Thursday, August 5, 2010

[RED DEMOCRATICA] CUTLTURALES : Las fronteras entre la realidad y la ficción. Un análisis comparado: ‘Niebla’ de Unamuno y la ‘teoría de la identidad narrativa’ de Ricoeur

 

    Las fronteras entre la realidad y la ficci�n.
    Un an�lisis comparado: �Niebla� de Unamuno
    y la �teor�a de la identidad narrativa� de Ricoeur

    Mar�a Cecilia Palermo

    Universidad de Buenos Aires
    cecipalermo@gmail.com


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    Resumen: El presente trabajo trata sobre la problem�tica de la demarcaci�n de fronteras entre el mundo real y el mundo de la ficci�n, y analiza dicha cuesti�n desde una �ptica particular: la relaci�n entre el autor y los personajes. Se comparan dos posturas acerca de los l�mites entre dichos mundos y los v�nculos entre ambas personalidades: la que presenta Paul Ricoeur en su libro S� mismo como otro, y la que describe Miguel de Unamuno en su novela Niebla.
    Palabras clave: Realidad, Ficci�n, Miguel de Unamuno, Paul Ricoeur.

    �� �Cu�l es la realidad �ltima, la realidad real, la realidad eterna, la realidad po�tica o creativa de un hombre? Sea hombre de carne y hueso o sea de los que llamamos ficci�n, que es igual. Porque Don Quijote es tan real como Cervantes; Hamlet o Macbeth tanto como Shakespeare, y mi Augusto P�rez ten�a acaso sus razones al decirme, como me dijo -v�ase mi novela (�y tan novela!) Niebla, p�ginas 280 a 281- que tal vez no fuese yo sino un pretexto para que su historia y las de otros, incluso la m�a misma, lleguen al mundo��
    (Miguel de Unamuno, Tres novelas ejemplares y un Pr�logo)

    Hacia el final del cap�tulo El s� y la identidad narrativa, Ricoeur plantea diversas problem�ticas sobre la relaci�n entre la ficci�n y la vida real. Su cuestionamiento gira en torno a tres ejes: la construcci�n del v�nculo autor-narrador-personaje en dichas esferas, el modo en que las experiencias del pensamiento suscitadas por la ficci�n influencian la vida real y, en definitiva, qu� sucede con la noci�n de autor cuando se pasa de la escritura a la realidad. A partir de los interrogantes y de las respuestas que hallar� a los mismos, es posible advertir que para Ricoeur ambas esferas no s�lo son distantes una de la otra sino que efectivamente se diferencian entre s�.

    Unamuno, a trav�s de su n�vola [1] Niebla, viene a trastocar el edifico te�rico construido por Ricoeur al afirmar, tal como argumenta Ferrater Mora en su estudio Unamuno, bosquejo de una filosof�a, que la realidad y la ficci�n, indefectiblemente, se mezclan y fusionan entre s� hasta un punto tal que es imposible distinguir una de la otra. Dos momentos de la n�vola logran volver porosa la firme frontera entre las historias de la vida y las historias literarias que anunciaba Ricoeur. Ambos momentos constan de enfrentamientos -mortales, incluso- entre el autor y sus propios personajes. En primer lugar, la desafiante actitud de V�ctor Goti cuando, en el Pr�logo, no s�lo revela c�mo muri� Augusto P�rez sino que desmiente la versi�n del hecho presentada por Unamuno. En segundo lugar, la discusi�n cara a cara entre Augusto P�rez y Unamuno cuando Augusto se presenta en el hogar del autor para debatir las condiciones de su propia muerte -momento clave de la n�vola que dejar� vestigios en la memoria, novelas y sue�os posteriores de Unamuno mismo-.

    Ahora bien, �c�mo es posible analizar lo ocurrido en la vida de Miguel de Unamuno, Augusto P�rez y V�ctor Goti a partir de la teor�a de la identidad narrativa desarrollada por Ricoeur? �C�mo explicar el entrecruzamiento entre los mundos de la realidad y el de la ficci�n, la confrontaci�n entre el autor y sus personajes?

    En Si mismo como otro, Ricoeur se propone disociar la noci�n un�voca de identidad para construir una identidad din�mica que compagine lo constante y lo diverso. En este marco, se�ala dos ejes en los que se constituye la identidad de un personaje. Por un lado, �sta se construye en uni�n con la identidad de la trama y del relato mismo. Por el otro, se sit�a en el campo de la dial�ctica del mismo y del si.

    La trama implica un modelo de conexi�n entre acontecimientos que posibilita la s�ntesis de lo heterog�neo: permite integrar la concordancia (que aporta principios de orden) y la discordancia (que causa trastrocamientos que ponen en peligro la identidad de un relato) dando lugar a la concordancia discordante, en donde lo cambiante convive con cierto r�gimen de permanencia en el tiempo. Dentro de esta estructura concordante-discordante, el acontecimiento es la fuente de la discordancia. Sin embargo, y a pesar de ello, Ricoeur argumenta que no hay acontecimiento que surja fuera de una trama narrativa particular que logre interpretarlo y que transformar su contingencia en un hecho ineludible. Por ello, es posible considerar a la trama como un acto configurador que media entre lo concordante y lo discordante y que logra transformar -una vez terminado el relato- lo fortuito del acontecimiento en destino. De esta manera, la trama frustra el efecto de contingencia y lo inesperado �� se convierte en parte integrante de la historia cuando es comprendido despu�s, una vez transfigurado por la necesidad�� (Ricoeur, 1996: 141). A partir de ello, el acontecimiento deviene en fuente de concordancia ya que su existencia hace avanzar al relato, permitiendo el devenir de la historia.

    Ricoeur aplica la concepci�n narrativa de la trama a la constituci�n de la identidad personal: desplaza su centro de an�lisis desde la acci�n hacia el personaje. Al ser el relato el que le confiere iniciativas de acci�n, la identidad del personaje s�lo podr� comprenderse a trav�s del relato mismo: ��el relato constituye la identidad del personaje, que podemos llamar su identidad narrativa, al construir la de la historia narrada. Es la identidad de la historia la que hace la identidad del personaje�� (Ricoeur, 1996: 147).

    La estructura narrativa el elemento que une los dos polos de construcci�n de la trama: el de la acci�n y el del personaje. Tal como afirma Ricoeur, ��Narrar es decir qui�n ha hecho qu�, porqu� y c�mo, desplegando en el tiempo la conexi�n entre estos puntos de vista�� (Ricoeur, 1996: 146). De este modo, la identidad del personaje se constituye en relaci�n directa con la identidad de la trama narrativa; no se puede comprender la naturaleza de uno sin el otro, son aspectos interconectados.

    Bas�ndose en la correlaci�n entre acci�n y personaje, y a partir de la dial�ctica entre concordancia y discordancia desplegada en la trama de la acci�n, Ricoeur propone una dial�ctica interna al personaje. En ella, la l�nea de concordancia determina la singularidad del personaje, la ��unidad de su vida considerada como la totalidad temporal singular que lo distingue de cualquier otro�� (Ricoeur, 1996:147); y la l�nea de discordancia aporta acontecimientos imprevisibles que afectan la totalidad temporal del personaje y construyen el devenir de su vida.

    La dial�ctica de la concordancia-discordancia se refleja propiamente en lo que dicho autor llama la dial�ctica de la mismidad-ipseidad (o dial�ctica del mismo y del si). Por un lado se encuentra la mismidad de un car�cter -entendida en el sentido de un mismo, de cualidades que persisten y que la variaci�n temporal no desarticula- y por el otro la ipseidad del mantenimiento de s� -entendida como un s� mismo desafiante al tiempo y a la estabilidad-. La dial�ctica del personaje se posa entre estos modos de permanencia en el tiempo con el objetivo de mediar entre ellos y lograr cierto equilibrio. En este sentido, tal como afirma Arfuch, �� la identidad narrativa se despliega de esta manera como una oscilaci�n, un intervalo entre el idem y el ipse�� (Arfuch, 2002: 24).

    El modelo narrativo que desarrolla Ricoeur permite, a trav�s del r�gimen dial�ctico entre concordancia-discordancia, integrar lo discontinuo a la permanencia en el tiempo. Al aplicar el modelo a los personajes que se encuentran insertos en una trama ��el s� mismo aparecer� as� reconfigurado por el juego reflexivo de la narrativa, y podr� incluir la mutabilidad (�) sin perder de vista sin embargo la cohesi�n de una vida�� (Arfuch, 2002: 24). Se establece, de este modo, una l�nea de concordancia que marca la vida de un personaje como distinta de cualquier otra, y si bien la irrupci�n de ciertos acontecimientos, por un lado, amenazan dicha identidad, por otro lado son ellos los que trazan, a medida que suceden, la identidad retroactiva de una vida. Es por todo ello que la identidad del personaje s�lo se comprende bajo la dial�ctica entre continuidad y discontinuidad; y en tanto se constituye con y en la identidad de la historia narrada, la identidad es narrativa.

    Utilizando el modelo desarrollado por Ricoeur es posible identificar al se�or Augusto P�rez como un personaje compuesto por un determinado car�cter que convive con ciertos acontecimientos que surgen a lo largo de su vida-historia (la aparici�n de Eugenia, de Rosario, de su mascota Orfeo; la traici�n, la imagen del suicidio). Asimismo, es posible afirmar que la identidad del se�or P�rez se corresponde con las experiencias que lleva a cabo a lo largo de la trama de su historia. Tambi�n es factible considerar al se�or Unamuno como un personaje compuesto por un car�cter que convive con los acontecimientos que surgen a lo largo de su vida-historia (la visita de Augusto). A su vez, al igual que lo dicho con respecto al se�or P�rez, es posible aseverar que la identidad del se�or Unamuno se corresponde con las experiencias que lleva a cabo a lo largo de la trama de su historia.

    Ahora bien, el eje cr�tico en el argumento de Ricoeur es la distinci�n tajante entre los relatos de la vida real y los relatos de ficci�n. Por un lado advierte que en la experiencia cotidiana las dos significaciones de permanencia en el tiempo (ipseidad y mismidad) pueden imbricarse entre s�, causando que la ipseidad se mimetice con la mismidad. En la ficci�n, por el contrario, se permiten amplios espacios de variaciones en torno a la relaci�n dial�ctica mismidad-ipseidad, qued�ndose a veces el personaje librado del control de la trama -y quedando esta �ltima a servicio del primero-, desatando una crisis en la clausura del relato y en la identidad del personaje mismo en tanto la ipseidad es puesta al desnudo por la p�rdida total de mismidad.

    Ricoeur distingue tres ejes en los que se diferencian la ficci�n y la vida real: la identificaci�n de comienzo y fin, la unicidad de itinerarios, y la relaci�n entre autor, personaje y narrador.

    En primer lugar, seg�n dicho autor, en los relatos de la vida real las nociones de comienzo y fin no pueden ser establecidas con precisi�n. Por un lado, el acto por el cual cada individuo ha sido concebido pertenece a la historia de otros; por el otro, la propia muerte no puede ser narrada por la persona misma, sino que corresponder� al relato de quienes lo sobrevivan. En la ficci�n, por el contrario, siempre es posible identificar un principio determinado y una �ltima p�gina que implique el final narrativo.

    En segundo lugar, Ricoeur argumenta que en la vida real hay varios posibles itinerarios sobre el recorrido de un personaje que pueden ser narrados, e incluso las historias de vida de un individuo pueden imbricarse en las historias de vida de otros. Por el contrario, en los relatos literarios se narran determinados mundos propios sin que los mismos se puedan mezclar con las tramas de otras obras.

    Por �ltimo, dicho autor plantea que la relaci�n entre autor, narrador y personaje cambia significativamente en el plano de la realidad. En un relato de ficci�n el individuo puede ser a la vez autor, narrador y personaje (un ejemplo de ello son los relatos autobiogr�ficos). Contrario a ello, en el devenir de una vida, Ricoeur advierte que si bien el individuo es efectivamente narrador y personaje, no puede considerarse autor de la existencia de su propia vida, sino a lo sumo coautor de su sentido.

    En Niebla suceden dos situaciones conflictivas que involucran a tres personajes: Miguel de Unaumo, Augusto P�rez y V�ctor Goti. Lo peculiar de dichas situaciones es que vida real y ficci�n se imbrican de manera tal que no es posible distinguir una de la otra; ni los lectores, ni su autor, ni sus personajes tienen la capacidad de diferenciarlas: ��ambos son tan reales, o tan imaginarios, como su com�n so�ador, el novelista que los cre� y que fue constantemente modelado, esto es, creado, por ellos�� (Ferrater Mora, 1985: 124).

    V�ctor Goti es el autor del pr�logo de Niebla, en el cual aclara que ��los deseos del se�or Unamuno son para m� mandatos, en la m�s genuina acepci�n de este vocablo. (�) estoy por lo menos firmemente persuadido de que carezco de eso que los psic�logos llaman libre albedr�o, aunque para mi consuelo creo que tampoco goza don Miguel de �l��. M�s adelante afirma que tiene alg�n grado lejano de parentesco con Unamuno, seg�n los resultados de las investigaciones llevadas a cabo por el se�or Paparrig�pulos [2]. Y, por �ltimo, al final del pr�logo escribe: ��Mucho se me ocurre ata�adero al inesperado final de este relato y a la versi�n que en �l da don Miguel de la muerte de mi desgraciado amigo Augusto, versi�n que estimo err�nea (�). Pero debo hacer constar, en descargo de mi conciencia, que estoy profundamente convencido de que Augusto P�rez, cumpliendo el prop�sito de suicidarse que me comunic� en la �ltima entrevista que con �l tuve, se suicid� realmente y de hecho, y no s�lo idealmente y de deseo. Creo tener pruebas fehacientes en apoyo de mi opini�n, tantas y tales pruebas, que deja de ser opini�n para llegar a conocimiento�� (Unamuno, 1996: 23, 24, 36).

    �Qui�n es V�ctor Goti? �Es un lejano pariente de Unamuno que accedi� a escribir un pr�logo? �Es el inventor del g�nero n�vola? �C�mo puede ser al mismo tiempo pariente lejano de Unamuno -autor de la novela- e �ntimo amigo de Augusto P�rez -personaje de la novela-? A lo largo de la n�vola hay repetidas apariciones de V�ctor Goti como amigo y compa�ero de Augusto P�rez. Sin embargo, en el Pospr�logo de Niebla, Unamuno tambi�n dialoga con �l [3]. Entonces, �su historia de vida pertenece a la trama de la vida real o a la trama de la ficci�n? Si bien afirma que no goza de libre albedr�o -por lo que se podr�a suponer que es un personaje creado que depende de su creador- aclara inmediatamente que tampoco goza de tal libertad el se�or Unamuno. En sinton�a con lo que afirma Ferrater Mora, V�ctor Goti no pertenece a una realidad o a una ficci�n, sino a la ��niebla de la que Unamuno habl� tan a menudo y que debe ser interpretada como una manifestaci�n m�s del fondo com�n en el cual viven, guerreando y en ansia perpetua de paz, todas las cosas�� (Ferrater Mora, 1985: 125).

    La situaci�n que se genera entre Augusto P�rez y Unamuno es similar a la acontecida con V�ctor Goti, e incluso m�s dram�tica. En el cap�tulo XXXI, Unamuno describe c�mo Augusto P�rez, el personaje principal de Niebla, toma la decisi�n de suicidarse. Sin embargo, dicho personaje no quiere dejar el mundo -ficticio o real, no hay especificaciones al respecto- sin haber conocido a su supuesto autor: personaje y autor se encuentran y discuten cara a cara. Unamuno le revela a Augusto que conoce sus intenciones de suicidarse y que, en calidad de autor del relato, le niega tal libertad: ��no puedes matarte porque no est�s vivo, y que no est�s vivo, ni tampoco muerto, porque no existes (�) m�s que como ente de ficci�n; no eres, pobre Augusto, m�s que un producto de mi fantas�a (�); t� no eres m�s que un personaje de novela, o de n�vola��. Sin embargo, Augusto lo desaf�a y le contesta: �� no sea que est� usted equivocado y que ocurra precisamente todo lo contrario (�) que sea usted, y no yo, el ente de ficci�n, el que no existe en realidad, ni vivo, ni muerto� No sea que usted no pase de ser un pretexto para que mi historia llegue al mundo�� (Unamuno, 1996: 293).

    Augusto argumenta que si Unamuno admite que est�n discutiendo cara a cara, ello implica que �ste �ltimo lo reconoce como personaje del mundo real. Entonces, y en tanto ser real, Augusto le explica que su car�cter (que no ha podido convivir con la serie de acontecimientos desgraciados que colmaron su vida) le pide que se suicide. Pero Unamuno, en tanto autor, no est� dispuesto a permitir que un personaje tome control de la trama, y por ende de su propia identidad y vida narrativa: es por ello que le anuncia a Augusto que ser� �l quien decida la suerte su muerte. Ella misma no ser�a a causa de un suicidio, aunque era efectivamente cercana e inminente.

    Augusto, arrepentido de su deseo de suicidio y desesperado por la certeza de su muerte pr�xima, concluye: �� �Conque he de morir ente de ficci�n? �Pues bien, mi se�or creador don Miguel, tambi�n usted se morir�, tambi�n usted, y se volver� a la nada de que sali��! �Dios dejar� de so�arle! �Se morir� usted, s�, se morir�, aunque no lo quiera; se morir� usted y morir�n todos los que lean mi historia, todos, todos, todos, sin quedar uno! �Entes de ficci�n como yo; lo mismo que yo! (�) Os lo digo yo, Augusto P�rez, ente ficticio como vosotros, nivolesco lo mismo que vosotros. Porque usted, mi creador, mi don Miguel, no es usted m�s que otro ente nivolesco, y entes nivolescos sus lectores, lo mismo que yo, Augusto P�rez, que su v�ctima�� (Unamuno, 1996: 302).

    �C�mo distinguir entre lo que pertenece al mundo de la realidad y lo que pertenece al mundo de la ficci�n? Ambos personajes, Unamuno y Augusto, sea cual fuere el campo al que pertenezcan, se acusan mutuamente de ser entes ficticios; se anuncian entre si sus respectivas muertes, su desaparici�n, su inexistencia. El enfrentamiento con Augusto fue un acontecimiento que hizo temblar la identidad-car�cter-mismidad de Unamuno como autor al encontrarse con un personaje suicida que desaf�a el destino de su historia. A su vez, el enfrentarse con Unamuno desestabiliz� la identidad de Augusto, lo hizo dudar de su existencia hasta punto tal que cuando corrobor� su condici�n de ser vivo, de ser real, abandon� la idea de suicidio. El enfrentamiento entre autor y personaje fue literalmente mortal: Unamuno mat� a su personaje, pero Augusto se suicid�. Como lectores nunca sabremos efectivamente qu� sucedi�.

    Si bien Unamuno sugiere tener el control sobre la vida de sus personajes, sus personajes tambi�n controlan aspectos de la vida de Unamuno. En escritos posteriores los vestigios de V�ctor y Augusto son evidentes, e incluso Unamuno confiesa en el Pr�logo de la Tercera Edici�n haber dudado acerca de las condiciones de la muerte de Augusto e incluso se pregunta si deber�a resucitarlo: ��continuar la biograf�a de mi Augusto P�rez, contar su vida en el otro mundo, en la otra vida. Pero el otro mundo y la otra vida est�n dentro de este mundo y de esta vida. Hay la biograf�a y la historia universal de un personaje cualquiera, sea de los que llamamos hist�ricos o de los literarios o de ficci�n�� (Unamuno, 1996: 39).

    Tanto Niebla como la vida de Unamuno est�n pobladas de tensiones entre sus respectivas tramas y personajes. Unamuno fue enfrentado por sus personajes de ficci�n, fue cuestionado por ellos, y se convenci� de que, tal como afirma Ferrater Mora, ��a menos que un personaje sea un mu�eco -y, por tanto, no sea en absoluto personaje, o persona-, ser� tan real como su autor. Las llamadas �personas reales� no pueden distinguirse, salvo por la falta de personalidad, de los llamados �personajes imaginarios� o �ficticios�. Ambos alientan en el seno de esa �niebla��� (Ferrater Mora, 1985: 125). Los personajes de Niebla se van narrando a si mismos, van narrando sus realidades y no hay una posible distinci�n entre la vida real y la ficci�n: V�ctor Goti, Rosario, Eugenia, Augusto P�rez, Miguel de Unamuno� todos ellos son personajes de la n�vola.

    Ricoeur afirma que, si bien las historias de vida difieren de las historias literarias, ello no implica que la ficci�n no pueda aplicarse a la vida. Los relatos e historia de vida, en definitiva, no se excluyen sino que se complementan: �� el relato forma parte de la vida antes de exiliarse de la vida en la escritura; vuelve a la vida seg�n los m�ltiples caminos de la apropiaci�n y a costa de las tensiones inexpugnables�� (Ricoeur, 1996: 166). El relato tiene implicancias �ticas, a partir de �l se intercambian experiencias, se muestran acciones que ser�n valoradas, e incluso el relato literario puede lograr una transformaci�n respecto al sentir y obrar del lector. De esto �ltimo se percat� Unamuno cuando afirma que ante la idea de permitir que Augusto escribiera un autobiograf�a en la que contara c�mo se so�� a si mismo, advirti� que �� el lector no resiste esto, no tolera que se le saque de su sue�o y se le sumerja en el sue�o del sue�o (�). No quiere que le arranquen la ilusi�n de la realidad�� (Unamuno, 1996: 39).

    Notas

    [1] Si bien N�vola es un concepto creado por Unamuno, tambi�n lo utiliza V�ctor Goti en el cap�tulo XVII de Niebla cuando le dice a Augusto: ��mi novela no va a ser novela, sino (�) �n�vola! As� nadie tendr� derecho a decir que deroga las leyes de su g�nero� Invento el g�nero e inventar un g�nero no es m�s que darle un nombre nuevo, y le doy las leyes que me place�� (Unamuno, 1996: 176). En dicha novela se menciona en los pr�logos, tanto en el que escribe V�ctor Goti como en el del mismo Unamuno.

    [2] Antol�n S. Paparrig�pulos es un personaje de varias novelas o n�volas de Unamuno.

    [3] Como as� tambi�n en otras novelas, previas y posteriores a Niebla.

    Bibliograf�a

    Arfuch, Leonor (2002): Identidades, sujetos y subjetividades. Prometeo, Argentina.

    Ferrater Mora, Jos� (1985): Unamuno, bosquejo de una filosof�a. Alianza, Espa�a.

    Ricoeur, Paul (1996): Si mismo como otro. Siglo XXI, M�xico.

    Unamuno, Miguel de (1996): Niebla. Losada, Argentina.

    Mar�a Cecilia Palermo 2010

    Esp�culo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid

    El URL de este documento es http://www.ucm.es/info/especulo/numero45/niebrice.html


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