Monday, February 16, 2015

[RED DEMOCRATICA] No. 362, Color Sombra y Tiempos del Nunca

 


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DIRECTOR: Gonzalo Márquez Cristo. EDITORES: Amparo Osorio, Iván Beltrán Castillo. COMITÉ EDITORIALFabio Jurado Valencia, Carlos Fajardo. CONFABULADORES: Óscar Collazos, José Chalarca, Marcos Fabián Herrera, Maldoror, Sergio Trujillo Béjar, Fabio Martínez, Fernando Maldonado, Gabriel Arturo Castro, Guillermo Bustamante Zamudio. EN EL EXTERIOR: Alfredo Fressia (Brasil); Antonio Correa, Iván Oñate (Ecuador); Rodolfo Häsler (España); Marco Antonio Campos, José Ángel Leyva (México); Luis Alejandro Contreras, Benito Mieses, Adalber Salas (Venezuela); Renato Sandoval (Perú); Efer Arocha, Jorge Torres, Jorge Najar (Francia); Marta L. Canfield, Gabriel Impaglione (Italia); Luis Bravo (Uruguay); Armando Rodríguez Ballesteros, Osvaldo Sauma (Costa Rica).

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con el asunto "Retiro"

 

"Color Sombra" y "Tiempos del Nunca"

 

 

A partir del 19 de febrero la Galería La Cometa (Cra. 10 # 94 A - 25) de Bogotá, exhibirá una muestra retrospectiva de la prestigiosa artista Olga de Amaral cuya obra ha sido codiciada durante las últimas tres décadas por los museos más importantes del mundo y en forma complementaria lo último de la creación escultórica de Jim Amaral, la cósmica serie "Tiempos del Nunca acompañada de sus "Siete sombras", magistral y estremecedora pieza múltiple, que habita literalmente el Là-bas, el allá lejos, tanto por su temática poseída de significados metafísicos y arcanos como por su poética factura escultórica. Sin duda será el acontecimiento artístico más importante en Colombia.

 

 

Olga de Amaral

 

 

Imágenes en movimiento

Por Amparo Osorio

 

Sumergirse en la obra de Olga de Amaral es asir un universo en el que cada una de las formas que se despliegan en sus obras de arte nos ofrece diversos mundos en movimiento, secretamente determinados por el misterioso halo de la poesía.

Sus creaciones, que la destacan y comprometen como la más reconocida artista colombiana de todos los tiempos, son el incesante encuentro de los símbolos primigenios del hombre que hilo a hilo van significando el trasegar de sus pasos sobre la Tierra, para constituirse en un cósmico poema que nos habla desde una antiquísima memoria, recordándonos que la vida es también un largo tejido en cuyo enigmático devenir nos enfrentamos siempre al antes y al ahora de nuestras más secretas obsesiones.

Tal vez por ello para esta artista, cuyo trabajo es admirado en los más importantes museos y galerías del mundo, la morfología de sus obras constituye un regalarnos lo que quizá muchas veces hemos olvidado: la plenitud de lo que somos, la percepción de lo que fuimos, la representación de la búsqueda de todas nuestras pluralidades.

Animada por esos signos en rotación que constituyen toda pieza creativa, Olga de Amaral emprendió hace ya varias décadas su trascendental obra, hija de un tiempo y una historia que se tejen desde sus manos, como una paradigmática y permanente exaltación de la luz, porque es precisamente esta –en sus propias palabras– la que constituye el epicentro de todas sus obras.

Vemos entonces cómo, entre las múltiples vislumbres sugeridas, la explosión de pequeños haces sobresalen en cada una de sus creaciones, y van danzando como  cascadas de energía solar que nos atrapan y en cierta forma nos ubican en una contemplación incomparable de magia y serenidad, como respuesta quizá redentora a estos tiempos sombríos en los que el arte también ha sufrido sus devastadoras degradaciones.

No es fortuito entonces hablar de la infinita significación del color que emana de sus tapices, que adoptando diversas modulaciones ofrecen desde la fuerza de la luz, la insospechada vislumbre de sus fantásticas y muchas veces monumentales propuestas, en las que el noble oro y la exquisita plata ejercen protagónicamente un sacro magnetismo en la arquitectura de su obra.

La compleja teoría del arte nos ofrece en ocasiones algunas claves para llegar a comprenderla. Tal vez por ello, y desde una prefijada conciencia, la artista parece que quisiera decirnos por medio de tales signos de ascensión y profundidad,  que estos no solo son una cósmica indagación hacia el futuro, sino que viajan en sentido complementario, rindiendo un homenaje profundo a nuestras ancestrales raíces amerindias y a esas viejas culturas universales cuya reflexión filosófica se manifestaba a través de diversas proposiciones simbólicas, bajo la enorme amplitud del concepto de la imagen.

Mucho de poesía –yo diría que casi todo–emerge entonces de estas imágenes en movimiento, cuya titulación (Brumas, Nudos, Memorias, Afelio, Perihelio, Alquimia, Umbral, Notas, Tabla, Lienzo, Umbra, Guijarros…) es otro referente para que logremos la aprehensión de ese recóndito sentido, de ese querer decir en el lenguaje de los símbolos todo aquello que sobrepasan las palabras.

Plenos de asombro y regocijo, asistimos entonces a esta puesta en escena de sus últimos trabajos, a la contemplación de estas formas que se despliegan sobre sus lienzos, al diálogo con estos avatares de ensoñación que hilo tras hilo van cobrando forma propia hasta convertirse en una estética de espíritus independientes.

Sobra enumerar las múltiples exposiciones que integran el palmarés de la artista, inventariar los premios internacionales acumulados a lo largo de su carrera, citar las diversas bienales donde su obra ha sido profusamente destacada o los reconocimientos cosechados durante estos años de trabajo, el más reciente recibido en la Gala Multicultural del Metropolitan Museum of Art, de Nueva York –donde fue homenajeada junto a otros célebres artistas como Robert de Niro y Cai Guo-Qiang. 

Aquí la puerta se abre entonces para que asistamos de nuevo a la asombrosa contemplación que nos procuran sus tapices, a la fusión de sus aguafuertes en papel japonés y lino, a sus instalaciones, a sus figuras tridimensionales, sus dibujos y sus geometrías pigmentadas, para que nos detengamos desde las sendas de la  ensoñación, en los insospechados caminos que nos procuran sus Brumas poéticas. Y finalmente, para que bajo la égida metafórica de la casa, su casa interior, recorramos las más sensitivas fibras del corazón de esta imprescindible artista, donde la imaginación ejerce uno de sus más altos e incomparables vuelos.

 

 

Jim Amaral

 

 

Jim Amaral, "El Visionario" (fragmentos)

 

Por Gonzalo Márquez Cristo

 

Quien se aproxima a su universo artístico advierte en primera instancia a una horda de viajeros cósmicos que ha decidido eternizarse en sus bronces, pero apartándose del imaginario alienígena, confronta a una legión de torturados y perseguidos, y a las víctimas de la incomunicación y del silencio.

***

Sus creaciones podrían emanar del porvenir sideral pero más exactamente son la prueba de un tiempo fuente —perdido en la bruma de nuestro pasado—, perseguido a merced de los artilugios de la ensoñación: ejercicio que nos lega el prodigioso regreso a la infancia de la imagen, y claro, a la alborada de los ritos.

***

El artista propende sin esperanza por el retorno del diálogo cósmico, sus imágenes están provistas de un mutismo insondable y aunque a veces ostentan enigmáticos mensajes tatuados en su piel en una lengua aún no inventada, siempre —en forma estremecedora—, tienen la certidumbre de que la urgente respuesta nunca se producirá.

***

La ilusión del movimiento alienta sus imperturbables creaciones de bronce: al abrir las puertas de sus pechos una caligrafía secreta nos sugiere una comunicación astral, al girar las ruedas que asisten sus piernas aprendemos que el desplazamiento es un espejismo, al presenciar la piel de un torso se evidencia una germinación vegetal, y casi siempre es fácil advertir el cruento itinerario que conduce a estas invenciones metálicas a la forma de una obsesión.

***

No es lo arcaico lo que el escultor intenta plasmar como lo ha dicho reiteradamente la crítica, sino el sobresalto inaugural. No es lo antiguo sino la primera eclosión manifiesta… Pues de existir una profecía del origen —un augurio del primer latido, un vaticinio hacia atrás—, tendríamos que acudir a estas visiones escultóricas si pretendiésemos elucidarla.

***

Con frecuencia sorprendemos a sus seres antropomorfos en una mutación a pájaros o a creaturas bebedoras de luz, y en singulares ocasiones vemos numerosas ramas aflorando de sus cuerpos, pues la obra de Amaral es la apología de una metamorfosis inconclusa, es la proyección del ser hacia su límite, a veces provocada por impulsos aciagos y otras por la perseverancia interior, por el colosal intento de alcanzar una trascendencia galáctica.

***

La creación, propuesta en esta obra como un retorno a la intemperie existencial, lega a su demiurgo la facultad de viajar al origen del horror, como lo corrobora en Siete sombras, su más reciente congregación de bellas creaturas oriundas del país del estremecimiento.

 

 

Pequeña historia de la fotografía

 

 

Jorge Cadavid

 

La muerte de la fotografía, la aparición de nuevos procedimientos de creación de imágenes me han llevado a pensar, como ya lo había hecho Walter Benjamin, en una mínima historia, una elegía, para este particular arte atormentado antes por el fantasma de la pintura y, hoy día, por cambios epistemológicos radicales como el surgimiento de las imágenes digitales. Desmaterialización del arte, fractura entre imagen  y soporte, contenido sin materia. Un epitafio para la fotografía debe conllevar la inscripción de otro modo de ver.

La historia de la fotografía –esa hija bastarda abandonada por la ciencia a las puertas del arte– ya está repleta de imágenes célebres que, de alguna manera, han sido manipuladas, transgredidas. De hecho, se podría argumentar que la fotografía no es otra cosa que esa historia, un referente del mundo material que alguna vez existió para imprimirse sobre una hoja de papel sensible a la luz. Pequeña historia de la fotografía describe una dilatada aventura de cómo mirar, una travesía del ojo, otra manera de memorizar el mundo. Lo que el hombre ve es tan importante como lo que el hombre hace.

El gesto gratuito del fotógrafo, por el solo hecho de mirar, de fijar un encuadre, se convierte en obra de arte. El fotógrafo no inventa nada, simplemente elige, reposiciona lo que la naturaleza le ofrece. La cámara vislumbra, el ojo fragmenta. Imágenes de fragmentos, sintaxis de la fotografía. Revelamos el instante, ensanchamos en verdades visuales los límites de lo real. La fotografía, como la poesía, es la intuición del instante, un combate con el tiempo. J.C.

 

 

Tres poemas de Jorge Cadavid

 

REVELADO  I

Los acontecimientos singulares

no son raros

ocurren en todas partes

a cada momento

en todas las escalas

Basta un descuido

para que todo se revele   

basta limpiar los ojos

para que aquello que no sabes aparezca

 

 

APARICIÓN

Es preciso instalarse al exterior

de uno mismo

al borde de lo real

en la órbita de lo invisible

Quieto

frente a la cámara

ungido

por la huella luminosa

 

 

DE LO VISIBLE

 

[Eadweard James Muybridge, 1878]

 

El caballo galopa

con las cuatro patas

sin tocar el suelo

Ha suspendido

toda indicación que vincula

la imagen con la tierra firme

Ningún rastro del suelo

de montaña o de árbol

sólo horizonte y aire

para que el caballo decida

cortadas sus amarras

flotar en pleno cielo

 

 

Jorge Cadavid (Pamplona, 1962). Estudió Lingüística y Literatura en la Universidad de su ciudad natal, se especializó en literatura en la Universidad Javeriana de Bogotá, donde ha sido profesor durante varios años y se doctoró en Filosofía en la Universidad de Sevilla, España. Es autor de los siguientes volúmenes de poesía: La nada (Universidad de Antioquia, 2000); Un leve mandamiento (Trilce, 2002); Diario del entomólogo (Eafit, 2003); El vuelo inmóvil (Premio Nacional de Poesía Cote Lamus, Universidad Nacional, 2003); El derviche y otros poemas (Común Presencia, 2006); Herbarium (Letralia, 2011), Tratado de cielo para jóvenes poetas (Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia, 2008), Los ojos deseados (Común Presencia, 2011) y El bosque desnudo, Diario oculto (Común Presencia, 2013). Publicó una antología de su poesía titulada Música callada (Universidad Externado, 2009); la antología del poema breve: Ultrantología (Universidad de Antioquia, 2003); República del viento, antología de poetas colombianos nacidos en los años 60 (Universidad de Antioquia, 2012) y Escribir el silencio -Ensayos sobre poesía y mística (Eafit, 2013).

 

Sexo y Literatura III

 

 

 

Por Jorge Bustamante García

 

Cuando Natasha se ponía a ensayar en el violonchelo no había poder humano que la distrajera, se olvidaba de todo y yo no existía. Lo sabía y prefería salirme a caminar, a fumar, a mirar a las muchachas que pasaban por la calle. Incluso alguna vez conversé con alguna, flirteé, conseguí su teléfono y con el tiempo salí con ella. Se llamaba Zhana, una joven plana de grandes nalgas y cabello rubio ensortijado que vivía en el edificio de enfrente. Siempre que Natasha ensayaba, salía en silencio y me iba a buscar a Zhana que parecía ser todo lo contrario de Natasha o, al menos, esa era mi percepción. Menos recatada, más habladora. Nuestros encuentros eran extraños en el sentido que ninguno de los dos buscábamos sexo con el otro, nos bastaba con vernos y conversar. Me encantaban las historias un poco locas que me contaba de encuentros sexuales casuales que tenía directamente en su apartamento de dos cuartos grandes, sin que su padre se enterara. No me podía imaginar cómo el padre no se enteraba, si vivían juntos en un espacio tan corto. Se lo expresé y me dijo al instante "si quieres te invito para que veas por ti mismo que es posible" y nos pusimos de acuerdo a una hora la noche siguiente si era que Natasha se ponía a ensayar. Llegué puntual, subí caminando cuatro pisos y toqué tres leves golpes en la puerta del 403, como habíamos planeado. A los pocos segundos la joven abrió sigilosamente haciéndome una seña con el índice de la mano derecha sobre la boca para que no chistara. Entré al pequeño vestíbulo, vi dos inmensas puertas acolchadas que sellaban dos cuartos, vi un corto corredor que desembocaba en la cocina, vi a un costado un cuartito con inodoro y otro con tina, regadera y lavabo, vi todavía a Zhana con el índice sobre la boca, burlona y pícara, y con el otro brazo indicando una de las puertas tapizadas como diciendo chitón, ese es el cuarto de mi papá y me condujo al otro cuarto, al suyo, y de inmediato cerró la puerta. Esas puertas acolchadas de algunos departamentos moscovitas eran formidables. Entrabas, cerrabas y ya no oías ni un ruido de fuera, era perfecto para estar aislado. Zhana prendió el magnetofón, de la cinta empezaron a salir los acordes de una canción bobalicona, un tanto ñoña, muy popular por esos días "mi dirección no es una casa, ni una calle/ mi dirección es la Unión Soviética…lalala…lalala". El cuarto era amplio, tenía un ropero, una mesita, dos sillas, un librero con volúmenes de pasta dura, un sofá cama donde seguro Zhana se revolcaba con sus amigos casuales mientras su padre dormitaba o miraba televisión o leía o trabajaba en el otro cuarto tras la poderosa puerta afelpada que dividía con eficacia sus mundos. "Aquí he traído a cuanto muchacho he querido. La condición que les pongo es que sea sólo una vez, un rato, y que después olvidemos el asunto. A algunos les parece raro, se resisten, quieren seguir, volver otro día. Me niego rotundamente. Me gusta así, que sea pasajero, no enamorarme. Tengo veinte años, quiero vivir, por ahora no necesito más". La miraba un tanto sorprendido, la muchacha no era fea, ni bonita, eso sí era plana y de culo grande, apenas atractiva, hay mujeres que son así, que andan por ahí con una belleza rara escondida que sólo algunos perciben. Zhana era de esa estirpe.

–¿Y qué muchachos son los que traes? –pregunté un poco distraído

–Un poco de todo, rusos, de Ucrania, una vez un estudiante negro de Uganda, otro de México…

–¿Y no te da miedo que te prendan algo, una venérea?

–Solo he tenido tricomoniasis, nada más.

–¿Y tu padre nunca se ha dado cuenta de que traes muchachos?

–Supongo que no, anda muy metido en sus asuntos de trabajo. Es dibujante de proyectos de ingeniería. Se trae trabajo a casa, se encierra en su cuarto, escucha música, Rajmáninov, Shostakovich, sale al baño, a la cocina, se prepara un emparedado. Vive para trabajar, pero tiene una virtud, lee todo lo que se le atraviesa y escucha música. Sentado en un sillón, mira por la ventana durante horas y escucha música. Y lee…

El padre de Zhana había sido un joven recluta en los últimos meses de la guerra en 1945 y cuando el ejército rojo avanzaba incontenible en el frente hacia Berlín, le ordenaron quedarse en la retaguardia junto con su destacamento en Hungría. Allí en la retaguardia, en un pueblo a la orilla del Danubio en la periferia de Budapets, el joven recluta se dedicó por momentos a conocer gente del lugar. Una tarde conoció a una joven checa que sabía ruso y que vivía en la casa de un escritor húngaro. -¿Un escritor?- dijo intrigado el joven recluta, quien desde su adolescencia gustaba de leer los relatos de Gógol y Chéjov. Le pidió a la joven que lo llevara a conocerlo. "Un escritor de carne y hueso, qué bueno" pensaba el joven recluta caminando al lado de la muchacha. Al llegar salió al pequeño porche de la casa un hombre de unos 45 años y saludó en húngaro a la chica. Miró al soldado de cachetes rojizos y pómulos eslavos con atención y éste no le quitaba los ojos de encima, lo miraba intrigado.

"¿Es usted escritor?" le lanzó a quemarropa el joven recluta a través de la chica traductora y el hombre apenas acertó a decir "bueno, sí, he escrito y publicado algunas cosas" y los invitó a pasar. Bebieron té mientras el soldado un tanto deslumbrado paseaba sus ojos por los estantes de libros de la pequeña biblioteca. No entendía nada, eran libros en húngaro y francés, pero los escudriñaba con interés. "¿Hay alguno suyo?". El hombre buscó en uno de los estantes y sacó un libro traducido y publicado en francés, Les Révoltés y le señaló su nombre en la parte de arriba. El soldado no alcanzaba a comprender y le preguntó a través de la joven checa qué clase de libros escribía y si se trataba de un escritor conocido. El hombre no respondió, alzó el brazo para alcanzar el libro que estaba enseguida del suyo, un libro también en francés de Ilia Ehrenburg. "¡Ehrenburg!" exclamó el soldado como si hubiera encontrado al fin algo suyo, "he leído sus reportajes del frente de guerra" y miró con mayor asombro al hombre, pensando tal vez que él escribía cosas como las de su compatriota. "De seguro usted escribirá sobre nosotros" le dijo finalmente. "No, yo escribo novelas y otras cosas" repuso el hombre en tono socarrón. El soldado sólo atinó a decir jarashó y el hombre le preguntó que por qué era jarashó, por qué estaba "bien" que alguien fuera escritor de novelas y otras cosas, por qué creía él que estaba "bien"… El soldado pensó un momento y contestó calculando meticulosamente sus palabras, enunciándolas despacio, con un hincapié muy peculiar:

"Está bien porque si eres escritor, puedes decir lo que nosotros pensamos". Y entonces el joven soldado, sin mirarlo, salió despacio acompañado de la joven checa que sabía ruso, salió sin volver la cabeza y el escritor húngaro se quedó ahí parado, mirando cómo se alejaban, pensando tal vez que la carrera de un escritor no suele merecer muchos reconocimientos, pero él conservó esa frase como una condecoración muy especial. Siete años después esa joven traductora checa y ese soldado extraño daban a luz a Zhana en Moscú. Al cabo de unos años se separaron, la traductora se fue a vivir con su familia a Praga y Zhana pasaba sus años de juventud entre esa ciudad y Moscú. Esta historia que me contaba mi nueva amiga siempre me conmovía, me hacía pensar en ese escritor húngaro ¿cómo se llamaría, qué libros habría escrito, qué habría sido de él a la vuelta de los años?.

 

JORGE BUSTAMANTE GARCÍA: Ha publicado Invención del viaje (poesía, 1986), El desorden del viento (poesía, 1989); El caos de las cosas perfectas (poesía, 1996); Henry Miller: entre la desesperanza y el goce (ensayo,  1991), Literatura rusa de fin de milenio (ensayo, 1996), Diez modos de contemplar un río (cuento, 2004), El perro vagabundo. Memorias de escritores rusos (2009), El milagro de las cosas nombradas (ensayo, 2010), El viaje y los sueños. Un ensayo vagabundo (ensayo, 2013). Sus traducciones de poetas y escritores rusos han sido publicadas en México, Colombia, Costa Rica y España.

 

 

CARTAS DE LOS LECTORES

 

GAMONEDA. Hermoso, diáfano, profundo el poema del maestro Gamoneda. Bien confabulados! Armando Ospina

* * *

EL EPISODIO DE ESTAMBUL. Plausibles, para la anarquía de mis lecturas, resultaron los contenidos de la última entrega de Con-fabulación. Hermoso el poema de Antonio Gamoneda. Exultante, vital en su erotismo literario, el relato de Armando Rojas Guardia, me llevó a evocar una excursión irrepetible a San Agustín, en donde el silencio nocturno del bosque y la compañía de cierta música, propiciaron un sacrílego encuentro amoroso -el Parque era para mí espacio místico y sagrado- cuyo trasunto feliz aún permanece en la memoria. Yesid Morales

* * *

ROJAS GUARDIA. Sorpresa para los lectores de Armando Rojas Guardia, creador del Grupo Tráfico, su cuento Prosperina. Este poeta, la más alta cifra de la poesía en mi país, tiene una escritura inconfundible. Franco Contreras, Caracas

 

* * *

CLARICE LISPECTOR. Importante la columna de Skliar sobre la gran narradora brasileña Clarice Lispector, que ya nadie lee. La literatura se ha tornado tan facilista que autoras profundas como ella yacen en el olvido. Amelia Díaz

 

* * *

 

Colección Los Conjurados

 

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Poesía, Cuento, Ensayo, Crónica, Novela y Testimonio

 

El Libro de la Tierra (101 geniales Autores), Discursos Premios Nobel (Tres tomos), Grandes entrevistas de Común Presencia, Antología de Poesía Colombiana (1931- 2011), Poetas venezolanos contemporáneos, Cuentos perversos, Ensayistas bogotanos, Cronistas bogotanos, Cuentistas bogotanos y muchas obras más.

 

 

 

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