebe ayahuasca. A la mañana siguiente, el joven guía luce contento: "soñé muy bien" celebra. Sin embargo, sostiene que no guarda la menor intención de ser chamán.
Para llegar a este monumental recinto natural a salvo de las petroleras, irónicamente uno sale de un poblado llamado Shell, nombrado así por la petrolera holandesa cerca de la ciudad de Puyo, capital de Pastaza. En Shell, tres líneas aéreas comparten con el ejército ecuatoriano el amplio aeropuerto Río Amazonas. Una de dichas empresas, Aerolíneas Kichwa, pertenece en colectivo a los pueblos indígenas de la región, tiene una flotilla en buen estado y pilotos profesionales, algunos nativos.
La trasnacional Shell intentó establecerse en Pastaza hacia 1930, sin éxito, pero como recuerdo dejó esa población, a su modo una frontera, que en su plaza central exhibe un monumento a la avioneta: una nave amarilla tamaño casi natural sobre un pedestal de piedra. En esta localidad se inicia el vuelo sobre el verde océano verde de la Amazonía que se pierde en el horizonte, sobre el alto grito amarillo de los guayacanes y la serpenteante ruta del río Bobonaza hacia el oriente. Así se llega por ejemplo a Sarayaku.
Aquí como en la selva de Bolivia y Perú, los gobiernos nacionales, se supone que progresistas, acusan a los pueblos y las nacionalidades indígenas de "vivir bien" en territorios que son "para beneficio de todos", sobre todo si contienen oro negro, oro azul u oro a secas. Ni siquiera por el lado del turismo han logrado doblegarlos. A diferencia de selvas como la Lacandona o el Petén, donde los gobiernos impulsan el turismo para las grandes hoteleras y el clientelismo político, en Sarayaku y otros territorios amazónicos, el manejo racional del turismo corresponde a los propios pueblos, que lo regulan y aprovechan como escudo contra las depredaciones "por interés nacional".
Patricia, hija de don Sabino, dirigente de las mujeres kichwas, un verdadero cuadro político, señala que los kichwas de Pastaza que aceptaron el bloque petrolero 10, "años después se arrepienten y buscan nuestra alianza porque su vida ya no es la misma, están enfermos, desintegrándose". Recuerda las históricas marchas amazónicas de 1990 y 1992, impulsadas entre otros por Sarayaku, que atravesaron el país durante 20 días hasta Quito, y cambiaron las cosas para siempre. Hoy sería difícil entender el movimiento indígena nacional sin los amazónicos, que dieron la cara a millones de ecuatorianos y desafiaron al gobierno con lanzas y demandas claras y ejemplares.
Aquí también el día comienza por el principio. A las 4 y media de la mañana los adultos se reúnen en un solar techado a beber guayusa y platicar sobre los problemas que se tienen, y si anoche hubo desavenencias se ventilan y aligeran al calor de esa infusión de hoja, servida en un guaje oblongo directamente del fuego.
Es la hora de los acuerdos y los recuerdos. La hoja de guayusa, entera en el pilche, es un estimulante prístino y digestivo. También hablan de política, de sus experiencias pasadas, de los retos actuales.
Ya después se despiertan los jóvenes y los niños, siempre cerca de un río, y poco a poco cada quién sale a sus deberes. Los niños a la escuela, las mujeres a la chacra, los hombres al monte. Para entonces ya discutieron cómo los proyectos de "reservas" impulsados por el gobierno abren la vía al despojo, y mencionaron el caso de Yasuní, donde Correa podría encontrar su Waterloo. Conversaciones chispeantes, donde la voz de don Sabino es al fin audible y puntual, aunque el hilo lo lleven sus hijos, nietos y vecinos. Doña Corina Montalvo, su mujer, pese a la edad conserva una inteligencia punzante. Ha sido dirigente destacada, confrontó a los trabajadores de la petrolera CGC en 2002 y 2003, al ejército que intentó ocupar el territorio de Sarayaku. Las mujeres del pueblo impidieron el paso a los soldados, los cuales tarde o temprano se tuvieron que marchar. Esto fue antes de Correa, en tiempos del coronel Lucio Gutiérrez. Hasta acá tuvo que venir el presidente a firmar la paz.
La última mañana en Sarayaku me alcanza en una vereda Franco Viteli, ex presidente de gobierno, que asesora a la actual Tayjasaruta. Aunque Gerardo me recomendó repetidamente hablar con él, no había tenido la oportunidad. Franco va con cierta prisa al trabajo, explica, pero desea exponer su preocupación porque se formen nuevos dirigentes y la transformación del papel de la mujer. Conoce "bien" los Acuerdos de San Andrés, y comprende el papel de la comandanta Ramona en la insurrección zapatista, lo interesante de que los cuadros dirigentes no sean protagónicos. Y se dice identificado con los principios del zapatismo de Chiapas: representar y no suplantar, servir y no servirse. Y en sostener posturas firmes ante el Estado.
Horas más tarde, desde el avión que parte distingo a Franco en un banco del río. Suspende sus labores y agita la mano en un adiós que la altura y la selva van devorando hacia Shell. Ya cerca de Puyo, la deforestación y las retroexcavadoras anuncian la presencia del progreso. Allá al oriente, en lo que llaman corazón de la selva, hay un pueblo entero que resiste, y asegura que hará lo necesario para proteger sus lugares, sus ríos, sus florestas, su pajarerío, sus chacras, su atmósfera, sus intangibles memorias y el tangible, palpable, concreto y gran tesoro de su territorio, Kawsak Sacha, la selva viviente.
Como dijera una mujer aquí a Lucio Gutiérrez: "Ya no es tiempo de colonia. Somos otros indios".
 

Minas y autopistas
neoporfirismo devastador


Mercado de Otavalo, Ecuador foto: MO FINI
Carlos González García
El régimen porfiriano impulsó en nuestro país un capitalismo salvaje que prohijó permanentes campañas de exterminio indígena, el despojo a gran escala de los territorios comunales, la esclavitud masiva de seres humanos, principalmente pertenecientes a los pueblos maya, yaqui y mayo, así como la desaparición de un número indeterminado de naciones originarias. En el México de hoy no es una dictadura militar, sino una partidocracia corrupta y funcional a los intereses del capitalismo neoliberal, la que promueve el exterminio acelerado de las naciones indígenas y las poblaciones campesinas.
En el México de Díaz la red ferroviaria, que entre 1880 y 1910 fue ampliada de mil 74 kilómetros a 24 mil 681 kilómetros; la minería, que en ese mismo periodo tuvo una abrupta expansión apoyada en las inversiones extranjeras así como las haciendas y las compañías propietarias de tierras (mismas que para 1910 se habían apropiado de 167 millones 968 mil 814 hectáreas del territorio nacional) fueron la base de la naciente economía capitalista. Esta pujante base económica apoyó su crecimiento, sobre todo, en el gigantesco despojo de tierras comunales que, a su vez, tuvo sustento en las leyes agrarias liberales de la segundo mitad del siglo XIX y en la naturaleza represiva de un régimen político vertebrado en torno al Ejército federal, los rurales, los jefes políticos locales y la Acordada.
En el México de Calderón las autopistas y carreteras, junto con la minería rapaz, las grandes plantaciones transnacionales y los proyectos turísticos, hidráulicos e inmobiliarios, son las nuevas vías para el despojo de las tierras pertenecientes a los pueblos indígenas y a las comunidades campesinas. Ciertamente, a diferencia del antiguo régimen porfirista, la dupla militarización/narcotráfico es un arma represiva aún más sofisticada que la representada por federales y rurales. Las viejas campañas de exterminio en contra de yaquis y mayas no tienen parangón con el negocio que representa la llamada guerra contra el narcotráfico.
Esta nueva guerra capitalista de ocupación, saqueo y despojo inició formalmente en 1992 con la reforma del artículo 27 constitucional, la derogación de la Ley Federal de Reforma Agraria y la aprobación de nuevas leyes en materia agraria, forestal y de aguas nacionales. Dicha contrarreforma se profundizó con la firma del TLC en 1994, la aprobación de la reforma constitucional indigenista en 2001 y, después de ello, la modificación y aprobación de leyes en materia de bosques, aguas, semillas, minería, bienes nacionales, conocimiento tradicional y biodiversidad.
Como en su momento lo fueron los ferrocarriles, hoy en día la construcción y modernización de la red carretera constituye una piedra angular del proyecto neoliberal; las estadísticas son contundentes: entre los años 2000 y 2006 se ampliaron o modernizaron 3 mil 817 kilómetros de carreteras federales, mientras que para el año 2012 el ejecutivo federal pretende haber modernizado o ampliado 21 mil kilómetros de la red carretera nacional, incluyendo la terminación de 100 proyectos carreteros completos en tan sólo 6 años.
Esta nueva guerra capitalista
de ocupación, saqueo y despojo inició formalmente
en 1992 con la reforma del artículo 27 constitucional,
la derogación de la Ley Federal de Reforma Agraria y la aprobación de nuevas leyes
en materia agraria, forestal
y de aguas nacionales
Muchas de estas carreteras y autopistas están pasando, literalmente, por encima de comunidades enteras con el fin de trasladar mercancías, extraer recursos naturales localizados en dichas comunidades o incorporar las tierras de las mismas a la especulación inmobiliaria con fines de urbanización o turísticos; tal es el caso de los corredores transversales del Altiplano y Acapulco-Veracruz o de los libramientos Naucalpan-Toluca, Toluca-Ixtapan de la Sal y Toluca-Cuernavaca correspondientes al Circuito Exterior Mexiquense; igualmente pasa con la red carretera para el Nayar, el proyectado Arco Sur en la zona rural del Distrito Federal, el ramal Manzanillo-Lázaro Cárdenas del corredor transversal Manzanillo-Tampico y el corredor longitudinal Peninsular de Yucatán de gran impacto regional en Chiapas, Tabasco, Campeche y Quintana Roo.
La expansión minera transnacional desatada a partir de las reformas a la Ley de Inversión Extranjera y a Ley Minera no cesa; en los últimos seis años el valor a precios corrientes de la producción de la minería mexicana ampliada, en contraste con el resto de la economía, no ha dejado de crecer, habiendo alcanzado en 2009 un monto total de 119 mil 600 millones de pesos. De acuerdo a datos contenidos en el quinto Informe del Presidente sobre el sector minero, entre enero y junio de 2011 la administración federal expidió 463 nuevas concesiones mineras que amparan una superficie de 1 millón 60 mil hectáreas en diversos estados del país, cifra que se agrega a las más de 20 millones de hectáreas actualmente concesionadas para actividades extractivas minerales.
En el caso de los territorios indígenas es enorme la presión de empresas mineras, casi todas extranjeras, buscando oro, plata, hierro y un sinfín de minerales metálicos y no metálicos que se han vuelto tan valiosos como escasos en un mundo depredado por tantos siglos de capitalismo. En diversas comunidades de la Montaña guerrerense y del sur del estado de Oaxaca empresas mineras canadienses, como Fortuna Silver Mine en San José del Progreso, se han establecido o buscan establecerse para explotar las ricas minas de oro, plata y hierro de la región. Lo mismo ocurre en la región de la Cañada oaxaqueña donde empresas igualmente canadienses como Almaden Minerals LTD han obtenido numerosas concesiones mineras encaminadas a la explotación de aluminio, oro y uranio. En Chiapas diversas empresas extranjeras se han dedicado en los últimos años a la explotación de oro a cielo abierto utilizando técnicas altamente peligrosas que están prohibidas en los países de origen de dichas compañías como es el caso de la canadiense Blackfire en Chicomuselo.
En el occidente mexicano, específicamente en los enclaves nahuas de la Sierra de Manantlán, Jalisco, y de la costa-sierra de Michoacán, la presión de los principales monopolios del hierro y el acero a nivel mundial —Ternium y Mittal Steelasí como el surgimiento de decenas de coyotes mineros y la presencia de algunas empresas chinas, ha provocado la proliferación de decenas de minas, grandes, pequeñas y medianas, que, sin cubrir los requisitos legales indispensables, están destruyendo impunemente las tierras de Ayotitlán (Jalisco), Pómaro y Aquila (Michoacán).
Finalmente, especial mención merece el caso de Virikuta en Real de Catorce, San Luís Potosí, lugar sagrado del pueblo wixárika donde la empresa canadiense Majestic Silver First ha obtenido 22 concesiones mineras que suman 6 mil 326 hectáreas y que ponen en riesgo la existencia misma de los wixáritari.
Un último cuadro de horror: en muchos de estos lugares donde el saqueo y la explotación capitalista alcanzan escalas grandiosas, como es el caso de los invernaderos y plantaciones extensivas que inundan el centro y occidente del país, la presencia del narcotráfico es contundente, ya sea para invertir, ya para atemorizar y reprimir.
 
 

En su defensa territorial
Mezcala no es sólo una isla


Isla Taquile, lago Titicaca, Perú
foto: MO FINI
Gloria Muñoz Ramírez
El pasado 6 de septiembre Rocío Moreno, comunera coca de Mezcala, activista e historiadora, fue aprehendida acusada de "daños a las cosas". El proceso no se sostuvo, en primer lugar porque Rocío es inocente de cualquier cargo, y en segundo lugar porque el fondo del asunto es la defensa del territorio que Rocío y la mayor parte de los comuneros de Mezcala llevan a cabo desde hace 11 años. Entrevistada por Ojarasca en la ciudad de México, en el marco de III Jornadas Andino-Mesoamericanas Movimiento Indígena, Rocío se refiere al trasfondo que la llevó a ella y otros nueve comuneros a enfrentar un proceso de criminalización.
La historia se remonta a 1999, cuando el empresario Guillermo Moreno Ibarra invadió nueve hectáreas de una zona boscosa de tierras comunales. A partir de esa fecha la comunidad inició un proceso jurídico por la restitución de las tierras invadidas, mismo que entró en su última etapa y ya sólo se espera una sentencia favorable para la comunidad, pues ni siquiera el peritaje del invasor pudo acreditar que las tierras que ocupa están fuera del área comunal.
En este contexto, explica la comunera, Moreno Ibarra inició una serie de actividades dentro de la comunidad para tratar de debilitar el proceso jurídico y organizativo. En marzo pasado levantó una nueva construcción fuera de las nueve hectáreas ya invadidas, con la que prácticamente desvía los cauces de agua, afectando el ganado y las parcelas. El empresario hizo una represa e instaló una estructura metálica con un panel solar, con la intención de subir el agua a su finca. Con esto, advierte Rocío Moreno, "muestra que no le interesa el juicio ni las medidas cautelares, que no necesita permiso para realizar estos trabajos y que las autoridades lo apoyan. En ese momento la asamblea tomó un acuerdo y envió a una comisión de 50 comuneros a desmantelar el panel y entregarlo al Ministerio Público".
La estrategia posterior del invasor consistió en "empezar a comprar autoridades para poder construir un expediente que tuviera los mínimos elementos para poder girar órdenes de aprehensión bajo el cargo de robo calificado. No se la aceptaron y se quedó "como daños a las cosas". Pero fuera de la comunidad, como él sabía que habría elecciones internas, comenzó a "cepillear" a todos los comuneros que viven fuera de Mezcala y logró juntar a 20 que tenían años de no vivir en la comunidad. Así ataca el juicio que estamos llevando contra él".
La lucha actual contra Moreno Ibarra es muy significativa para Mezcala, pues, explica Rocío: "si entra él, entran todos los intereses políticos y económicos que quieren invadir la comunidad; si lo sacamos a él, sacamos a todos esos intereses. Él es la ventana de las invasiones de una serie de autoridades y empresarios que quieren entrar a la comunidad".
Rocío Moreno sale de la prisión por falta de pruebas, pero a nueve comuneros se les dicta auto de formal prisión, en un proceso repleto de irregularidades, por lo que el caso se turnó al Supremo Tribunal de Justicia en Guadalajara: "Ahora se trata de volver a entregar las pruebas y esperar que los tres magistrados que estudiarán el caso vean realmente todos los antecedentes y el contexto de las cosas, pues lo que está detrás no es un panel solar, sino un conflicto agrario. Los magistrados tendrán que decidir entre criminalizar la lucha social de toda una comunidad o liberarlos de todos los cargos que tienen, pues cinco de ellos únicamente fueron a realizar un trabajo comisionados por la asamblea de comuneros".
Rocío relata que a raíz de los acontecimientos la comunidad entró a un proceso de reflexión muy importante. Por un lado, advierten que "ya no podemos estar esperando los golpes. Tenemos que ir más allá de eso para poder ganar esta guerra que nos están haciendo, y para eso tenemos que impulsar los proyectos que construimos dentro de la comunidad, tales como la educación, los medios de comunicación, un comedor comunitario, etcétera". Estos proyectos, insiste, "son muy importantes porque los invasores y el gobierno traen la bandera del progreso, sin decir que están encima de las tierras y de la cultura la comunidad, por eso nosotros tenemos que mostrar que hay formas de vivir al margen del capital y de las instituciones que nos joden. La defensa del territorio, no hay más, es la autonomía, en concreto estos modestos proyectos. Y el fortalecimiento de nuestra autoridades, de nuestras comisiones de trabajo, como los talleres de historia comunitaria, las comisiones de ecología, de vigilantes del territorio, de linderos, de los jueces de barrio que organizan trabajaos colectivos, entre otras".
A toda esta organización, señala la participante activa del Congreso Nacional Indígena (CNI) "es a lo que le tienen miedo, pues cada vez se compone una autoridad mayor, y ya no pueden sobornar sólo al presidente de bienes comunales, pues ya hay muchas comisiones".
La otra reflexión a la que los llevó el actual hostigamiento es "qué tipo de política se está haciendo en la comunidad, pues nos parece increíble cómo se lograron manipular las elecciones adentro, con una acción viciosa desde arriba. Eso siempre lo hemos criticado en los partidos políticos pero no habíamos sentido lo que significa la imposición interna. Estamos reflexionando que se tiene que romper con los vicios de las viejas formas de hacer y producir política, que a nivel nacional nos han jodido y a nivel interno nos tocó ahora. No lo lograron, pero sí nos descontrolaron. Por eso se tiene que reforzar el gobierno tradicional, donde se llegue al consenso y no a la imposición. Tenemos que trabajar mucho en la verdadera política de abajo".
Los días que se vivieron en septiembre trajeron rabia, coraje y también miedo. "Al ver a las patrullas en las calles, los compañeros bajo procesos de criminalización se asustaron, pero después de eso hay ánimos renovados, y coraje más que nada; la decisión de no dejar que ganen los intereses de una persona sobre una comunidad, y queda también el orgullo de la participación de las mujeres, que son las que salieron los primeros días. Son ellas las que han levantado los ánimos en la comunidad. Y el trabajo de los jóvenes, que también está siendo muy importante para informar adentro de todo lo que está pasando, para discutir y reflexionar".
 

"El imperio de la ley
contra el imperio de la justicia"


En Ampay, Perú foto: MO FINI
¿Quién puede estar sereno en un país donde los gobernantes carecen de principios?
Henry David Thoreau
Sí. No debemos dejar de decir NO.
John Berger
Cuando es más corrupto el Estado hay más leyes.
Alfredo Osuna,
vocero del consejo de ancianos de la tribu mayo-yoreme de Cohuirimpo, Sonora.
Cuando hay veinte relojes en una pared, y uno los mira de repente, cada uno de los péndulos tendrá una posición diferente; todos son simultáneos y a la vez no lo son, y el tiempo real discurre en algún lugar entre todos ellos
Robert Musil
Van más de 50 mil asesinatos en la guerra sucia del gobierno en del sexenio, incluidas todas las mujeres asesinadas sin miramientos ni castigo alguno. Son más de 20 mil los desaparecidos. Hay más de 12 millones de migrantes mexicanos en Estados Unidos. Es des comunal la de vastación ambiental por envenenamiento, basura, represas, privatización de agua, deforestación, crecimiento urbano, monocultivos, agrotóxicos, criaderos industriales y minería. Los transgénicos avanzan y el acaparamiento de tierras aumenta.
El territorio nacional está fragmentado y el miedo cunde, la desconfianza crece. Hay expulsiones masivas de gente en el campo y cambio de uso de suelo a punta de pistola.
Según datos de Francisco López Bárcenas y Mayra Monserrat Eslava las mineras cuentan con 25 mil concesiones, poco más de 51 millones de hectáreas, un 26 por ciento del territorio continental mexicano.
Son meros indicios de una situación insostenible que tiene que cambiar antes de que nos desbarranquemos en el abismo de violencia y sinsentido que propone "el imperio de la ley".
En la guerra perpetua contra los pueblos que formamos México, el mismo Estado promueve impunidad para algunos, es decir condiciones para evadir las consecuencias de quebrantar la ley. Menosprecia, tras un impermeable de "responsabilidad superior", las exigencias de quienes sufren las violaciones frecuentes a sus más elementales derechos. Desmantela el aparato jurídico que antes protegía los bienes o ámbitos comunes. Frena los derechos colectivos —el fundamento más vasto de una democracia real— de pueblos indios, de género, de campesinos, laborales, educativos y otros muchos posibles. Teje una espesura legal tan intrincada que, de facto, la sociedad queda impedida de ejercer la vía procesal. Promulga o enmienda la Constitución, las leyes y reglamentos, obstaculizando directamente la justicia. Criminaliza a las personas, comunidades y grupos que se opongan a políticas, programas o megaproyectos. Se somete a más y más reglas paralelas que dejan de lado el sistema jurídico mexicano en aras de matrices diferentes que engloban prácticas de gobierno —estatutos, reglamentos, criterios, normas estándares— derivadas de los de los tratados de libre comercio. México es el país con más tratados firmados en el mundo.
Desde 1996 la Corte Interamericana de Derechos Humanos califica este actuar del Estado mexicano como "desvío de poder".
El próximo 21 de octubre comienza a sesionar en México el Tribunal Permanente de los Pueblos (continuación del Tribunal Russell que intervino ante los crímenes de lesa humanidad de Estados Unidos en la guerra de Vietnam). El TPP fue el que hizo visible la brutal represión masiva de las dictaduras sudamericanas y la represión francesa en Argelia en los años setenta.
El TPP es independiente de toda institución, partido, o nacionalidad en el mundo. Es una instancia autogestionaria integrada por personas de reconocida calidad moral, que adquiere legitimidad del proceso social que le solicita su intervención. Se trata de un proceso colectivo que intenta poner la responsabilidad en el centro de cualquier convivencia humana.
En ese sentido es un tribunal de conciencia, un espacio de ética, un modo de repensar el pacto social y, como su nombre lo indica, ser tribunal lo hace ser un cuerpo de opinión, pero también una tribuna para que los agraviados expresen desde múltiples rincones del país sus querellas y sus propias visiones de futuro. También provoca vinculación entre los agraviados, entre las diferentes luchas de reivindicación.
Tras años de pláticas entre varios grupos mexicanos y el Tribunal, éste accedió a inaugurar un proceso de dos o tres años en México ante la contundente carga de evidencias que le presentaron.
El proceso del TPP es una oportunidad para repensar el derecho en nuestro país (algo que sólo ha ocurrido en la Convención de 1914-1915 y en los Diálogos de San Andrés). Nadie invoca derechos cuando la relación fluye. Los derechos se reclaman cuando algo está roto. Esto significa cuestionar que el Estado se arrogue la primacía del derecho, emita leyes a su beneficio, lesione con toda la violencia incontrolada de una guerra engañosa los derechos de los pueblos, promueva el aislamiento individual de la población soslayando los derechos colectivos que impulsan a los pueblos a buscar su propio proceso de redefinición y su propio destino.
Al no poder apelar a la ley para que los proteja o los impulse, los pueblos invocan la autonomía en los hechos. La autonomía viene de dejar de confiar en un sistema jurídico que niega y sojuzga sistemáticamente a la mayoría. México es uno de los pocos países del mundo donde ni siquiera están reconocidos los derechos de los pueblos indígenas. El ramplón artículo 2 constitucional que con cinismo los reconoce únicamente como "sujetos de interés público" quedará para la historia como la manera engañosa de negar el mínimo derecho de ser "sujetos de derecho público" en aras de escamotearles la existencia y someterlos a su clientelismo descarado.
Repensar el derecho desemboca en Henry David Thoreau (y en Howard Zinn que tanto lo estudió). Con ellos insistimos en que cuando "los grupos de poderosos utilizan a los gobiernos para sus mezquinos intereses, hacer la guerra y sojuzgar al pueblo", la gente con conciencia "debe dejar de confiar en un gobierno así con sus leyes y debe ejercer su propio juicio moral, dejando de respaldar al gobierno y resistiendo sus exigencias".
Para Howard Zinn, "la gran intuición de Thoreau es que existe un vacío moral en el gobierno mientras no lo llenen las acciones de los ciudadanos en pos de la justicia". El Tribunal Permanente de los Pue blos es una oportunidad para apelar al fondo del derecho —que es responder a los agraviados. Si el derecho no responde a los agraviados no sirve. Dice Thoreau: "La ley nunca hará a los hombres libres; es la gente quien tendría que liberar la ley".
Ramón Vera Herrera
 
 

Construyendo desde la historia

El movimiento indígena en Ecuador


foto: MO FINI. Del libro Portrait of Latin America. Tumi, 1990
Otavalo, Ecuador
LUIS MACAS
En la realidad diversa del Ecuador, el reconocimiento entre nosotros fue un proceso, sin duda, complejo y sembrado de nuevos sentidos. Parecería incluso anecdótica la reconstrucción de tantos momentos de encuentro entre kichwas de la Sierra con compañeros y compañeras de las nacionalidades de la Costa, por ejemplo. Reconocer al otro desde nuestra propia alteridad, en el camino de estructurar una coordinación nacional de todos los indígenas, fue de las recompensas que encontramos.
Los hermanos shuar y kichwa de la Amazonía se hallaban ya en proceso de fortalecer sus organizaciones. En la región andina, décadas de lucha por la tierra habían amasado organizaciones fuertes, con una noción sólida de sí como campesinos. Del Sur veníamos con un reconocimiento de indígenas, cargando una forma propia de percibir la organización, aún nuestras comunas se sostenían en los mayorazgos y el sistema decenal. Ir encontrándonos en los años 70, todos más jóvenes, fue una experiencia intercultural o quizás intracultural e intercultural. Desde la apariencia exterior de nuestra vestimenta, la posibilidad de encontrar parecidos y diferencias entre nuestros pueblos, ir contándonos las múltiples luchas y batallas que diariamente librábamos contra la mentalidad colonial que no nos reconocía y no nos reconoce.
De esta manera, se fue caminando varios años. Sin duda, una minga de conocer nuestras identidades e ir encontrando los sentidos más profundos hacia la constitución de nuestra Conaie (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador).
Un hecho que marcó fue la constante presencia de la primera organización indígena, la "mamá FEI" como la llaman hasta hoy los mayores del norte de la serranía. Quisimos hacer justicia, partir de las luchas heroicas de nuestros líderes, surgir a la sombra protectora de la mamá Dolores Cacuango, aliada en innumerables luchas con una izquierda ecuatoriana que se esforzaba por entender la realidad indígena.
En los años 80 la conjunción de esfuerzos y voces estaba por prender en una sola organización nacional. En 1984, nuestro primer gran Congreso fue impedido con una violencia irracional desde el ejército enviado por el gobierno. Sin embargo, la hermandad de los shuar, en Sucúa, nos volvió a abrir las puertas, sin temores al sistema abusador. En 1986, fueron varios días de convivir entre distintos a los que nos hermanaba un desconocimiento colonial, entre pueblos que como única razón habíamos hallado la de la violencia a nuestra propia identidad. Sin duda como pueblos los más desposeídos, pues durante siglos nos han tratado, y aún tratan de desconocernos en lo que somos.
En ese Congreso se formalizó la alianza que hoy en día es la Conaie. Allí desde un espacio común de conducción integramos la Coordinadora de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conacnie).
Desde el inicio la insurgencia de un pensamiento se fue rebelando. Encuentro que las voces sobre una identificación como nacionalidades, la demanda de romper el Estado liberal, constituyendo en gran minga la opción plurinacional, fue parte del parto de la unidad de nuestras voces.
Somos pueblos con idioma, territorio, una espiritualidad propia. Tenemos miles de años y, por lo tanto, somos nacionalidades. Nosotros pensamos, actuamos bajo el concepto de la dualidad. No es sólo lo material, sino también lo espiritual. Pero nadie ha entendido la espiritualidad de los indígenas; nos decían paganos, aunque decían que ellos eran ateos. Hablaban en contra de la brujería. Esos mitos hay que ir rompiendo.
No vamos a poder
sobrevivir en el sistema si
no nos ayudamos,
colectivamente, indígenas
y no indígenas, a romper
con el sistema.
Es entonces un pedido
desde la misma tierra que
nos compone a todos,
construir la
plurinacionalidad
Por todo esto, el concepto que defendemos no es el de ciudadanía. Pensar que no somos indígenas, sino ciudadanos, es individualizar a las comunidades, a los pueblos, pasando por alto los conceptos de reciprocidad, solidaridad y complementariedad, haciendo caso omiso a los derechos internos de cada pueblo. En nuestras comunidades resolvemos cosas colectivamente y es lo que debemos continuar haciendo. La ciudadanía es la relación del Estado con el individuo, pero no considera a las nacionalidades ni a los pueblos, ni a las futuras generaciones. Esta relación viene profundizando el individualismo.
¿Cuál puede ser el punto de encuentro con la sociedad no indígena? Mal que bien tenemos nuestra organización, tenemos puntos de encuentro entre nosotros pero, ¿dónde debe estar el encuentro con la sociedad nacional?, ¿cómo nos entendemos?, ¿qué puentes debemos utilizar?, ¿quién debe tener esos puentes?
No podemos tener un proyecto político sólo para los indios. Para cambiar el país se requiere tener relación con la otra sociedad, es necesario tener un mecanismo de encuentro, una identidad política con la otra sociedad. Ese punto puede ser la interculturalidad, pero es también la lucha social, como decía la lucha de clases, el reconocimiento entre explotados de esa tierra, el reconstruir la solidaridad entre los distintos, los pobres, los empobrecidos, los negados.
Esa pobreza no es sólo un problema de los indígenas, aunque nos afecta mayoritariamente, podemos construir alianzas contra la pobreza. Estamos dentro de una clase pobre, la lucha política existe, nunca podríamos aliarnos con la oligarquía. Es muy difícil que salgamos solos de este marasmo. El país no puede liberarse si no establecemos este tipo de alianzas. Recordemos que estas alianzas entre los pueblos, estos diálogos entre distintos, este recorrer hermanándonos para proseguir es parte, también, de una herencia milenaria.
Cuando salimos a otro país, Canadá o España, nos damos cuenta de que allí no ven la distinción. Todos somos iguales para ellos. Los mestizos son iguales, recién entonces muchos se ven en el espejo. Estamos condenados a vivir juntos. No es que unos tienen que irse y otros que quedarse. Aquí vivimos los indios, los mestizos, los negros. No podemos vivir todo el tiempo torciendo los ojos sin llegar a un entendimiento.
Las alianzas deben ir en el sentido de ir construyendo juntos, con otros. No es una reflexión sólo de los pueblos indígenas. Hay otros que también piensan como nosotros: los campesinos, los obreros, las mujeres, los ecologistas. También debemos tener en cuenta que no hay fronteras, que cuando hablamos de pueblos indígenas no nos encerramos en fronteras geográficas nacionales. La nación Quechua va desde Colombia hasta el norte de Argentina. Los hermanos Surra están en Perú, lo mismo los Agua están en el norte del Ecuador y sur de Colombia. Somos una América de Indios.
No vamos a poder sobrevivir en el sistema si no nos ayudamos, colectivamente, indígenas y no indígenas, a romper con el sistema. Es entonces un pedido desde la misma tierra que nos compone a todos, construir la plurinacionalidad, hacer de la diferencia la suma de un inmenso colectivo, dialogar respetando y reconociendo al otro y a uno mismo.
Luis Macas, líder histórico del movimiento indígena en su país, ha sido presidente de la Conaie, ministro de gobierno y candidato presidencial. Dirige el Instituto Científico de Culturas Indígenas. Este texto forma parte del ensayo que, con el mismo título, aparece en el volumen Plurinacionalidad. Democracia en la diversidad, compilado por Alberto Acosta y Esperanza Martínez, Ediciones Abya-Yala, Quito, 2009.
 

Desde 1989, y contando...

Dura ya 22 años el privilegio de acompañar a los pueblos indígenas y los movimientos populares de nuestro país, y en la medida de nuestras limitaciones de comprensión y espacio, también de las Américas. El compromiso de Ojarasca se mantiene, quizá con algo de aprendizaje en el camino, por mérito de los pueblos originarios de estas tierras, los cuales no dejan de organizarse para resistir. Saben quienes son, de dónde vienen y cómo gobernarán su futuro. Profesan por estas tierras un amor que los gobernantes han olvidado por completo.
Hace dos décadas ya marchaban hacia las ciudades los pueblos de las selvas de Chiapas y Ecuador, como hoy lo hacen nuevamente los de Bolivia. La dictadura de Chile, y las dictablandas que la siguieron, dejaron claro a los mapuche que sólo resistiendo vivirían para recuperar sus territorios ancestrales. En México aún faltaban el histórico clamor del Consejo Guerrerense 500 años de Resistencia Indígena y la definitiva patada al tablero del poder del Ejército Zapatista de Liberación Nacional con su ya basta de 1994.
A pesar de todo lo que los poderes político, judicial, mediático y académico hacen por digerir y minimizarlos, los pueblos indios ya dejaron de no existir en los transcursos de nuestras naciones. No podemos olvidar el largo dolor de los mayas en Guatemala, que se prolonga hasta el presente, ni los genocidios en Colombia y Perú, pero qué diferentes serían hoy Ecuador y Bolivia sin el despertar de sus pueblos indios, que no están derrotados, como sus gobiernos "progresistas" lo siguen averiguando a regañadientes y con elevados costos políticos. Que lo diga si no Evo Morales Ayma y su fallido intento de detener por la fuerza la marcha de Beni a La Paz contra la carretera amazónica.
Mientras, los mexicanos nos acostumbramos a considerarnos en la picota. Con un gobierno federal ilegítimo, pendenciero, reaccionario y criminal de guerra, y con gobernadores que no tienen madre, como ese Guillermo Padrés de Sonora determinado a doblegar a los yaquis en su territorio y su integridad de pueblo. Padrés desafía la ley para imponer un acueducto ecocida a favor de sus distinguidos socios de Ford Motor Company, Heineken-Modelo y otras almas necesitadas de esa agua que los díscolos indígenas y campesinos no les quieren obsequiar, ni siquiera a la mala. O el refinado Marcelo Ebrard que se pasa por el arco de su triunfo los derechos de Milpa Alta, de esos nahuas que no copelan con el progreso del señor precandidato. Así que ¡cuello!, y que pasen el Arco del Sur y todos esos dineros, pa que aprendan a respetar.
El desgobierno creciente, atizado por la omnipresencia del poder criminal propiamente dicho, se extiende a otras soberanías federativas como Veracruz, Estado de México, Jalisco o Michoacán, donde propaganda más o menos, lo que menos se respeta es a los pueblos nahuas, ñanhú, mixtecos, purépechas, yaquis y wirrárikas que las pueblan.
Pero como ocurre en Chiapas y Oaxaca, son precisamente esos pueblos "desechables" los que no han cedido a la claudicación ciudadana en la que parecen hundidos los mexicanos, encañonados por la realidad. El escándalo del oro no deja de crecer: ahora el consorcio canadiense West Timmins Mining amenaza con destruir El Bernalejo, una de las locaciones más sagradas y peculiares del de por sí extraordinario desierto de Virikuta en San Luis Potosí. La paramilitarización aumenta su agresividad. Las bandas criminales atragantan a los pueblos y a los migrantes. El Ejército federal, la Armada y las policías sitian, desalojan, humillan. En los territorios indígenas no hay claudicación, sino respuestas. Pueblos que se gobiernan con responsabilidad, atributo que los gobernantes profesionales han perdido
 
 

Una saga kichwa

Los tres documentales de Heriberto Gualinga sobre su pueblo y sus luchas, con el título general de La lucha pacífica de un pueblo por la vida, (Selvas Producciones-Sarayaku-Frontière de Vie, 2010), ofrecen un compendio de las resistencias políticas recientes, épicas y espectaculares, pero también ofrecen un gran fresco sobre lo mucho que este pueblo tiene que perder en lo material y lo espiritual. La sabiduría antigua y la riqueza natural presente de los kichwas viven y son vitales. Un tesoro que la humanidad entera no puede permitirse el estúpido lujo de perder. El DVD incluye Soy el defensor de la selva (2003), Los saberes del hombre de la selva (2006) y Sisa Ñampi, el Gran Camino Viviente de las Flores (2010)
 
 

Tsitsanu

(Un cuento del pueblo sapara)

Luciano Ushigua
Nuestros abuelos dicen que antiguamente los sapara eran monos cotos; un día un mono se dirigió al río Conambo a beber agua y se convirtió en hombre, y otro mono hizo lo mismo y se convirtió en mujer; así cuentan nuestros abuelos.
De la unión de esta pareja nació Tsitsanu.
El niño creció junto a su familia y, cuando ya era un joven, buscó a su pareja; pidió la mano de la hija de Tayak, quien era un poderoso shímanu.
Cuando Tsitsanu tomó por esposa a la hija de Tayak, hizo una gran fiesta y todos estuvieron muy alegres.
Un día, Tsitsanu cogió la bodoquera de su suegro sin su permiso; su mujer le advirtió que tenía que pedir permiso a su papá, pero Tsitsanu no le hizo caso y se fue al monte.

ilustración: ALFONSO TOAQUIZA
Cuando Tsitsanu regresó del monte, el suegro Tayak muy enojado lo maldijo y lo echó de la casa. Tsitsanu salió de su casa maldito por su suegro, y se dirigió nuevamente al monte. Entonces, se cumplió la maldición y se perdió en la selva.
Tsitsanu andaba perdido en la selva y gritó:
–Huuu, huuu. Después de un rato le contestó una abuela, llamada Saw Saw.
La abuela Saw Saw le dijo que se acercara a tomar guayusa. Titsanu llegó a la casa de Saw Saw y tomó la guayusa, él le pidió posada y se quedó a dormir la noche. Fue aquí donde se le puso el nombre de Tsitsanu.
Titsanu se levantó muy por la mañana y le preguntó por dónde era el camino; la abuela le indicó y él continuó su viaje.
Tsitsanu siguió por un camino largo y llegó a la casa de una anciana, quien le dijo:
–Quédate aquí para que duermas. Ella era la abuela zancudo. Cuando Tsitsanu estaba durmiendo, la abuela zancudo pensaba chuparse toda su sangre.
Tsitsanu escuchó un sonido "jiii, jii, jiii"; aturdido y para ahuyentar el sonido, golpeó con la mano y se despertó. Entonces, vio a la anciana tirada en el piso, y se dio cuenta de que ella quería chuparle toda la sangre hasta matarlo.
Muy por la mañana, Tsitsanu tomó el camino y se alejó de ese lugar; pues por la maldición de su suegro, si no lo hacía, moriría.
Tsitsanu siguió caminando y se encontró con la gente que no tenía ano; ellos tenían suficiente comida, pero no comían; cocinaban la carne pero solamente absorbían el vapor que salía de la olla. Esta carne era buena para Tsitsanu.
Cuando Tsitsanu comió la carne, la gente se asustó. Entonces, Tsitsanu les enseñó cómo se come la carne. Luego llamó a toda la gente, observó que tenían el ano tapado con una membrana en forma de caracol; agarró una astilla de caña guadúa y les cortó esa membrana. Les dijo que cocinaran y comieran la carne; así mismo les enseño a defecar.
La gente estaba muy agradecida por la ayuda que les dio Tsitsanu y, como agradecimiento, le entregaron a una mujer. Tsitsanu durmió toda la noche con ella.
Muy por la mañana Tsitsanu se levantó y preguntó por dónde era el camino; se dirigió por donde le indicaron y se fue muy lejos.
Seguía su largo camino y llegó a un lugar donde las mujeres no sabían dar a luz, ellas se cortaban el vientre para sacar a sus hijos.
Tsitsanu reunió a todos los esposos y les enseñó cómo se debía realizar el parto; entonces, ellos quedaron muy contentos.
Esa noche Tsitsanu se quedó a dormir con ellos y así mismo, en agradecimiento, le dieron una mujer.
Tsitsanu se levantó muy por la mañana y siguió su camino.
Tsitsanu llegó donde vivían los tigres y se encontró con una tigresa anciana que tenía a su hijo muy enfermo. Ella le pidió que curara a su hijo.
Tsitsanu no sabía curar nada, pero hizo lo posible para sanar al niño: le sacó las espinas, porque el niño se había comido un puerco espín. Después de un rato llegaron los otros tigres y querían comerse a Tsitsanu; pero la tigresa les dijo que no se lo comieran, porque él curó a su hijo; entonces los tigres lo dejaron libre.
Todos los tigres se reunieron para agradecer por la ayuda que les brindó Tsitsanu. Entre ellos, acordaron entregarle su lanza, en la que estaba el espíritu del tigre, y le dijeron que solamente Tsitsanu debía tenerla.
Tsitsanu se quedó solo nuevamente y se fue muy lejos por el camino.
Cuando de costumbre, Tsitsanu siguió caminando; de pronto se encontró con otra gente y le pidió al cabeza mate que le indicara el camino. Titsanu le advirtió que no se subiera al árbol de caimito que estaba en medio camino, pero el cabeza mate no hizo caso, se subió en el árbol y se cayó. Al ocurrir esto, Tsitsanu rió mucho y el cabeza mate regresó muy enojado por su camino.
Entonces, Titsanu emprendió el regreso a su casa; pidiendo a una tórtola que lo guiara. La tórtola le dijo a Tsitsanu:
–A mí me decías que me ibas a coger para hacer un maito para comer, estoy cansada de escuchar eso; de hoy en adelante no quiero que me digas así — advirtió. Entonces, la tórtola lo llevó al camino donde Tsitsanu se perdió al comienzo y ella se alejó volando.
El suegro de Tsitsanu, como era un hombre muy poderoso, sabía que Tsitsanu iba a regresar; entonces, ordenó a su hija que preparara chicha para esperarlo. Tsitsanu llegó justo el día señalado y disfrutaron de la fiesta.
Tsitsanu llevó su lanza y explicó que nadie tenía que cogerla sin su permiso.
Un día un hombre loco llegó a la casa de Tsitsanu y se llevó la lanza, mientras Tsitsanu estaba con su esposa en la chacra.
Ese hombre loco se llevó la lanza al monte. Paró a defecar, y la lanza se convirtió en tigre y se comió al hombre.
La lanza, con un gran viento y truenos, regresó a sus dueños originales; pero su poder se quedó con Tsitsanu.
Luciano Juan Ushigua Santi (Saparano es su nombre sapara), nació en 1977 en Morete Cocha, parroquia de Sarayaku. Actualmente vive en la ciudad de Puyo, provincia de Pastaza.
Esta versión de la historia de Tsitsanu fue contada por Juan Cruz Grefa, Ana María Santi, Cesáreo Santi y María Luisa Santi. Ilustrada por Alfonso Toaquiza, fue editada por Steven Rudnick (Kuri Ashpa. Quito, Ecuador, 2006).
 

Amigo de las nubes

Jorge Carrera Andrade

Forastero perdido en el planeta
entre piedras ilustres, entre máquinas
reparto el sol del trópico en monedas.
Ciudadanos de niebla, hombres del viento
y del disfraz azul, de la alcancía
y del dios de los números:
Yo leo en vuestras máscaras floridas.
Manjar de espinas con sazón de hielo
me brindáis cada día. Nada os pido
cínicos hospederos de este mundo,
guardianes de un incierto paraíso.
Mercaderes de avispas:
Soy hombre de los trópicos azules.
Os espío por cuenta de la luna.
Soy agente secreto de las nubes.
Jorge Carrera Andrade, poeta mayor de Ecuador,
nació en Quito en 1903, y murió allí mismo en 1978.
 
 

Sarayacu, Ecuador 2011

El camino de la sal

Antes, hace unos 150 años todavía, los kichwa de Sarayaku en la Amazonía ecuatoriana hacían el viaje en largas canoas movidas con pértigas o "palancas" a la Amazonía peruana, a conseguir sal y plantas medicinales, llevando en ocasiones caucho para intercambiar. Iban, sabiendo que podían asaltarlos los mulatos que estaban en guerra con los kichwas y quéchuas, e incluso ser tomados como esclavos y ser vendidos en las monterías. Allá, los pueblos que sabían dónde hallar la sal iban por ella haciendo ceremonias y rituales pues si no se le pagaba a la tierra sobrevendrían lluvias o enfermedades. Entre los obstáculos que debían remontar había parajes difíciles, como el cerro conocido como Camino del Viento —que hay que cruzar con respeto y aguantar el embate del aire y los relámpagos.
Al llegar, dicen los quéchua-lamas "peruanos", todos los kichwa-quéchua veíamos las rocas de sal como con forma humana, y había que podar esta sal, y cosecharla, de estatuas enormes que vuelven a crecer.
En la antigua relación de ambos pueblos, el viaje por río podía durar hasta seis meses. Lo importante no era la sal en sí misma —por más indispensable que fuera— sino el saber antiguo de hacer viaje, el camino, el barrido del territorio, la relación entre las gentes.
Por supuesto ambos gobiernos (el de Ecuador y el de Perú) combatieron el uso de esa sal mineral alegando que propiciaba el crecimiento del bocio entre los pobladores y, claro, todo para evitar la competencia e impulsar la explotación comercial. Hoy los kichwa ecuatorianos no hacen el viaje pero los peruanos van redescubriendo otras rutas para llegar a la sal, toda vez que el gobierno cerró y controló mediante puestos militares el antiguo camino a la sal (o de plano cortó los trayectos desviando los torrentes).
Los retenes fronterizos entre Perú y Ecuador se hicieron más y más estrictos hasta que la guerra de El Chaco dejó la frontera totalmente cerrada.
RVH
 
 

Milpa Alta y Vícam: el acoso continúa


Puente sobre el río Bobonaza, Ecuador
foto: COLOMBE CHAPPEY
Las obras del proyecto Arco Sur, carretera que conectaría al Distrito Federal con el estado de Puebla no han sido detenidas como dio a conocer en días pasados el diputado perredista Alejandro Sánchez Camacho, denunciaron comuneros nahuas de Villa Milpa Alta.
Sánchez Camacho, vocero de la bancada del PRD en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, declaró que la Secretaría de Comunicaciones y Transportes resolvió no construir el proyecto Arco Sur debido a la "inconformidad social y la incertidumbre jurídica".
Sin embargo, al recorrer los territorios por donde pasaría la carretera, "encontramos que en nuestros bosques están siendo talados miles de árboles, se están construyendo represas y se colocaron geoposicionadores satelitales", dijeron a Ojarasca representantes de los comuneros de Milpa Alta.
"Vimos alrededor de 50 camiones cargados con árboles de madera desfilar por el poblado de Zoquiac". A esto se suman los más de 70 aserraderos que se encuentran ubicados en San Salvador Cuauthenco y San Pablo Oztotepec, de donde diariamente se extraen de 30 a 50 camionetas llenas de madera viva.
Los cambios en el entorno natural que provocaría el proyecto carretero impulsado por Marcelo Ebrard ponen en riesgo de extinción a diversas especies, y podrían afectar mantos acuíferos que abastecen al Distrito Federal.
Ante la gravedad del asunto, comuneros de los pueblos nahuas de Milpa Alta "manifestamos lo que está pasando realmente en nuestros bosques y exigimos la cancelación total y definitiva de la autopista Arco Sur".
Mientras tanto, en Vícam, Sonora, a pesar de la represión y el intento del gobierno del estado por desprestigiar su lucha y acallar su voz, la tribu yaqui continúa las acciones de resistencia pacífica contra la construcción de acueducto Independencia que pretende llevar agua de la presa del río Yaqui, El Novillo, a Hermosillo, lo que provocaría daños ecológicos en la región.
Con total impunidad y a pesar de los amparos y medidas cautelares, el gobierno panista de Guillermo Padrés sigue avanzando en la construcción del acueducto, ignorando las resoluciones dictadas por el poder judicial en las que se ordena la inmediata detención de las obras.
"El Estado de derecho es pisoteado por el gobierno, la orden judicial que impide el avance de las obras se sigue desacatando. Por ello, estamos integrando un expediente para iniciar otras acciones legales", dijo a Ojarasca Mario Luna, autoridad tradicional de la tribu yaqui.
En contubernio con medios de comunicación, el gobierno criminaliza el movimiento de resistencia. "Se han gastado millones de pesos en campañas publicitarias que atacan a la tribu yaqui. Se transmiten spots difamatorios en radio y televisión, y han calumniado nuestra lucha pagando inserciones en periódicos con supuestos desplegados de autoridades tradicionales, con firmas falsificadas", señaló Luna.
Desde que inició la resistencia del pueblo yaqui, fuerzas armadas han mantenido sitiado el pueblo de Vícam, dejando como saldo heridos y detenidos, entre ellos mujeres y ancianos.
En días pasados, una jueza autorizó el uso de la fuerza pública para detener las obras. "Esto representa una esperanza", dijo Mario Luna, quien aseguró que en el ejercicio de su autonomía, la tribu yaqui llevará hasta las últimas consecuencias la defensa de sus aguas.
Marcela Salas Cassani
 
 
"El problema de la minería
se agrava cuando
los propietarios son
comunidades indígenas,
por la relación especial
que mantienen con la tierra
y en general
con la naturaleza;
tan especial
que muchas veces de ella
depende su sobrevivencia"
Francisco López Bárcenas y Mayra
Monserrat Eslava, 2001

Mas tenazas
sobre Virikuta

En la comunidad de Las Margaritas, municipio de Catorce, Virikuta, la minera Golondrina —con sede en Hermosillo, Sonora y filial de la minera canadiense West Timmins Mining— planea realizar un proyecto de explotación de oro con el método de tajo a cielo abierto en una zona llamada Kauyumaritsie.
Las vetas de oro que la minera pretende aprovechar se encuentran dentro de dos lotes mineros: La Lira y El Bernalejo, que tienen una superficie de 77 y 37 hectáreas respectivamente. Ambos lotes se encuentran en zonas de recolección de peyote, particularmente cerca de Ta tei kie, San Andrés.
Desde tiempos inmemoriales, el pueblo wixárika —proveniente de los estados de Jalisco, Nayarit y Durango— acude en peregrinación al lugar sagrado de Virikuta, recreando la larga ruta que recorrieron sus antepasados durante la formación del mundo hasta el lugar donde nació el sol, en el desierto de Real de Catorce, en San Luis Potosí. Ahí rezan para que su antigua cultura y la vida en el planeta se mantengan.
Diversos ordenamientos jurídicos como la Ley de Minería y el Tratado de Libre Comercio con América del Norte han provocado que hoy, 6 mil 326 hectáreas del lugar sagrado del pueblo wixárika estén repartidas en 22 concesiones otorgadas a la minera trasnacional canadiense First Majestic Silver.
Las grandes cantidades de agua utilizadas por la industria minera, provocarían el desecamiento de cuencas hídricas que, de acuerdo con informes de la Comisión Nacional del Agua, se encuentran ya sobreexplotadas y tienen muy poca capacidad de recuperación. Además, los manantiales sagrados donde el pueblo wixárika recolecta sus aguas benditas, corren riesgo de ser contaminados con cianuro.
Por ello, las autoridades tradicionales que conforman el Consejo Regional Wixárika por la Defensa de Virikuta y las organizaciones del Frente en Defensa de Virikuta "Tamatsima Wahaa" exigen que se cancelen las concesiones mineras y que se fije una moratoria indefinida para que no sean expedidos nuevos permisos de explotación o exploración de suelo en el desierto de Real de Catorce.
En una carta dirigida a Felipe Calderón, el Consejo Regional Wixárika por la Defensa de Virikuta manifestó su preocupación por la actuación de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), quien ignora a las autoridades tradicionales de las comunidades que conforman el Frente y el Consejo, y reconoce como único interlocutor para la protección de Virikuta frente a las actividades mineras a organizaciones que dependen financieramente de la CDI.
"La CDI", apunta el Consejo "ha estado manipulando el escenario social y ha sembrado una división artificial entre comunidades. Sin embargo, en lo referente al tema de la minera, todos los wixárika compartimos los objetivos de defensa integral de Virikuta y haremos uso de todos los recursos necesarios para detener este devastador proyecto minero, valiéndonos de recursos jurídicos nacionales e internacionales así como de las acciones de resistencia civil y pacífica que sean necesarias".
Ojarasca

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