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OTRA LECCION PERDIDA
La Obligaci�n de Prevenir
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El Bombardeo de Nagasaki 9 de Agosto de 1945:
La Historia Jam�s Contada
������������������������������ Doctor Gary G. Kohls, MD*
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Hace 64 a�os, el 9 de agosto de 1945, la segunda de las dos �nicas bombas at�micas jam�s usadas como instrumentos de destrucci�n masiva fue arrojada sobre la indefensa poblaci�n civil de la ciudad de Nagasaki, Jap�n, por un equipo de bombarderos, todos cristianos, que por meses hab�an sido entrenados para esta misi�n. El equipo solo "estaba haciendo su trabajo"� y lo hicieron con eficiencia y precisi�n militar.
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Hab�an pasado solo tres d�as desde que la primera bomba, una bomba de uranio, hab�a incinerado Hiroshima, creando caos y confusi�n en Tokyo, donde los l�deres del gobieno facista militar del Jap�n y el Emperador Hiro�to hab�an estado buscando por meses como encontrar una forma honorable de terminar la guerra, una guerra que hab�a agotado al Jap�n y que ya lo ten�a en un estado virtualmente de moribundo y sin defensa.
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El �nico obst�culo para la rendici�n hab�a sido la insistencia de la administraci�
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El ej�rcito ruso estaba cruzando Manchuria con el fin declarado de entrar en guerra contra el Jap�n el 8 de Agosto, as� que hab�a un incentivo extra para que Estados Unidos termine pronto la guerra: el comando militar norteamericano no quer�a dividir el bot�n o compartir el poder cuando el Jap�n pidi� la paz, lo que ambos lados sab�an era inevitable. La mayor dificultad era la demanda irracional de Estados Unidos de rendici�n incondicional.
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El comando de bombarderos norteamericano hab�a evitado que Hiroshima, Nagasaki y Kokura sufrieran los bombardeos incendiarios convencionales que hab�an quemado casi totalmente a m�s de 60 grandes ciudades japonesas, en la primera mitad de 1945. Una de las razones por postergar el ataque de ciudades no da�adas con estas nuevas armas fue cient�fica: ver que pasar�a a edificios intactos --y a los habitantes que all� viv�an-- cuando armas at�micas estallaban sobre ellos.
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Temprano en la ma�ana del 9 de agosto de 1945, una Super-Fortaleza B-29 llamada Carro de Bock, sali�, con las oraciones y la bendici�n de sus capellanes luteranos y cat�licos, de la Isla de Tini�n y fue hacia Kokura, su primer blanco. La bomba de plutonio que llevaba ten�a el nombre de c�digo, "Panz�n," en honor a Winston Churchill.
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La �nica explosion en campo abierto de una bomba de prueba, blasfemosamente llamada, "Trinidad", hab�a ocurrido solo tres semanas antes, el 16 de julio de 1945, en Alamogordo, Nuevo M�xico. La roca, parecida a la lava, generada por el intenso calor --llamada "trinititato"-- se puede encontrar hoy todav�a en el sitio de la explosi�n.
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Con �rdenes de dejar caer la bomba solo en un lugar que se pueda ver bi�n, el Carro de Bock lleg� a Kukura , pero la ciudad estaba nublada. As� que despu�s de volar tres veces alrededor de la ciudad, buscando un lugar abierto, sin nubes, y usando en el proceso inmensas cantidades de combustible, decidieron ir al blanco alternativo, Nagasaki.
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Nagasaki es famosa en la historia del cristianismo japon�s. No s�lo fue el sitio de la m�s grande iglesia cristiana en el Oriente, la Catedral de Santa Mar�a, si no que tambi�n ten�a la m�s grande concentraci�n de cristianos bautizados en todo el Jap�n. Nagasaki fue la ciudad donde el legendario misionero Jesuita, Francisco Xavier, estableci� una misi�n cat�lica en 1549, una comunidad cristiana que creci� r�pidamente y prosper� por varias generaciones. Sin embargo, como pas� en Sudam�rica, Africa, Asia y en otros nuevos paises "descubiertos," los intereses comerciales espa�oles y portugueses que patrocinaron las actividades misioneras de Xavier, empezaron la planeada explotaci�n de los recursos naturales y del pueblo japon�s. Pero, como no pas� en otras tribus y naciones colonizadas, los mercaderes fueron certeramente percibidos como explotadores, y fueron ordenados que se vayan del Jap�n. Y la religi�n de los sospechosos extranjeros pronto se convirti� en el blanco de brutales persecusiciones.
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A los 60 a�os del comienzo de la misi�n de Francisco Xavier, el cristianismo pas� a ser una religi�n fuera de la ley y profesar la f� cristiana fue crimen capital. Los japoneses que se negaban a renunciar al cristianismo y volver al shinto�smo o al budismo sufr�an ostracismo, tortura e incluso crucifixiones similares a las persecuciones romanas de los primeros siglos del cristianismo. Cuando termin� el terror, todos los observadores cre�an que el cristianismo hab�a sido eliminado del Jap�n.
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Sin embargo, 250 a�os despu�s, en los 1850s, cuando la coercitiva diplomacia a punto de ca��n del Comodoro Perry forz� que se abra una isla cerca de la costa para los negocios norteamericanos, se descubri� que hab�an miles de cristianos bautizados en Nagasaki, que practicaban su f� viviendo en catacumbas, totalmente a escondidas del gobierno � el que, cuando la comunidad fue descubierta, comenz� inmediatamente otra purga. Pero por presi�n internacional, las persecuciones terminaron, y el cristianismo de Nagasaki sali� de la clandestinidad. Para 1917, sin ninguna ayuda del gobierno, la comunidad cristiana japonesa construy� la masiva Catedral de Santa Mar�a, en el distrito del R�o Urakami de Nagasaki.
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Ahora bi�n, en el misterio del bi�n y el mal, ocurri� que la masiva Catedral de Santa Mar�a fue uno de los puntos que el bombardero del Carro de Bock pod�a ver a 31,000 pi�s, y, viendo la Catedral desde su punto de tiro, la identific� y orden� que dejen caer la bomba.
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As�, a las 11:02 am, del 9 de agosto de 1945, la comunidad cristiana de Nagasaki hirvi�, se evapor� y carboniz� en una abrasadora bola de fuego radioactivo muchas veces m�s caliente que el sol. El vibrantre, fiel, perseguido centro del cristianismo japon�s se convirti� en punto zero.
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Y lo que el gobierno Imperial japon�s no pudo hacer en m�s de 200 a�os de persecuci�n, cristianos norteamericanos lo hicieron en 9 segundos. 8,500 de los miembros celebrantes de una comunidad de 12,000 perecieron en Nagasaki a consecuencia de la bomba.
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Esta verdadera historia (que no se quiere recordar) debe estimular discusiones entre todos los que se dicen ser disc�pulos de Jes�s de Nazaret. El capell�n cat�lico del Grupo Compuesto 509 (grupo secreto de 1500 hombres del Ej�rcito de la Fuerza A�rea, cuya misi�n principal era lanzar exitosamente a sus blacos las bombas at�micas) fue el Padre George Zabelka. Varias d�cadas despu�s que termin� la guerra, �l finalmente vi� su grave error teol�gico al dar legitimidad religiosa a la carnicer�a humana organizada que es la guerra moderna por tierra y aire. Reconoci� finalmente que los enemigos de Estados Unidos no eran enemigos de Dios, sino hijos de Dios a quien Dios ama y a quienes los seguidores de Jes�s deben amar tambi�n. La conversi�n del Padre Zabelka a la no-violencia cristiana lo hizo dedicar las d�cadas restantes de su vida a hablar contra la violencia en todas sus formas, especialmente contra la violencia del militarismo. El capell�n luterano, William Downey, en su asistencia socio-psicol�
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En su importante libro, Infierno, Curaci�n y Resistencia, (Hell, Healing and Resistance,) el escritor Daniel Hallock habla de un retiro budista con Thich Nhat Hanh, en 1997, en el que se trat� de analizar las diab�licas realidades que eran sufridas por veteranos de Viet Nam despu�s de los combates, traumatizados por su participaci�n en la guerra. La iron�a de lo que pas� en ese retiro hizo que Hallock escribiera, �Claramente, el budismo ofrece algo que no se puede encontrar en el cristianismo institucional. Pero, naturalmente, �porqu� los veteranos (que en su mayor�a han abandonado la f� de su infancia por hip�crita) van a ser parte de una religi�n que ha bendecido las guerras que arruinaron sus almas? No sorprende que ellos buscaran a un gentil monje budista para escuchar lo que son, en gran parte, las verdades de Cristo.�
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Como cristiano por toda mi vida, ese comentario me impact�, pero fue el impacto de una verdad triste y seria. Y como m�dico que trata todos los d�as a pacientes sicol�gicamente traumatizados, yo s� que es la violencia, en todas sus formas, lo que hiere y destruye el psyche y el alma humanos, y que ese trauma es mortal y contagioso, se propaga por las familias hasta la tercera y cuarta generaciones --y que se va a continuar propagando hasta que la violencia militar que nutre tanta violencia dom�stica sea eliminada.
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Una de las as� llamadas, "enfermedades mentales" m�s dif�ciles de tratar, es el trauma que resulta de los combates de guerra, post traumatic stress disorder (PTSD). La forma m�s virulenta de PTSD, en mi opini�n profesional, es incurable. Tambi�n es un hecho que, a�n cuando la mayor�a de soldados de la era de Viet Nam fueron criados en iglesias en las que activamente practicaban su f�, si ten�an PTSD causado por la guerra al volver a sus hogares, el porcentaje de los que siguen en la f� de sus familias casi llega a cero.
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Este es un serio problema espiritual para cualquier iglesia que --sea por su activo apoyo a las "gloriosas" guerras de su pa�s o por su silencio frente a tales problemas-- no ense�a a su juventud lo que sobre esos asuntos ense�� Jes�s de Nazaret: la violencia es prohibida para aquellos que quieran seguirlo.
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Si una comunidad cristiana falla en informar detalladamente a sus congregaciones sobre las horribles realidades de los campos de batalla y de los peligros para sus propias almas antes de que se registren para una posible conscripci�n militar, �so presagia la condena de la que Jes�s habl� en Mateo, 18, 5-6: �Y el que recibe en mi nombre a un ni�o como �ste, a mi me recibe. Al que haga caer a uno de estos peque�os que creen en m� mejor le ser�a que le amarraran al cuello una gran piedra de moler y que lo hundieran en lo m�s profundo del mar."
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El prop�sito de este ensayo es estimular discuciones abiertas y honestas (por lo menos entre los seguidores de Jes�s) sobre la �tica de matar del o por nuestro gobierno no desde la perspectiva de la �tica de la seguridad nacional, no desde una perspectiva militar, no desde la perspectiva de la retaliaci�n pre-cristiana ojo-por-ojo que Jes�s rechaz�, sino desde la perspectiva del evangelio dentro del evangelio --el Serm�n de la Monta�a-- que contiene el coraz�n �tico de las ense�anzas de Jes�s, que se encuentran en Mateo 5, 6 y 7 y en Lucas 6.
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De esas discusiones (si hay quienes se atrevan a sostenerlas) deben salir respuestas para aquellas horribles realidades que parecen inmobilizar por todo el mundo a decentes cristianos que creen en la Biblia: �Porqu� hay tantos cristianos tan deseosos de cometer (o de patrocinar y/o pagar para que otros la cometan) violencia homicida contra otros hijos de un Dios amante, misericordioso y compasivo, el Dios a quien Jes�s claramente nos pide que imitemos? Y, �qu� pueden hacer los cristianos, empezando desde ahora, para prevenir la pr�xima guerra y la pr�xima epidemia de almas destruidas por el desorden traum�tico causado por los combates?
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�Qu� podemos hacer para prevenir el retorno de tales atrocidades? De las brutalidades de la lista que sigue todas fueron perpetradas por cristianos devotos: la Masacre de Mi-Lai, Auschwitz, Dresden, El Mozote, Rwanda, Jonestown, los bombardeos de las iglesias de los negros norteamericanos, sanciones mortales contra Irak (que mat� a 500,000 ni�os irak�es en los 1990s), la guerra� presente que ha matado a m�s de un mill�n de inocentes civiles irak�es), las masacres de Fallujah, la tortura de �sospechosos no-acusados� en Guant�namo y Abu Ghraib, adem�s de las muchas otras que, por definici�n, son cr�menes de guerra internacionales, cr�menes contra la paz y cr�menes contra la humanidad.
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�Qu� es lo que se tiene que hacer para prevenir el siguiente Nagasaki?
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Gran parte de la responsibilidad por causar y, en consecuencia prevenir, atrocidades militares como Nagasaki yace en la Teor�a de la Guerra Justa de las iglesias cristianas de Estados Unidos y en si ellas van a finalmente empezar a ense�ar lo que Jes�s de Nazaret ense�� y empezar a vivir como El vivi�: el amor incondicional del amigo, del vecino y del enemigo neg�ndose a matar a otros hijos de un amante Dios.
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Se puede prevenir el siguiente Nagasaki si las iglesias con coraje y p�blicamente resisten con medios no-violentos el militarismo� y no escuchan las demandas del gobierno por la conscripci�n de los cuerpos y almas de sus hijos e hijas.
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Si las iglesias empiezan a ejercitar su sagrado deber de hablar a los miembros jovenes de sus congregaciones sobre lo que matar causa a sus almas, quizas no sea demasiado tarde salvar al adolorido pueblo de un planeta agonizante, desgarrado por la guerra y moralmente en quiebra.
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*El Dr. Kohls, miembro fundador de Cada Iglesia una Iglesia de la Paz, (www.ecapc.org), es parte del comit� organizador de La Semana Conmemorativa de Hiroshima/Nagasaki, de Duluth, Minnesota, 2009.
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Traducci�n libre del ingl�s enviado por
Gary G. Kohls, MD, gkohls@cpinternet.
hecha en REFUGIO DEL RIO GRANDE, Texas.
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