Escrito por Ricardo Natalichio | 20/08/10 | Hace ya más de 500 años, las primeras naves europeas llegaron al continente americano en lo que diera inicio al mayor genocidio de la historia humana. Más del 90% de la población originaria fue aniquilada durante las primeras décadas posteriores y vastas extensiones de selva fueron devastadas.
La minería y la agricultura, especialmente la caña de azúcar fueron las principales responsables. Tras siglos de dominación, pero también de resistencias y luchas, los pueblos de América comenzaron a independizarse de las potencias coloniales que habían conquistado sus territorios. En 1776 Estados Unidos declara su independencia de Gran Bretaña. Los africanos que habían sido traídos a trabajar bajo en régimen de esclavitud se rebelan contra Francia y declaran su independencia en 1804. Las luchas recrudecen en el resto de los países de América que van liberándose y proclamando su independencia hasta que a comienzos del siglo la mayor parte del continente se había descolonizado, pero la deuda social, ambiental y humana era abrumadora. Y llegó la tercera conquista, la de la tierra y el agua, la de los monocultivos transgénicos, la de los alimentos.
Sin embargo el siglo XX nos trajo una nueva invasión. Gigantescas compañías multinacionales comenzaron a instalar sus sedes en cada uno de los países americanos, comenzaron a ocupar espacios de poder, a hacerse fuertes dentro de las empobrecidas economías latinoamericanas y a manejar desde la economía a la política y desde la política a los pueblos. Demoramos en darnos cuenta de lo que estaba sucediendo, comprábamos lo que astutamente nos vendían a través de los medios de comunicación. Nuevas tecnologías, inversión de capitales extranjeros, mejores servicios, integración al primer mundo. Globalización. Pero las inversiones siempre eran una minúscula parte de las ganancias, los servicios se encarecían y eran menos los que podían pagarlos y la integración sólo llegaba a través de acuerdos en los que rara vez resultamos beneficiados. Y sobre llovido, mojado. Llegó la tercera conquista, la de la tierra y el agua, la de los monocultivos transgénicos, la de los alimentos. América Latina y el Caribe son las regiones con mayor concentración de bosques en el mundo, pero son también las regiones que han sufrido la más importante deforestación del planeta en la última década, con una pérdida de 4,3 millones de hectáreas al año.La historia comenzó en 1996, cuando se liberaron comercialmente en el planeta las semillas transgénicas, sector controlado casi en su totalidad por la firma Monsanto de Estados Unidos. Otras cinco empresas participan en el mercado de forma periférica: BASF, Bayer, Dow Chemical, Dupont y Syngenta.
Sólo en Sudamérica se concentra el 65% de la pérdida anual de bosques del globo, y la deforestación existe sobre todo en la región amazónica, donde se pierden 3,1 millones de hectáreas al año, es decir más del 40% de la deforestación del mundo. La principal causa de este ecocidio, es convertir los bosques en tierras agrícolas. El principal objetivo, es expandir las fronteras agrícolas para los cultivos transgénicos. Los efectos ambientales ya los conocemos. Pérdida de biodiversidad, contaminación de las aguas y el suelo, contaminación genética de otras variedades, desertificación. Cada día somos más personas las que somos conscientes del ecocidio planetario. Cada vez somos más, las que intentamos evitarlo.
Para la salud, aparición de nuevas alergias resistencias a antibióticos, incremento de la contaminación en los alimentos, riesgos en parámetros sanguíneos asociados con las funciones renales y hepáticas y tantos otros que ni siquiera conocemos. Efectos socioeconómicos, el déficit en micronutrientes en las dietas, crecimiento del monopolio sobre la producción de alimentos, desplazamientos de campesinos hacia las ciudades. Pérdida de soberanía alimentaria. Cada día somos más personas en el planeta, pero son menos las que el "desarrollo" requiere para seguir expandiéndose. Cada día somos más personas las que somos conscientes del ecocidio planetario. Cada vez somos más, las que intentamos evitarlo.ijada en la que miles de millones de personas pasan hambre, aunque la producción de alimentos alcanzaría para que no sucediera. Δ
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