LA VANGUARDIA, BARCELONA
Exterior
Domingo 15 de agosto de 2010 | Publicado en edición impresa .
Dos hermanos con "honestas discrepancias"
Por Joaquim Ibarz
Recuperado de su enfermedad, Fidel Castro reapareció y ahora amenaza con obstaculizar las posibles ambiciones reformistas de Raúl
¿Quién manda en Cuba? Desde que Fidel Castro delegó el poder a su hermano Raúl, hace cuatro años, esa pregunta no ha dejado de resonar, con más o menos insistencia, dentro y fuera de la isla. La reciente reaparición estelar del comandante en un momento en que el régimen lanzaba las señales de cambio más importantes de la última década ha desconcertado a propios y extraños.
¿Está Fidel eclipsando la figura de su hermano? ¿Hay división en el régimen? Tuvo que ser el propio Raúl quien arrojara luz en el debate al reconocer que en la cúpula existen "honestas discrepancias".
Los cubanos se habían acostumbrado ya a ver a Fidel en las contadas imágenes que el régimen divulgaba cuando lo creía conveniente. Su primera aparición en público en cuatro años (el pasado 7 de julio) coincidió con el histórico anuncio de la liberación de 52 presos políticos del Grupo de los 75.
En Cuba no existen las casualidades. La vuelta de Fidel fue interpretada como un aval del comandante al diálogo abierto por Raúl.
Pero las interpretaciones fueron cambiando a medida que Fidel siguió "apareciendo". Con su habitual voluntad de hierro, el comandante ya no pararía hasta enfundarse su casaca verde oliva (aunque sin la insignia de comandante en jefe) y asistir a una sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional para alertar al mundo de que se avecina una guerra nuclear en Medio Oriente.
El "Capitán Planeta" estaba de vuelta. El "choteo" cubano, ese humor callejero de doble filo, apodó así a Castro cuando, hace tres años, comenzó a publicar "reflexiones" en la prensa, en las que se mostraba dispuesto a arreglar el mundo.
Según sus propias palabras, Fidel ya está totalmente recuperado de la grave dolencia intestinal que lo alejó del poder. Sin embargo, no hay más que observar sus recientes intervenciones para darse cuenta de que no es el mismo de hace cuatro años. El comandante no cuenta ya con la misma plenitud física ni mental que antes del 26 de julio de 2006, día en que colapsó.
El reparto de papeles
Para acabar con la rumorología, tan frecuente en una isla donde la ausencia de información es moneda corriente, el propio Fidel quiso aclarar hace unos días cuál es el reparto de papeles en las alturas.
En una entrevista con el canal venezolano Telesur, el ex presidente se desentendió de una pregunta sobre el futuro de cinco agentes cubanos presos en Estados Unidos desde hace años y cuya libertad reclama Cuba: "Esa no es mi tarea; lo mío es decir las cosas para que cada cual decida... Los compañeros no son gente que yo deba llevar del dedo a hacer las cosas; lo que yo quiero es que piensen".
Previamente, Raúl se había referido a los comentarios sobre las supuestas divisiones en el poder, es decir, sobre las disputas entre ortodoxos y pragmáticos.
En su discurso ante la Asamblea Nacional el 1° de agosto, el general sostuvo que la unidad impera en las altas esferas, aunque reconoció, y no tendría por qué haberlo hecho, la existencia de "discrepancias honestas". Unas diferencias que, honestas o no, frenan las reformas que Raúl y su entorno consideran necesarias para salvar el barco de la revolución, encallado en una grave crisis económica e ideológica.
Para el disidente Oscar Espinosa Chepe, a pesar del regreso a escena de Fidel y de su empeño en recobrar el protagonismo, quien gobierna en la isla es Raúl Castro.
"Raúl respeta a su hermano, porque es el líder histórico, pero, aunque hay mucho secretismo en Cuba; creo que el tiempo de Fidel se acabó." Según el opositor, excarcelado en 2004, Raúl ha ido tomando control del poder poco a poco, rodeándose de los militares afines de su etapa en que estaba al frente del Ministerio de Defensa y desmontando los "poderes paralelos" que entusiasmaban al comandante.
Raúl no sólo ha dejado en el olvido los programas económicos ligados a la "batalla de las ideas" impulsada por su hermano. Al general, de 79 años, le gusta que las decisiones sean colegiadas y que no haya interferencias entre los distintos ámbitos de poder. Desmantelado quedó también el Grupo de Apoyo al Comandante, una suerte de "comandancia guerrillera" montada por Fidel con un puñado de fieles, a quienes confiaba sus decisiones de gobierno.
En la charada china, juego introducido en la isla a mediados del siglo XIX, el caballo es el número uno. En 1959, tras el triunfo revolucionario, Fidel pasó a ser el indiscutible número uno: el caballo.
Recuperado de su enfermedad, el ego de Fidel ha resurgido. A los 84 años recién cumplidos, sabe que todavía, para muchos cubanos, sigue siendo el caballo. Y algo más. Hace cuatro años, cuando estaba al borde de la muerte, una web oficial creó un espacio para recibir muestras de apoyo al comandante. Una devota del castrismo escribió por entonces: "Mi querido Fidel, todo buen cubano sabe que es usted un guerrillero inmortal". En la reciente entrevista con Telesur, Fidel pareció darle la razón a su admiradora: "El tiempo es un invento del hombre".
Exterior
Domingo 15.08.2010 Opinión Secciones
El giro en la isla / Liberación de disidentes y el resurgimiento de Fidel Castro
Cuba
Se debate entre los reformistas y la vieja guardia ortodoxa
Noticias de Exterior: Domingo 15 de agosto de 2010 | Publicado en edición impresa .
Por César González-Calero
LA NACION Buenos Aires
A ritmo del cangrejo, la revolución cubana se prepara para vivir una etapa decisiva en su medio siglo de existencia.
Angustiado por el fantasma del "período especial" de los años 90, el presidente Raúl Castro ha vuelto la mirada a esa década, cuando el régimen, sacudido por la crisis que generó el derrumbe de la Unión Soviética, abrió tímidamente la mano a la iniciativa privada, el turismo y las inversiones extranjeras.
Quince años y varias operaciones de Fidel Castro después, Cuba vuelve a debatirse hoy, más por necesidad que por convicción, entre el aperturismo demandado por la sociedad y el inmovilismo de la vieja guardia.
En las últimas semanas, Cuba ha sido un hervidero de noticias. Primero se produjo el insólito diálogo entre el gobierno y la Iglesia, que derivó en un proceso de liberación de presos políticos todavía en marcha. Días después, y tras cuatro años de convalecencia, Fidel Castro reaparecía públicamente "totalmente recuperado" de la dolencia intestinal que lo alejó del poder en julio de 2006. Y a principios de mes, Raúl anunciaba algunos "ajustes" al modelo económico para hacer frente a la parálisis productiva que sufre la isla.
A Raúl se lo esperaba desde el 26 de julio de 2007. Un año después de haber asumido las riendas del país, el general reconocía que el país no daba para más. Se hacían necesarias "reformas estructurales y de concepto".
Durante tres años, la única reforma aprobada fue la entrega de tierra ociosa en usufructo a campesinos privados. Una experiencia que no ha dado buenos resultados debido a la catarata de imposiciones y trabas que lleva aparejada.
Ahora, el régimen se ha decidido a poner un poco de orden en el superpoblado aparato estatal, donde sobran -según sus cálculos no reconocidos hasta ahora- 1,3 millones de trabajadores.
La idea, esbozada por Raúl en la Asamblea Nacional el 1° de agosto, es reducir las plantillas progresivamente y revisar los "gastos improductivos" asociados al empleo estatal. Para absorber parte de ese excedente laboral, Raúl Castro ampliará las licencias al trabajo por cuenta propia, que comenzaron a otorgarse en los años 90 y fueron congeladas más tarde.
A día de hoy, sólo 150.000 personas son "cuentapropistas" en una isla de 11 millones de habitantes. Además, el gobierno busca impulsar el turismo y la inversión extranjera con una serie de iniciativas, como la construcción de 16 campos de golf con capital mixto (estatal y foráneo) o la venta de viviendas para extranjeros en esas instalaciones turísticas. Se trata, en definitiva, de una reedición de aquella apertura de los 90, que fue frenada en seco por Fidel Castro a principios de esta década. De la mano de una nueva cruzada ideológica -la "batalla de las ideas"-, Fidel (con la inestimable ayuda del venezolano Hugo Chávez) restauró la centralización casi total de la economía, al tiempo que acallaba las voces disidentes en la isla.
"La ampliación del trabajo por cuenta propia no es una reforma estructural; ya existía en los 90 y quedaba un rezago, pero sólo con esa medida va a ser difícil que Cuba resuelva su grave situación económica", advierte Carmelo Mesa-Lago, catedrático emérito de la Universidad de Pittsburgh.
Para este destacado economista cubano exiliado desde hace décadas en los Estados Unidos, los anuncios de Raúl Castro son insuficientes. "[El gobierno] va muy con cuentagotas, con muchas limitaciones y restricciones, y todavía no han explicado cómo va a ser esa ampliación del trabajo por cuenta propia o cómo piensan recolocar a 1,3 millones de empleados públicos sobrantes, una cuarta parte de la fuerza laboral", subraya Mesa-Lago, para quien la intervención de Raúl en el Parlamento "cayó como un balde de agua fría". "Fue un discurso de mínimos", se lamenta.
Más optimista, el economista disidente Oscar Espinosa Chepe cree que, después de varios años de gestión de Raúl, y de las demoras continuas a la hora de aplicar las reformas, "ahora parece que viene el proceso de cambio de verdad".
"Es la primera vez que vemos una luz tenue después de años de oscuridad; por eso creo que debemos apoyar que se siga por este camino", asegura el opositor, miembro del Grupo de los 75 y excarcelado en 2004 por motivos de salud.
Superada la fase de la "batalla de las ideas", cuyos programas ha ido desmantelando Raúl, poco a poco y sin hacer ruido, la pregunta que sobrevuela la isla ahora es si esos cambios anunciados por el mandatario ("ajustes al socialismo", en la terminología del régimen) irán acompañados de otras reformas de más envergadura, como la agraria.
Según los datos oficiales, la producción agrícola cayó un 7% en la primera mitad del año. Décadas de monocultivo de caña de azúcar dejaron las tierras improductivas y hoy, paradojas de la vida, la isla se ve obligada a importar azúcar de Brasil y de Colombia. La isla compra en el exterior el 80% de los alimentos que consume.
Mesa-Lago y Espinosa Chepe coinciden en que Cuba requiere de una reforma agraria en profundidad y con urgencia. "Hemos tenido la peor zafra [cosecha] azucarera en cien años, con poco más de un millón de toneladas; para producir con garantías, es necesario una reforma en la que el proceso de comercialización no esté controlado por el Estado", explica Espinosa Chepe.
Las fuerzas inmovilistas
A las voces que piden más apertura política y económica, se han unido, en los últimos tiempos, dirigentes y artistas ligados al oficialismo. Aún resuenan las declaraciones de Alfredo Guevara, representante de la generación histórica y preboste cultural durante décadas, pronunciadas en mayo ante universitarios: "Yo creo que aquellos a quienes les toca [realizar los cambios] están listos para dar el paso; lo importante es que ese paso se dé y que los interpretadores del futuro no tengan que decir: «Tuvieron que desaparecer [los dirigentes] biológicamente para que ese paso se diera»".
Hasta el diario Granma, correa de transmisión del PCC, abrió una sección hace más de un año en la que los lectores expresan sus inquietudes sobre el rumbo de la revolución.
El diálogo entablado recientemente entre el gobierno y la Iglesia Católica ha sido saludado casi de forma unánime como un cambio de actitud positivo del régimen. "Quiero confiar en que Raúl sea lo suficientemente pragmático como para dejar a un lado las ideologías y liderar un proceso gradual de cambios que promuevan la progresiva democratización de la sociedad", asegura Espinosa Chepe.
"Es un proceso esperanzador", coincide Mesa-Lago.
Pero las fuerzas inmovilistas no han tirado la toalla en la isla, ni mucho menos. Para ese sector del régimen, con Fidel Castro como cabeza visible, cualquier cambio, por pequeño que sea, supone una concesión a la "contrarrevolución" y al eterno enemigo: Estados Unidos. Dirigentes del partido y funcionarios de alto rango recelosos de perder sus privilegios actúan como guardabarreras del dogmatismo ideológico decretado por Fidel hace ya cuatro décadas.
Hoy, Cuba aguarda una nueva ofensiva, si no democrática, sí al menos "pragmática". Cuba espera a Raúl.
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